Otra anesssssssdota.
La siguiente historia está basada en hechos reales. Cualquier parecido con la ficción, es mera coincidencia.
Andábamos por el comienzo de los 70-80. Por aquél entonces surgió un nuevo baile que se llamó Breakdance.
http://es.wikipedia.org/wiki/Breakdance
En Madrid, el bailecito en cuestión se aprendía en una zona que se denomina AZCA. Es uno de los centros financieros y empresariales neurálgicos de Madrid. Hay grandes torres de oficinas, centrales de Bancos, está el Corte Inglés de Castellana y es dónde se quemó la torre Windsord (por cierto, muy espectacular y espeluznante el observar ese amasijo de hierros fundidos... me recordó a lo que debió vivirse en Nueva York, con las Torres Gemelas. Aunque he de aclarar que eran unos bichos monstruosos- sí estuve allí en 1980- y era espectacular divisar toda la Gran Manzana, desde el mirador de una de ellas, porque los cristales llegaban hasta el suelo y la sensación de tener tantos metros por debajo de tus pies era vertiginosa, inevitable el no mirar hacia abajo, acojonaba sólo con intentarlo).
http://www.miliarium.com/Monografias/Ra ... joAZCA.htm
Pues bien, allí los sábados y domingos por la mañana, nos juntábamos un grupo de frikis con pintillas a intentar aprender cómo se hacían esos movimientos. Los 40 principales organizaron un concurso de baile , y por supuesto, allí estaba yo, con un grupito de amigos que me hice, la verdad, a cada cual más raro que el anterior. Cosas de la juventud, he pasado por muchas etapas y ésta fué una de esas.
Como era de esperar, hicieron una peliculita con el dichoso baile:
http://www.amazon.co.uk/Breakdance-Movi ... B0000649KW
Pues yo tendría unos 13-14 años, y decidimos, mi prima y yo, ir a ver la película. Era la primera vez que salía fuera de mi barrio, la primera vez que iba al cine sóla, la primera vez que cogía el metro y la primera vez que me plantaba en un cine de Arguelles en una única e irrepetible experiencia vital.
Llegamos sin problemas hasta el cine y nos vimos la película. La cual nos encató y salimos las dos emocionadas a más no poder. Con tanta ilusión y tanta nueva experiencia, al volver al andén del metro para regresar al barrio, no sabíamos que lado del ánden era el que te llevaba de vuelta.
Me explico. El metro se cogía en el andén central, no en los laterales. Y allí habían dos comboyes estacionados, estábamos en la línea correcta, pero no sabíamos que lado era el adecuado. Cómo eramos una pobres ingenuas, nos dió vergüenza preguntar y a la hora de montarnos nos equivocamos de tren.
El caso es que desde el primer momento ya sabíamos que algo iba mal. Estábamos sólas en el vagón. Repito, SOLAS. Aquello parecía una película de terror

. Empezamos a asustarnos, a decirnos que nos habíamos equivocado, que no podía ser que
nadie fuera en vagón, que si íbamos a llegar muy tarde a casa. Que si qué coño hacemos. Que sí a dónde vamos.

. Empezamos a ver que el tren se mete dentro de un túnel larguísimo y que nunca salíamos ni llegábamos a otra estación, con lo que no podíamos bajarnos y dar la vuelta para coger el tren correcto hacia casa.
Al cabo de un buen rato, vemos que el tren para en una especie de hangar pequeño, oscuro, tétrico, sucio, y cerrado. Sin andén y sin nada. Menos mal que las puertas del vagón se abrieron y para bajarnos tuvimos que dar un buen salto por que, como ya he dicho, no había andén. Estábamos acojonadas y nos dirijimos hacia las voces que se oían al fondo, dónde también había luz. Al llegar nos encontramos con unos cinco o seis conductores que estaban sentados en una mesa, con unas sillas y los bocatas de chorizo envueltos en papel de aluminio. Habíamos llegado a cocheras, ésa era su hora de la comida, estábamos en el lugar de descanso de los conductores y allí no había escaleras ni salida alguna por ningún sitio.
Como os podeis imaginar, los conductores se descojonaron de nosotras de lo lindo. Nos habíamos equivocado y nos estaban vacilándo a base de bien.
Empezaron a llamarse por radio para contar la anécdota, llamando al supervisor para ver que hacían con nosotras, riéndose de nosotras y diciendo que nos tendríamos que quedar allí con ellos
hasta mañana.
Vamos que nos lo hicieron pasar fatal

. Ni qué contaros que los que recibían los mensajes, a través de la radio, no se creían lo que había pasado. Se pensaban que era una broma de los conductores y nosotras cada vez más angustiadas y cortadas.
Cuando por fín lograron convercer al supervisor de que era verdad que dos ilusas, se habían plantado en cocheras, empezaron a organizar la
Operación Rescate. No había forma de salir de allí, no había escaleras que enlazaran con ningún otro andén, ni con ninguna otra vía. Así que tuvieron que redistribuir todo el tráfico ferroviario, las salidas y los turnos y el pobre conductor que nos había llevado hasta las cocheras, tuvo que doblar turno (sin comer) para lograr que nosotras volviéramos a montar en el metro y sacarnos de allí por la vía original, que era la única forma de salir.
Los otros, que eran mayores, nos vacilaron y se rieron de nostras como quisieron. El misericorde, que era más jovencito, tuvo que poner un par de veces órden en todo ésto, porque realmente las gracias de los más veteranos, empezaron a subir de tono.
Y así logramos salir de allí y montarnos en el tren correcto que nos llevó hasta nuestra casa sin más incidencias
A partir de ésta experiencia aprendí dos cosas: primero, si dudo en algo y no estoy segura de que la dirección que estoy tomando es la correcta, lo pregunto sin importarme la vergüenza. Y segunda, nunca más dejé que un hombre me volviera a vacilar, a partir de entonces, contestaba a todos.
Uffff... qué mal nos lo hicieron pasar los jodíos. Se pasaron un montón. Menos mal que el otro intentaba mediar, que sino creo que aún seguiríamos allí metidas
