CAPÍTULO II: "LA FIESTA"
Tu puedes comprender mi dolor; pero sólo yo lo siento. (Sófocles)
Tu puedes comprender mi dolor; pero sólo yo lo siento. (Sófocles)
Llegó la gran noche. Habíamos quedado en ir unos con David en su coche y el resto en autobús, ya que era el único de la pandilla que tenía carnet de conducir. Por supuesto, David insistió en que yo fuera en su coche. Cathy, Mirian y Fayna también iban con nosotros. Habíamos decidido quedar en un lugar en concreto, y esperar a que llegasen los de la “guagua”, para ir todos juntos a la casa.
Recuerdo que nos costó dar con la casa porque estaba en las afueras y en un descampado. Era una casa muy grande con un gran terreno colindante, que además estaba delimitado por vallas. Había un pequeño camino de tierra que era por el cual se accedía desde la carretera principal. Más tarde me enteré de que había sido una antigua sucursal de correos. Ernesto había adquirido el viejo caserón, no sé como y lo había habilitado como una vivienda. La primera impresión que me dio la casa al aproximarme a ella no me gustó nada. Me parecía la típica casa de las “pelis” de terror baratas. De hecho, Mirian, Omar y algunos otros, bromearon con ello. Todos estaban entusiasmados con la idea de conocer a mi profesor y de que, no sé qué, que pasara algo fuera de lo normal. Supongo que yo también me incluyo. Estábamos en unas edades en las cuales queremos creer en misterios y que nos pasasen aventuras. Éramos unos estúpidos.
Una vez llegados a la entrada de la casa, me dispuse a llamar a la puerta cuando Ernesto la abrió de repente. ¡¡Qué cabrón!! .Nos dejó a todos sorprendidos. Sonrió ampliamente y nos saludó muy encantado de que hubiésemos venido. Iba vestido muy elegantemente – como siempre, aunque esa noche respiraba un aura especial -. Me percaté de que a las “niñas” se les había puesto una sonrisa picarona. Incluso Cathy me miró de reojo y me sonrió. Lo cual equivalía a decir: ¡Si que está bueno, tío!. Por supuesto, se llevó un empujoncito para que despertara de su ensimismamiento.
Por afuera, la casa me había parecido un poco cutre y antigua, sin embargo, por dentro estaba lujosamente amueblada. Poseía un gran salón donde deambulábamos los invitados, el cual estaba decorado muy a lo barroco en cuanto a sus adornos. Me llamó la atención las columnas de carácter griego repartidas por la sala y que en verdad no tenían otra función que la de adornar. Pero lo que más me impactó, fue una estatua de un ángel que se hallaba en un rincón. Al principio, podía parecer que estaba colocada allí para pasar desapercibida, pero me di cuenta que muy al contrario, su posición desmarcada era lo que hacía que te apartaras del centro del salón y te acercaras a contemplarla. Estaba esculpida en ébano. El personaje tenía rasgos occidentales y poseía un marcado carácter asexuado. Era bellísimo y parecía mirarte mientras sonreía con sorna. Su sonrisa me recuerda ahora a las que pintaba Leonardo da Vinci. La figura estaba completamente desnuda y en una pose de altitud, de soberbia, de seguridad. Era como si nos observara y pensara : ¡Pobres criaturas! .
Prácticamente en el centro de la sala, unas enormes escaleras subían al piso de arriba donde estaban las habitaciones. Había muchísimas personas, unas treinta a parte de nosotros. Nosotros éramos los más jovencitos aunque había un poco de todo. La música era de mi gusto, variada y nada de locuras ruidosas. Recuerdo haber escuchado a Bon Jovi, Depeche Mode, Spandau Ballet, Duran Duran, U2... Aunque recuerdo una en especial:
A question of time
Ernesto nos había comentado que nos sintiéramos como en casa, y nos dejó a la buena de Dios. Omar, Israel y Norberto le tomaron la palabra rápidamente y se fueron directos a la barra del bar. Menudos tres “vinagres1” eran. Sobre todo, los dos primeros bebían y bebían y no les tumbaba nada. Yo en cambio he tenido épocas de bebedor, alternadas con otras de no tanto, hasta llegar casi a convertirme en abstemio. En cualquier caso, Cathy y yo, sólo bebimos algunas “birras”, y los demás, pues cada uno a su “bola2”.
Estábamos todos juntos en medio del salón, cuando me di cuenta de que Norberto hablaba con Cathy. Seguramente le contaba “maravillas” de mí, en beneficio propio. A Norberto siempre le gustaban mis “chicas”. Nunca consiguió quitarme a ninguna pero no fue por no intentarlo, desde luego. De hecho, no se cortaba un pelo con las “pibas” de los demás. Parecía que necesitara demostrarse a sí mismo que él también podía ligarse a esa chica. Pobrecillo ... la verdad es que no era así.
Me decidí a rescatar a Cathy de sus garras y me fui con ella al porche de la casa. Me apetecía disfrutar de ella a solas y hacía una noche preciosa... Ella estaba muy guapa esa noche. Se había maquillado, aunque no en exceso (no me gusta nada, una mujer demasiado maquillada y perfumada). Llevaba puesto un pantalón oscuro, un polo negro y una chaqueta también oscura... Cuando estuvimos a solas, clavó su mirada en mí. Me encantaba como me miraba. Sonreía mientras lo hacía y yo apartaba la vista de sus ojos, sin poder evitarlo.
- ¿Has tenido muchas novias, Roy?- me dijo.
- Tú eres la tercera – le contesté.
- Venga ya... No me lo creo – insistió, ella.
- Te lo juro...¿por qué te iba a mentir?. Yo nunca he ligado mucho. Pero no me importa, lo que importa, no es la cantidad, sino la calidad, ¿no crees? – le pregunté
- Que chulo eres... venga cuéntame quien fue la otra.
- Mi otra ex se llamaba Nayra y era guapísima, todo el mundo se quedaba flipado con ella... Era demasiado guapa. Era super incómodo. Los tíos se la quedaban mirando por la calle, y yo, lejos de sentirme orgulloso, me “jodía un huevo”. No duramos ni un mes juntos, en seguida se dio cuenta que yo era muy poco para ella. Se buscó algún “coyotillo ” por ahí. Alguna vez la veo, y cambia de novio como yo de ropa interior. –le conté.
- Pues, ¿qué quieres que te diga?, que me alegro que la niña tenga tan mal gusto. – replicó ella.
Yo le di las gracias por ser tan amable, y le seguí hablando de mi ex:
-Nayra sólo era guapa. En realidad, nunca me enamoré de ella, a pesar de su físico increíble. Para enamorarme de una persona hacen falta otras virtudes. Es indudable que en el físico es en lo primero que nos fijamos, pero no lo es todo, en absoluto. Sólo es una parte más. Es en el conjunto en lo que yo me fijo, cariño. Una risa, una voz, una sonrisa, unos ojos, pueden ser tan sensuales como ... otras cosas. Yo pienso así, al menos.
- Si, todo lo que tú quieras, pero si la persona no te entra por los ojos... – continuaba ella en sus trece.
- Cathy, el conjunto de cosas he dicho, y el físico entra en el lote, es indudable. No nos engañemos. Pero ya te digo, de Nayra nunca me enamoré. Ahí tienes la prueba evidente de que no todo es meramente visual.
- Bueno, ¿y qué es lo que te gusta de mí?, porque yo soy muy normalita. – me dijo.
Yo sonreí y le contesté:
- En una palabra... todo. De ti me gusta absolutamente todo. Me gustan hasta tus pestañas. Me encantan tus tiernos ojos, tu naricilla, tus pecas, tu pelo, tu risa, no sé, Cathy, todo, ya te digo. Cuando encuentre algo que me disguste ya te lo diré.
Ella me miró entonces, con ojos caramelosos y me dio las gracias mientras me besaba. Nunca podré olvidar aquellos momentos. Cuando estaba con ella... flotaba. El mundo dejaba de girar, de existir. Sólo existíamos los dos.
Cuando terminamos nuestro intercambio de saliva, ella me recordó que le tocaba preguntarme algo.
-Roy, hoy me toca preguntar a mí, ¿recuerdas?. Pero yo, no te voy a preguntar si me quieres, si es eso lo que piensas (parecía que todo el mundo me leía la mente, últimamente como si fuera un libro abierto, ¡¡qué chungo !!). Prefiero que salga de ti, espontáneamente. – me dijo.
Antes de que pudiera contestarla, apareció Nereida – qué inoportuna, ella, por cierto - y nos dijo que nos dejásemos de “pasteleos ” de enamorados y que volviésemos a la fiesta. Cogió a Cathy por un brazo y se la llevó para adentro, con lo cual no me quedó más remedio que entrar yo también. Para entonces, Ernesto ya había empezado su “show” particular con mis camaradas. La escogida, había sido Fayna. Ya había empezado la sesión (por llamarle de alguna manera) para cuando yo llegué, ó mejor dicho, ya estaba terminando, pero por el rostro de mi amiga, los demás deducíamos que acertaba en todo lo que le decía. No tuvo desperdicio lo que Ernesto nos desveló de Fayna.
- ... Fayna, siempre has sido la típica niña que trata de aparentar lo que no es. Quieres agradar a costa de lo que sea. Desde siempre te has enamorado de chicos que no te hacían caso y eso ha sido muy duro de llevar. El no ser correspondida por las personas que quieres es muy duro. Por el contrario, has salido con chicos a los que no querías y has terminado, si me permites la expresión, un tanto asqueada de ellos. Para ti, los amigos son lo más importante. Sobre todo una amiga tuya muy íntima, y tan íntima... A ella le cuentas todas tus preocupaciones y anhelos. A ella le has contado que te gusta un chico desde hace muchos años, que es tu amigo pero que él no te ve como otra cosa y que tu sufres en la distancia. Lo más duro es que él ni se entera. No te preocupes, Fayna, no voy a desvelar su nombre si tú no lo deseas y sé que no lo deseas.
Después de decir eso, paró porque Fayna rompió a llorar ante el asombro de todos nosotros. Yo fui hacia ella para tratar de consolarla, pero no quiso ni que la tocara. Se marchó de la fiesta con Mirian, mientras que los demás no sabíamos bien como actuar. Ernesto se disculpó ante nosotros, reconociendo que se había pasado. Nos rogó que no nos marchásemos y que le perdonáramos. Yo accedí aunque la verdad es que me había quedado muy mal con lo de Fayna. Yo era uno de sus amigos más íntimos y me había quedado con la “mosca ” de ser yo, al que se refería Ernesto. Sin duda de haber sido así, desde luego tenía razón en lo de que estaba totalmente ciego, porque nunca me había percatado de esos sentimientos de mi amiga hacia mí. Como no estaba seguro de que fuera así, decidí no comentar nada, pero pensé en hablar con ella al día siguiente para aclarar la situación y ver quien era el misterioso chico al que se refería mi profesor.
Pasaron un par de horas, quizás más... no lo recuerdo exactamente. Yo estaba distraído en mis pensamientos, bebiéndome una cerveza en la barra. Cathy había hecho buenas “migas ” con Nereida y estaba con ella y con Omar partiéndose el culo por ahí. David, por supuesto, a mi lado, como siempre ha estado. Norberto e Israel por ahí, colocados y echándole los “tejos7” a unas treintañeras que se reían de ellos. Por su parte Carlos, coloquiaba amenamente con los demás invitados de la fiesta. Le encantaba hacer de relaciones públicas. Siempre fue el más extrovertido.
David me preguntaba qué me pasaba. De repente me había embajonado8 como sólo a mí me pasa a veces. No se daban cuenta de por qué había sido. Ninguno parecía haberse dado cuenta de lo que había pasado. O eran imbéciles ó les importaba una mierda. Y no eran tontos, no. Eso me daba más rabia todavía. Empecé a repasar mentalmente mi vida y los momentos compartidos con Fayna. Mi niña de los ojos verdes.
Entonces, Ernesto apareció de repente, como salido de la nada. Nos pegó un susto de muerte a David y a mí.
-¿Qué tal?, ¿cómo lo estáis pasando?- nos preguntó.
- Bien, bien. Tienes una casa magnífica.- le contesté.
- Gracias , Roy – contestó, mientras sonreía. Se había dado cuenta de que yo no me sentía nada bien. Me daba la impresión de que disfrutaba con todo aquello. Como me jodía su falsa amabilidad.
- Ernesto ,lo que todavía no tengo claro es que aún en el caso de que fuese verdad toda esta parafernalia que te has montado sobre ti, no me explico como vas a transmitirme tu don. – le comenté. Se me estaba pegando la cualidad de Cathy de ir directamente al grano.
- Habrás de ganártelo, en cualquier caso. Yo no regalo nada, si la persona no se lo merece. Por lo pronto, ya he conseguido que estés interesado y por ahora me doy por satisfecho.- me contestó.
- ¿Y qué clases de méritos debo de hacer para gozar de tu generosidad?.- continué con el sarcasmo, mientras David se partía de risa.
- No será fácil, pero ya estás dentro de la competición, aunque aún no te hayas enterado. De hecho, vives en tu mundo particular y no te enteras de lo que ocurre a tu alrededor hasta que es demasiado tarde, Roy.- me dijo.
En esto que apareció Cathy y nos interrumpió.
- Profesor, no me lo entretenga más, que yo también quiero disfrutar de él. – susurró, mi amor.
Entonces él la miró con atención y le preguntó si quería que le leyese la mente. Cathy, siempre tan segura le contestó.
- ¿Para qué?, yo ya sé lo que hay dentro de mi cabeza.
No pude aguantar la carcajada. Era ¡tremenda!. Ernesto y David también echaron a reír. Sin embargo, el primero pasó al contraataque.
- ¿Sabes lo que veo en vosotros dos? (refiriéndose a Cathy y a mí). Veo a una pareja casi perfecta. En serio. Tú tienes –refiriéndose a ella – seguridad y entusiasmo por la vida, que le falta a Roy en estos momentos. Mientras a él, le sobra inteligencia y sensibilidad, cualidades, que tú tanto admiras en él, Cathy. Eso te lo puedo asegurar mi adorable amiga.
Se retiró con un saludo hacia otro grupo de invitados dejándonos a los dos perplejos, mirándonos el uno al otro.
- No habías exagerado con respecto a él, Roy – me dijo Cathy -. La verdad es que es muy interesante... además de guapo ...(risas).
Y echó a correr, y yo detrás de ella a soltarle tremendo pellizcón. Creo que fue en ese momento, después de escuchar esa última frase de Cathy cuando perdí totalmente la poca sensatez que me quedaba ya. Comencé a pensar que quería ser como Ernesto, parecerme a él lo más posible y por supuesto, poseer su don, que por otra parte, él me había ofrecido sólo a mí. Le observaba en la fiesta. Era el centro de atención total y absoluto. Todo el mundo le sonreía, le daban palmaditas y le admiraban. Me preguntaba porqué se había encaprichado de mí, y por primera vez desde que supe lo de su extraña virtud, deseé tenerla yo también. Todo el mundo me admiraría y se asombraría de mí. Quería poseerlo. Dicen que la vanidad es el peor de los pecados, y yo empecé a caer en la tentación.
En medio de mis paranoias, David me comentó que nos acercásemos a la estatua a contemplarla. Nos había llamado mucho la atención a los dos. La contemplábamos absortos. Me volteé para buscar con la mirada a Ernesto. Quería que me explicase que representaba la figura. Cuando lo localicé, le hice un gesto con la mano para que se acercara. Él se aproximó y me habló:
- Dime, Roy.
- Ernesto, ¿qué representa la figura? – le pregunté.
- Representa al ángel más bello que ha habido en el cielo, Beelzebub.- dijo él.
- ¿Te refieres al diablo? – le preguntamos.
- Si, a ese mismo. Como sabréis, se le conocen muchas denominaciones.
- Nunca lo hubiese identificado con él. La estatua representa a un ser tan hermoso... – comenté.
- Es que Lucifer era el ángel más hermoso, como te digo, y el que más se parecía a Dios. Según la tradición cristiana, claro. Era la encarnación de la soberbia debido a su extrema belleza. Tanto es así, que terminó rebelándose ante el señor y fue expulsado. Desde entonces ha tratado de empujar al hombre a que haga lo mismo, a que se rebele, a que no siga los dogmas establecidos, las tradiciones impuestas y absurdas. Es el mal en sí mismo, que tienta a las almas para condenarlas... – entonces ,se detuvo, nos miró y se echó a reír.
- Pero supongo que todo esto os sonará a cuentos para niños, ¿no?- continuó.
- No sé que decirte. A mí me encanta la mitología, Ernesto. – le dije.
- A mí también – replicó David- Cuéntanos más cosas sobre el diablo, Ernesto. Tú seguro que sabes mucho sobre el personaje, ya que eres historiador.
- Una cosa no tiene que ver con la otra. ¿Te llamas David, no?- le preguntó.
- Si. – contestó mi amigo.
- Yo sé bastante, pero más que nada porque al igual que a Roy, me encantan los mitos y leyendas. Sobre todo, las oscuras...
- Pues cuenta, cuenta...- insistía David.
- Bueno, ya que te interesa, otro de sus nombres poco corrientes es Mefistófeles. Sin embargo, su verdadero nombre es el que os he citado antes. ¿Habéis leído la Biblia?- nos preguntó.
- No – respondimos los dos al unísono.
- Pues deberíais hacerlo. Sin duda es el mejor libro que existe. Mas allá de las creencias y religiones, es un libro magnífico. En realidad son un compendio de libros que se unificaron. Aunque se ha intentado dar coherencia literaria y cronológica, hay que tener en cuenta que se compone no sólo de lo que se ha llamado “los libros históricos”, sino de los “sapienciales”, “proféticos”, las “cartas”, el Apocalipsis...- se detuvo, nos miró, sonrió y prosiguió.
- Me estoy enrollando, ¿no? – nos preguntó.
Nosotros hacía rato que nos habíamos quedado en “Stand by”.
- Bueno, os decía todo esto porque la Biblia tiene partes muy interesantes y otras que serán enormemente aburridas para vosotros. Pero, que en cualquier caso os lo recomiendo. Por ejemplo, en el libro de Job, Satán aparece como un ángel enviado por Dios para tentar a los hombres y probar su fidelidad. Curioso, ¿no?... enviado por el mismo Dios. ¿A que eso no lo sabíais?. La lectura es lo que diferencia a la persona culta de la mediocre. Así que yo os recomiendo que leáis. Así si alguien os pregunta, por ejemplo... ¿qué representa esta estatua?, se lo sabréis decir y quedareis en la gloria – terminó su exposición y soltó una carcajada.
La verdad es que Ernesto también era un poco vanidoso, ¿no?. Pero tenía que reconocer que a mí me encantaba y que lo admiraba como no lo he hecho con nadie en toda mi vida.
Poco menos que nos había dejado como dos ignorantes, pero era su forma de “picarnos”, de incentivarnos a realizar las cosas y a convertirnos en personas cultas. Desde luego, conmigo funcionaba su terapia. Con el tiempo me leí la Biblia. Tardé más de un año, pero me la leí... He de admitir que siempre acepté sus retos.
Como anécdota, recuerdo a mi madre preocupada, al verme todo el rato con la dichosa Biblia y pensando que ya me había captado alguna secta, o algo así. ¡Qué cosas!
Mientras me encontraba sumido en mis estúpidos pensamientos, mi profesor ya había escogido a su siguiente víctima. Lo intentó con Carlos, pero éste no se atrevió, en cambio fue Omar el que se prestó a la sesión. Y esta vez, si que la escuché desde el principio...
- Muy bien Sr. Omar – comenzó Ernesto- , tú si que eres un personaje curioso. Nunca tuviste ningún tipo de preocupación cuando eras pequeño. De hecho te pasaste una infancia más que agradable. Casi siempre te sales con la tuya y tienes éxito con las chicas, a pesar de que no eres un caballero precisamente...
Todos echamos a reír, no era para menos. Por ahora había dado en el clavo. Ni yo mismo lo hubiera descrito mejor.
- ...Omar hay una cosa que siempre te ha extrañado, y es que cuando tenías 14 años, jugando con un amigo tuyo, estuviste a punto de besarle, y eso te hizo dudar durante mucho tiempo de tus tendencias sexuales...
Al decir esto, todos miramos a Omar que estaba abrazado a Nereida y sonreía como pensando: ¡Vaya pedazo de cabrón, el tío éste!. Ernesto continuó, pues aún no estaba satisfecho.
- ... Sin embargo, hay una cosa que te aflige mucho más que todo eso. En casa las cosas no van bien. Tu padre y tú, no os lleváis bien. Es debido a que él os pega a tu madre, a ti...
Ahí se acabó la sesión, porque Omar le fue a agarrar del cuello. Y lo hubiera conseguido si David y yo no le agarramos y tranquilizamos. Mi amigo se puso a llorar como un niño. Yo nunca le había visto así. Nereida le apartó de nosotros y se lo llevó. Una cosa había quedado patente: la sutileza no era una de las virtudes de Ernesto. Había conseguido destrozar el ánimo de dos de mis mejores amigos en un par de horas. Yo estaba cabreado, pero no fui capaz de decirle nada. Para entonces, yo ya había caído en sus “garras” y temía que si me enojaba con él, pasaría de mí, y se buscaría a otro. Así que no le dije absolutamente nada. Cathy estaba enfurecida con él y me pidió que nos marchásemos de allí, que no soportaba estar un segundo más en esa casa. Por supuesto, yo accedí y me disculpé ante Ernesto por abandonar la fiesta (...encima). Él me dijo que lo entendía, y que no me preocupara, que ya hablaríamos el lunes, de lo “nuestro”. Esas fueron las palabras que utilizó... lo nuestro.
Salimos a toda hostia,... yo detrás de Cathy que estaba enrrabietada y de qué forma. Omar estaba afuera, apoyado en un muro con Nereida. David y Carlos nos esperaban junto a ellos. Detrás nuestro salieron Norberto e Israel, que no se enteraban de nada y que estaban completamente ebrios. Los demás estábamos un poco desconcertados y yo me sentí manipulado y decepcionado conmigo mismo. Había hecho pasar un muy mal trago a mis amigos, aunque fuese indirectamente. Supongo que me sentí culpable.
Es un sentimiento que nunca jamás desde entonces me ha abandonado. A veces, escucho voces por las noches que me dicen : tú tuviste la culpa. De no ser por ti, nada de eso hubiese pasado. Me despierto bañado en sudor , esperando encontrar a la persona que me dice esas cosas. Quiero pedirle perdón, pero siempre estoy sólo. No hay nadie más conmigo...
Nos fuimos todos en el coche de David (8 personas en un seat ibiza, ¡qué fuerte!) y nos fue dejando a cada uno en su casa. La última parada era la casa de Cathy y yo le comenté que me dejara allí, con ella, que ya me buscaría la vida para volver a casa. Sin embargo, él insistió en esperarme. Cuando llegamos a las inmediaciones de la casa de mi chica, me bajé con ella para acompañarla. Apenas ninguno de nosotros había balbuceado una palabra en el recorrido automovilístico, desde la casa de Ernesto. Cuando llegamos al portal, rompí el silencio:
-Cathy, ¿estás enfadada conmigo?.
- No estoy enfadada contigo, Roy. Es que ni siquiera te has cabreado con él por lo que le ha hecho a tus amigos. ¿Cómo es posible?, tú no eres así... – me dijo.
- Lo siento, tienes toda la razón. No sé lo que me pasó. Es como si estuviera hipnotizado... fui incapaz de reaccionar. Era como un sueño de esos en los que eres espectador pero no puedes intervenir. Veía lo que pasaba y no supe qué hacer. Se ha reído de todos nosotros y la culpa es mía, lo siento, ¿podrás perdonarme?- yo estaba totalmente avergonzado y arrepentido de lo sucedido con ellos en la fiesta.
- Pues claro ,bobo. –entonces volvió a sonreír, con la consecuente tranquilidad que eso me causó. Temía haberla defraudado.
- Es que, no sé... me sorprendió que no le dijeras absolutamente nada –continuó repitiendo - , preferiría que trataras lo mínimo posible con ese “tío”. No me gusta nada. Me da mucho miedo, Roy. Te lo pido por favor.
Cathy me había tomado la medida, sabía que si me pedía las cosas con dulzura me derretía y accedía a todos sus deseos. Conmigo no van las exigencias, a cabezota no me gana nadie... sin embargo, con buenas palabras se me lleva a cualquier lado, como a un corderito.
Le dije que sí, que no se preocupara que iba a cortar las relaciones con él. Pese a mis esfuerzos no debí sonar muy convincente, ya que me insistió:
-¿A pesar de que te ha prometido su don, cariño?. No todo el mundo sería capaz de negarse. ¿Tú eres capaz?.
- Yo soy capaz de eso, y de más –me salió la vena presuntuosa.
- ¡Venga!, hablo en serio. ¿Harías eso por mí? – me preguntó, acorralándome por completo.
- Claro que lo haría. Tú eres más importante que ese estúpido don. – le contesté, poniéndome muy serio y mirándola a los ojos.
- Gracias, Roy.
Entonces, puso sus brazos alrededor de mi cuello y de una forma absolutamente sensual, giró su cabeza un poco hacia un lado, mientras sonreía sin apartar su mirada de la mía. He de reconocer que se me pusieron los pelos de punta y que mi cuerpo tembló. Mientras me besaba, era como si absorbiera la poca resistencia que me quedaba ya hacia ella. Con ella estaba intentando que no me pasase lo mismo que con María. No quería ser vulnerable. Quería controlar la situación.
Cuando acabamos, y al ver mi cara de “alelado”, se partió de risa y me dijo:
- Hoy he sido yo, la que se ha partido el culo . – Se partía de la risa.
Se vengaba de mí por lo de la noche anterior cuando me dijo que me quería y yo había frivolizado con sus sentimientos, aunque de manera inconsciente. Bueno... no tan inconsciente...es mi sentido del humor, ¿qué le vamos a hacer?. Me di cuenta de que donde las dan, las toman. Me lo tenía bien merecido. ¡Dios, cómo quería a esa niña!
Nos despedimos, y mientras se marchaba susurré para mí mismo “te quiero, Cathy”. No quería decírselo todavía, aún me quedaba algo conque hacerla rabiar.
Volví al coche del pobre David, que se había quedado como media hora esperándome. Me disculpé ante él y le di las gracias. Me dijo que no me preocupara, que lo entendía, y soltó el típico comentario machista de mal gusto, que tanto detestan las tías y yo también. Que si le había metido mano y tal... Le miré y le dije:
- ¡Anda, calla y conduce!
Mis amigos siempre me han criticado que no les cuente las cosas, pero es que siempre me ha parecido una falta de respeto contar las intimidades de una pareja con los amigos. Es más que evidente la parte que les interesa. Así que... que se queden con las ganas.
Cuando llegué a casa, observé que mi hermana no estaba, ¡qué raro!. Se había quedado en casa de su novio. Seguro que se estaban portando muy bien. ¡ Dios mío!, un sobrino con 19 años, pensaba yo.
El caso es que me puse a repasar mentalmente el día, como hago siempre, sin poder evitarlo. Mi cerebro está entrenado para ello. El tío es independiente, lo hace sin yo quererlo. Había sido un día completito, no le había faltado de nada. O, mejor dicho, había sido una noche inolvidable.
Volví a tener otra pesadilla. Esta vez me encontraba en el borde de un acantilado. Se trataba de un paisaje hermosísimo, al estilo de los valles escoceses que tanto me encantan. El día estaba nublado y parecía que iba a llover. Miré hacia abajo y me dio vértigo. Podía observar como en el fondo del acantilado rompían las olas contra las rocas de una forma salvaje, pero estaban demasiado lejos para que pudieran afectarme. De repente, escuché una voz familiar detrás de mí que me llamaba. Era Fayna. Estaba increíblemente pálida y me dijo:
- Roy, ayúdame por favor.
La manera de decir esa frase me estremeció por completo. Decidí acercarme a ella y entonces el suelo comenzó a desmoronarse ante nosotros. Nos quedamos inmóviles los dos porque no teníamos a donde escapar. Cuando quisimos darnos cuenta, cada uno estábamos mantenidos por un escaso metro cuadrado de suelo. Ella estaba a unos 10 metros de mí y me resultaba imposible alcanzarla. Sólo estábamos nosotros, el escaso suelo y el abismo. De repente comenzó a tronar y a llover como no he visto en la vida. Ella comenzó a llorar y me hacía señas para que mirase hacia abajo. Pude comprobar que las olas estaban rompiendo el suelo que la soportaba y se iba a caer al vacío. Yo desesperaba, gritaba y lloraba intentando ayudarla pero no podía hacer nada. Estaba demasiado lejos para que ella pudiese saltar a donde estaba yo. Los dos teníamos la mirada fija el uno en el otro, y volvió a decirme:
- ¡¡Roy, ayúdame por favor!!.
Pero ahora había sido de una forma más angustiosa todavía. Sus palabras me desgarraron el alma y yo sólo podía mirar. Sucedió lo inevitable ... cayó al vacío..., mientras, yo gritaba su nombre en medio de la nada que me rodeaba.
Me desperté envuelto en sudor y secándome las lágrimas que me recorrían la cara. Sentí un momentáneo alivio al comprobar que había sido una pesadilla, pero inmediatamente me preocupé por Fayna y la llamé por teléfono a su casa. Cual fue mi sorpresa al decirme su madre que no había dormido allí anoche y que seguramente se habría quedado en casa de Mirian, como tantas y tantas veces anteriormente. Le di las gracias a su madre y llamé a casa de Mirian. Tuve que repetir la llamada varias veces, porque estaba tan histérico que no lograba marcar bien su número. Cuando por fin lo conseguí, me salió al aparato Mirian, con una voz de ultratumba como si se acabara de levantar.
- Oye, Mirian, soy Roy. ¿Está Fayna contigo?- le pregunté.
- No ,no, que va.
La sangre se me heló con su respuesta.
- ¿No se quedó anoche en tu casa?
- Que no, te digo. ¿Qué es lo que pasa? – me preguntó.
- Vamos a ver..., Mirian, vosotras os fuisteis juntas, ¿no?
- Sí, pero cuando llegamos al barrio, ella se fue para su casa y yo para la mía. ¿Qué coño pasa Roy?- me preguntó.
Me quedé en silencio. De nuevo, un torbellino de cosas pasó por mi cabeza. Decidí tranquilizarme y pensar que sólo había sido una pesadilla y que todo esto, era pura casualidad.
- Mirian, es que estoy preocupado por ella porque no ha dormido en casa. ¿Tú no sabes donde puede estar? – le pregunté.
- ¡Ah!, no te preocupes, se habrá ido a casa de algún ”ex” a echar un polvo y se habrá quedado dormida allí - se descojonaba. -No te preocupes hombre.
Para ellas, eso era algo normal, por lo visto. Acostarse con los ex, cuando estaban “depres”. De todo hay en la viña del señor.
- Vale, vale. Pero puedes decirle que me llame si la ves, por favor. – le pedí.
- OK, pero... mira, ¿qué haces tú, despierto un domingo a las 9:30 de la mañana y llamando a casa de Fayna?, ¿me he perdido algo?
- ¡Joder, Mirian!, déjate de chorradas ahora, que no está el horno para bollos. -no me había hecho ni pizca de gracia su comentario.
- Reconoce que no es normal, además... que tú me lo ibas a contar si pasara algo.
- ¿Has acabado, Mirian con tu interrogatorio?- le increpé, poniéndome borde.
- No, no he hecho más que empezar. ¡Oye!, que has sido tú el que me ha despertado, pedazo de capullo. Así que ahora, suelta tu lengua. – me espetó algo iracunda ella.
No me atreví a soltarle lo de mi pesadilla porque pensaría que era un imbécil. Y por otra parte, tampoco quería preocuparla porque a lo mejor no pasaba nada en absoluto y yo estaba sacando las cosas de quicio. Así que me decidí por la estrategia.
- Es que ayer se fue llorando y me quedé preocupado y he querido saber de ella. – le dije
- ¿Desde cuando te preocupas tú, por lo que siente ella, Roy?- contestó.
- ¿Cómo?, ¿A qué viene eso?. Yo siempre me he preocupado por ella.
- ¡ Y una mierda!. Tú sólo te preocupas de ti mismo. No vengas con rollos, ahora. Que ya nos conocemos.- me soltó eso sin más. Me pareció que se lo tenía guardado y que había encontrado el momento idóneo de decírmelo.
- Vaya, me alegra que tengas tan alto concepto de mí. Muchas gracias Mirian. Pues te diré que no me conoces en absoluto. Acaso te piensas que mi vida ha sido maravillosa, ¿ ó qué?. Que no os lo demuestre no significa que no me sienta mal, muchas veces. Lo que pasa es que no soy un llorón como vosotros y me guardo las cosas para mí, porque no me gusta “mascar ” a la peña con mis problemas. Sin embargo, yo parezco el padre confesor, y todo el mundo recurre a mí cuando está afligido o necesita un consejo. Pues, ¿sabes?...ya estoy harto de ser el fuerte, el que da consejos y todo eso. A ver, dime ¿ qué hombro he tenido yo para llorar durante este año, cuando me sentía totalmente destrozado?. Ninguno de vosotros vino a consolarme o a pedirme que me abriera a vosotros, que me desahogara. Y encima me dices que tengo que estar atento a vuestros problemas... ¡anda y que te den, Mirian!. – Había conseguido enfurecerme y emocionarme al mismo tiempo.
- ¡Joder, Roy! Es que tú no cuentas nada, tío. Es muy difícil llegar a ti. Eres como un islote en el centro del mar. Siento mucho no haberte ayudado con lo de María. Se nota que la querías mucho. Ella se lo pierde Roy. Ya quisiera yo que algún chico me quisiera de esa forma... - hizo un lapsus de unos segundos, y continuó -¿sabes también lo que pasó?. Que tus amigos nos sentimos abandonados por ti. Sólo querías estar con ella a todos ratos y comenzaste a pasar de nosotros poco a poco. Supongo que en cierta manera, y aunque esté mal decirlo, nos alegramos de que lo dejaras con ella y te dábamos un escarmiento.
- Pues vaya amigos que sois. El escarmiento ha sido durísimo. Me he sentido sólo, sin nadie, con ganas de morirme.- le dije.
- Lo siento de verdad, ¿vale?. Pero ahora con Cathy, ¿ bien, no?- se propuso cambiarme de tema para animarme, supongo.
- Muy bien, Mirían... Lo que pasa es que al principio todo es de color de rosa y eso me asusta un poco. Pero noto la diferencia. La diferencia es que Cathy me quiere y la otra no sé qué coño quería, porque desde luego a mí no. Estoy muy enamorado de esa murciana, Mirían.
- ¿Ves?, cuando quieres eres adorable, lo que pasa es que la mayor parte del tiempo eres un capullo. Supongo que con Cathy, ¿serás al revés ,no?
- ¡Qué graciosa eres Mirían!. Espera que me rasco el sobaco para reír yo también. – me hizo sonreír al fin.
- Ya sé que soy un descojono. –dijo ella.
- Bueno, tía, tengo que colgar porque el teléfono corre y tal... – le dije.
- Vale. Venga hasta luego, capullín.
- Yo me parto contigo. Mira, no te olvides de decirle eso a Fayna, ¿eh?, que me llame enseguida.
- Vale. Hasta luego, guapetón. – seguía burlándose de mí.
- Hasta luego, martes y trece.- le contesté.
Mi charla telefónica con Mirían había servido para que me olvidase de mi preocupación con respecto al sueño. La mañana fue pasando hasta que llegó la tarde y me fui al cine con Cathy. La película que vimos, tampoco se me olvidará jamás... GHOST.
Ya era de noche y estábamos paseando por la avenida, hablando de la peli como dos estúpidos enamorados. Cathy me preguntó que si a mí me pasara como el protagonista, Patrick Swayze, y muriera ahora, si volvería para estar con ella. ¡Menudas preguntitas hacéis las mujeres!. Yo le dije que yo nunca me marcharía al cielo como hizo él, sino que me quedaría todos los días del resto de su vida con ella... contemplándola, hasta que algún día nos volviésemos a encontrar (anda que yo también). Me miró y me dijo:
- Eres un romántico empedernido... pero me encanta que seas así Roy.
Entonces me cogió de la mano y continuamos el paseo. A mí nunca me ha gustado pasear de manos por la calle. Me parece una cursilada y me da vergüenza. Pero ese día me encantó.
Pero mi gozo, como no podía ser de otra manera, iba a ser muy efímero. Al pasar por delante del portal de Fayna, observé un coche de policía en la puerta. De nuevo, la preocupación volvió a mí. Como siempre que ocurre algo en mi barrio, están los típicos vecinos marujos que andan revoloteando por ahí, para enterarse de qué ha ocurrido. Cathy y yo decidimos preguntarle a una señora, si sabía lo que había pasado. La mujer nos contó lo siguiente:
- Por lo visto, mi niño, la niña esa del cuarto piso, la de los ojos verdes no ha aparecido en todo el día. Se fue de casa desde anoche, a una fiesta o no se qué y no ha aparecido. Seguro que la han raptado. Ustedes tengan cuidado que hay mucho delincuente por ahí y ustedes son jóvenes. – nos comentó la buena señora.
Cathy y yo estábamos petrificados y reuní fuerzas para hacerle la pregunta cuya respuesta me aterrorizaba.
- ¿Sabe usted, señora, como se llama la chica esa?
- Fayna, mi niño. Se llama Fayna.
No puedo expresar con palabras como me sentí en ese momento. ¿Pero qué demonios estaba pasando?, ¿dónde estaba Fayna?, ¿tenía algo que ver Ernesto en todo esto?, ¿por qué estaba teniendo yo, esas pesadillas?. El mundo se me acababa de venir encima.
Subimos a la casa de Fayna. Su madre estaba destrozada. Era normal. Se preguntaba donde estaba su hija. Me preguntó si yo sabía algo. Me quería morir. Le contesté que no tenía ni idea de donde podía estar. Estuvimos como dos horas consolando a la pobre mujer, a su otro hijo y al padre. La policía les había dicho que tenían que pasar 48 horas antes de empezar a buscar porque podría tratarse de una niñatada. La madre casi golpea a uno de los policías. Estuvimos un buen rato en la casa , hasta que se hizo tarde y nos tuvimos que marchar.
Después de despedirnos de la familia de Fayna, Cathy y yo nos marchamos totalmente desalentados. ¿Dónde estaría Fayna? Nos preguntábamos. Sin embargo para mi chica, todo estaba meridianamente claro.
- Ha sido ese psicópata que la ha secuestrado, Roy. – refiriéndose a Ernesto.
- No digas disparates, Cathy. – le contesté.
- ¿no?, entonces dime tú, qué es lo que ha pasado.
- Y yo que sé. ¿Qué quieres que te diga?. Lo que no podemos hacer es “fliparnos” y decir la primera chorrada que se nos ocurra. Él tío es más raro que un perro verde, no te lo discuto. Pero de ahí, a ser un secuestrador, Cathy...
- Y yo te digo que ha sido él. ¿ Por qué lo defiendes?, ¿Qué te pasa?- me increpaba.
- Yo no le defiendo. Sólo te digo que no saquemos conclusiones precipitadas. Esperemos acontecimientos, a ver qué es lo que ocurre.
- Si ya... y mientras Fayna... sabe Dios lo que le ha hecho.
- ¡Cathy, joder!, no digas más estupideces – me cabreé.
- Mira Roy, me voy a mi casa. Tú haz lo que te dé la gana. Te tiene el “coco” absorbido el tío ese.
- ¿ Pero qué dices, Cathy?. Sólo te digo que no se puede acusar sin pruebas. ¿Tan descabellado te parece lo que estoy diciendo?
- ¿Tan descabellado te parece lo que te estoy diciendo yo?- me contestó.
Me dejó calladito. No supe contestarle.
- Piensa en lo que te he dicho, ¿vale? – continuó diciéndo-. No quiero discutir contigo. Me voy a casa porque no estoy de humor y creo que tú deberías hacer lo mismo. Piensa en lo que te he dicho, Roy, por favor, porque estoy convencida de que a Fayna le ha pasado algo muy malo.
Si le llego a contar lo de mi sueño, me hubiera llevado arrastrando a la comisaría de policía. Pero una vez allí, ¿qué le hubiésemos contado?. Mire es que yo tengo sueños raros últimamente y mi profesor de Historia lee la mente de las personas. Por otra parte, una amiga nuestra que a veces no duerme en casa ha desaparecido desde anoche. Seguramente, me hubiesen dicho, mira niño, piérdete.
La acompañé a su casa como siempre. Ella estaba realmente triste y preocupada. Yo también, aunque no podía manifestárselo. La hubiese preocupado aún más. Que duro ha sido simular ser siempre el duro del grupo. Yo en realidad siempre he sido el más sensible de todos mis amigos. Tan sólo he sido un espejismo, una imagen que se desvanece. Sin embargo, siempre conseguí engañarles y que me admirasen por mi liderato, por mi autosuficiencia. ¡Qué equivocados estaban!.
Cuando llegué a mi casa me sumí en una gran tristeza. La verdad es que llegar a casa y verme solo me deprimía mucho. Por otra parte, a mi estado normal tenía que sumarle lo de Fayna y que había tenido la primera discusión con Cathy, y encima por culpa del chulo de Ernesto. Llamé por teléfono al resto de la peña y les puse en situación. Les conté que Fayna no había aparecido y que Cathy pensaba que Ernesto tenía algo que ver con su desaparición. Hubo opiniones para todos los gustos. Norberto pensaba igual que yo. Israel y Carlos dudaban pero no veían a mi profesor secuestrando a nadie. David, siempre tan sensato, fue el primero que se dio cuenta de que Ernesto no tuvo tiempo material para secuestrar a Fayna. Estaba con nosotros en la fiesta cuando se marcharon ella y Mirian. De hecho, Mirian echaba por tierra cualquier sospecha sobre Ernesto, ya que llegaron al barrio juntas. Ella era su coartada. No tenía sentido nada de lo que estaba pasando. Pensé en hablar al día siguiente muy seriamente con Ernesto. Comentarle que no sabíamos nada de Fayna y que si él sabía algo ó podía ayudarnos.
Había podido hablar con David, Mirian, con Norberto, con Israel, con Carlos, de nuevo con Cathy para tranquilizarla y de paso tranquilizarme yo también. Sin embargo, no pude localizar a Omar y yo no tenía el teléfono de su novia. Su madre me dijo que había salido con Nereida y no había regresado. Le dije que por favor, le dijera que cuando regresase me llamase por teléfono, que tenía que hablar con él.
Después de cenar algo, me dio por asomarme al balcón y ponerme a contemplar la luna y las estrellas. A veces me da por ahí. Serían algo así, como las 12 de la noche. De repente me di cuenta que en una ventana a unos 100 metros de mi balcón estaba una chica muy familiar para mí. No era su casa, pero estaba allí. La divisé a lo lejos e intenté disimular que la había visto. Pensaba que desde que me viese, se haría la loca y se metería para adentro... Era María.
Pero no fue así. Permaneció en la ventana. Entonces se me ocurrió hacer una chorrada. Comencé a imitar los gestos que ella hacía. Es decir, si se ponía una mano en la cara, yo lo hacía también, si apoyaba sus dos brazos en la ventana, yo lo hacía también. No sé por qué me dio por ahí, pero eso fue lo que hice. Cuando llevábamos un rato haciendo el tonto ( al menos yo), se me ocurrió bajar a la calle y dejarme ver. Quería saber si María sería capaz de bajar al verme sólo, y de intentar entablar una conversación conmigo. Hacía más de un año que yo no le dirigía la palabra. Desde que le colgué el teléfono en nuestra última conversación. Yo pasaba al lado de ella y no le decía ni hola. La ignoraba por completo. Yo sabía que eso a ella le dolía muchísimo. Roy que tanto la había querido, ahora ni siquiera la miraba. Reconozco que a veces puedo ser muy drástico, pero lo que ella me hizo, había sido lo más doloroso que me había pasado en la vida.
El caso es que si se atrevió a bajar. Justamente cuando la veía venir a lo lejos, comenzó a llover. Nos refugiamos en un portal cercano, le dije hola, por fin, después de tanto tiempo y comenzamos a hablar. Lo que hablamos, tampoco tuvo desperdicio.
- ¿Cómo estás Roy? – me dijo con su dulce voz, entrecortada y tímida a la vez. Supongo que tenía miedo que le contestase alguna barrabasada de las mías.
- Muy bien María – le dije simplemente.
- Me alegro. Tenía muchas ganas de hablar contigo. Eres inaccesible. – Continuó ella. Ya era la segunda en un día que me decía lo mismo.
- ¿ Y de qué querías hablar conmigo?, ¿Si puede saberse?- le contesté yo, en plan prepotente.
- Tan sólo hablar. Es que nunca me has dejado explicarte lo que pasó.
- Yo creo que sí. Está muy claro. Lo hablamos en su momento y tú no negaste nada. Me dijiste que no había pasado nada con Mauri, pero que era mejor que lo dejásemos. Yo te dije que te fueras con él, y que por favor, no creyeras que era imbécil. ¿Sigues con él, no?- le dije muy secamente.
- Contigo no se podía hablar en aquellos momentos, Roy. Tenías demasiada rabia encima. Si, sigo con Mauri, pero no me va bien. – me dijo.
- Lo lamento, María. Ya te dije que te arrepentirías, ¿recuerdas? – solté toda la acidez verbal de la que fui capaz, mientras le sonreía.
Ella sonrió también, como sólo ella sabe hacerlo. Por dentro estaría diciendo, sigues siendo el mismo cabrito arrogante. Se había bajado un walkman ( por aquel entonces no existían los mp3 y los ipod) y me puso los cascos al oído, mientras me decía con su dulce voz:
- ¿Te acuerdas de nuestra canción?
Sonaba Kingston Town de UB40. Era la canción que yo le había dedicado la primera vez que le dije te quiero. Si lo que pretendía era partirme el corazón de nuevo, lo estaba consiguiendo. Ella era extremadamente calculadora y lo había planeado todo. Qué casualidad que estuviera escuchando esa canción. Era una cinta de música variada que yo le había regalado. Yo siempre grababa cassettes con música variada y a ella le encantaban. Se quedaba con ellas cuando se las prestaba. Pero esa en concreto, la había grabado para ella.
- ¿A qué viene esto, María? – le pregunté enfadado.- ¿Te piensas que puedes venir después de un año, y ponerme una canción y todo arreglado?. Aquí no ha pasado nada, ¿no?.
- No, no me creo eso... pero... me apetecía mucho verte y recordar. Con Mauri ya no funciona. Le quiero supongo. Pero no como te quería a ti.
- Ya, por eso me mandaste a la mierda. Lo mandaste todo al carajo. – le contesté.
Después de mis palabras nos quedamos en silencio. Ninguno sabía como continuar... Ella rompió el fuego comentando algo irrelevante. Me pidió que le prestase una película de vídeo. Sabía que yo tenía muchísimas y que además era una excusa para volver a vernos. Nunca me he sentido tan “pelele” con una chica como me sentía con ella. En el fondo sabía a donde quería ir a llegar y yo le iba a seguir el juego, aunque tan sólo fuera por hacerle daño a ese cabrón de Mauri, que había convertido mi vida en un tormento durante el último año.
Mientras íbamos a mi casa me preguntó si estaba con alguien. Yo le dije que acababa de conocer a una chica muy especial ese mes. Entonces me dijo:
-¿He llegado tarde?- mientras sonreía de nuevo.
Yo sólo la miré con una mirada de esas que matan y no le contesté, por supuesto. Desde luego era una mujer fatal.
Le presté la “peli” y quedamos en vernos otro día para que me la devolviese. Me dijo que me llamaría porque sabía que yo no iba a hacerlo. Tenía toda la razón del mundo.
Me fui a casa confundido, pero a la vez halagado. Me encantaba que se hubiese arrepentido y aunque no esté bien decirlo, quería vengarme de su novio y recuperarla a ella. Pero por otra parte, acababa de conocer al ser más dulce de la Tierra: Cathy. Puede que no se lo hubiese dicho pero estaba absolutamente convencido de que quería a mi murciana. Sin embargo, a pesar de haberlo intentado, no lograba quitarme de la cabeza a María. Las quería a las dos. ¡Joder!, un año sin ninguna y ahora las dos de golpe.
Estaba acostado comiéndome la cabeza con todos los acontecimientos que me estaban ocurriendo en tan escaso margen de espacio. Casi no tenía tiempo para poder reaccionar ante una cosa, cuando me ocurría otra. En esta vicisitud me encontraba cuando sonó el teléfono. Eran las 2:30 y al día siguiente era lunes y había clase. ¿Quién coño sería a estas horas?, ¿sería alguna noticia sobre Fayna?. Cogí el teléfono y cual fue mi sorpresa cuando oí la voz que me hablaba a través de la línea. Era la madre de Omar:
- Roy, soy Agueda. ¿Está Omar contigo?.
- No – le contesté.
- Es que ha llamado Nereida dos veces y me ha preocupado porque dice que la dejó en la casa a las 22:30 y quedó en llamarla después cuando llegara a casa, y no ha llegado. Estoy preocupada. – la mujer se puso a sollozar.
Yo ya no podía estar más asustado. Eran muchas casualidades. Primero Fayna y ahora Omar. Las dos personas a las que Ernesto había leído la mente habían desaparecido sin ningún motivo. Comencé a darle vueltas a la cabeza sobre lo que me había dicho Cathy sobre Ernesto. ¿ Pero cómo lo podría haber hecho? ¿ Y cuando?. Por otra parte, Omar era fuerte. No hubiese sido nada fácil reducirle. Todas esas preguntas me rondaban, mientras todavía hablaba por teléfono con su madre.
Le dije a Agueda que yo no sabía donde podía estar y que se tranquilizara que seguro que aparecería de un momento a otro. No me creía lo que decía ni yo.