Me levanté temprano, a eso de las 10 a.m. - eso era madrugar para mí -. Yo estaba acostumbrado a despertarme a la una y a las dos del mediodía. ¡¡Qué barbaridad!!, ¿No?. Me duché, me afeité, me puse colonia, me acicalé todo lo que pude y me fui a la biblioteca del instituto, para ponerme a estudiar en serio. Me había propuesto cambiar de hábitos y demostrarle a ése profesor de lo que era capaz. Lo malo era que podía encontrarme con María, ya que ella estudiaba de mañana... pero ¡¡qué coño!!. También tenía cosas buenas el ir por la mañana al instituto. Podía encontrarme con mis amigos, a los cuales sólo veía los fines de semana, prácticamente.
Supongo que a pesar de mi introversión, siempre tuve muchos amigos en mi adolescencia y juventud. Bueno, amigos es una forma de hablar para entendernos. En realidad, yo considero que amigos realmente son los que llegan hasta el final de tu vida. La mayoría, sólo van cubriendo etapas y son sustituidos por otros, continuamente. Tenemos amigos en el colegio, en el barrio, en el insti... pero, ¿cuántos se quedan contigo hasta el final?, ¿ Se queda alguno?.
El caso es que resistí dos horas sentado en la biblioteca estudiando. Todo un récord “guiness” para mí. Os lo prometo. Cuando me cansé, me fui a buscar a mis 2 mejores amigos en aquellos tiempos: David y Omar. El primero estaba en COU, igual que yo, pero tenía dieciocho años y Omar estudiaba 3ºde BUP y tenía diecisiete. Sin embargo, yo era el que aparentaba menos edad de los tres. Creo que formábamos un trío de lo más pintoresco. Ambos eran muy buenos estudiantes aunque Omar, no lo parecía en absoluto. Era un mujeriego y un pasota de enormes dimensiones. Yo no diría que era guapo, pero tenía gran éxito entre las féminas. Supongo que alguna de las causas era que aparentaba ser mucho más mayor y además tenía una "cara" que se la pisaba. Era más alto que yo, y de constitución fuerte. Era peludo, de estos de barba cargada y pecho. Tenía el pelo castaño y unos dientes perfectos, los cuales le suponían una magnífica sonrisa. Supongo que a ambos, nos gustaban cualidades del otro, aunque yo nunca se lo reconocí. Omar en cambio, me admiraba- no me preguntéis por qué - ya que me percaté de ello, en varias ocasiones. Por ejemplo, recuerdo una vez que estábamos de marcha y él estaba completamente “colocado ” - lo cual era completamente normal, tratándose de él - y me había enfurecido con mi amigo, aunque no recuerdo exactamente a que era debido mi "cabreo "... supongo que sería por una chica. El caso es que le grité cuando nos íbamos en el coche, con los demás colegas, y le dije algunas ”lindezas”. Lejos de "mosquearse ", me miró, con una mirada de tristeza, de decepción, y me contestó:
- Parece mentira que tú, que eres mi mejor amigo, el tío que más aprecio, pienses eso de mí.
Eramos 5 personas dentro del coche y me largó eso. Como siempre me pasa cuando alguien se sincera conmigo, y no me lo espero, no sé reaccionar, y no le dije nada, de lo cual me arrepiento notablemente, ya que tendría que haberle dicho lo mucho que yo lo quería a él también. Los demás, se burlaron de él... ya sabéis... que si maricón, que si se lo tenía callado, bla, bla, bla... De todas formas, a él le "resbalaba", ya que carecía del más mínimo sentido del ridículo, como ya he dicho.
Recuerdo una vez que se había ligado a una chica en el Sur y cuando me la fue a presentar, me dijo que ella le gustaba porque le recordaba a mí en la forma de ser y de expresarse. Me sorprendió mucho. Ignoraba que tenía un admirador secreto. Incluso, cuando me la presentó, le dijo que yo era el chico del que la había hablado.
Lo que sí era cierto es que a ninguna de mis novias les llegó a caer bien Omar. Me comentaban que éramos totalmente antagónicos; y por otra parte, nunca se me hubiese ocurrido ponerme a hablar de él, con ellas.
Por todo esto, y pequeños detalles a lo largo de nuestra amistad, me di cuenta de que en cierta forma, Omar me admiraba...
En cuanto a David... siempre fue un chico de lo más noble. Él también era alto, 1,85 más o menos. Tenía el pelo moreno y rizado. Era un poco pecoso y de constitución gruesa. Nunca tuvo éxito con las chicas en la adolescencia, aunque ahora hay que “echarle comida a parte ”. Me quería incondicionalmente y presumía de ser mi mejor amigo. Eso a pesar de que cuando éramos unos críos, no me porté bien con él. David era el marginado de la pandilla y siempre recurría a mí, porque era el cabecilla, o al menos uno de ellos. Los niños podemos ser realmente crueles. Sin embargo, a pesar de que no me porté bien con él, yo era un angelito de Dios comparado con los demás, y supongo que él apreció eso.
Ya no creo que sirva de mucho, pero me arrepiento de corazón si le hice algún daño psicológico. Esas cosas se quedan en la memoria para siempre, aunque ya seas un adulto. Nos dejan marcados.
A pesar de todo, David siempre me ha tenido en una alta estima y yo nunca he sido capaz de comprender el porqué. Lo que sí sé, es que aún hoy, es mi amigo, y que lo aprecio más de lo que él puede imaginar.
Estos eran mis dos mejores amigos.
Salí de la biblioteca, y me dirigí a la clase de Omar a buscarle. Él en su clase era popular. Eso que todos queremos ser en el instituto. Yo nunca lo fui. Normalmente, prefiero pasar desapercibido y cuando no he querido, también paso... así que...
Ese día era Viernes. Lo recuerdo porque los viernes nos reuníamos varios amigos en casa de Carlos, otro colega. Sus padres siempre salían y nos pasábamos la tarde - noche hablando, con los vídeo juegos, jugando a las cartas, al Risk... lo que terciara. También recuerdo, que siempre conectaban el plus para ver las pelis porno. A esas edades, la testosterona masculina está por las nubes... ¿qué queréis que os diga?.
Cuando di con Omar, le convencí para que se fugara de las últimas clases ya que tenía algo importante que contarle. Lo cierto es que no hacía falta mucho poder de convicción para que Omar accediera a no ir a clase. Mi siguiente paso, y éste si que era complicado, consistía en convencer a David para que hiciera lo propio. Nos encaminamos hacia su clase y era la hora del recreo en el instituto. Yo bajaba las escaleras del segundo piso, cuando me viré de espaldas hablando con Omar, y cuando quise darme cuenta había chocado estrepitosamente contra una chica. Se le cayeron todos los apuntes que llevaba encima. Pensé que me iba a decir: ¡¡pero pedazo de gili**** !! ¿A ver si miras por donde vas?. Pero nada más lejos de la realidad.
Me puse completamente colorado, me disculpé, y me puse a ayudarla a recogerlo todo. Por si fuera poco el ridículo, nos agachamos a la vez y nos dimos un "cocazo" terrible, ¿pudo ser peor?.
Sin embargo, y pese a lo grotesco de la situación, ella echó a reír, y en cuanto la escuché, me quedé ensimismado. La miré a los ojos. Tenía los ojos pardos más bonitos que jamás he podido contemplar. Un pelo castaño que le caía hasta los hombros y una sonrisa que hizo paralizar mi tiempo. Ese instante me pareció eterno, estático, mágico, incomparable. Mi mundo se había detenido... Terminamos de recogerlo todo y con una sonrisa me dijo adiós, mientras sus amigas se desternillaban de risa. Yo la verdad, ni me había percatado de que había más gente alrededor, hasta que Omar me sacó de mi aturdimiento.
- ¡ Oye, despierta! ,- se descojonaba - venga, vamos.
Bajamos la escalera y muerto de risa me dijo:
- No creo que te guste esa niñata, Roy. Está en 2º de BUP, tío. Tiene 16 años. Estuvo saliendo con Rayco, un colega mío que jugaba en mi equipo. Él pasó de ella.
Me dio muchísima rabia como había frivolizado Omar la situación, y lo que había dicho de esa chica. Sin importarme sus despectivos comentarios, le pregunté por su nombre.
- Creo que se llama Candy ó Cathy ó algo así. Candy, Candy – me decía en tono de burla.
Se "partía " el muy capullo. Que le vamos a hacer. No se puede esperar de la nieve, más que agua...
Llegamos por fin a la clase de David. Omar le llamó para que saliese pero no le hizo el menor caso, hasta que me vio a mí. Entonces salió, con su enorme sonrisa a saludarme y le expliqué que tenía algo muy curioso que contarles a ambos. A pesar de mis esfuerzos, ni siquiera yo fui capaz de convencerle para que faltara a clase. Por un momento dudó, pero era demasiado recto. El caso es que no vino, y nos fuimos Omar y yo a la cafetería del instituto. Le conté mi diálogo con Ernesto a mi amigo, y "flipó ". Me propuso investigarle. Mi colega era un curioso de lo paranormal. Le encantaban esas cosas. Leía revistas como el “más allá” y esas cosas. Siempre nos comentaba curiosidades a la peña.
-¡¡Joder!!, y mi profe de historia es un barbudo hediondo que ni se baña. Es tan aburrido que hasta él se duerme en sus clases - blasfemaba Omar.
Me propuso que se lo presentara y que averiguara más cosas sobre Ernesto. Por supuesto le contesté que si se había dado algún golpe en la cabeza. Entonces me salió con Carlos, - el colega de la casa de los viernes - que se había hecho un curso de taquiromancia en Barcelona y que ya se creía Aramis Fuster. Nosotros le llamábamos el "brujo" y el " pequeño “Buda", porque era bajito y regordete. Omar pretendía que me echara las cartas, me leyera la mano, y esas cosas... a ver si podía averiguar algo. Yo alucinaba en colores con mi peña. Estuvimos hablando largo rato sobre el monotema. Tanto es así, que sonó la sirena de la salida del turno matinal y todavía estábamos en la cafetería “dándole al bistec ”. Mi encuentro con Ernesto le había impresionado, y más aún cuando le conté mi pesadilla. Si no estaba convencido de investigarle ese fue el toque de gracia. Yo sonreía al verle tan entusiasmado.
A todo esto, llegó su novia, Nereida. Me saludó muy cariñosamente, como solía hacer con todo aquel que perteneciera al género masculino. ¡No era nadie la niña! Lo cierto, es que eran tal para cual. No he conocido nunca a una pareja que se pongan tantos “cuernos ” mutuamente y sigan juntos como si nada. Si eso no es comprensión... que baje Dios y lo vea. Nereida era muy guapa. Tenía el pelo castaño y bastante largo. Sus ojos eran verdes y mediría 1,70 aproximadamente. Tenía mucho éxito entre los hombres. De complexión delgada, unos 52 kg. muy bien repartidos.
Omar se fue a acompañarla a casa y quedamos en vernos esa noche después de mis “magistrales” clases. La verdad es que los viernes ir a clase era terrorífico. Salir a las once de la noche y ver como el “penco” éste, por ejemplo, ya se iba y no venía hasta el lunes era complicado de asimilar.
En fin, me despedí de ellos y me dirigía a casa, cuando vi a la chica de las escaleras en la parada de guaguas , con una amiga. Me daba mucha vergüenza pasar por delante, así que me dispuse a dar un rodeo, sin que me viese. Sin embargo, pese a mis esfuerzos, sí que me vio, y me habló:
-¡¡Hasta luego!!, ¿Qué... haciéndote el loco?- me gritó y soltó una sonrisa encantadora. De nuevo consiguió ruborizarme. Saqué fuerzas y me fui hacia ella; disimulando (ó intentándolo al menos) mi extrema timidez, le contesté:
- No pensaba que te iba a apetecer ver a un tío tan patoso como yo – y yo también le sonreí.
- Pues ya ves... - me contestó sonriendo, una vez más. ¿Te llamas Roy, no?
- Pues si, ¿cómo lo sabes?
- ¿Ah?, si te lo digo ya sabes lo mismo que yo - me respondió, mientras se echaba unas risas.
- Bueno, ¿y tu, como te llamas?, es que estoy en desventaja - dije yo.
- Me llamo Cathy - contestó.
- ¿De donde eres Cathy?- le había notado un acento peninsular.
- Soy de Murcia, de un pueblo que se llama Totana. Mi padre es arquitecto y está construyendo edificios en Canarias por lo que nos hemos venido a vivir aquí, momentáneamente.
- Espero que no sea tan momentáneo - le contesté. Y los dos sonreímos.
A todo esto, su amiga en vista de que la estábamos ignorando se presentó a mí, y fulminó con la mirada a Cathy. Creo recordar que se llamaba Carolina.
Después de presentárseme su amiga, la murciana me dijo como la que no quiere la cosa, o comenta algo intrascendente:
- Me apetece caminar. ¿Me acompañas a casa?- su intención era abandonar allí a su amiga y quedarse a solas conmigo.
- Si, claro, por supuesto - le contesté. La verdad es que me había cogido totalmente desprevenido su invitación. Me di cuenta enseguida, que ella de tímida tenía lo mismo que yo de pelo en el pecho. O sea... nada.
Cathy tenía efectivamente 16 años y cursaba 2ºde B.U.P. Era Escorpio y había nacido un 14 de noviembre. ¡¡Un dichoso día para la humanidad!!. Mediría 1,70 más o menos y tenía algunas pequillas en su cara que me resultaban muy simpáticas. Sus ojos eran dulces, melosos como no he encontrado nunca. Muchas veces me quedaba mucho rato, mirándola, observándola, hasta que ella me miraba, sonreía y me decía ¿qué haces, Roy?. Solo mirarla constituía un verdadero placer. Y tampoco es que fuera la típica “tía buena”. Sin ir más lejos, María era más guapa, popular y todo eso. Pero Cathy... era Cathy. Ella tenía una magia especial.
De camino a su casa nos hicimos las típicas preguntas de cuando 2 personas se conocen. Omitiré lo irrelevante de nuestra conversación.
- ¿Tienes novia, Roy? - me preguntó, obviando cualquier tipo de sutileza y directa al grano, como era ella.
- ¿Novia?, ¿Qué es eso?- contesté, mientras soltaba una carcajada.
- ¿Qué pasó con María? - continuó, directa al corazón.
- ¡Vaya!, ¿Y tú como sabes tanto de mí? - le dije muy sorprendido.
- Me acuerdo de veros, simplemente. Si no quieres... no me contestes.
- Te contesto. ¿Por qué no?. Me dejó por otro - le dije yo.
- ¿Así, sin más? - insistía, y me ponía el dedo en la llaga.
- Verás... me marché de vacaciones y se enrolló con un amigo íntimo. Cuando volví me quedé destrozado y le dije que se fuera con él, que no quería saber más de ella. Por lo visto me ha hecho caso, porque sigue con él- yo y mi habitual sarcasmo.
- Pero tú, todavía la quieres, ¿no? . Eso se te nota.- continuaba machacándome.
- ¡¡Qué dices!! No quiero saber nada de ella.
- Eso es una cosa, y que todavía la quieras es otra bien distinta, ¿no crees?
Me quedé absolutamente en silencio, como siempre hago cuando alguien me pilla y no me apetece decirle: tienes razón, ¿contenta?. Rápidamente pasé al ataque.
- Bueno, ¿y tú qué?, ¿Qué pasó con Rayco?.
Se echó a reír y me dijo:
- Así que has preguntado sobre mí. - y sonrió.
Vaya con la niña de 16 años, pensaba yo. Me había desarbolado y mostraba una entereza y seguridad en sus palabras, encomiable. Siempre he deseado parecer seguro ante los demás, pero es pura fachada. Ella en cambio, era totalmente natural.
- ¿No me contestas, Cathy? - le espeté.
- Por supuesto que sí. Pues me pasó lo mismo a que a ti. Me puso los cuernos con otra. ¿Te parece suficiente motivo para dejarle? - lo dijo de tal manera que nos empezamos a partir de risa, durante un rato sin poder parar.
- Supongo que no nos vamos a pasar todo el camino hablando de esos dos, ¿no? - comenté.
- No, por Dios - contestó ella, riéndose de nuevo.
Al cabo de un ratito llegamos a la casa. Mucho antes de lo que yo hubiese deseado. Cuando me disponía a despedirme la vi titubear por primera vez y me preguntó:
- Te invito a comer en casa, ¿vienes? – Yo no me lo esperara en absoluto. Dudé unos segundos antes de contestar, más por timidez que por otra cosa. Al final, le contesté lo que ella deseaba.
- Me encantaría, Cathy.
Fueron palabras mágicas, porque me miró a los ojos y me dedicó una de sus preciosas sonrisas. Realmente es como si me hubiera preguntado en ese momento si quería salir con ella, y yo hubiera aceptado, ya que a partir de ese momento comenzamos a salir. Es que realmente no existió la típica pregunta, sino que como si de un guión de cine se tratara, o del destino, o como queráis llamarle, a partir de ahí todo vino rodado.
Entramos en su casa y me presentó a su madre y a sus hermanos pequeños: José Antonio y Úrsula. En cuanto a su padre, casi nunca estaba en casa, debido a su trabajo. De hecho, yo nunca le vi. Recuerdo que comimos paella. Que por cierto, tenía caracoles, que ellos se comían entusiasmados como si se tratara de un manjar de los dioses. Yo, por supuesto... los dejé. Se sonreían de manera cómplice y Cathy me dijo que no me los comiera si no quería (¡¡gracias a Dios!!).
Después de tan pintoresca comida, mi chica me enseñó su habitación. Era la típica habitación de adolescente con su cama, escritorio, ropero y como no... su aparato de música. Por aquel entonces estaba de moda un grupo español llamado “Los Romeos”. Puso su L.P. y, mientras lo escuchábamos seguimos hablando de nosotros. Ella se “flipaba” con una canción que se titula...
Mi vida Rosa
Cuando se agotó el tiempo prudencial que una pareja de jóvenes puede estar a solas en una habitación en casa de los padres de uno, sin que éstos se “mosqueen” y comiencen a llamarte, decidimos irnos a dar una vuelta. Pasamos por mi casa a coger un abrigo porque la tarde era fresca y por supuesto, como podéis imaginar, esa noche no fui a clase.
Hablamos y hablamos... paseamos... nos contamos y preguntamos cosas íntimas... reímos... disfrutamos el uno del otro. Ese día nos conocimos dos personas que estábamos hechas el uno para el otro. Las horas que pasaba junto a ella me parecían segundos. Cuando quise darme cuenta eran las 10 p.m. y ella tenía que volver a casa. La acompañé a su portal y en el momento de despedirnos me puse muy nervioso porque no sabía si besarla, si irme sin más, si decirle “te quiero... te he buscado en océanos de tiempo, y al final te he encontrado” ó yo que sé.
Sin embargo, al mirarla a los ojos, me pareció aún más nerviosa que yo. Entonces me armé de valor y... la besé en los labios. Fue el beso más bonito que haya dado en toda mi vida. Fue nuestro primer beso. Si el amor se pudiera fotografiar, esa hubiese sido la foto por antonomasia.
Ella se sonrojó ligeramente y con una sonrisa se despidió de mí, dirigiéndose dentro del portal. Recuerdo que me quedé esperando fuera hasta que tomó el ascensor y se perdió de mi vista.
Ese viernes me abstuve de mi pintoresca reunión nocturna con los colegas. En vez de eso, me fui a casa a repasar mentalmente aquel día de Abril que jamás se me olvidará de la memoria.
Aquel fin de semana, lo pasamos juntos como es evidente. Se nos pasó rapidísimo, como todos los buenos momentos. Hablamos tanto en esos tres días, que ya parecía que nos conocíamos de toda la vida. Llegamos al acuerdo de vernos sólo los fines de semana (incluido el viernes) para poder estudiar. Acuerdo que, por supuesto, no cumplimos ninguno de los dos. Yo iba a la biblioteca a estudiar por las mañanas, pero no hacía otra cosa que pensar en ella y cuando aparecía por allí con sus amigas, era como si el mundo se iluminara con su sola presencia. ¡Cómo me encantaban aquellos momentos!.
Yo no solía ir mucho por su clase porque me daba vergüenza como me miraban sus amigas, esas sonrisas cómplices, y sus voces de fondo” cuchicheando ”. Me da mucha vergüenza un grupo de chicas hablando sobre mí. Me ruborizo. Todo esto le encantaba a Cathy. Se reía y mirándome, negaba con la cabeza como diciendo:
- ¡Mira que eres tímido!, ¡Eres la hostia !
Se le notaba orgullosa de mí, y yo me sentía halagado y encantado de que ella sintiera esas cosas por mí.
Después de ese fin de semana, con ella, llegó el lunes – noche, donde volvería a ver y a escuchar al misterioso Ernesto. Me comentó (¡cómo no!) que tenía otra falta sin justificar y que ya iba por ocho o nueve. No me acuerdo, la verdad. Ese día tocaba su clase a última hora. Me quedé pensando unos minutos si ir a su despacho a charlar con él y decidí hacerlo, aunque fuera para no oír a Omar echándome la bronca. Toqué en la puerta y lo primero que oí fue:
- ¿Te pica la curiosidad, Roy? ¿Quieres saber más sobre mí? ,¿Sobre mi secreto?
Este “tío” había cogido la odiosa manía de leer mi mente como si fuera un libro abierto, y ya empezaba a incomodarme.
- Pues sí - le dije -. Pero, ¿me va a dejar hablar, o simplemente me va a leer la mente? - comenté de manera jocosa. - Porque si es así, no gastaré saliva.
Él sé descojonó y me contestó:
- Pregúntame lo que quieras.
- ¿Tienes ese don de nacimiento, Ernesto? – Le pregunté sin más preámbulo.
- No. Hace mucho tiempo, pero no es de nacimiento. Me lo traspasó otra persona que lo poseía y yo tengo la facultad de transmitirlo también. ¿Te gustaría tenerlo?.
Otra vez me dejaba “patinando ” este hombre.
- ¿Cómo? - repliqué. Asombrado con lo que acababa de escuchar.
- Lo que oyes, Roy. Yo había pensado en ti. Por eso te lo conté el otro día, ¿o crees que ando por ahí contándoselo a todo el mundo?
- En primer lugar, Ernesto... te voy a decir que no soy imbécil. Porque hayas deducido un par de cosas obvias sobre mí (no tan obvias en verdad), no significa que seas Nostradamus. Yo creo que está por ver si es cierto lo de tu “Don” y en segundo lugar... (me quedé pensando...tengo la manía de decir eso de en primer lugar y tal, y luego cuando he de seguir... en segundo lugar...no sé qué decir, aunque esta vez si que supe ):
- ¿Por qué yo?.
- Por eso mismo que acabas de decir. Porque sé que eres sensato, coherente y no aceptarías nada fuera de lo normal, sin analizarlo minuciosamente.
Nos quedamos en silencio unos segundos, hasta que él volvió a retomar la palabra.
- Estoy dispuesto a realizar las pruebas que quieras para demostrarte que no miento. Cuando descubras la verdad serás tú el que decida lo que quieres hacer, aceptar mi regalo, o no.
Volví a quedarme callado, pensativo, sin saber que decir. Por la cabeza me rondaban miles de cosas a una velocidad de vértigo. Se me ocurrió proponerle lo siguiente.
- La única forma de convencerme, que se me ocurre, así a bote pronto, es que seas capaz de leerle la mente a más gente delante de mí.
- Trato hecho, Roy - me contestó sobre la marcha, sin darme apenas tiempo a reaccionar, y me tendió su helada mano.
Por un momento, los pelos se me pusieron de punta al recordar mi pesadilla y viendo su mano tendida hacia mí, como en mi sueño. Eso sí, esta mano era mucho más bonita (qué queréis que os diga). Cuando estreché su mano y observé su rostro, me sentí como Fausto cuando firmó su pacto con el diablo. Ignorante de mí, le seguí el juego a mi profesor, sin saber que metafóricamente hablando, iba a abrir todos los males de la caja de Pandora .
- Te propongo que vengas el sábado por la noche a mi casa. Doy una fiesta y he invitado a varias amistades. Por supuesto, podrías pensar si les leo la mente a ellos, que es una farsa, una manipulación... Así que puedes traer a quien quieras. ¿Te parece? - me comentó, como si hubiéramos llegado a la parte que ya había planeado de antemano, que íbamos a llegar.
- Sí. Me parece estupendo - contestó el insensato de mí.
.............CONTINUARÁ
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