Historias de Darth Vader

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melymely
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Mensaje por melymely »

Darth te `pido disculpas porque el post de ayer casi no lo entiendo ni yo, te dije que no sabía si podía hacer una crítica constructiva,cosas de estar medio dormida.....
Delo que va de historia resaltaré algunos aspectos:
1- Los sueños juegan un papel curioso ya que en este caso son el reflejo de los temores de Roy, claro que cuando se da cuenta de ello ya ha pasado lo más importante. Su subconsciente avisaba del peligro de Ernesto pero no lo supo ver......Me gusta esa parte

2- La parte de amoríos.....no digas que no andas metido tú en eso, ahí hay vivencias personales no??? Lo digo porque está muy bien expuesto tanto el marco de las relaciones como los sentimientos del prota a cada una y los matices que distinguen lo que hay con María de lo que hay con Cathy.

Con lo de amigos me refería que el prota es un tío profundo ya que al principio aclaras que aunque nombres como amigos no es en el estricto sentido de la palabra para todos.

Los personajes principales están descritos tanto física como psicológicamente con bastante detalle de forma que te puedes meter aún más en la historia y comprender a unos y otros según su contexto....

Bueno me explico algo mal y si no entiendes lo q puse puesd a preguntar..pero esa es mi opinion por ahora. Ya lo que resta decir es: Venga va.....continua por favor!!!!!!!!



DARTH VADER
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Mensaje por DARTH VADER »

Gracias por vuestros comentarios. He tomado buena cuenta de ellos. Bueno, os dejo el siguiente capítulo :smt002 :smt006

CAPÍTULO V: "MI PRISIÓN"

El mal no existe, sólo la ausencia del bien. “San Agustín”



Me desperté aturdido. No sabía ni donde estaba. Había perdido el conocimiento. Mientras recuperaba la conciencia poco a poco, miraba a mi alrededor tratando de identificar algún detalle, algún objeto que me mostrara donde estaba. Me encontraba en una habitación en semipenumbra, tan sólo iluminada por el fuego de una chimenea que se encontraba enfrente de mí. Es más, fue el crujido de la leña quemándose el primer sonido que recuerdo de la que iba a ser mi prisión durante unos meses.
Me fui incorporando poco a poco. Parecía como si me hubieran drogado y no tenía todos los sentidos conmigo. La cabeza me daba vueltas y estaba tan derrotado en mi fuero interno que ya no me importaba nada de lo que fuera a pasarme. Estaba empapado en sudor y me acerqué al fuego. Me calenté un poco y me di la vuelta observando ahora sí, con detenimiento donde estaba. La habitación era amplia y el suelo era de madera. Había una mesa en el centro de la habitación, donde había varios candelabros y velas, pero que estaban apagados. También había dos sillas alrededor de la mesa. Parecía que estuviera en una cabaña aunque en verdad no era así. Me fijé que en la pared de enfrente: había varios cuadros, pero no me apetecía moverme y además, por qué no decirlo... tenía miedo. En cualquier caso, desde mi lejanía y a la luz de la chimenea me pareció distinguir en uno de ellos, una crucifixión.
No sé cuantos minutos pasé mirando hacia la puerta de la habitación sin atreverme a levantarme ni a intentar abrirla, si quiera. Miraba fijamente el pomo de la puerta. Sabía en mi fuero interno que de un momento a otro se abriría sin remedio. Sabía que Ernesto de alguna manera sabía que yo ya estaba despierto y simplemente se divertía haciéndome esperar, sufrir.
Me tiré al suelo de madera y comenzaron a rodarme lágrimas. Pegué mi rostro al suelo y me limité a esperar. Cerré los ojos durante un rato. Necesitaba dormir. Recordé lo que le había escrito a Cathy y lamenté no poder habérselo entregado. Si alguna vez sentís algo especial por una persona y os apetece escribirle algo. No os lo guardéis para vosotros porque en tal caso es como si no hubieseis escrito nada en absoluto. Si no lo hacéis puede que nunca más tengais la oportunidad como me pasó a mí. Y si lo que pasa es que tenéis miedo de su respuesta... ¡Al diablo! Si te quiere le encantará y si no le gusta o no le da importancia... la respuesta es obvia. Una amiga mía me ha repetido muchas veces la siguiente frase. “Vale más actuar exponiéndose a arrepentirse de ello, que arrepentirse de no haber hecho nada.” Es una cita de Boccaccio, pero para mí... es suya.


Abrí mis ojos nuevamente y miré hacia la puerta. Me quedé helado. La puerta estaba un poco entreabierta. En ese momento me puse de rodillas como un resorte y sentí un dedo en mi hombro, por detrás, que me tocaba.
Di un salto hacia delante del susto mientras escuchaba su estúpida risa.
- ¿Cómo te encuentras? – dijo Ernesto.
- ¿Cómo crees tú que me encuentro?- le contesté, sumamente nervioso.
- Tranquilo, son sensaciones normales. Perdona por asustarte pero es superior a mí, ser tan teatral- dijo esto, y se echó unas carcajadas el tío.
- Ya, ya veo que te lo pasas “pipa ” conmigo.- Él sonrió mientras me miraba fijamente. Me dio la impresión de que me miraba como yo miro a un buen solomillo.
- Bueno, ya veo que por fin has abierto los ojos y te has dado cuenta de lo que soy. Aunque noto que todavía tienes una lucha interior, en tu mente, que se resiste a creerlo. Roy... la realidad siempre supera a la ficción. Es más, la ficción sólo es una realidad imaginada. – me expuso su tesis tan particular.
- ¿Eres una especie de vampiro, no? – le hice la pregunta de una vez. Él sonrió nuevamente, me miró con sus preciosos ojos y me contestó.
- ¡Claro que sí!- A pesar de esperarme la respuesta, no por ello me sentí mejor. Era inverosímil la escena que estaba viviendo.
- ¿Cuándo te diste cuenta, Roy? – me preguntó.
- Esta noche. De repente, comencé a atar cabos y me di cuenta de que todos nuestros encuentros eran nocturnos, de que dabas clases sólo de noche y la escenita en tu despacho de la luz y tu dulce mano en mi cuello. Pero supongo que fue cuando vi a Omar cuando todo cobró sentido para mí, aunque no quería creérmelo. Pero... es que me negaba a creerme algo tan descabellado.
- Lo sé. Ya sé que eres una persona tremendamente racional y que tardarías en llegar a esa conclusión, por eso mismo. Sin embargo, El hombre que pretende obrar guiado exclusivamente por la razón, está condenado a equivocarse. Una persona como Omar, por ejemplo, habría sospechado enseguida.
- ¿Omar y Fayna están vivos? – le pregunté muy preocupado, pero esperanzado a la vez.
- A Omar, le has visto, ¿no? – volvió a sonreírme el muy capullo.
- Los has convertido, ¿no?
- Por supuesto. –contestó.

Su respuesta fue como si me hubiera arrancado el corazón con sus propias manos en ese momento. Sentí rabia e impotencia. Tenía ganas de levantarme y golpearle hasta la extenuación. Sin embargo, reprimí mi cólera, sabedor que yo era como una hormiga contra un elefante.
- Bueno, y ahora ¿qué?, ¿qué es lo que hago yo aquí, ahora?, ¿qué vas a hacer conmigo? – le pregunté algo alterado.
- Verás... – comenzó a contarme- Mi intención es convertirte en un vampiro – sonrió nuevamente el muy cabrón mientras mi estómago hacía todo tipo de ruidos extraños - ... lo que ocurre es que me parece que todavía es demasiado pronto. Omar y Fayna estaban en su plenitud prácticamente, a pesar de su juventud. Sin embargo, tú... a pesar de ser mayor que ellos... pareces un niño, físicamente, me refiero. – hizo un pequeño lapsus mientras yo le miraba con absoluta atención como podéis imaginar- ... por otra parte, para ser un vampiro hay que querer serlo y tú no quieres. Estoy seguro que si lo intentara ahora y te desangrara, te dejarías morir antes que convertirte en lo que soy. Tus estúpidos prejuicios, Roy.
- ¿Prejuicios estúpidos respetar la vida?, ¿no querer asesinar a nadie? – le pregunté.
- Sí. Yo no mato por placer ni por deporte como hacéis los humanos. Mato para sobrevivir. Imagínate que somos leones y que cazamos gacelas. – me dijo.
- Pensando esa estupidez ¿te sientes mejor Ernesto?- le contesté.
- Mira Roy... El hombre es el peor bicho que existe en este planeta. De eso no me cabe la menor duda y he vivido un poquito más que tú. Ni viviendo miles de años seré capaz de cometer las atrocidades que han hecho los hombres. ¿A cuantas personas ha asesinado la iglesia en nombre de Dios? La inquisición ¿te suena de algo?. Esos bárbaros torturaban a personas inocentes hasta morir y quemaban vivas a otras tantas.
- Pero la humanidad ha aprendido desde entonces. No pueden servirte de justificación las barbaries históricas.- le contesté.
- Dices que han aprendido. Sí a matar a mas gente y mejor. ¿Tengo que recordarte a Hitler? Y si quieres presente... sólo tienes que mirar al sur del planeta... cómo muere esa gente de hambre debido a la codicia de otros hombres. Mueren miles de personas a diario y no por mí.- proseguía con sus argumentaciones.
- Vale, de acuerdo. Todo eso que dices es horrible y tienes razón. Pero no veo yo, que tú seas una solución. Tú eres otro asesino como ellos. – le respondí con crudeza.
- Por eso me gustas Roy. Convertirte será un verdadero placer. – una vez más, volvió a sonreír, mientras me decía esa frase lapidaria.
- ¡Eres un mentiroso, Ernesto! – le grité de repente. Supongo que perdí el control - ¿Ya no te acuerdas cuando me animabas a afrontar mi vida con ánimo?, cuando me decías que era un precioso don que Dios me había otorgado y ¿que no debía desperdiciarla?
- Por supuesto que me acuerdo. Roy... hubo un tiempo en el que incluso pensaste en quitarte la vida. ¡Por Dios!
- ¿ Y tú que sabes como me sentía?- alcé la voz- y después de todo es mi vida. Me pertenece a mí.
- Puedo saber como te sentías. Eres una persona de muy buen corazón y te hicieron daño. Lo sé. Pero reconoce que fue una insensatez el mero hecho de pensarlo.
- Claro que sí. Hubiera sido una cobardía y una estupidez. – le contesté.
- Fue Séneca el que dijo que cuando uno es amigo de sí mismo, lo es también de todo el mundo, Roy. Primero hay que quererse a sí mismo para poder querer a los demás y que te quieran. – A Ernesto le encantaban las grande frases, las citas de personajes célebres, y me contagió su gusto por ellas, sin duda.

Hicimos un inciso en nuestra conversación. Ernesto caminó hacia la mesa que había en la habitación y con un gesto de su mano encendió las velas que allí habían. Se sentó y me dijo que me acercara que estaríamos más cómodos que en el suelo.
- No te avergüences de lo que te pasó, ó sentiste, muchacho. Sólo demuestra que tienes un gran corazón. No es más fuerte, el hombre que nunca cae, sino el que se levanta una y otra vez, a pesar de las dificultades. Esa lucha que tienes dentro de ti mismo, es la que te hace tan valioso.
Mientras me acercaba se me ocurrió hacerle un chiste. Quería cambiar de tema. No me apetecía nada, recordar aquellos momentos de mi vida, y además, soy capaz de no perder mi ironía ni en los peores momentos.
- Oye, el vampiro Ernesto suena fatal...- le comenté. Deberías cambiarte el nombre.

Provoqué su sonrisa con mi ocurrencia.

- De acuerdo, iré al registro de vampiros y veré lo que puedo hacer – me contestó con sorna.

Le miré fijamente mientras me sentaba junto a él. No me parecía una “persona” mala del todo, a pesar de lo que les había hecho a mis amigos y estaba a punto de hacerme a mí. Se percató de lo que yo pensaba en ese momento.
- A pesar de todo... no me odias aún Roy. – me dijo.
- Ya ves... Aprovecharé mi encarcelamiento para conocerte a fondo Ernesto.
- De eso se trata. Nos vamos a conocer muy bien – contestó.
- ¿No siempre me lees la mente, verdad? Sólo cuando tú deseas hacerlo, ¿no? – le pregunté.
- Exactamente muchacho.
- ¿Dónde estamos Ernesto? – le pregunté casi de inmediato. Tenía tantas preguntas que hacerle...
- En mi casa. Estás en una habitación en el piso de arriba. Pero tranquilo, esta no va a ser tu habitación. En la tuya hay cama y todo – él también tenía su sentido del humor, después de todo.
- Que detalle. – respondí.
- Te voy a explicar una serie de cosas de tu estancia aquí. Podrás deambular por toda la casa y no te va a faltar de nada. Cualquier cosa que necesites para que tu estancia sea más agradable, pídemela. Casi todos lo cuartos van a permanecer abiertos pero los que no lo estén será por algo, así que no intentes entrar. De noche, siempre habremos alguno de los tres para hacerte compañía y de día tendrás la maravillosa compañía de mis perros.

Hizo un chasquido con sus dedos e inmediatamente se escucharon ladridos de perros y como subían a toda velocidad las escaleras, rumbo a la habitación donde nos encontrábamos nosotros. Entraron por la puerta abierta y se sentaron cerca de su amo, mirándole fijamente. Se trataba de dos Rottweiller negros, nada más ni nada menos. Tenían un porte excelente y eran tan peligrosos como su dueño.
- Te presento a mis “niños”, Roy. Ellos serán los encargados de vigilarte durante el día para que no se te ocurra ninguna desfachatez, como intentar escaparte, por ejemplo. – Después de decir la gracia, volvió a sonreír, el simpático de mi profesor.
- ¿Cómo se llaman? – pregunté.
- Satán el macho y Luci, por lo de Lucifer la hembra. No me digas que los nombres no son adecuados – se descojonaba el tío.
A mí, la verdad, maldita la gracia que me hacía, pero... en fin...
- Ernesto, ¿dónde están mis amigos? – le pregunté.
- Están aquí, en la casa. Ya tendrás tiempo de hablar con ellos, tranquilo.
- Comprenderás que tenga muchísimas ganas de verles. – le insistía.
- Lo sé. Pero pensé que era mejor que yo hiciese las presentaciones oportunas primero. No te desesperes que habrá tiempo para todo. Ahora supongo que ya se te habrá pasado el pánico inicial y que estarás cansado.
- Pues sí. Estoy agotado, pero en cuanto a lo del miedo, no creo que se me pase nunca más en la vida. – respondí.
- Vamos, te llevaré a tus aposentos – me dijo.

Yo le seguí por la casa. Observé que era cierto que estábamos en su casa, pero en el piso de arriba. En la fiesta los invitados no pasamos del primer piso. Supongo que por eso andaba algo desubicado. Mientras abría la puerta de la que iba a ser mi nueva habitación, retomamos la conversación.
- Por cierto... tu excusa de la beca no ha estado mal. Salvo por lo de Sudamérica, que te has pasado tres pueblos. – me dijo.
- Fue lo único que se me ocurrió – contesté.
- Por un momento incluso, pensé que tú también podías leerme la mente, ya que hace tiempo que tenía preparada toda la documentación para ausentarme contigo a realizar unas prácticas históricas a la península. Tan sólo tienes que firmarme estos papeles que dan tu consentimiento y todo arreglado. – los sacó de uno de sus bolsillos y yo los firmé religiosamente.
- Ya veo que lo tienes todo bien atado... ¿estabas hoy en la casa de Luis? – le pregunté.
- Es esencial si eres un vampiro no dejar nada al azar. Es el instinto de supervivencia que lo tengo muy arraigado, supongo. Estuve durante un rato, cerca. Dejémoslo así. Bueno, espero que encuentres cómodos tus aposentos. Ha sido una noche muy ajetreada para ti, así que pongámosle fin. Mañana por la noche seguiremos hablando Roy. Tengo todo el tiempo del mundo para convencerte – volvió a sonreír- y además soy muy paciente.
- Que bueno saberlo, Ernesto. Ahora me siento mucho mejor - le contesté.
- Te deseo unas buenas noches y que descanses. ¡Ah!, vas a tener que acostumbrarte a dormir de día, porque si no te vas a aburrir mucho y además de noche te necesito bien despierto que tengo muchas cosas que hablar contigo y también enseñarte, como puedes imaginar.
- ¿Cuándo voy a poder ver a mis amigos? – le insistía.
- Mañana. Te lo prometo. Ahora descansa.
- Adiós Ernesto.
- Adiós Roy.
Cerró la puerta y se marchó. Yo me tiré en la cama. Estaba realmente agotado. Pensé que no había sido tan terrible como esperaba, al menos por ahora. Cerré los ojos y pensé en mi chica. Mientras cogía el sueño me la imaginaba en esos momentos durmiendo en su “camita”. No os podéis imaginar las ganas que tenía de estar nuevamente con ella, de mirarla y abrazarla fuertemente. Ella lo era todo para mí en aquellos momentos...
Yo mismo comencé a darme ánimos. Aún estaba vivo y no me iba a convertir en un vampiro si yo no quería. Ernesto no tenía ninguna prisa en hacerlo. Primero quería convencerme a mí, completamente, para que no rechazara su oferta. Lo tenía más negro que tiznado. Soy más terco que una mula y eso lo sabía él, de ahí que el reto tanto le atrajera.

No fue el sueño más grato de mi vida, precisamente, pero al menos pude descansar. Cuando desperté, miré mi reloj y eran las 9:06. Sin embargo, me hallaba en la oscuridad más absoluta. Encendí el interruptor de la luz, no sin antes estar un rato tanteando la pared, ya que como os digo, no se veía absolutamente nada de nada. Ninguna de las habitaciones de la casa tenían ventanas que diesen al exterior. La luz del sol como era lógico pensar, estaba vetada en esa casa. Cada habitación de la casa poseía una pequeña ventana que tan sólo comunicaba una habitación con otra. Bueno, siempre he detestado las descripciones pero en este caso haré una excepción, para que os hagáis una idea aproximada de cómo estaba dispuesta la casa. Como ya dije en el segundo capítulo, las habitaciones de la casa se hallaban todas en la parte superior. Se subía hasta aquí por medio de unas enormes escaleras que nacían en el centro del salón del piso de abajo. Una vez arriba, te encontrabas un corredor que avanzaba tanto a derecha como izquierda y que en ambos lados desembocaba en dos galerías cuadradas y uniformes, alrededor de las cuales, se disponían cuatro habitaciones en cada una de las galerías. Esa era la casa muy a grosso modo.
Me levanté de la cama y me fui a buscar la cocina. Bueno, primero el baño ya que tenía una urgencia. He de comentar que desde el momento en que salí de la habitación, los dos perros no se separaban de mí. No tenían una actitud agresiva. Simplemente se limitaban a vigilar mis movimientos con suma tranquilidad. Después de mi parada forzosa en el servicio, me encaminé hacia la cocina. En el ala norte, que es como yo bauticé al lado de la casa donde yo me hospedaba (no porque estuviera en el norte, cosa que yo desconozco, sino por denominarla de alguna manera) se encontraba por tanto, mi habitación, la habitación de la chimenea, la cocina y el baño. La verdad es que todas las habitaciones estaban impolutas, como si nadie viviera en esa casa, cosa que por otra parte era más o menos así, ya que con el tiempo descubrí que “ellos” no dormían en ninguna de las habitaciones. Lo que tardé en descubrir fue donde lo hacían realmente.

Después de desayunar lo que me dio la gana, ya que había de todo para untar en un pan de molde que es lo que yo desayuno, me volví al baño a ver si había un cepillo de dientes y efectivamente lo había. Sólo había uno y empaquetado, así que supuse que era para mí y lo utilicé. Había toallas limpias así que me duché, ya de paso, ya que me hacía falta. Cuando terminé me pasé una toalla por la cintura y me encaminé a mi habitación. Abrí mi ropero y estaba lleno de mi ropa. Se habían tomado la molestia de traerse mi ropa. Pensé que era verdad que mi profesor no dejaba cabos sueltos. Mi hermana se hubiera extrañado si me hubiera ido a Sudamérica sin mi ropa, como es lógico.
Me vestí y me fui a curiosear el resto de la casa, acompañado eso sí, de mis nuevos “amigos”, que me seguían absolutamente a todas partes. En el otro ala que como ya digo, estaba repartida de forma idéntica a la mía no había baños ni cocina, con lo cual se trataba de cuatro habitaciones. En las dos primeras que traté de entrar estaban cerradas así que continué. En la primera que pude acceder observé que parecía una especie de santuario. Estaba llena de cuadros religiosos y de estatuillas de la misma temática. Al acercarme a los cuadros pude comprobar que todos eran de Jesucristo, y los evangelios eran el tema representado. Uno de los cuadros representaba “la expulsión de los mercaderes del templo” por parte de Jesús. Me llamó poderosamente la atención el rostro de Cristo en este cuadro. Expresaba mucha rabia e indignación. Coraje, ira, me atrevería a afirmar. Impropio de la cara del señor, en cualquier caso. No es en esa actitud, precisamente como yo me imagino al hijo de Dios. Uno de los cuadros que me resultó más curioso fue uno de Cristo imberbe y pelo corto, al más puro estilo clásico. Aparecía con una oveja. Fue Ernesto el que me explicó ese cuadro. Al parecer, los primeros retratos medievales de Jesús tenían esa clara influencia del ideal de belleza clásica y más parecían un “David” de Miguel Angel que el típico retrato de Cristo que todos tenemos en mente, con esos pelos largos, delgado, y con esa leve barbita y bigotes. En cuanto al detalle de la oveja, representaba a Jesús como buen pastor, como pastor de almas, naturalmente. También había un cuadro de “la ultima cena”, de “la crucifixión” en el Gólgota y muchos más. De hecho, todo el piso de arriba estaba adornado con cuadros de Jesús. Me pareció sumamente interesante este detalle.

Después de terminar de curiosear en el piso de arriba, me dirigí, obviamente a la parte inferior. Una vez allí, y con mis inseparables perros, recordé la maldita fiesta al encontrarme en el medio de salón. De nuevo, una sensación de tristeza y soledad infinitas me invadió absolutamente.

Me acerqué nuevamente a la estatua del diablo. Le miré fijamente a los ojos y me dio por sacarle la lengua. Me partí a reír. La locura me dio por ahí.
Me senté en el suelo y me quedé un rato contemplándola. Los perros se me acercaron. Intenté acariciar a uno de ellos, pero en vista de que empezó a gruñirme, desestimé la operación.
Al cabo de unos minutos, me incorporé y me dirigí a una de las ventanas del piso de abajo. Tenía exactamente cuatro, y éstas si que daban al exterior. Lógicamente estaban cerradas con grandes portones de madera y por si fuera poco, unas rejas impedían siquiera, intentar abrirlas. Tan sólo me acerqué a una de ellas, cuando los perros empezaron a gruñir amenazadoramente. Desistí de mi idea, por supuesto y comprendí que realmente lo tenía crudo si pensaba escaparme.
Me preguntaba... donde estarían durmiendo Ernesto y compañía. ¿En las habitaciones que no pude abrir? Quizás... pero yo esperaba algo más original. Más de película, más teatral, como le gustaba a Ernesto.
Rápidamente comprobé que no había “tele” ni nada parecido. Lo que sí había era un pedazo de aparato musical en la sala. Ernesto tenía algún compacto de música clásica. Pronto descubrí que le encantaba Mozart, aunque también le gustaba Beethoven, Chopin, Tchaikovsky, Bach, entre otros.
Encontré también un disco de Enya titulado Watermark y que me encantó. Me preguntaba como alguien capaz de escuchar esa música celestial podría ser malvado realmente.
La verdad es que me encontraba bastante animado, dado la situación en la que me encontraba. La noche anterior estaba hundido pero en ese momento me encontraba como si estuviera pasando unas vacaciones pagadas en un hotel. Yo soy así de raro, qué le vamos a hacer. Tenía que adaptarme cuanto antes a la nueva situación y eso es lo que estaba haciendo.
El resto del día me lo pasé escuchando música y revolviéndolo todo. Abrí todos los cajones que pasaron por mis manos pero no encontré nada interesante con que entretenerme. Terminé tremendamente aburrido y aunque parezca mentira, deseando que se hiciese de noche para poder ver y estar con mis “amigos”.
Después de perder el tiempo como cosa buena. Me volví a mi cuarto y les cerré la puerta en las narices a los dichosos perros. ¡Que os jodan!, pensaba yo.
Pensé en dormirme como quería Ernesto, pero no tenía sueño en absoluto. Había dejado puesta la radio en el piso de abajo, muy alta por cierto, y en un momento dado, comenzó a sonar una canción de Joaquín Sabina que se titula “Quien me ha robado el mes de Abril”. No sé por qué razón me puse a escucharla atentamente. El caso es que lo hice y me pareció que estaba escrita para mí. Mi maravilloso mes de Abril que ya nunca jamás iba a volver...
Busqué papel y bolígrafo. Necesitaba escribir, aunque supiera en el fondo de mi alma que mis palabras nunca llegarían a los oídos de quien yo quería, lo necesitaba.

Hola, mi amor. ¿Cómo estás?. Seguro que maravillosamente como siempre. No sabes como admiro tu fuerza, tu vitalidad. Es verdad lo que dijo Ernesto en la fiesta. Yo necesito una persona como tú, que me transmita esas ganas de vivir que había perdido hace mucho tiempo.
¿Sabes?, eres lo mejor que me ha pasado nunca. Había perdido la fe después de lo de María, pero me he dado cuenta que aunque una y otra vez las personas te fallen, eso no significa que todo el mundo sea igual. O al menos eso espero.
Ya sé que te prometí volver y que presumo de cumplir siempre mis promesas, pero, quizás esta vez no lo pueda hacer. Sin embargo, el tonto romántico de mí, piensa que aunque me pasara algo terrible en esta vida y no pudiese reencontrarme contigo nunca más, mi alma te seguiría buscando a través del tiempo. Me reencarnaría un millón de veces si hiciera falta para encontrarte. Puede que mi cuerpo sea mortal y efímero pero mi alma y mi amor son eternos e inmortales.
Vaya, que tono tan triste le estoy poniendo a esta carta y eso que trataba de animarme escribiendo. En vez de eso, me abato más si cabe. Sin embargo, aunque no es así realmente, escribiéndote, me parece que de alguna manera puedo volver a hablar contigo. Escuchar tu gracioso acento y tu risa contagiosa. Ver tu pelo castaño y lacio que te cae por los hombros y que tanto me gusta. Te imagino con tu eterna sonrisa y todas las noches de mi vida cuando cierre mis ojos, te imaginaré de esa forma.
Ya no sé que más decirte. Todo lo que pueda escribirte hoy, sonaría tan patético como lo anterior. Me gustaría en vez de eso, poderte contar cosas divertidas y decirte que pronto te pasaré a buscar como tantas veces, pero no puedo...
Existen dos palabras... mágicas, maravillosas, pero que desgraciadamente las personas solemos utilizar con muchísima frecuencia y frivolidad y las hemos desgastado hasta tal punto, que cuando las decimos, parecen que ya no significan nada. Sin embargo... yo te las voy a volver a repetir: TE QUIERO.


“Hoy he abierto los ojos,
pero tú ya no estabas .
Sin embargo, he recuperado
algo que me faltaba.
Ahora tengo alma
y puedo amar.
Puedo ver la luna,
aunque brille el sol,
puedo estar en el mar,
aunque me ahogue.
Puedo tocar a tu puerta,
aunque no me abras.
Puedo quererte,
aunque tú a mí no.
Creo que tengo una enfermedad terminal
y creo que se llama amor.”



“Me despedía de ti
y ya te echaba de menos.
Te besaba y ya te añoraba.
Me alejaba de tus labios
y me sentía perdido, abatido,
como un errante que no
encuentra la tierra prometida.
Ya no sé vivir sin ti.
Me doy cuenta de que apenas nos conocemos
pero soy incapaz de controlar estas sensaciones.
No te pido lo mismo. A nadie se le puede pedir que sienta amor.
El amor es involuntario. ¿Es una enfermedad, una droga, un don divino? Yo no lo sé. Tan sólo sé que te quiero y que te echo de menos cuando no estás conmigo.”
Roy 30-04-91

No me cabe la menor duda que la tristeza, melancolía y añoranza son los mejores ingredientes para que una persona se inspire. Cuando terminé de escribir me tumbé en la cama y cerré los ojos. Me concentré y descubrí que con mi mente era capaz de salir de mi prisión y volver a estar con mis amigos y con Cathy. Me imaginaba que estaba con todos ellos y que éramos muy felices.

El día fue pasando aunque muy lentamente. A medida que dejaba paso a la noche, mi tranquilidad iba desapareciendo conforme se disipaba la luz. Realmente volvió a entrarme terror y a ponerme nervioso.
Llegó el momento inevitable pese a todo. Llegó la noche y me tumbé en la cama leyendo la carta que había escrito para Cathy, haciendo algo de tiempo hasta que llegara Ernesto.
Estaba a lo mío cuando de repente comenzó a sonar Mozart en el piso de abajo a toda hostia. Ernesto había colocado “Le Nozze di Fígaro”, para que lo oyeran hasta los sordos y de paso, pues nada, otro susto que se llevaba mi pobre corazón.
Subió hasta mi habitación, aunque esta vez si tuvo la delicadeza de tocar a la puerta antes de entrar y de no aterrarme.
- Adelante – dije yo, como si fuera el Marqués de Villahermosa y viniera mi criado a traerme el desayuno.
- Buenas Noches Roy. ¿Cómo se encuentra nuestro invitado? ¿Has pasado un buen día? – me preguntaba mientras pasaba adentro.
- Digamos que he vivido lo que es la auténtica soledad – le contesté.
- La soledad, amigo mío... puede ser una de las cosas más trágicas de este mundo.
- Estoy completamente de acuerdo contigo, Ernesto.
- Si eres tan amable y me acompañas abajo, al salón. – me comentó.
- Como negarme. ¿Me vas a preparar la cena? – le pregunté.
- Para eso vendrán todas las noches, unos cocineros que he contratado. Y por supuesto, te está prohibido absolutamente el diálogo con ellos.
Lo miré con resignación y le seguí hasta el piso de abajo. Al cabo de unos diez minutos, llamaron a la puerta. Eran los cocineros. Eran tres chefs de gran clase. Os lo prometo. Les saludamos y Ernesto hizo las presentaciones oportunas. Les explicó lo que tenían que hacer. A partir de ese día, ellos se encargarían de hacer la cena y el almuerzo para el día siguiente. Yo lo agradecí sobremanera. La idea de sólo comer molde no me era muy atractiva, la verdad.
Los sirvientes una vez escuchadas las instrucciones se dirigieron a la cocina y yo me quedé nuevamente sólo con mi anfitrión en el salón.
- ¿Has encontrado algo que te haya llamado la atención en la casa, Roy? – preguntó.
- Pues si. Lo cierto es que todos los cuadros de Jesucristo que hay arriba. Me parece curioso que arriba esté Cristo y aquí abajo el demonio. ¿El cielo y el infierno? – le dije.
- Muy observador Roy. No todo el mundo hubiese sido capaz de sacar esa conclusión tan rápidamente. Más que nada porque es todo muy simbólico, muy sutil... Bravo Roy.
- Déjame ir un poco más allá en mi análisis. Es tu lucha interna entre el bien y el mal que hay en ti. – continuó el infeliz de mí.
- Bueno, tampoco te pases. No hay ninguna lucha. Quizás, la hubo en un tiempo. Pero hace tiempo que tengo claro lo que tengo que hacer y el camino que tengo que seguir.
- Que pena. – contesté.
- Pero bueno, Roy. ¿Qué pasa, que vas para psicólogo ó psiquiatra? – me preguntó.
- Quien sabe, siempre me ha gustado.
- Yo también soy psicólogo y tienes arte, muchacho. Te lo digo yo.
- Gracias... Oye, perdona que sea tan pesado, pero... ¿mis amigos?
- Verás... Ellos no tienen el mismo aspecto humano que poseo yo. En cuanto se vayan los sirvientes, tienen permiso para unirse a nosotros.
- ¿Y eso? – pregunté, ávido de curiosidad.
- Es así. ¿Qué quieres que te diga?. Debe pasar un tiempo hasta que su piel y apariencia vuelvan a parecer humanas. En cierta forma, han muerto y vuelto a la vida. Están pasando el periodo de la palingenesia.
- Y eso, ¿qué significa? – pregunté.
- Significa que están resucitando.
- Comprendo.
Permanecimos callados unos segundos. Los suficientes para que Ernesto se adentrara nuevamente en mi mente, y me hiciera la siguiente pregunta.
- ¿Te estás preguntando por qué no te convierto a la fuerza, verdad?
- Pues si.
- Te dije que llegado el momento serías tú el que eligiría si quieres mi don o no. Cumpliré mi palabra Roy.
- ¿Me dejarías marchar entonces?
- Si, si así lo deseas cuando se acabe este periodo de instrucción, como yo le llamo.
- ¿Te refieres a este secuestro?, ¿cuánto va a durar entonces?- pregunté preocupado, pero esperanzado.
- Lo que yo estime oportuno... pero no te preocupes, que no será mucho. Unos meses a lo sumo. – acepté sus palabras con resignación. No estaba en una posición en la que pudiera negociar. Por el momento me había perdonado la vida y para mí, eso era más que suficiente cómo os podéis imaginar.
- Omar y Fayna, ¿pudieron elegir?- cambié de tema.
- Por supuesto... Morir ó... vivir eternamente. Está claro lo que eligieron.- Sonrió el muy cabrón.
- Y a mí... sin embargo... dices que me vas a dar la opción de vivir.
- Eso he dicho.
Después de decir eso. Se volvió hacia el aparato de música y con una sola mirada suya, comenzó a sonar “El Molto allegro” del amigo Mozart. Sus poderes eran fascinantes. Ernesto era más inteligente de lo que yo pueda serlo nunca. Sabía perfectamente como fascinarme. Era consciente que con esos pequeños detalles me podía llevar hacia el “lado oscuro” más fácilmente que con dos horas de terapia lingüística. Me sentí por un momento como Luke Skywalker y que Darth Vader intentaba convencerme para que entrara en el “reverso tenebroso”.
Continuamos charlando durante un rato hasta que por fin apareció la cena. Sirvieron un pollo al horno excelente que combinado con el hambre que tenía, hizo que esa comida se convirtiera en una de las mejores cenas que jamás haya probado. Le sirvieron también a Ernesto y después de preguntar si el señor necesitaba algo más, se dispusieron a abandonar la casa hasta la noche siguiente. No sé de donde los había sacado Ernesto, pero parecían sirvientes de la antigua Inglaterra ó algo así, con unos magníficos modales y unas excelentes artes culinarias, todo sea dicho de paso.
Por supuesto, el único que se alimentó en esa mesa fui yo. Ernesto me contemplaba radiante de felicidad ó eso parecía. Me dio por pensar la soledad tan grande que podía experimentar una persona inmortal, sin nadie al lado para disfrutar ese don divino ó maligno. Nadie a quien hablar, nadie con quien compartir, nadie a quien amar...

Cuando hube terminado mi cena y saciado mi hambre, Ernesto me dijo que había llegado el momento de ver a mis amigos. Nada más terminar su frase, escuché el sonido de unas habitaciones abriéndose en el piso de arriba y seguidamente el crujir de las escaleras por las que bajaban lentamente, a encontrarse conmigo. Fueron unos segundos interminables en los que los latidos de mi corazón se aceleraban sin control. Pensaba que mi pecho iba a estallarme y la respiración se me entrecortaba. Al fin llegó el momento en el que pude distinguir sus dos siluetas acercándose a la mesa. Fue un momento supremo cuando les pude contemplar a la luz. Ellos me miraron fijamente con sus ojos vampíricos. Tenía razón Ernesto al decir que su aspecto no se parecía en nada al suyo. Ellos estaban pálidos como el mármol y sus ojos... no eran humanos. Poseían un color entre gris y azulado que me aterraron en primera instancia. Me percaté también, que sus rasgos, en general, se habían endulzado. Eran Omar y Fayna pero idealizados. Sus rostros no tenían un solo defecto, ni un grano, ni un hoyo, ni una cicatriz. Eran perfectos.
Yo los miraba muy seriamente, incapaz de murmurar una sola palabra. ¿Qué podía decirles para romper ese hielo?. Fue Omar quien lo rompió.
- Hola Roy.
- Hola – contesté. ¿Estáis bien? – menuda pregunta absurda la mía.
- Estamos... Yo que sé... ¿vivos? – preguntó, mientras sonreía malévolamente, ó al menos, eso fue lo que me pareció a mí.
- Roy, me alegro de verte – me dijo Fayna. Yo la miraba intentando sonreírle, pero verles así, era superior a mis fuerzas. Los ojos se me llenaron de lágrimas. Mientras, Ernesto no balbuceaba una palabra. Nos escuchaba con suma atención y disfrutaba consumiendo cada una de nuestras palabras.
- ¿Tienes miedo, Roy? ¿Por eso lloras? – me dijo Fayna.
- No – contesté. Lloro de... tristeza.
- ¿Tú, eres capaz de sentir tristeza? – me apuñaló con sus palabras.
- Fayna, no te pases – me defendió Omar. Ella estaba muy resentida conmigo. Eso se notaba. Lo peor es que yo no era capaz de defenderme de nada de lo que pudiera decirme, porque me sentía culpable por no haber sabido de alguna manera compensar sus sentimientos hacia mí, y encima... ahora, se había convertido en un ser inhumano por mi necedad.
- Bueno... Fayna. ¡Vámonos! Tenemos cosas que hacer – habló Ernesto, de repente- Volveremos dentro de un ratito, Roy. Omar se quedará contigo, mientras tanto. Espero que disfrutéis de vuestra mutua compañía.
Yo no dije nada. Me limité a observar como se marchaban. Nos quedamos solos mi amigo y yo. Entonces fue cuando le pedí perdón con toda la sinceridad que pueda existir en mi.
- No es culpa tuya, Roy. Tú no sabías dónde te estabas metiendo. No te tortures. Además... en todo caso debería darte las gracias. Ahora soy inmortal.
- ¿Cómo puedes decir eso? – le pregunté.
- No seas más papista que el papa, tío. Los inconvenientes existen... pero las ventajas son mucho mayores que tener una vida normal. Es injusto envejecer y morir.
- Omar, para que tú sobrevivas, tienes que segar la vida de otras personas, ¿es eso justo?
- Oh! ¡Cállate ya! Me aburres con tus sermones. Todo lo ves bajo tu propio prisma. Los demás siempre estamos equivocados y tú en lo cierto, ¿no?. – me dijo con desprecio.
- No, supongo que no, Omar. Si tú tienes tu conciencia tranquila... ¿quién soy yo para decirte lo contrario?... Pero, dime una cosa. ¿No sientes nada cuando matas?
- Claro que siento. Siento pena de ellos. No soy ningún animal. Pero es inevitable... En tu opinión, que debería haber hecho, ¿morir a los 17 años? ¿eso si es justo, según tú? – me preguntó, dolido por mis palabras.
- Pues claro que no, Omar. Yo no sé que decirte ni qué hacer para que esta pesadilla se acabe.
- No puedes hacer nada. De hecho, acabarás convirtiéndote en un vampiro como nosotros.
- En eso te equivocas. Antes tendréis que matarme.
- Ernesto encontrará la manera de convencerte, amigo.
- Ya lo veremos, Omar.
- No te pongas chulo, Roy, que esto te sobrepasa.
Me callé. No creí necesario contestarle. En vez de eso, me interesé por los cambios que había sufrido. Quise preguntarle por sus poderes.
- Yo lo único que he notado es la fuerza sobrehumana que poseo y que puedo moverme si lo deseo a una velocidad que la vista no puede seguir. – me explicaba mi amigo.
- Pero Ernesto, sí que tiene muchos poderes, ¿no?.- insistía yo.
- Es evidente. Él es el maestro. Los poderes se van acrecentando con el tiempo. Nosotros somos como recién nacidos. Aún no hemos empezado ni a gatear. Para llegar a ser tan poderosos como él, deberán de pasar siglos y cuando seamos como él es ahora, el será más poderoso aún, supongo yo... aunque esto no son más que conjeturas, claro.
Nos levantamos y estuvimos paseando por la casa. Omar me contó lo de aquella trágica noche. Se despidió de Nereida y mientras volvía a casa, Ernesto le sorprendió entre las sombras. Bebió su sangre hasta dejarle al borde de la muerte. Luego le preguntó si quería morir o vivir para siempre, mientras mi amigo agonizaba. Por supuesto, ante la idea aterradora de morir... eligió “vivir”.
- ¿Cómo te conviertes en un vampiro, Omar? – le pregunté.
- Tienes que beber la sangre de un vampiro, supongo. Al menos eso fue lo que hice yo. – me contestó.
- ¿ Ya no puede darte la luz del sol? – le seguía preguntando, saciando mi curiosidad. Me había dado cuenta de que si tenía alguna posibilidad de salirme con la mía, era sabiendo lo más posible, acerca de ellos. No podía supeditarme a la palabra de Ernesto. Las palabras se las puede llevar el viento...
- No. – contestó.
- ¿ Y los crucifijos, las balas de plata y esas cosas? – le acribillaba a preguntas.
- . Las balas de plata son para los hombres lobo, Roy. Que no te enteras, tío.
- Bueno, uno no está doctorado como tú en temas paranormales. Lo siento. – le contesté.
- En cuanto a los crucifijos... son tonterías. Ya ves como esta casa por ejemplo está adornada con motivos religiosos por doquier... y el mismo Ernesto tiene una cruz de oro al cuello.
- No me había fijado – contesté.

Pasó un rato, unos cuarenta minutos y estábamos en una ventana, contemplando el cielo nocturno, cuando la puerta de la calle se abrió y aparecieron mi profesor y Fayna. Supuse acertadamente que habían vuelto de su cacería particular. Ahora le tocaba el turno a Omar. Ernesto, como siempre, muy sabiamente, se ocupaba de su adiestramiento vampírico y no se le hubiese ocurrido dejarles solos por ahí en busca de alguna presa. Omar fue sustituido por Fayna en lo que se refiere a mi compañía. Ella me asustaba muchísimo más que Ernesto y Omar. Sus ojos verdes al transformarse en vampira habían adquirido una tonalidad azulada que me es imposible de describir. Me miraba con aquellos enormes ojos y me ponía nervioso.

- Si lo que pretendes es ponerme nervioso con tus miradas Fayna. Ya lo has conseguido. -Le dije en cuanto nos quedamos solos.
- Antes no te ponían nervioso mis miradas. Más bien pasabas de ellas. – me contestó.
- Fayna, suelta de una vez lo que tengas que decirme. Déjate de juegos.
- ¿Juegos? Qué gracioso eres.- me contestó, no sin un cierto tono de resentimiento.
- Escúchame Fayna. Sé que soy yo al que se refería Ernesto en la fiesta... – su rostro se puso serio.
- Es que había que ser tonto, para no darse cuenta, tío. – me respondió así de tajante.
- ¿Cuándo te enamoraste de mí? – le pregunté.
- Desde el primer día que te vi. Tú no te acordarás por supuesto. Estabas en la hamburguesería que está cerca de tu casa. Llevabas puesta una chamarra marrón de cuero y estabas con Norberto y Francis sentados los tres en las escaleras de la entrada. Yo venía con Mirían y su guitarra y Norberto nos dijo algo. Entonces Mirían le contestó y tú te reíste. Tú, le preguntaste a Mirían si sabía tocar la guitarra y ella te contestó que sí. Le pediste que tocara algo y ella se colocó como si fuera a tocar algo, pero lo que hizo fue tocar la madera del instrumento y decirte: Ya la he tocado, ¿te gustó? Te quedaste planchado y todos empezamos a reírnos.- lo contó con sumo detalle en mi opinión. .
- Es que Mirían es mucho – sonreí al recordar la anécdota. Me dejó en el más absoluto ridículo delante de todo el mundo.
- Pues sí... Mirían es mucho. Pues... supongo que fue en ese momento cuando me prendé de ti. De esa cara de estúpido que pusiste. Ya sabes... esa reacción química que se produce en el cuerpo de uno y que es totalmente involuntaria, como tú nos has dicho a todos, tantas veces... Me gustaste desde el primer momento. Me había enamorado de un chico que no sabía si quiera que yo existía. Muy triste, ¿no crees?
- ¿Por qué nunca me lo dijiste?- le pregunté.
- ¿Para qué? Acaso, ¿hubiese servido de algo? Seguramente lo que hubiese conseguido es que te alejaras mas de mí todavía.
- Fayna...
- ¿Qué? – preguntó.
- ¿Puedo abrazarte?
- Claro que puedes – contestó.

La abracé con todo el cariño del que fui capaz. Recordaba mi pesadilla y no quería soltarla para que no cayera al vacío. Quería sujetarla durante toda la vida y salvarla. Nunca antes le había dado un abrazo a mi amiga, y es verdad que a veces necesitamos de esos gestos con las personas que queremos, con los amigos. Un abrazo, un beso tierno en una mejilla, una caricia sincera pueden bastar para que la persona que lo recibe se encuentre mejor y sin palabras, haberle dicho a esa persona que la quieres y que puede contar contigo.
- Tengo que decirte algo más, Fayna – continué nuestra conversación tras separarnos.
- ¿El qué?
- Verás... tu madre me entregó una carta tuya que llevaba mi nombre.
- ¡Joder!, qué mosca .
- Ninguna. La carta es absolutamente preciosa, al igual que tus sentimientos. – le decía.
- Ya, ¿Puedo hacerte una pregunta?- me dijo Fayna.
- Claro que sí. – contesté.
- ¿Serás sincero?
- Claro que sí.
- ¿Tan mal partido soy, para que nunca te fijaras en mí? – me preguntó lo que hacía años tendría que haber hecho.
- Tú no eres un mal partido, cariño. Eres un sol. Y probablemente yo... un imbécil por no haberme fijado en ti. Somos tan complicadas las personas.
- ¿Sabes como me dolía verte con María o ahora con Cathy?- me preguntaba ella.
- No se pueden dirigir los sentimientos Fayna. Yo... estoy enamorado de Cathy.
- Ya lo sé. Pero es tan injusto. La conoces un día de repente, y ¡zas! Ya estás enamorado. No puedes imaginarte el daño que me haces con tan sólo tenerte delante.
- Lo siento, lo siento, lo siento.- le contestaba, aunque me daba cuenta de que no le bastaba.
- No me vale con que lo sientas. Además... tendrás que hacerte a la idea de que no la volverás a ver.
- Eso ha sido muy cruel de tu parte. – le dije muy dolido con su comentario. Fue muy dañino.
- Acaso, ¿tú no lo has sido conmigo?
- Claro que no. No seas injusta. Eres una egoísta. El amor es cosa de dos. Y nunca jamás, una imposición.
- Roy...
- ¿Qué?
- Quiero besarte.- dijo eso mientras me acorralaba contra la pared y apoyaba sus manos en la misma, a ambos lados de mi cabeza. Me sentí tremendamente indefenso ante ella. Traté de fajarme, pero sólo le causé risa.
- No creo que sea muy ético que me beses si yo no quiero – le dije.
- ¿Ético? Roy y su verborrea de siempre – se partía de risa.

De repente me soltó y desapareció como una rayo. Me había parecido que se había ido escaleras arriba. Salí de dudas cuando escuché sus carcajadas provenientes del piso de arriba, mientras me pedía que subiese. Estaba jugando conmigo. Se lo estaba pasando genial. Comencé a subir las escaleras muy lentamente, mientras escuchaba sus susurros vampíricos pidiéndome que fuera hasta donde se encontraba. Sus susurros me llevaron hasta mi habitación. Allí estaba ella, recostada en mi cama y con la carta que le había escrito a Cathy en una mano.
- Eso es privado. No tienes ningún derecho a leerlo – le dije muy indignado.
- También mi carta lo era. Ahora estamos en paz. Bueno, en cuanto acabe de leerla.
Pasaron un par de minutos. La leyó con suma atención.
- No sabía que eras un poeta. Menuda sorpresa. – me dijo cuando se sintió satisfecha.
- Hay muchas cosas que no sabes de mí.
- Ya veo. Ven, acércate. No te voy a morder. – sonrió maliciosamente.
- No gracias. Aquí estoy bien – contesté.
- Roy... por favor... ven conmigo – me pidió dulcemente.
Me acerqué a la cama y me senté al lado de ella.
- Por tu carta, veo que tú también sufres. – me decía.
- Ya ves... en la vida... estoy convencido... la felicidad plena no existe. Sólo existen momentos mágicos que hemos de aprovechar, porque a lo mejor no vuelven. – mi comentario, no pudo venir en un momento más inoportuno.
Ella dejó caer mi carta al suelo y me devolvió la frase.
-Este es mi momento mágico, Roy. Sé que no tendré otro igual. Además... por qué ser amigo de una mujer, si puedes ser su amante – dijo esto, (Una frase de Balzac, por cierto, que le vino al pelo) y me puso en la cama boca arriba, casi sin darme cuenta. Se me puso arriba y pegó su rostro al mío mientras continuaba susurrándome. He de reconocer que el miedo puede ser excitante en ocasiones, y en esta, desde luego que lo era. Fayna era una vampiresa con todas las de la ley.
-¿No dices nada? – continuó ella- No hace falta.- y a continuación me besó en los labios, primero poco a poco, mientras continuaba hablándome – Roy, ¿lo has hecho alguna vez?
- No, nunca – contesté ruborizado.
- Pues no sabes lo que te pierdes.
Entonces rozó mi miembro con su mano mientras me comía la boca. Traté de negarme, pero me sostuvo los brazos como si fuera un niño. De repente, sentí sangre en mi boca y comencé a sentirme mareado. Fayna se había mordido la lengua y permitido que yo bebiese de su sangre vampírica. Empecé a sentirme fatal y a tener convulsiones cuando de repente entró Ernesto en la habitación como un poseso.
- Pero, ¿qué has hecho insensata, estúpida? – gritó él.
Acto seguido le soltó un manotazo a Fayna que la estampó contra la pared como si fuera un muñeco y me cogió la cabeza mientras se me iba la conciencia poco a poco. Por su cara de preocupación comprendí antes de perder el sentido nuevamente, que algo iba mal... ciertamente muy mal.


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-”Nunca olvides qué eres porque desde luego el mundo no lo va a olvidar. Conviértelo en tu mejor arma, así nunca será tu punto débil” (Tyrion Lannister).

melymely
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Mensaje por melymely »

No nos dejes así anda!!!! continua con la historia que va muy interesante anda!!!!!
Saludos y gracias por este entretenimiento



Bêcky
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Mensaje por Bêcky »

Darth, cada día te ganas más mi admiración :smt038 :smt038 ... por favor continúa :smt003


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DARTH VADER
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Mensaje por DARTH VADER »

CAPÍTULO VI: "GÉNESIS"
Abandonarse al dolor sin resistir, suicidarse para sustraerse de él, es abandonar el campo de batalla sin haber luchado. (Napoleón)

Apenas recuerdo lo que ocurrió en las siguientes 24 horas de haber consumido la sangre de mi amiga. Entré en trance. Tuve muchísima fiebre y me debatí entre la vida, la muerte y la otra alternativa: convertirme en uno de ellos. Tan sólo recuerdo... momentos sesgados. Recuerdo a Ernesto, hablándome, dándome ánimos e intentando salvarme la vida. Todo lo que recuerdo de aquel periodo es lo que ocurrió en mi subconsciente. Lo que pasaba en realidad sólo lo sé por lo que me contaron mis anfitriones.
Perdí la conciencia y me sumergí en un mundo que supongo que existe dentro de todos nosotros, en nuestra cabeza, pero que yo, en esos momentos pensaba que era el paso hacia el más allá. No era un lugar oscuro, ni tenebroso. Todo lo contrario. Era un mundo mágico, era un mundo onírico, eran mis sueños...

Al principio, me encontraba en una caseta de campaña con María . Yo nunca estuve en la vida real de camping con ella, pero ahora si lo estaba. Nos mirábamos el uno al otro y éramos felices. Era todo tan cálido... tan agradable y tierno. En definitiva, nos queríamos. Acercamos nuestros rostros y comenzamos a besarnos. Cerré los ojos y al abrirlos, ya no estaba con ella. Me encontraba en una playa preciosa en Dios sabe donde, pero ahora estaba sólo. Comencé a pasear por la misma, cerca de la orilla, mientras escuchaba el mar, el sonido de las olas romper. A lo lejos pude contemplar a una pareja que estaban sentados hablándose. Se hacía de noche mientras me acercaba a ellos. Mi corazón dio un vuelco cuando reconocí a la chica. Era Cathy, y él... él era también muy conocido. Era yo.
Me senté junto a ellos, pero ellos no podían verme. Verme a mí mismo, me pareció absolutamente extraño. Ellos hablaban, pero yo no podía escuchar lo que decían. Tan sólo veía como sus labios se movían, pero alguien había bajado el volumen para que yo no me enterara de lo que hablaban. Sus rostros estaban muy tristes. Terminaron de hablar y se fueron ambos cabizbajos. Parecía una despedida, una ruptura. Yo no les seguí, no sé por qué razón. En vez de eso, permanecí inmóvil. Dirigí mi mirada hacia la izquierda y era como si el cielo hubiese bajado a la Tierra y yo pudiese caminar por él. Casi sin darme cuenta, me encontraba caminando por el cielo, entre las nubes, y no me caía. Era precioso. El paisaje más hermoso que jamás haya visto. Cuando muera... quiero regresar allí.
Continué caminando hasta llegar a una especie de valle. Era precioso también. Llegué a la falda de una colina que poseía unas inmensas escaleras que subían hasta la cima. Comencé a subir por la pequeña montaña y aproximadamente al llegar a su ecuador, existía un terraplén donde divisé a una niña. Era una niña rubia, con los ojos verdes y con dos trenzas. Vestía una especie de falda roja y una camisa blanca. Supongo que parecía una holandesa. Me imagino que el subconsciente de uno, es travieso. La niña era lindísima, y me miraba fijamente. Me dio la sensación de que me estaba esperando.
- Hola – le hablé. Ella me miró de forma angelical y sólo me dijo una frase antes de echar a correr montaña abajo.

- Si pronuncias mi nombre, se rompe.

Yo no entendí lo que me había dicho y continué subiendo. Al poco tiempo, conquisté la loma y me encontré con tres puertas abiertas. En una veía al cielo y las nubes, nuevamente, y escuchaba el maravilloso sonido del aire, del viento...
En otra, era de noche y se veían las estrellas y se podía escuchar el sonido del mar, de las olas... En la última puerta no se veía nada... ó ¿si?. Me acerqué y me vi a mí. Era una especie de espejo, pero no se escuchaba nada. Me di cuenta que tenía que tomar una decisión y no sabía cual tomar.
Observaba con detenimiento a las tres puertas y de repente recordé las palabras de la niña... Si pronuncias mi nombre, se rompe. Comencé a darle vueltas en mi cabeza a sus palabras. Era una especie de acertijo, de adivinanza , y la solución era lo que yo debía de hallar. A mí nunca se me ha dado bien el resolver acertijos, así que me lo tomé con paciencia y lo medité con atención, antes de tomar una decisión. Al final, llegué a la conclusión de que la solución era... el silencio. Se refería al silencio ó al menos eso fue lo que yo creí en ese momento. Así que opté por la tercera puerta, en la que no se oía ningún sonido. Por un momento me sentí como Alicia en el país de las maravillas. Entré en la puerta del espejo, y entonces...

Desperté súbitamente. Estaba empapado en sudor y con altas fiebres. Abrí los ojos y allí estaba Ernesto junto a mí.
- ¿Cómo te encuentras? – me preguntó.
- No lo sé... dímelo tú. He tenido unas alucinaciones rarísimas... – le hablaba yo, con las pocas fuerzas que me quedaban.
- Bueno, ya has salido del trance. Llevabas más de 7 horas en coma, Roy.

Sin embargo, para mí... había sido todo, cuestión de minutos. Ernesto comenzó a hablarme para distraerme aunque yo, era incapaz de mantener una conversación con él. Me encontraba muy mal. Sé, que en un momento dado se ausentó y me trajo un “mejunje” que me hizo beber y que al parecer era para que me bajase la fiebre. No tengo la menor idea de lo que era, pero la verdad es que fuera lo que fuese me iba a sentar mejor que la sangre de Fayna. Mi anfitrión se pasó la noche en cuestión, el día siguiente y la posterior noche, pegado a mi cama, cuidándome como una madre. Ahí fue cuando me di cuenta de que él podía estar despierto de día, aunque al parecer, eso lo que hacía era que se debilitara muchísimo.
Muchas veces me he preguntado que hubiera pasado si hubiera elegido otra de las puertas. ¿Hubiese vuelto a la vida, de todas formas? Es sólo mi opinión, pero yo creo que si hubiese elegido la primera puerta, igual me hubiese quedado allí en mi mente, en mi cielo particular para siempre. Es como las personas que entran en coma y nunca jamás salen de él. A lo mejor es que no saben encontrar el camino adecuado, ó tal vez que no quieren volver, simplemente.
En cuanto a la segunda puerta... era de noche... lo dejo a vuestra imaginación.

Estuve unas 48 horas, con altas fiebres como ya os digo. Cuando desperté, era de noche. Os preguntareis como lo supe si no tenía ventanas mi habitación al exterior y no se distinguía la noche del día. Muy sencillo... al despertar me encontré con Ernesto, Fayna y Omar en la habitación conmigo.
Poco a poco me fui incorporando. Comenzaba a encontrarme muchísimo mejor. Omar y Ernesto me sonreían. Fayna permanecía más seria, quizás se sentía culpable por lo que había hecho... Rompí el silencio.
- ¿Y bien?, ¿qué me ha pasado?, ó... ¿qué es lo que me va a pasar? – pregunté a mis acompañantes.
- Veo que has salido por fin de los brazos de Morfeo . La verdad no lo sé exactamente, Roy – me contestó Ernesto- pero supongo que tampoco mucho. No te asustes.
- ¿Puedes ser más claro, Ernesto? – pregunté.
- Verás... Sólo has ingerido unas gotas de la sangre de Fayna. De hecho, sería necesario una gran cantidad de su sangre para convertirte. Ella es una neófita y como tal, no está preparada para crear a nuevos vampiros. Ni siquiera ella, es un vampiro en plenitud, todavía.
- ¿Entonces? ¿Todavía soy normal? – continué con mis dudas.
- Bueno... lo que está claro es que algo te ha hecho. De hecho, casi te mata. Ni siquiera yo, tengo todas las respuestas. Nunca me había pasado algo parecido, Roy. Así que no sé con certeza como te va a afectar. A lo mejor, nada en absoluto. ¿Quién sabe?
- Vaya, ya me siento mucho mejor – contesté.
- Lo que está claro, es que no eres uno de nosotros. Eso te lo puedo asegurar. Tranquilo, ¿vale? Ahora os voy a dejar a los dos solos (refiriéndose a Fayna y a mí) para que habléis lo de la otra noche. Yo estaré cerca.

Salieron Omar y él de la habitación. En el poco tiempo que había convivido con ellos, ya había llegado a mi primera conclusión. Omar era un discípulo abnegado. Para él, ya era demasiado tarde. Había aceptado su nueva situación con entereza. De hecho, le gustaba su nueva situación. Ahora era superior a los demás. Era casi un semidiós, o al menos es como él se veía a sí mismo. En cuanto a Fayna, la veía como siempre... improvisando, saltando. Insegura, inquieta y ahora más que nunca... perdida. No era para menos. Supongo que yo, en su situación, me encontraría exactamente igual... sin rumbo.

Me quedé mirándola fijamente a los ojos. Fayna me miraba con aquellos ojazos. Puso una mirada de tristeza, de esas que quieren decir “¿me perdonas? Yo sonreí y le pedí que me abrazara. Ella lo hizo y me pidió perdón. Lo siento... me encantan los abrazos. Que le voy a hacer.

- No hay nada que perdonar, cariño. Pasó y ya está. – le dije, en un intento de tranquilizarla y de demostrarle que no le guardaba ningún rencor.
- Eres demasiado bueno. Quiero odiarte pero no me dejas... sólo puedo quererte... maldito capullo. – después de sus palabras, los dos sonreímos.
- Fayna, siento muchísimo todo lo que ha pasado entre nosotros. De verdad. Puede que mis palabras, en este momento no te basten, ni te sirvan de consuelo, pero quería decirte... que siempre tendrás un lugar en mi corazón, pase lo que pase.
- Roy... ¿dónde tenías guardada esa faceta tan dulce de ti?- me interrumpió.
- No se la muestro a todo el mundo. Mas bien a casi nadie. La gente suele confundir el sentimentalismo con debilidad y no me gusta parecer débil.
- ¿No crees que deberías mostrarte tal como eres? ¿qué mas da lo que puedan pensar los demás? – me preguntó.
- A veces es muy difícil y complicado ser uno mismo. Es más sencillo fingir ser otro, mucho más “guay”, más fuerte, que controla... ya sabes.
- Eso es una estupidez. Además, yo pienso que siempre has sido tú mismo. Lo que pasa es que hay ciertas facetas de ti, que no te gusta mostrar y tampoco tiene nada de malo. Todos somos así, en mayor o menor medida, Roy. Pero siempre has sido tú. Por eso tus amigos te queremos, aunque muchas veces tu genio y tu indiferencia nos repatee.
- Lo siento. Querría quedar bien con todos pero no puedo.
- Roy, sólo sé tú mismo siempre. No cambies. ¿Me lo prometes?- me preguntó.
- Te lo prometo Fayna.
- Yo te prometo no volver a perder los papeles contigo y a respetar que quieras a otra persona. No puedo ser tan egoísta. Tienes razón. ¿Seguirás siendo mi amigo a pesar de todo?
- Por toda la eternidad, si tú quieres.
- Eso se merece un besito – dijo esto y me besó en los labios. Esa era mi Fayna. No podía evitarlo y a mí, en el fondo, me encantaba que fuera así. Puede que no la amara como ella a mí, pero qué coño... la quería muchísimo. Y no creo que tenga nada de malo querer a las personas que te rodean. Muy al contrario, creo que es lo ideal.

Al cabo de un rato, volvieron los “engendros” masculinos y Ernesto se llevó a Fayna. Al parecer la iba a invitar a cenar.

Omar había traído un ajedrez para que jugásemos. De hecho, la primera partida de ajedrez que jugué en mi vida, la hice con él cuando teníamos 14 ó 15 años. Recuerdo que le pedí que me enseñara a jugar y lo que hizo fue hacerme el jaque mate pastor. Ese que es en tres movimientos. El muy capullo se descojonó de mí y de paso, todos los que estaban a mi alrededor. Omar era por entonces, el subcampeón del instituto. Me “piqué” tanto que me propuse aprender a jugar bien. Jugué y jugué... y por supuesto, perdí y perdí. Hasta que llegó un día que comencé a ganar y a ganarle a él, también. Llegó el día, incluso en que le ganaba siempre. Le superé... y sinceramente... que bien me sentí.
Supongo que Omar trajo el ajedrez esa noche para comprobar como iba nuestro duelo particular. Le volví a ganar, por supuesto.
- Lo tuyo es espíritu de superación, sin duda. – me dijo, tras escuchar mi voz diciéndole: jaque mate.
- ¿Por qué dices eso? – pregunté.
- Porque sí. Siempre lo has tenido. Siempre has tenido la fuerza necesaria para afrontar los problemas y buscarles solución. Siempre has sido autosuficiente. – me dijo.
- ¿Tu crees? No soy tan fuerte como piensas. Seguro que te sorprendería saber que muchas veces he llorado a solas en mi habitación. He llorado por cosas que para ti, serían fácilmente superables y que sin embargo, para mí eran como escalar el Everest. – se me quedó mirando, supongo que sorprendido y extrañado al mismo tiempo.- ¿Sorprendido, Omar?- pregunté.
- No creas. Siempre he sabido que eres un sentimental, en el fondo. Seguro que si has llorado es por una persona... y seguro que yo sé de quien se trata – me contestó y los dos sonreímos.

Durante las noches siguientes, se convirtió en todo un rito, nuestras partidas al ajedrez. Sin embargo, Omar no lograba ganarme. Una noche Ernesto me pidió que jugase contra él. Yo, muy chulo, acepté. Tenías ganas de ganarle a él también. No fue así. La verdad es que me destrozó. Cuando terminó la partida me comentó todos los fallos que había tenido e hizo un “replay” de la partida que me dejó pasmado. Se acordaba de todos y cada uno de los movimientos que habíamos realizado. Al parecer, los maestros de ajedrez pueden hacer esto, sin dificultad, pero a mí, en ese momento me pareció alucinante. Recuerdo que Omar sonrió, al ver mi cara de “alelado”.
Continuaron pasando las noches y los días y seguía jugando con Ernesto, pero era incapaz de ganarle. Era demasiado bueno para mí.

Una de las cosas que no descuidó mi profesor fue que durante mi encierro, no dejara de estudiar. Me trajo los libros y apuntes de todas las asignaturas y no permitía que dejara de aplicarme. Para él, era fundamental la educación en una persona. Tampoco Omar, ni Fayna se libraban de recibir docencia nocturna.

A medida que pasaban los días, mi curiosidad por saber sobre el pasado de Ernesto cada vez iba a más. Al principio se mostró bastante reacio a contarme nada. En vez de eso, sus inútiles esfuerzos seguían encaminados en convencerme para que me convirtiera en uno de su especie.
Por cierto, no noté ningún cambio en mi persona en toda la convivencia que pasé con ellos, a pesar de haber ingerido sangre de mi amiga. Precisamente el cambio era que no sufría ninguno. Ya explicaré esto con detalle más adelante.

Una noche, mientras Ernesto me metía otra paliza jugando al ajedrez, le rogué que me contara sobre su vida, porque la curiosidad era superior a mí. Él sonrió y se decidió a complacerme por fin. No tengo la menor duda de que el relato que me contó fue lo que consiguió que a pesar de todo el mal que me produjo haberle conocido, de alguna manera, yo pudiese comprender todo el dolor y la rabia que existía en su alma... suponiendo que aún la tuviera, claro.
Así comenzó su exposición:
-“ ... Nací en 1756, en la ciudad de Burdeos. En realidad, soy francés, aunque por supuesto, después de más de 200 años... uno termina por perder hasta el acento.
Yo era un burgués, hijo de comerciantes adinerados. No tenía que aparentar remilgos como los nobles, ni ninguna clase de etiqueta, ni hipocresía. Vivíamos bien y mi padre me enseñó desde muy joven que lo que realmente valía en la vida, era el dinero y no los títulos. Podías ser conde ó duque y no tener donde caerte muerto. Una frase que siempre recordaré de mi padre es ésta que me repitió muchas veces: ”Al perro que tiene dinero, se le llama señor perro”.
Supongo que lo que quería conseguir era que nunca nos sintiéramos inferior a nadie y menos a esas clases privilegiadas como eran el clero y la nobleza.
En 1789, en plena revolución francesa, yo contaba con 33 años. Para que comprendas lo que ocurrió es necesario que te ponga un poco en situación, y te explique el contexto en el que se desarrollaron los hechos. Los historiadores contemporáneos han escrito y seguirán escribiendo sobre los acontecimientos ocurridos, sus causas y consecuencias. Fue un proceso demasiado complicado para poder explicarlo en un esquema cerrado. No podemos decir que fue debido a esto o a lo otro, y tan sencillo. Fue un conjunto de muchas adversidades y complots. Te podría hablar de pobreza, decadencia, hambre, avaricia, oportunismo, rabia, dolor, venganza...
Está claro que la monarquía absoluta como sistema político, por aquel entonces, ya era totalmente obsoleto, si me permites el juego de palabras. La corte gastaba muchísimo más de lo que ingresaban sus arcas. Ellos estaban acostumbrados a vivir en el lujo, y veían como una cosa absolutamente normal, que el pueblo se muriera de hambre si de esa manera ellos seguían viviendo en la abundancia.
Las malas cosechas de 1788 provocaron el alza de los precios del grano y del pan, mientras que el hundimiento de los del vino arruinó a los pequeños agricultores de Burdeos, Borgoña y regiones del Loira. Esto implica los primeros altercados y las negativas de los campesinos a pagar el diezmo eclesiástico.
Los gravísimos problemas económicos obligan a buscar soluciones de emergencia que pasan forzosamente por involucrar a los estamentos, llamémosles “exentos”. Es decir, clero y nobleza que no pagaban impuestos, pero que si exprimían al pueblo hasta la última gota de su sangre. Y quédate Roy con esta última frase, porque yo, durante mucho tiempo es lo que he hecho... chuparle a los avariciosos y crueles hombres hasta la última gota de su despreciable sangre. – dijo esto, con muchísima ira.
En cualquier caso, y pese a lo preocupante de la situación, los privilegiados se oponen totalmente, a ser ellos el remedio a la precaria situación. Es a lo que se ha llamado la famosa “Revuelta de los privilegiados”, considerada como la primera fase de la revolución francesa.
Sin embargo, como te digo, no sólo los problemas económicos son los causantes del terror que se apodera de París y consecuentemente de Francia en 1789. Algunos historiadores, quizás los más románticos, diría yo, hablan incluso de un complot masónico. Yo no lo descartaría. Son a los que llamo oportunistas, ratas de cloaca. Personas que aprovecharon la coyuntura de la situación para lucrarse.
No debemos olvidar tampoco, el fuerte papel político que hubo. El enfrentamiento, el choque entre las clases sociales era patente, como te decía. Y nosotros los burgueses, nos unimos a los campesinos, ya que éramos los discriminados, a pesar de ser la mayoría. Como te digo, la difusión del comercio y de la industria nos hizo concebir una mentalidad que antes no teníamos y de darnos cuenta, de que realmente nosotros éramos el corazón de Francia y que si nosotros no queríamos, ese corazón no latía – Ernesto hizo un pequeño lapsus en su exposición. Se quedó meditando unos segundos como continuar... y luego prosiguió.

-Tampoco debemos desechar el papel que juegan en todo acontecimiento, las ideas. Las ideas, aunque sean entelequias, cosas abstractas, constituyen el primer germen. El historiador Crane Brinton ha asegurado que todas las revoluciones se inician en las mentes ó en las páginas de los libros. No creo que le falte razón. La separación de poderes del estado que sostiene Montesquieu para la creación de un estado moderno, así como la soberanía nacional que defiende Rousseau son ingredientes básicos para esta tarta.
Bueno, Roy. Este es el contexto en el que yo aparezco por París como comerciante. Mi padre comerciaba con el Caribe, y yo marchaba a París a vender los productos adquiridos. Me encontré con un panorama grotesco y desalentador. Sin embargo, pese a todo y contrariamente a lo que podía imaginarme, también fue la mejor época de mi vida. Allí conocí a Collette. Fue el amor de mi vida. – hizo un pequeño lapsus y por primera vez en lo que yo le conocía, a Ernesto le falló la voz y comprendí que sufría con tan sólo recordar su nombre y hablar de ella. Me di cuenta que no era de hielo, después de todo. Simplemente era alguien que ha sufrido tanto que ya nada le importa. Sin embargo, no se daba cuenta de que por muchas muertes que causara, jamás iba a recuperar lo perdido, ni iba a saciar su sed de venganza.
-“ ... Collette era rubia, con los ojos verdes como la esmeralda. – continuó con su relato- Su pelo no era liso del todo. Tenía una especie de moldeado natural que le caía con gracia por la espalda, cuando no lo llevaba recogido. Su piel era muy blanca, pura como la de un ángel caído del cielo.
Estoy convencido que por mucho tiempo que viva, jamás encontraré a nadie como ella. -Hizo una nueva pausa.
- Nos conocimos un día en el mercado. Vino acompañada por su padre, que era un noble muy respetado en París y nada más contemplarla, el mundo desapareció de mi alrededor. Recuerdo que ella me miró también, y se sonrió al ver que me había quedado pasmado. Como en las viejas películas de Hollywood, que tanto me recuerdan a ella, se le cayó, o dejó caer un pañuelo que llevaba y yo como un perrito faldero fui y se lo devolví. Luego me presenté a su padre, y casi sin darme cuenta me encontraba almorzando con ellos. Les fui a visitar un par de veces, hasta que reuní el valor necesario para pedirle al señor Lebons, que así se llamaba, si podía cortejar a su hija y dada mi situación económica y que a su hija le agradaba no tuve ningún problema en empezar a visitarla.
- ¿Qué edad tenía ella? – le pregunté, interrumpiendo el relato.
- La que tu tienes ahora. De hecho nació un 13 de Diciembre al igual que tú. – su respuesta me cogió totalmente por sorpresa.
- ¿Crees en las casualidades ó en el destino, Roy? ¿Crees en la reencarnación? ¿Crees que si amas a alguien con tanta fuerza, ni siquiera la muerte será capaz de separaros? ¿En que crees Roy? – me preguntó todo eso, cogiéndome totalmente desprevenido. Menudas preguntas más trascendentales. No sabía que contestarle.
- Yo no tengo esas respuestas Ernesto. Ojalá las tuviera, pero... ¿acaso, las tiene alguien? – le contesté.
- A veces no contestar a una pregunta, es precisamente la respuesta Roy. Bueno, no importa. Ya hablaremos de eso en otro momento. ¿Continúo con mi génesis?
- Por favor, te lo ruego. – contesté.
- Como te decía, empezamos a vernos, a conocernos, a amarnos. Fueron los mejores años de toda mi vida. Al igual que tú, ella también escribía poesía. – le miré como diciendo, eso no vale, no me leas la mente.
- ¿Guardas sus poesías aún? – le pregunté.
- Pues claro. Las guardaré eternamente – contestó.
- ¿Me dejarías leerlas?– le dije.
- A mí me encantaría que las leyeses, Roy. Voy a buscarlas, pero antes encenderé el fuego. El ambiente está muy gélido y triste. - Encendió la chimenea con un gesto. Miró al tablero de ajedrez y me dijo: Por cierto, jaque mate. Volvió a ganarme el muy capullo.
Salió de la habitación a buscar las poesías de su amada para que yo las leyese. Comencé a pensar cosas extrañas, inverosímiles. Explicaciones de por qué Ernesto tenía esa fijación conmigo, por qué me trataba tan bien, y por qué me había perdonado la vida. ¿Le recordaría yo a ella, de alguna manera? A lo mejor... no era tan inverosímil. Quizás mi mente tenía que abrirse de una vez a lo extraño, a lo incomprensible y empezar a olvidarme de la razón.
Volvió en unos escasos minutos con unas hojas muy deterioradas por el tiempo. Le pregunté si era la letra de Collette y me contestó que sí. Las hojas estaban forradas, protegidas para que no se desintegraran. Leí las hermosas palabras de su amada. Eran tan bonitas como su letra. Por supuesto, estaba escrito en francés. Aquí tenéis la versión traducida.

"Te he buscado en la Tierra,
entre mis amigos y conocidos
y entre extraños y desconocidos.
Te seguí buscando en el mar,
acaso eras un pez, un delfín
tal vez.
Al no encontrarte, se me ocurrió
probar en el aire. Quizás fueras
un pájaro ó un maravilloso ángel.
Te busqué en mi mente ,en mis sueños,
y al fin pude verte. Existías allí
donde yo soy la única que podía conocerte,
y por supuesto... quererte."


"Los besos robados son aquellos
que pudimos dar pero alguien
se interpuso entre ellos y nosotros.
Los besos anhelados son aquellos
que deseamos dar y nunca conseguimos.
Los besos olvidados son aquellos que
dimos en su momento con cariño, pasión,
amor ,y que de repente desaparecieron.
Los besos añorados son aquellos que
dábamos a la persona amada y que ya no podemos
dar... porque ya no somos amados."


- Son poemas preciosos Ernesto. – le dije.
- Yo opino lo mismo, Roy.
- Tú,¿ le escribiste a ella alguno? – le pregunté.
- No, no. Y no sabes cuanto me arrepiento. Mis poesías aparecieron con mi dolor. No las he escrito nunca pero están en mi cabeza. A ver que te parece ésta.


"Existieron una vez
unos ojos que eran el espejo
donde me miraba.
Una risa que llegaba a lo más profundo
de mi corazón,
Una sonrisa que era la alegría
de cada día de mi vida.
Una lágrima suya era un arañazo
en mi ya dañada alma,
un llanto suyo era morirme
de sufrimiento, de dolor.
Ella ya no está y yo estoy vacío
desesperado... muerto."

- Joder, es muy triste, pero muy bonito. Por fin he descubierto en ti, sentimientos Ernesto.
- Son parte de mi pasado. Ya no siento ni padezco. Ahora soy cruel y despiadado. ¿No es eso lo que piensas de mí? – le miré y no supe que contestarle. Por primera vez en mi vida, me di cuenta de que siempre había sido juez de los demás y que no tenía ningún derecho a serlo ni a haberlo sido.
- Para encontrar amor ,cariño y poesía, Ernesto, debes buscar en tu corazón, primero. - Le dije.
- Yo ya carezco de ese miembro. Hace mucho tiempo que dejó de latir.- contestó.
- No estoy de acuerdo contigo. Si sentiste todo ese amor del que hablas, es imposible que haya muerto o no sería amor. El verdadero amor es eterno, jamás muere. – le dije.
- Tú, te atreves a aconsejarme. No perfumes las palabras, como sueles hacer Roy. Que bonito te queda todo cuanto dices. No me hagas reír. Es muy poético, pero te aseguro que lo único eterno es el dolor que siento. – me contestó.
- Sientes dolor porque la amas Ernesto y no puedes estar con ella. Yo te comprendo perfectamente.
- Eso ya lo veremos, si lo comprenderás perfectamente. – no me gustó nada, como lo dijo. Me sonó a amenaza.
- ¿Sigues con la historia, por favor? – le pregunté, tratando de desviar la conversación, ya que estaba adquiriendo tintes que no me gustaban en absoluto.

- Continúo, claro que sí... la situación política hace que se convoquen los Estados generales en Versalles, el 5 de mayo, presididos por el mismísimo Luis XVI. Dado que nosotros, el llamado tercer estado(burgueses y clase media y baja) éramos mayoría, los votos que se emiten en esa reunión, no iban a ser individuales, sino que se realizó un voto por estamento. Por supuesto, perdimos la votación. Esto supuso la ruptura con los otros estamentos y el principio del terror que se apoderó de París. Terror y locura, diría yo. Es cuando se forman varios grupos revolucionarios, unos más radicales que otros. Yo , por supuesto estaba con el grupo de los girondinos. Nosotros éramos el sector moderado, por llamarnos algo. Nuestro líder era Brissot, un buen hombre donde los haya, inteligente, justo y ante todo razonable. Nosotros queríamos la revolución, pero a través de leyes, no a la fuerza, no al precio que fuere, como fue lo que ocurrió con los jacobinos. Estos estaban formados principalmente por burguesía media y clases populares. Una de sus frases lapidarias fue: La revolución se realizará sin reparar en medios. Su figura más representativa, como supongo ya sabrás, fue ... Robespierre. Existía otro grupo, aunque con menos fuerza y más ideal que otra cosa. Se hacían llamar los demócratas, y es donde se desenvolvía el malogrado Marat. Pero supongo que el punto de inflexión en mi vida, lo marca el 14 de Julio de 1789 cuando una multitud de exaltados toma la Bastilla. Asesinan al gobernador, un tal De Launey y a varios de sus oficiales. La bastilla es todo un símbolo, el pueblo le ha ganado el primer pulso al reino. Durante todo el verano, las revueltas de campesinos se multiplican por varias regiones de Francia. Parece lógico pensar que el hambre constituye una de las razones más relevantes de que se produjera la revolución francesa.
Dado el clima más que preocupante que se vivía en París, decidí quedarme durante un tiempo indefinido en la ciudad. No quería dejar sola a Collette en ese ambiente. Se palpaba en el ambiente el odio al clero y a la nobleza. Casi se podía respirar y sentir, la ira del pueblo llano. Tal es así, que llegamos al año 91, año en el que Luis XVI decide salir corriendo de París, en un inútil esfuerzo de conseguir mediante la ayuda de potencias extranjeras, volver a su régimen de absolutismo. Sin embargo, no llegaría muy lejos. Es detenido en Varennes y obligado a aceptar la autoridad de la Asamblea constituyente.
La situación, todavía empeoraría con la declaración de guerra en abril de 1792 al reino de Austria. En vista del panorama, y de cada uno a lo suyo, como era el que vivíamos en esos momentos las distintas clases sociales, la guerra puso en evidencia las carencias organizativas y de defensa que tenía Francia en esos momentos. Nuestro ejército, sufrió grandes reveses. Pero es el 10 de Agosto de 1792 cuando se produce el asalto a las tullerías y la asamblea destituye al rey y convoca una convención nacional elegida por sufragio universal. Con la abolición de la monarquía, se establece la República. Sin embargo, la guerra persiste y la crisis económica se agrava mientras que las tensiones políticas aumentan. Es cuando se crea el llamado Comité de salud pública. Su nombre es toda una ironía. Es ahora cuando comienzan los grandes procesos. Luis XVI es condenado a muerte, y el fiscal, como no, es el mismo Robespierre. Después se busca a la aristocracia e incluso se nos juzga a nosotros los girondinos.
Dado el clima de temor hacia nuestras vidas, escribí a mi padre pidiéndole ayuda y acogida para mí, Collette y su padre. El 4 de Diciembre de 1793 huimos de París, camino de Burdeos y de mi familia, nuestra única salvación. Sin embargo, el camino era muy largo y el peligro nos iba a acechar durante todo el camino.
Por supuesto, decidimos dizfrazarnos como vulgares campesinos para pasar lo más desapercibidos posible. Íbamos en un carruaje con nuestras cosas y alimentos para un viaje de un par de semanas, al menos. Avanzábamos de día, y de noche pernoctábamos en posadas o a la intemperie cuando no quedaba más remedio. Siempre recordaré la noche que pasamos en Nantes. Era una posada algo cutre, pero para mí fue lo más cerca que he estado y estaré del cielo.
El señor Lebons estaba muy cansado y se retiró pronto. Collette y yo nos fuimos a pasear junto a la orilla de un río que pasaba por allí. Nos sentamos en el borde. Hacía frío y ella se abrazó a mí. Comenzamos a hablar. Ella era de esas personas a las cuales puedes escuchar durante horas sin cansarte. Me habló de lo romántico que era todo lo que nos estaba pasando y fue cuando me dijo que tal vez, no lo conseguiríamos, pero si uno de los dos al menos lo conseguía, no nos habrían vencido. Ella hablaba igual que tú, Roy. Me dijo que nuestro amor nunca se podría destruir. Yo la besé con todo el amor que puede sentir una persona por otra. Era como si fuese besado por la belleza innata de una rosa al florecer. Volvimos a la posada e hicimos el amor por primera y única vez en nuestras vidas.

Los días y noches de nuestra fuga fueron muy hermosos e intensos a pesar de las penurias. El 13 de Diciembre de 1793, Collette cumplía 24 años y estábamos en un pequeño pueblo llamado Cognac, ya muy cerca de Burdeos. Lo celebrábamos cuando un indeseable reconoció al señor Lebons y gritó que era un alto aristócrata. Inmediatamente se abalanzaron sobre nosotros un grupo muy numeroso de pueblerinos que pronto nos redujeron. A mí, me golpearon con saña, hasta dejarme inconsciente y a Collette y a su padre los mangonearon a placer. Nos amordazaron y nos entregaron a unos canallas que se dispusieron a llevarnos a París nuevamente, donde una guillotina llamada Robespierre iba a segarnos la vida. Eran cuatro, los hombres que se disponían a “escoltarnos” hasta la muerte. Dos se encontraban conduciendo nuestro carruaje, mientras que los otros dos, cabalgaban a nuestro lado. No sé cuanto tiempo pasó hasta que recuperé la conciencia nuevamente. Comprendí en el acto, que tenía que hacer algo o nuestro destino ya estaba escrito. Los muy obtusos no me habían amarrado muy bien y logré desatarme. Supongo que pensarían que estaba tan magullado que no tendría fuerzas para sublevarme. Se equivocaron. Collette me rogó que no hiciese nada, que eran cuatro, pero yo no la escuché. Cogí un cuchillo que tenía escondido en la carroza y le corté el cuello a quien la conducía. El que estaba al lado reaccionó, pero no a tiempo de que mi puñal atravesara su asqueroso y repugnante corazón. Cogí las riendas de los caballos y me dispuse a huir y lo intenté hasta que escuché un sonido como el de un trueno y casi en el acto fuego en mi espalda. Uno de los otros me había disparado y acertado plenamente. Caí de la carroza, escuchando los llantos de mi amada. Fue la última cosa que escuché de sus labios. ¿Puedes imaginarte el dolor que supone que lo último que escuches de la persona que quieres sea que llore y grite por ti? – se le escapó una lágrima y yo ya tenía los ojos llorosos de verle y escucharle. Estaba realmente destrozado y supongo que por eso, se negó durante tanto tiempo a contarme su historia. Le hacía un inmenso daño, recordar.
- Allí estaba yo, en medio de la nada, de noche, herido y a punto de morir cuando escuché unos sigilosos pasos que se me acercaban y que yo pensé que era la muerte en persona que venía a llevarme con ella. Quien sabe, el mismo Hades , que venía a buscarme. Se me acercó y me susurró al oído estas palabras:
- ¿Quieres vengarte de quien te ha hecho esto? ¿Quieres vivir para siempre? Ó ¿prefieres morir y que todo acabe así?
- ¿Quién eres tú? – Le pregunté mientras agonizaba.
- No te queda mucho tiempo, muchacho. En unos segundos morirás si yo no lo remedio. Piensa en mí como en una segunda oportunidad. ¿Qué dices, quieres vivir ó morir aquí como un perro? – Señor perro pensé yo.
- Quiero vivir – le dije con mi último aliento. Acto seguido noté algo espeso pero líquido en mi garganta. Era su sangre que se mezclaba con la que ya había en mi boca. Tuve convulsiones al igual que tú, Roy, la otra noche. Me desvanecí y cuando recuperé la conciencia estaba en una gran mansión, en una gran villa. Sin embargo, parecía que estaba deshabitada hacía tiempo. No era extraño, debía de permanecer a gente muy rica, nobles que sin duda habían muerto o huido.
Me palpé la espalda, pero ya no sentía ningún dolor. Lo que sentía era un hambre impresionante. Cerca de la cama donde había despertado había un escritorio y una carta escrita para mi persona. Una carta que decía así – la sacó de uno de sus bolsillos y comenzó a leérmela. Debió de haberla traído, junto con las poesías de su amada.

Querido desconocido. Mi nombre no importa en absoluto ni lo que soy. Lo verdaderamente relevante es en lo que usted se ha convertido. Al aceptar mi oferta no tuve tiempo de explicarle la letra pequeña ó cláusulas del contrato verbal que hemos sellado. Su vida pendía de un hilo y había que tomar una elección con prontitud.
Muchacho, ahora eres un no muerto, un no vivo, un vampiro. Puedes denominarte como prefieras. No envejecerás, ni morirás nunca. La enfermedad no hará mella en ti. Pero no todo es bueno, para sobrevivir habrás de alimentarte de los que si que están vivos. Habrás de evitar la luz del sol, porque es de las pocas cosas que pueden destruirte. Vivirás eternamente, pero sumido en la más absoluta oscuridad.
Si te arrepientes del regalo que te he hecho, de esta segunda oportunidad, no te lamentes, lo tienes muy fácil. Sólo tienes que exponerte a la luz del sol como te he dicho, y morirás como estaba escrito.
En cambio, si pruebas a vivir con tu nueva naturaleza, adelante y suerte. Me temo que yo no voy a servirte de mentor porque he escogido otro camino. Sí, lo que oyes. Mientras tú lees esta carta, yo, por fin, descanso en paz.
La eternidad es demasiado tiempo. Si algún día te agotas como yo, deja tu legado.
Buena suerte.

Tan poco como eso, fue lo que me enseñó. Al mirarme en el primer espejo observé que mi apariencia ciertamente era la de un muerto. Sin embargo, no me asusté. Para mí había muerto, ciertamente. Sólo había resucitado para vengarme. Salí a la calle en busca de “comida”. Mi primera víctima fue un desdichado campesino que se cruzó en mi camino. Le destrocé la garganta como si hubiera sido atacado por un animal salvaje. Sacié mi sed y me encaminé hacia la bastilla. Estaba en París, después de todo.
Cuando llegué allí, miré la lista de “guillotinados” ese día. Lo cierto es que habían pasado 5 días desde que me habían disparado. Había perdido la noción del tiempo durante mi transformación. Era una lista clavada en una estaca y manchada de sangre. Muy apropiado, dado mi nueva condición. Mi corazón se heló cuando leí su nombre. Mi amor había sido asesinada sin razón. Tan solo por haber nacido en el seno de una familia con títulos. El ser más bondadoso de la tierra había sido ejecutado como un vil delincuente, supuestamente por unos hombres que proclamaban la libertad y la justicia. Que tremenda ironía.
Me arrodillé y lloré como un niño. Era incapaz de aguantar tanto dolor. No volvería a ver a mi amada nunca más, no volvería a escuchar su dulce voz, su sonrisa encantadora, a escuchar su respiración, a sentir sus cálidos abrazos. Después de un largo rato donde el dolor era la única sensación que era capaz de sentir, di paso a la rabia y a la indignación. Busqué entre los cadáveres que esos salvajes tenían amontonados en un rincón y encontré su precioso cuerpo decapitado. Abracé su gélido cuerpo, aunque no más que el mío y en su vestido encontré sus poesías que sin duda escribió antes de morir y que nunca pudo entregarme. Busqué su cabeza por toda la plaza, pero no pude encontrarla. Me imaginaba a algún salvaje de esos canallas con la cabeza de Collette.

Permanecí durante años en París, hasta la coronación de Napoleón como emperador, matando a canalla tras canalla para mitigar mi dolor. El primero que asesiné y con la muerte que más he disfrutado en mi vida, puedes imaginarte quien fue.
- ¿Robespierre? – Pregunté.
- Tú lo has dicho. Ese cerdo sufrió lo indecible antes de morir. Rogó por su vida hasta el último momento en el que le arranqué la cabeza con mis propias manos.
Ya sabes mi historia Roy. Ese fue el fin de mi vida y el comienzo de mi viaje a través del tiempo. Y ahora, te pregunto, ¿qué es la justicia? ¿quiénes son los malvados? ¿Lo soy yo?

Sus preguntas ahora si que me estaban calando hondo. Me encontraba confuso. Había perdido totalmente la perspectiva del bien y del mal que siempre había tenido tan meridianamente claro. De repente, dudaba de todo y de todos. Sin embargo, aunque comprendía el dolor de Ernesto y yo mismo, hubiera hecho lo mismo, ahora estaba viviendo una vida prestada, obtenida tras devorar las almas de los que se cruzaban en su camino.

- No lo sé Ernesto. Supongo que la justicia es darle a cada uno lo que se merece, como dijo Platón, creo. Pero permíteme que te de un último consejo, esta noche. Hay que amar a algo o a alguien. A ti mismo si quieres, pero ama, porque si no, si que es verdad que estás muerto. – El, sólo me miró y se despidió de mí, para que yo me fuera a descansar.

Esa noche en cuestión, después del relato de mi profesor, volví a tener otro sueño. Este siempre me ha parecido espectacular por su escenografía. En el sueño, me encuentro caminando por una laguna. Era de noche. Me acerqué a la orilla y vi una barca y a Carontes.
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Para quien no esté familiarizado con la mitología griega os daré un curso intensivo. Existe según los griegos un mundo subterráneo(una especie de infierno para los católicos). Es el mundo de Hades, el rey de los muertos, del que hablaba Ernesto. Uno de sus siervos es Carontes, el barquero, que es el encargado de llevar a los vivos al mundo de los muertos a cambio de una moneda. Debes de cruzar el río Aqueronte para llegar hasta allí. Es el paso de las almas, la transición que según el mundo cristiano, supone el paso de la tierra al cielo. Pues en mi sueño, le entrego algo, al barquero y me subo a su barca. Él comienza a llevarme por el río hacia el mundo de los muertos. Como digo, los escenarios de este sueño, no pueden ser más tétricos. A pesar de todo, yo estaba bastante tranquilo. Una vez me deja en la otra orilla, el barquero me dice que me baje y se marcha. Es ahora cuando comienzo a ponerme nervioso, ya que me percato que ya no puedo volver al mundo de los vivos. Comienzo a oler a podrido, a putrefacto y a escuchar gemidos y sollozos. Me encamino hacia el interior, alejándome del mal olor. Entonces veo a una chica rubia muy guapa que llora, y le hablo:
- ¿Por qué lloras mujer?
- Porque estoy muerta hace mucho tiempo, pero él no quiere morir.
- ¿Quién es él? – le pregunto.
- Él – y me señala con el dedo hacia detrás de nosotros, donde una figura en las sombras comienza a moverse hacia nosotros.
- Si tú estás aquí, debes de haber muerto también – me dice nuevamente.
- ¡No ,no! , yo no estoy muerto – le grité y eché a correr. Me dirigí otra vez en dirección a la orilla, pero esta vez notaba como algo me perseguía. Era la figura sombría. Yo corría y corría pero esa cosa era mucho más rápida que yo y me iba a alcanzar antes de llegar a la orilla. Pude divisar como Carontes volvía a por mí, mientras yo no paraba de correr con todas mis fuerzas para no ser atrapado. Cuando parecía que lo iba a conseguir, tropecé y caí al suelo. Noté que fuera lo que fuera lo que me perseguía se había detenido junto a mí. Alcé mi vista con mucho miedo, pero quería ver lo que me perseguía. Era Ernesto, pero totalmente desfigurado, como un monstruo que se disponía a matarme. Se abalanzó sobre mi indefensa persona y entonces desperté por fin.

¿No podía tener sueños normales, como cualquier persona? No, supongo que no.

Durante un largo rato, permanecí despierto, pensando, meditando sobre mi infortunio. Al cabo de un tiempo, sentí la presencia de alguien en la habitación. Es algo inexplicable, como pude sentirle. Supongo que es igual que cuando sientes que alguien te está mirando, aunque tú, no le veas a él. El caso es que sabía que no me encontraba sólo en ese momento.

- ¡Seas quien seas, ya basta. Estoy harto de que me asustéis.! – grité muy alterado. Hubo unos segundos de transición y después una voz entre las sombras me contestó.
- Discúlpame, pensé que no podías percibirme, Roy. Sólo observaba como dormías. ¿Has tenido una pesadilla, verdad? – me contestó Ernesto.
- Sí, ¿no es evidente?. Pero mira, ¿también me vas a robar mi intimidad, a parte de mi libertad y de las personas a las que quiero? – le pregunté muy cariacontecido y enfadado al mismo tiempo.
- Tienes razón. Debo decidirme. Pero es que te necesito Roy. Necesito de tu compañía. No imaginas lo sólo que me siento. – me dijo.
- Yo no soy ella Ernesto. Sólo soy un chaval de 19 años que se va a quedar trastornado de por vida. – le hizo mucha gracia mi comentario.
- ¿A dónde crees que van las almas cuando morimos Roy?- me preguntó.
- ¿Ya empiezas? Yo que sé.
- Existe una creencia que dice que cuando morimos, nuestras almas abandonan nuestro cuerpo y pasan a un estado de inactividad, hasta que vuelven a reencarnarse en otro cuerpo. – me contaba mi opresor.
- ¿Y bien? ¿Para que me cuentas eso? – le dije.
- Yo creo firmemente que tú eres ella.
- ¡Pero, que dices Ernesto!- exclamé.
- No te lo diría si no estuviera convencido. Tengo 245 años Roy. Durante más de dos siglos he vagado por la tierra en busca de volver a encontrarme con Collette. Sólo dime una cosa, cuando leíste sus poemas, ¿no sentiste como si fueran tuyos? ¿Cómo si tu mismo los hubieras escrito? – Permanecí en silencio, mientras él continuaba con su particular tesis.- Yo sé que sí, y sabes que no puedes mentirme.
- Bueno, eso puede ser una sensación tan sólo que se me pasó por la cabeza – le dije.
- Pero, tal vez no.- me contestó.
- ¿A dónde quieres ir a llegar?... Supongamos por un momento que tuvieses razón en tus paranoias, y de alguna manera mi alma fuera la de ella. ¿Qué es lo que pretendes? Acaso, ¿piensas que te voy a amar? – me burlaba de él.
- ¿Por qué no? El amor no es algo sexual Roy. El amor es algo etéreo, intangible, una entelequia. Igual que quieres a tus padres, a tus hermanos, a tus amigos, podrías llegar a quererme a mí también.
- Después de lo que ha pasado es imposible Ernesto. Lo que les has hecho a mis amigos es imperdonable. – le contesté.
- Sólo te pido compañía, Roy. Tan solo eso.
- Pides demasiado. Recuerda que me tienes aquí contra mi voluntad.
- Está bien Roy. Por mucho que te diga no te voy a convencer. Eres más testarudo que una mula. Se me ha ocurrido algo original. Mañana te propondré una prueba. Hay que animar tu estancia aquí. Si ganas, podrás irte en paz.
- ¿Si pierdo?- pregunté, muy temeroso de su respuesta.
- Si pierdes... te convertiré en un vampiro, lo quieras o no.

Mi rostro se endureció con sus palabras. A pesar de sus años, se comportaba como un niño caprichoso que si no conseguía lo que quería... pataleaba. Dijo esto y se retiró de mi habitación. No esperó ninguna respuesta por mi parte, ni ninguna clase de reacción. Ya había tomado su decisión y no la iba a cambiar. Como imaginareis, esa noche dormí más bien poco.
Última edición por DARTH VADER el Dom Ene 18, 2009 1:47 pm, editado 1 vez en total.


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Bêcky
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Mensaje por Bêcky »

:smt003 :smt003 Muy buen capítulo Darth!! :smt003 espero el próximo con ansias :smt003
:smt006


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melymely
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Mensaje por melymely »

Acabas como siempre dejando un pseudofinal muy emocionante!!!!!
Cuando puedas continúa la historia por favor!!
Gracias por este entretenimieno Lord Darth Vader!!! :smt003



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Mensaje por DARTH VADER »


CAPÍTULO VII: "TABLAS"



"No es sólo un héroe el que triunfa, también el que sucumbe. El que nunca lo es, es el que abandona”... Carlyle.


Una vez alguien me dijo una frase que se me quedó grabada en el corazón. No fue nadie especial en mi vida, pero su frase si lo fue: “Cuando alguien te rompe el corazón, te pasas la vida repartiendo los trocitos”.
Supongo que eso es lo que le pasaba al bueno de Ernesto. Estaba tan destrozado por dentro, que no tenía ninguna clase de criterio. Hacía mucho tiempo que había perdido la fe, la esperanza, la cordura.
Se había acostumbrado a hacer lo que él quería, fuese justo o no. La vida había sido muy injusta con él y ahora él le devolvía la moneda. Lo malo es que yo me vi en medio y desgraciadamente para ellos, también mi gente.

El día siguiente a la amenaza de mi captor, se me hizo eterno. Me dio tiempo a pensar en muchísimas cosas, a profundizar en mi mismo. Repasé mi corta vida y analicé las cosas que había hecho, tanto las acertadas como las erróneas. Me dio por pensar que aunque viviera 500 años, me seguiría equivocando en muchas cosas. Equivocarse es inevitable, pero aprender de los errores debe de ser obligado.
Pensaba en todas las cosas que no había hecho, y pensaba que quizás nunca las podría realizar. Me había pasado la vida esperando algo maravilloso, como me había dicho Ernesto, la primera vez que hablamos. Pude darme cuenta de que me había privado... olvidado, de cosas tan elementales, pero no por eso irrelevantes, como eran mi familia: mis padres, hermanos y amigos, en muchísimas ocasiones.
A veces somos tan egoístas... solo pensamos en conseguir nuestra propia felicidad y nos olvidamos de la de los demás. Si nos gusta alguien y a ese alguien no le gustamos, sobre la marcha deja de caernos bien siquiera. Eso no puede ser así. Igual ocurre cuando quieres a otra persona y no somos correspondido. Nos enfadamos con la persona que queremos porque no nos corresponde. Enamorarse no es lo mismo que amar. Puedes estar enamorado de alguien y sin embargo odiar a esa persona, como dijo Dostoievski; y cuanta razón tenía el hombre. Me di cuenta que muchas veces había sido injusto con los demás y muchas más lo habían sido conmigo.

Casi nunca sabemos el verdadero valor de una persona hasta que no vivimos con ella una situación límite, ó pasamos mucho tiempo con ella y poco a poco se va abriendo a nosotros y contándonos intimidades ocultas que sólo ella sabe. Lo que le atormenta, lo que le duele, lo que desea, lo que quiere, lo que anhela, lo que le asusta. Todo eso que Ernesto era capaz de ver en los demás y sin embargo, incapaz de verse en sí mismo.

Era más que probable que, al anochecer me convirtiera en un vampiro. Y existían tantas cosas por hacer... por decir.
Pensaba, como no, en Cathy.¡Cómo la echaba de menos!. Ya habían pasado unos 2 meses aproximadamente, de encarcelamiento y le había escrito varias cartas, al igual que a mi familia. Por supuesto, mis cartas debían de pasar el filtro de Ernesto, que era el que juzgaba si mis escritos podían llegar a su destino o no. Me habían llegado 2 cartas de mi madre y una de mi hermana. Las había leído, y la verdad me había emocionado. Sin embargo, echaba de menos que Cathy me escribiera. Ella no era muy dada a esas cosas. A pesar de saberlo, no me sentía mejor. En cuanto a mí, sí que le había escrito ya, tres cartas. De todas formas, mis mejores escritos y poemas para mi chica, nunca iban más allá de mi habitación. Sólo le llegaban cartas frías, cuyo contenido era totalmente superfluo. Mi profesor, por supuesto, no permitía que yo escribiera nada que pudiera reflejar angustia o desesperanza por mi parte. A decir verdad, ninguna clase de sentimentalismo. Si Cathy sospechara que yo estaba en contra de mi voluntad con él, le podía causar problemas.
Me percaté de que luego Ernesto, ponía un apartado de correos a donde iban las contestaciones. Andaba yo pensando en todas estas cosas, cuando observé que “Luci”, mi adorable perrita, traía algo en la boca. Los perros habían cogido cierto grado de confianza conmigo. Habíamos pasado muchos días juntos y ya no eran tan agresivos como al principio.
Sin lugar a dudas, el destino es caprichoso y juguetón. Me trajo una carta y me la dejó a los pies. La recogí y fue la mayor alegría que me llevé en todo el tiempo de cautiverio. Era una carta de Cathy y al tocarla me dio un vuelco el corazón. Antes de abrirla, la olí. Quería disfrutar de aquellos momentos lo máximo posible. Me fijé que debajo de su nombre y dirección, había dibujado un pequeño monigote. Era una especie de “Fido Dido”, aquella mascota tan famosa de Seven Up. Ella me solía decir que me parecía mucho a él y me picaba con eso. Al lado había escrito lo siguiente: ... ty quiere ... oy. Yo lo entendí a la primera y con eso basta. El sobre olía a su perfume y lo abrí lo más delicadamente que supe. Leí sus renglones como si sus palabras, me las hubiese escrito el mismo Dios.

Hola Roy:
¿Cómo estás? Espero que bien. Te extrañará que te haya escrito, ¿verdad?, pero la verdad es que me moría de ganas por hacerlo.
Empezaré por algo que te interese, y si no te llama mucho la atención, por favor, te pido que termines cuanto antes de leerla, ya que escribir cartas no es mi fuerte. Este es uno de los motivos de no escribirte tan a menudo.
Las clases no me van del todo bien. Me siento un poco triste y desanimada.
El latín... pues lo sigo detestando, ya sabes. Y en cuanto a las demás asignaturas, ando muy desmotivada.
El otro día me encontré con David y estuvimos hablando un rato. Me dijo que ni siquiera le has escrito y me preguntó por ti. También he visto a Norberto un par de veces y tres cuartos de lo mismo. Me preguntan por ti. Todo el mundo te echa de menos.

Verás... tus cartas son tan frías, tan impersonales... No parecen que sean tuyas. Si no fuera porque es tu letra... He pensado que a lo mejor estás en un aprieto y solo me cuentas lo que me puedes contar. ¿Si pudieras llamarme, aunque solo fuese una vez? Si escuchara tu voz, sabría la verdad.

En esta carta te voy a decir lo que debería haberte dicho hace mucho tiempo. Es lo que te tenía que haber dicho por teléfono aquel día,¿te acuerdas?.
Te parecerá una tontería, pero te echo mucho de menos, chico. ¡No te puedes imaginar lo dentro que te llevo! Dime... ¿Cómo lo haces?
Dirás que soy una tonta, pero te estoy siendo sincera. Me ha costado mucho decírtelo, pero al final me he decidido y ¡ ya ves!... te lo he dicho.
No espero lo mismo de ti... pero me gustaría, aunque yo me conformo con poco. No sabes las ganas que tengo de verte.
Bueno... me despido ya de ti, pero no te preocupes que te escribiré lo más pronto posible... te lo prometo. Un fuerte beso para ti. Hasta pronto...

“Hoy he soñado contigo,
hoy mi cuerpo está erizado,
por sentir que yo te amo,
y tú me has abandonado “.

“Todos los días ruego por ti... para que no tengas la terrible idea de olvidarte de mí”
Cathy.

Así terminaba la primera y última carta que me escribió mi amor y que aún hoy... conservo. Ese era el estilo de mi niña. Sintético al cien por cien, pero directa como una flecha. Se había dado cuenta de que mis cartas no mostraban sentimientos y eso le dolía porque me echaba de menos. Yo sufría y ahora sabía que ella también. Eso no me gustaba. Ella sospechaba que algo me pasaba porque mis cartas estaban carentes de emociones, y eso no era normal en mí. De la carta saqué unas cuantas conclusiones. Una es, que en verdad, escribir no era el fuerte de Cathy. Le costaba mucho expresarse utilizando este medio, no como a mí, que me siento como pez en el agua y es un recurso que he utilizado durante toda mi vida. Otra era que no le gustaba para nada mostrar sus sentimientos hacia mí. Eso la hacía sentir débil, sobre todo con la distancia que nos separaba en aquellos momentos.

Ese día deambulé por la casa como solía hacer a menudo. La verdad es que me sentía muy sólo durante el día y además me aburría bastante. Recuerdo que caminaba sin tino con la carta de Cathy en la mano y releyendo sus palabras a cada rato. No sé por qué, pero me paré en la estatua del demonio del primer piso y me senté en su zócalo. Allí estuve un rato, apoyado en las piernas del demonio y sin embargo... fueron los momentos, los únicos momentos en los que recuperé mi desaparecida sonrisa. En mi tremendo despiste, me dio por clavar mi mirada en el suelo, como hago en muchas ocasiones y recuerdo que me llamó la atención unas rozaduras en el mismo, pero no le di mas importancia y continué pensando en mi niña y en lo mucho que la echaba de menos.

Llegó la noche. Era algo inevitable, claro. Cenamos como cada noche, aunque la tensión se palpaba en el ambiente. Nadie hablaba y mi profesor tenía una sonrisa maliciosa. Seguramente pensaba en su fuero interno, que por fin se iba a salir con la suya. Cuando lo decidió así, en medio de mi cena, me habló:
- Roy, en la fiesta te querías parecer a mí, ¿recuerdas? ¿qué ha cambiado? – escuché sus palabras con detenimiento. Alcé mi mirada y clavé mis ojos en los suyos.
- No sabía lo que eras realmente. Me sentía fascinado por tu poder. Ahora no. He llegado a la conclusión de que lo importante no es lo que consigas en la vida, sino como lo consigas. – sonrió con mi respuesta.
- ¿Sabes lo que son los palíndromos, Roy? – me preguntó.
- No tengo la menor idea Ernesto, pero creo que me lo vas a decir en breve. – volvió a sonreír.
- Verás... son palabras o frases que se leen igual de derecha a izquierda que en sentido inverso. Por ejemplo, si yo digo:” ... Dábale arroz a la zorra el abad”. Eso es un palíndromo.
- ¿ Y bien?... eso está muy bien, pero... ¿qué tiene que ver con lo que hablamos? – pregunté.
- Todo. Quería que te dieras cuenta de que muchas veces, da lo mismo el camino que utilices, porque al final llegas al mismo sitio. Como Maquiavelo cuando dijo que el fin justifica los medios.
- No puedo estar de acuerdo con eso – contesté.
- Ya lo sé, pero no importa... Cambiando de tema, se me ha ocurrido traer de la biblioteca unos libros de arte. Son unas enciclopedias. Quería que tanto Omar, como Fayna y tú, escogierais una obra. La que más os guste, la que más os llame la atención. Vuestra preferida.
- Y eso, ¿para qué? – pregunté.
- Roy, no estropees la sorpresa con tus preguntas. Tú hazlo, por favor y después te explicaré el por qué. Es un juego... inocente.

Me costaba creer que Ernesto fuese capaz de realizar alguna cosa inocente. Todas las cosas que tramaba tenían una finalidad. Nos trajo los libros y los tres los hojeamos durante un buen rato hasta que cada uno escogió la que le pareció mas adecuada. Con la que más nos sentíamos identificados. Omar escogió “Cuervos sobre el trigal” de Vincent Van Gogh. Fue el primero en decidirse. Inmediatamente Ernesto pasó a mostrarnos parte de su inmensa sabiduría al hablarle de esa pintura y el por qué la había escogido. Cogió la enciclopedia y mientras nos mostraba el cuadro comenzó a comentarlo.
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- Posiblemente sea éste uno de los trabajos más famosos de Van Gogh. Se la considera su testamento pictórico. Es una obra clave. Podemos observar en primer plano, el punto de unión de los tres caminos que parten hacia diferentes direcciones; entre ellos, limitados con una línea verde que corresponde con las hierbas y la maleza, hallamos los campos de trigo en todo su esplendor, iluminados por la luz nocturna que tanto atrajo a Vincent durante toda su vida. La parte superior del cuadro está ocupado por un cielo oscuro, por la noche, excepto dos manchas arremolinadas que se aclaran ligeramente. Los cuervos vuelan sobre el trigal, obtenidos con trazos negros . El propio Vincent admitió que quería expresar tristeza y una extrema soledad cuando realizó este trabajo. El 27 de julio de 1890 Van Gogh sale por la tarde al campo y se dispara un tiro. Hasta su muerte es lenta , agónica y trágica. Tarda 2 días en morir.

-Omar ,has elegido este cuadro porque vez en él, el paso, la transición de la luz a las tinieblas, de la vida a la muerte. Ves en él todo el sentimiento y la fuerza que Vincent manifestaba en su obra. Es una obra totalmente psicológica. Te ha llamado la atención por la propia transformación que tú mismo estás experimentando. Has pasado de la vida a un estado que no es la muerte, pero que no eres capaz de definir todavía. Te preguntas si irás al cielo ó al infierno. ¿Hay un cielo para los vampiros? Y yo te pregunto... ¿existe el cielo para alguien, ó son meros sueños y anhelos humanos para consolarse ante su inevitable fin?- Ernesto no decaía en su exposición, mientras, nosotros lo escuchábamos absortos.

El cuadro en sí, nos muestra una serie de caminos. El eterno dilema de nuestra vida, Omar: escoger el camino adecuado, la opción correcta. Muchacho... tú has elegido la mejor opción que te quedaba, ó la menos mala si quieres. No te tortures y vive con ello. Has de adaptarte a tu nueva naturaleza y vivir con ello.

Tras su charla, Omar se quedó pensativo. Por su cabeza revoloteaban todas esas palabras dichas por Ernesto, al igual que en la pintura revoloteaban los cuervos.
Acto seguido Fayna le enseñó a Ernesto la que había escogido. Ella se había decidido por una escultura. Había elegido el “David” de Miguel Angel. Ernesto se sonrió y pasó nuevamente al ataque.
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- El origen de esta escultura siempre me ha fascinado. El trozo de mármol de donde saldría esta famosa escultura permaneció durante años intacta. Esperando que las manos de un genio la moldeara. Se solicitó la tarea a Leonardo Da Vinci, pero el genial artista rehusó la oferta. Así fue como el bloque permaneció olvidado en la Catedral de Florencia hasta 1501.

A la caída de Los Médicis, Florencia invitó a los artistas a volver a su patria para favorecer el renacimiento intelectual y de las artes de la ciudad. Miguel Angel volvió ante este llamado y recibió el encargo de esta obra en agosto de 1501. La obra progresó con celeridad y transcurridos poco más de dos años, el enorme David (5.17 m) estaba prácticamente terminado.
Según una seductora interpretación, el "gigante" aunaría las cualidades de David, héroe bíblico defensor de la fe y de la justicia, y de Hércules, mito clásico que personifica la fuerza apoyándose en la inteligencia.
Has escogido esta escultura Fayna, porque ves la perfección en ella. Ves belleza, fuerza e inteligencia aunadas en una imagen. La perfección, niña, que siempre te ha obsesionado durante toda tu vida y que sin embargo es imposible de alcanzar. Todos somos una amalgama de virtudes y defectos y debemos de aprender a convivir con ellos. Lo contrario es embarcarse en una odisea imposible y que solo nos causaría dolor y decepción, como te ha ocurrido a ti, pequeña mía.

A Fayna le encandilaron sus palabras y sonrió al escucharlas. Me tocaba el turno a mí, y yo me decidí por una pintura de Botticelli que me pareció magnífica y que me transmitía muchas cosas que Ernesto muy amablemente pasó a contármelas.
En concreto, había escogido la “La calumnia de Apeles”. A Ernesto se le iluminaron los ojos con mi elección. Me dedicó una amplia sonrisa de las suyas y acto seguido continuó con su despliegue de sabiduría, contándome lo que significaba el cuadro en cuestión, que yo había escogido. Su explicación de porqué lo había elegido tampoco estuvo mal. Es más... he de reconocer que estuvo genial.

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-“ La calumnia de Apeles”, Roy... narra el suceso acaecido al pintor de la Antigüedad griega. Una falsa denuncia del pintor Antifilo acusando a Apeles de conspiración contra su mecenas común, el rey Tolomeo IV, estuvo a punto de costarle la vida a Apeles. Cuando el verdadero conspirador fue detenido y confesó la inocencia de Apeles, éste se vengó pintando su alegoría de la Calumnia. Botticelli se inspiró en las descripciones del cuadro que aparecen en los “Diálogos de Luciano”, y en “De pictura” de Alberti, para reproducirlo. Son unos tratados sobre “arte y belleza”.
En este curioso cuadro, el rey Midas aparece con orejas de asno por ser mal juez y escuchar a quienes calumnian, flanqueado por las personificaciones de la Ignorancia y la Sospecha; tiende la mano a la Envidia, personaje masculino que guía a la Calumnia. Dos mujeres más, la Mentira y la Insidia, asisten a Calumnia ataviándole el pelo; detrás Remordimiento, quien con el semblante atormentado y vestida de negro, vuelve su cabeza para contemplar a la Verdad, figura desnuda que señala el Cielo. Te ha encantado toda esta alegoría que desprende la pintura. El, como Botticelli, personifica entelequias. Les da rostro y forma, y los mezcla con la realidad. Eso es lo que te ha fascinado de la obra y por eso la has escogido. Al final triunfa la verdad... esa verdad que te carcome por dentro y cuya búsqueda es el motivo de tu existencia. Odias la mentira y la falsedad. Haces apología constantemente de la sinceridad. Es tu búsqueda, Roy. Todos tenemos alguna, y tú tienes esa. Por eso... eres incapaz de perdonar a esa persona que amaste tanto y que aún amas a pesar del tiempo y de las circunstancias. ¿No decía que te quería?, ¿entonces?¿cómo es posible que te fallara de esa manera?
Yo permanecía callado y los pelos de mis brazos se habían erizado con lo que me estaba diciendo. Omar y Fayna supongo, estaban tan maravillados como yo con Ernesto. Era capaz de ver en tu alma y sacarte todo lo que llevas dentro y no quieres que salga. Él continuó hablando.
- No todo el amor de este mundo es eterno. Hay muchos que se diluyen en el tiempo, sin embargo... el verdadero... es eterno Roy. ¿Recuerdas? Si yo fuera Jesucristo, te diría que hay que aprender a perdonar y a no ser tan rencoroso. Pero no lo soy. Yo soy igual que tú, en ese sentido. Yo no pongo la otra mejilla, yo no perdono a mis enemigos, yo no amo al prójimo incondicionalmente, yo envidio, yo deseo, yo anhelo lo que no tengo. Igual que tú... Roy.

Para eso nos hizo escoger las obras. Nos hizo una interpretación psicológica de los motivos que nos habían llevado a escogerlas. La verdad es que a mí me dejó perplejo, como casi siempre.

Después de explicarnos el porqué habíamos escogido esos cuadros y de dejarnos boquiabiertos a los tres, sin tiempo para reaccionar, me contó que esa noche íbamos a salir todos juntos. Yo iba a salir por fin de mi jaula. Eso sí, fue muy tajante en decirme que no se me ocurriera hacer ninguna tontería.

Ernesto me había traído una ropa muy chula. Una camisa blanca que se me pegaba al cuerpo y unos pantalones de cuero. Yo ya tenía el pelo muy largo para mi gusto y le pedí que quería cortármelo. Me dijo que no había problema, que tenía un amigo peluquero y que aunque no eran horas, Eloy que así se llamaba el peluquero, le haría el favor. Me comentó que mi apariencia esa noche era muy importante porque si al final, perdía su prueba, esa era la apariencia que iba a tener por toda la eternidad. Yo me quedé petrificado con su respuesta y comprendí que esta vez, no iba a salir airoso seguramente.
Salimos los cuatro de la casa. Pisar la calle nuevamente me supuso un placer infinito. La brisa me golpeaba la cara. No me había dado cuenta, pero casi estaba tan pálido como mis amigos. Nos dirigimos a la parte trasera de la casa donde había un enorme garaje que yo no sabía que existía. Nos montamos en un porche negro que sin duda es el mejor coche donde me haya montado nunca. No hacía ni ruido. Ernesto conducía como un auténtico loco. Nos llevó a un antro que se llamaba “El infierno azul” y que era una especie de discoteca. Al llegar allí, los porteros que le conocían le saludaron como si fuese su mejor amigo, y por eso no tuvimos problemas para entrar. La música era un poco fuerte para mi gusto. Rock duro, Heavy Metal y cosas así.
La entrada por la cual habíamos accedido estaba en un piso superior. Luego tenías que bajar por una rampa circular hasta abajo. Omar y Fayna parecían encantados y bajaron corriendo a mezclarse con la gente de la pista. A mí me parecieron más gentuza que otra cosa. Recuerdo que me quedé un rato contemplando el panorama desde arriba. Veía a la peña, flipando abajo y a mis amigos vampíricos también. Ernesto hablaba con mucha gente, pero no estaba lejos de mí. La verdad es que él no me pegaba en esa clase de lugares. Un intelectual como él... pero en fin. Supongo que una persona de su edad habría probado de todo, a esas alturas.
En un momento dado, mi profesor vino con otra persona y me la presentó. Era Eloy. Eloy era el típico peluquero homosexual. Fuimos los tres a un despacho de la disco cuya llave tenía en su poder mi profesor, no me preguntéis cómo. Supongo que el dueño se la habría dado. Yo que sé...
Dentro del despacho, había un baño muy mono y ahí me cortó el pelo el amigo. Luego volvimos a la pista no sin antes, el peluquero darme un beso en la mejilla de despedida. Al cabo de un rato, Ernesto me pidió que observara a esos pobres diablos. Refiriéndose claro, a la “peña” de la disco.
- ¿Crees que todos los que están aquí, merecen vivir? – preguntó repentinamente.
- Pues claro, tío. Todo el mundo lo merece.
- ¿De verás...? Mira Roy, ves aquel tipo del pelo largo, rizado y que tiene una chupa de cuero negro.
- Si. – contesté.
- Pues bien. Ese tío ha violado a dos chicas y vive de robar a los incautos que se cruzan por su camino. Ese miserable está vivo y opera a sus anchas. ¿Ves a aquel vestido de gris?... pues ese es un camello de alta categoría que vende drogas en los colegios a los niños. Puedo continuar toda la noche, diciéndote la clase de gentuza que hay aquí. Si el primero violara a Cathy ó el segundo le vendiera droga a tu hermano pequeño, ¿seguirías pensando que merecen vivir esos desgraciados?- me quedé pensando unos segundos mi respuesta.
- Probablemente, no– repliqué.
- A eso voy Roy. La justicia es darle a cada uno lo que se merece. ¿No fue eso lo que me dijiste? Yo no soy tan malvado como me quieres ver. De hecho... aquí casi todos son mucho peores que yo. No me cabe la menor duda.
Ernesto había encontrado por fin la manera de confundirme. La ambigüedad entre lo que está bien y lo que está mal. Todo era relativo... dependía de las gafas que utilizáramos para verlo. Observé con detenimiento a los dos hombres que me había indicado Ernesto, y realmente pensé que era injusto que pudieran obrar impunemente. Mi siguiente pensamiento fue captado por mi profesor casi instantáneamente.
- ¿Quieres que esta noche me alimente de ellos, Roy? – me preguntó- Lo cierto es que haría un gran favor a la humanidad, ¿no?
Yo no contesté. ¿Para qué? Había leído perfectamente mi pensamiento. Miraba al violador y me daba asco. Quería que muriera... quería que Ernesto hiciera... ¿justicia?
Pedí una cerveza en la barra y me observé en el espejo de enfrente. Estaba pálido como el mármol, pero al menos me gustaba mi nuevo corte de pelo. Me miraba mientras bebía y me preguntaba que extraño era todo. No acababa de creerme todo lo que me estaba ocurriendo. Permanecí unos minutos sólo, absorto en mis pensamientos. Cuando me cansé de observarme a mí mismo, comencé a mirar a la gente de mi alrededor.
La verdad es que las “pintas” de la gentuza de ese antro eran asquerosas. Tanto es así, que aunque Omar y Fayna parecían... lo que eran en realidad: dos muertos vivientes, nadie reparaba especialmente en ellos.
Busqué a mis amigos con la mirada. Vi a Omar bailando al lado de una chica con un cuerpazo impresionante y con un traje negro ceñido. Se notaba que ella estaba además de sudada... tremendamente colocada. Pensé “Pobre chica, ¿si supieras que es lo que es lo que tienes delante?” . Seguí buscando con la mirada hasta que encontré a Fayna. Ella bailaba como una loca. Parecía que estaba poseída. Un grupo de tíos la miraban y hablaban entre ellos. Nada delicado ni poético estarían diciendo seguro. Yo continuaba de espaldas a todos, y seguía contemplándolos a través de los espejos. Por cierto, eso de que los vampiros no se reflejan en los espejos es una solemne tontería. Observé que Fayna me miraba en ese momento y se me acercó.
- Eres un aburrido Roy – me comentó. Yo sonreí y asentí con la cabeza.
- Soy así, hija. ¿Qué le vamos a hacer?
- ¿Sabes Roy? Echo mucho de menos a Mirian. Echo mucho de menos a mucha gente, pero sobre todo a ella.
- Supongo cariño. Es tu mejor amiga. Yo os envidiaba mucho. Os llevabais tan bien. No te puedes imaginar lo difícil que es encontrar a una persona tan compatible con uno mismo. Pienso que la mayoría jamás la encontramos.
- Venga ya. Tú siempre has tenido muchos amigos.- me dijo Fayna.
- Lo importante no es la cantidad sino la calidad de los que tengas Fayna. Es otra de mis frases recurrentes.
- ¿Recuqué? – me preguntó, mientras los dos sonreíamos.
- La verdad es que me hacía mucha falta reírme.
- Pero tienes razón. Amigas como Mirian son difíciles de encontrar.- me contestó.
- Ella también te echaba mucho de menos. Estuvimos hablando antes de venirme con vosotros.
- ¿Y qué te dijo?
- Pues... que te había perdido a ti y que yo tuviese mucho cuidado porque no quería perderme a mí también. – A Fayna le conmovió lo que le dije. La expresión de su cara cambió. A ella todavía le quedaba alma, no como a los otros dos.
- Oye Fayna, tú no tienes el corazón tan oscuro como esos dos. Aún no, al menos. ¿Me ayudarías si pudieras?- le pregunté.
- Calla Roy. El puede oírnos. Nos mataría como quien aplasta a un mosquito. Tú no has visto con qué facilidad asesina cada noche. Es imparable.

En ese momento observamos como Ernesto se nos acercaba. A ambos se nos pusieron los pelos de punta. Yo me puse muy nervioso, pero Fayna reaccionó mejor. Me murmuró algo al oído ó mejor dicho, hizo como si lo hiciera y volvió a la pista de baile como si tal cosa.
Entre tanto, Ernesto se me acercó.
- Tu no eres de bailar, ¿eh? – me preguntó. Yo suspiré ante su pregunta totalmente irrelevante.
- La verdad es que no. –me reí, más falsamente que otra cosa.
- Ya veo.
- Oye Ernesto, ¿existen más seres como tú? – le pregunté de repente.
- Si. – contestó.

No pude continuar con mis preguntas porque, de repente, un bruto con pinta de camionero, con los brazos tatuados con llamas, una blusa recortada por los hombros y el pelo largo castaño y rizado me agarró el hombro izquierdo y me tiró de la butaca donde estaba sentado diciendo solamente: “ ¡Fuera! Este es mi sitio.
Yo, ante semejante bestia poco podía hacer. Menos mal que Ernesto intervino.
- Deberías tener mejores modales – le dijo Ernesto.
- ¿Si?, no me digas – y empezó a troncharse el gordo seboso.
- Pues sí, porque de no ser así, alguien podría hacerte daño – volvió a dirigirse a él.
El bruto se viró hacia Ernesto que estaba a su derecha y le propinó un empujón a mi mentor que le hizo retroceder algunos pasos. Me sorprendió mucho. Me di cuenta de que a pesar de su fuerza sobrehumana, en principio era tan vulnerable como una persona. Tenía que ser consciente de lo que hacía para que se produjera. Me explico... si Ernesto no quería que le movieses, no lo harías ni con un grúa. Sin embargo, si lo cogías desprevenido y le hacías un traspiés, iría al suelo como cualquiera. Tomé buena nota de ese detalle.
Continuando con el relato, me maravilló la frialdad de Ernesto, como siempre. Sonrió y sin perder la compostura, me miró y me dijo que nos marcháramos y le dejáramos el asiento a ese señor. Pese a todo el camionero, tenía ganas de jaleo y siguió “picando” a mi profesor.
- Pero, ¿no me ibas a hacer daño, gili****? – habló la educación en persona.
- Ya te lo has hecho tú mismo. Lo que ocurre es que aún no lo sabes – le contestó Ernesto.
Entonces el gigantón se fue hacia Ernesto otra vez, pero ahora, desafortunadamente para él, Ernesto había perdido la paciencia. Mi profesor, como si de un artista marcial se tratara le cogió un brazo, se lo retorció y le rompió el hueso del codo de un golpe. El pobre hombre gemía y se retorcía de dolor en el suelo.
Después del espectáculo gratuito, Ernesto me agarró de un brazo y salimos “pitando” de allí. Omar y Fayna pronto nos siguieron. Ellos se podían comunicar telepáticamente. ¡Que lujo!. Si se extendiera la técnica... adiós el negocio de los móviles.
Salimos del antro a toda ostia, como digo. A mi profesor le gustaba la discreción ante todo, y habíamos dado una lección esta noche de justo lo contrario. Nos metimos en el coche y comenzamos a esperar, aunque yo no sabía a qué. Estuvimos un buen rato... esperando. Los tres vampiros no hablaban. Quizás entre ellos si, ¿quién sabe?
Miraban a la puerta del pub sin apartar la mirada de allí ni un segundo. Parecían tres leones hambrientos. En ese momento supe a lo que esperaban. Ernesto, como si del mismo demonio se tratara, iba a cumplir mi deseo de eliminar al violador. Yo a pesar de todo, les dije que no lo hicieran
- Roy... alguien tiene que morir esta noche ¿quién mejor que esa escoria? – me contestó.
Yo permanecí mudo. Me sentía cómplice de un asesinato que se iba a cometer en unos instantes.
El desgraciado salió... por fin. Se encaminó hacia su moto. Una Harley. Arrancó y pasó delante de nosotros. Nos vio y nos dedicó una mirada furibunda. Le seguimos un par de kilómetros fuera de la ciudad, hasta que se decidió a parar y nosotros detrás de él. Estábamos en un lugar apartado. El contexto era perfecto para su fin.
El violador cogió una cadena que tenía en su moto y se encaminó hacia nosotros. Obviamente se había percatado que llevábamos un buen rato siguiéndolo, y ya se había hartado. Ernesto se bajó muy lentamente. Creo que disfrutaba muchísimo. Era todo tan cinematográfico.
- ¿ Quieres que te parta la cabeza? – gritó el violador.
- Inténtalo – contestó mi profesor.
El pobre miserable hizo el gesto para golpear a Ernesto, pero éste le paró con facilidad el brazo y con su otra mano, lo agarró del cuello como quien sujeta a un pelele y comenzó a alimentarse de él. Fayna y Omar salieron inmediatamente y le cogieron sus dos muñecas y empezaron a beber de él también. Fue un espectáculo monstruoso. Es un conjunto de imágenes que nunca se me han ido de la cabeza. No volví a murmurar una sola palabra hasta que llegamos a la casa.
Por el camino, la angustia me consumía. Por alguna razón pensé que seguramente la prueba que Ernesto me pondría no sería justa y que esa noche iba a ser la última de mi vida mortal. Por otra parte, mi parte ingenua, esperaba un milagro, y me veía triunfando y saliendo de mi prisión y volviendo a mi vida normal.
El cuerpo del desgraciado lo habían metido en el maletero. Lo llevaron a la parte trasera de la casa. Allí había un horno, dentro del garaje. Ernesto se deshacía así de sus víctimas. Me siguió sorprendiendo que nunca escuchase nada, ya que algo de ruido sí que hacía el fuego, la verdad. La respuesta es que la casa estaba totalmente insonorizada y yo no lo sabía.

Entramos en la casa y Ernesto me pidió que le acompañara a la habitación de la chimenea. Estábamos los dos solos. Mis amigos se habían retirado. Nos sentamos frente al fuego. Así lo quería él. Comenzó a hablarme.
- Tendrás que perdonarme tanto éxodo de... violencia esta noche. Quería que vieras la crudeza de lo que somos. Siempre he creído que hay que conocer y saber lo malo primeramente, ya que las cosas buenas vienen solas. Sin embargo, soy consciente de que tú ya tenías presente todo esto que te digo. De ahí tu rechazo a convertirte en uno de nosotros.
- Cierto. – contesté.
- Pero, ¿has pensado realmente en las ventajas, Roy?
- Claro que sí. Es tentador lo de vivir siempre. Pero el precio me parece demasiado alto. Yo no soy capaz de pagar ese precio, Ernesto.

Supongo que mis palabras terminaron de exasperarlo. Colocó el tablero de ajedrez en la mesa, como tantas veces y lo siguiente que me dijo me dejó helado.
- Imagínate que este tablero es tu vida, Roy. Las fichas son las decisiones que tomas durante ella. Unas acertadas y otras equivocadas. Tu objetivo es matar al rey contrario y defender la vida de tu rey, que al fin y al cabo... va a ser la tuya.
- ¿Perdona? – pregunté.
- Esta es la prueba, Roy. Si ganas podrás marcharte esta noche si lo deseas.
- ¡Joder!, eso no es justo, eres un cabrón. Sabes perfectamente que es imposible que te gane. He perdido antes de empezar.
- Sólo pierde el que abandona. Lucha Roy con todas tus fuerzas y quizás... sólo quizás... salgas de ésta.

Mi cuerpo temblaba de miedo nuevamente y mis ojos se me humedecieron de rabia, de impotencia. Le miré a los ojos y jugué con blancas. Antes le avisé que al menos fuera noble y no me leyera la mente durante la partida. Él dijo que nunca había hecho eso, y yo le creí.

La partida y mi angustia se prolongaron durante más de tres horas. Ralenticé muchísimo el juego, porque me pensaba cada movimiento como si me fuera la vida en ello. Bueno... es que me iba la vida en ello. El caso es que me desgasté mentalmente al máximo. Puse toda mi alma, todo mi corazón y toda mi inteligencia en esa maldita partida, pero a pesar de todos mis esfuerzos fui incapaz de vencer a Ernesto.

Sin embargo... él tampoco venció. A veces ocurre que lo que nos parece imposible, sucede, y lo que pensamos que es inevitable y tiene que suceder, como que el sol se ponga cada día... va y no ocurre. Eso fue lo que pasó esa noche. La partida terminó en empate... en tablas. Las tablas más deliciosas que nadie pueda tener. A mí me supieron a victoria y a él a derrota. Al terminar la partida, yo estaba eufórico, gritando, saltando y riendo. Él estaba muy serio y me dio la enhorabuena. Me miraba y no se creía que precisamente esa noche hubiese sido incapaz de vencerme. La verdad yo tampoco me lo creía. Se levantó de la mesa, sonrió como diciendo : “jodido cabronazo” y me dio las buenas noches. Me había salvado una vez más, pero ya notaba que la paciencia de mi captor se estaba agotando.
Sinceramente... de haber sabido lo que el futuro me deparaba, más me hubiese valido perder esa noche.
Última edición por DARTH VADER el Jue Dic 04, 2008 8:05 am, editado 1 vez en total.


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Bêcky
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Mensaje por Bêcky »

Muy buen capítulo!!! lo del jaque al pasto... me evocó algunos recuerdos :smt003
Por favor continua... :smt003


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DARTH VADER
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Mensaje por DARTH VADER »



CAPITULO VIII: "Vivir eternamente"



Cuando una persona buena y noble ha vivido a nuestro lado, no nos es nunca arrebatada completamente. Deja tras ella un vestigio luminoso semejante a esas estrellas apagadas que se ven desde la Tierra después de muchos siglos. (Carlyle).




Como os contaba en el capítulo anterior si hubiese sabido lo que me deparaba el futuro, sin dudarlo me hubiera convertido en un vampiro esa misma noche. Iluso de mí, aquella noche dormí como un angelito pensando que había ganado una dura batalla, pero ignorando que la guerra sólo se gana al final.
Tuve un precioso sueño. Por fin nada de pesadillas. En mi sueño me encontraba en unas rocas junto al mar. Era de noche por delante mía, y sin embargo, a mi espalda era de día. Alguien a quien no había visto nunca se me acercó por detrás. Era un chico alto y muy guapo. Era como yo me imagino a los ángeles del cielo. Venía sonriendo hacia mí. Parecía conocerme y yo a él. El extraño me habló:
- ¿Qué haces aquí Roy? ¿te pasa algo? ¿te encuentras mal?
- Me siento sólo – contesté.
- Has vivido una vida muy intensa y eso supone también que tus dichas hayan durado poco. – yo me quedé mirando a esa persona que me hablaba en un tono de voz tan cálido, tan relajante.
- ¿Por qué ha de durarme todo tan poco? No es justo. – insistí.
- Las estrellas más luminosas son también las que menos duran. Algún día Roy tendrás otra oportunidad. Siempre tenemos una segunda oportunidad para enmendar nuestros errores. Entonces volverás a este lugar, pero no vendrás sólo. Vendrás con esa persona que buscas en ese horizonte que observas y tu tristeza se convertirá en una sonrisa.

Desperté tras esa frase. Aquella mañana me desperté exultante. Me pegué mi grandioso desayuno consistente en los moldes de siempre y pensando que ya era un maestro de ajedrez ó casi. Me besaba a mí mismo.

De repente en medio de mi entusiasmo me fijé que al lado de la nevera, clavada en la pared , había una tacha y colgada en ella una cuerda con dos llaves. Me acerqué a ellas extrañado, y casi seguro de que nunca habían estado allí. Soy despistado pero no para tanto. Las cogí y me sentí como Eva en el jardín del Edén cuando sucumbe ante la serpiente y coge la manzana. En el relato bíblico, el demonio engaña a Eva diciéndole que si comía la fruta prohibida, no moriría como le había dicho Dios, sino que muy al contrario, se convertiría en una Diosa también, conocedora del bien y del mal. Precisamente, yo ya no distinguía lo que era correcto de lo que no lo era. Antes de cogerlas ya sabía que era lo que abrían esas llaves y recordé la advertencia de Ernesto de que no entrara en esas habitaciones bajo ningún pretexto. Supongo que la tentación fue superior a mí. Basta que te digan que no hagas una cosa bajo ninguna circunstancia para que las ganas de hacerlo se multipliquen infinitamente.
El caso es que las cogí, y mi corazón se aceleró. Fui como un poseso al otro ala de la casa, a comprobar si mis suposiciones eran correctas. Los perros iban detrás mía como siempre. Al llegar a la primera puerta me detuve por si los perros estaban enseñados para atacarme si me acercaba a ellas. Pero no... ellos estaban tan tranquilos. Abrí la primera puerta. Chirriaba la condenada como si hiciera un siglo que no se abría.
Una vez abierta no observé nada extraño... en principio. Era una habitación normal. De hecho era muy parecida a la mía. Tendréis que perdonar como siempre mi orfandad descriptiva, pero es algo que me aburre notablemente. Me llamó la atención las mesas de noche. En el lado izquierdo había una foto mía. Un retrato que yo me había hecho en un foto estudio de esos, hacía unos meses. Ernesto debió de haberla cogido de mi casa, pero... ¿con qué fin? Me encaminé hacia la otra mesa de noche y allí había otro retrato... supuestamente... era un retrato de Collette. Pensé de nuevo que mi profesor estaba totalmente obsesionado con ella. Salí de esa habitación y me encaminé hacia la otra. La otra era exactamente igual, pero los portarretratos estaban virados hacia la pared. No me gustó ese detalle. Me dirigí hacia el de la izquierda y le di la vuelta. Me quedé helado cuando vi quien era la de la foto. Era María . Era una foto suya que yo guardaba como oro en paño. Ese mamonazo se la había traído. Abrí uno de los cajones y encontré objetos de ella que yo siempre había guardado. Soy un fetichista, ó al menos lo era. Cogí entre mis dedos una cinta rosa que solía llevar María. Mi hermano pequeño se la había quitado un día para dármela a mí. Recuerdo que me la trajo y yo nunca se la devolví. ¿Qué tonterías, no? Sin embargo, para mí sus objetos me traen recuerdos. Recuerdos magníficos que no volverán. Veréis, yo estoy firmemente convencido de que los objetos personales nos cuentan cosas de sus poseedores. Y cuando sucede que los volvemos a encontrar después del tiempo, ocurre que nos vienen a la memoria una amalgama de sensaciones y un torbellino de sentimientos pasados. Son capaces de llevarnos de alguna manera a aquellos instantes que añoramos, que echamos de menos.

Corrí hacia la segunda foto y la miré mientras me quedaba sin respiración casi. La de la segunda foto era Cathy. De ella, también se había traído los objetos que yo guardaba. Cogí un llavero que ella me había regalado. Era de Snoopy y decía : “Pensando en ti”.
Me senté en el suelo con su foto contra mi pecho, rezándole a Dios que por favor ella estuviese bien. También pensé en María y le pedí al señor que me llevase con él de una vez por todas antes de permitir que a alguna de ellas les pasase algo malo. No sé cuanto tiempo estuve tumbado con la foto de mi niña contra el pecho. No pude evitar preocuparme y que alguna lágrima resbalara sobre mi cara. No recuerdo cuantos besos le di a la foto, pero fueron unos cuantos. Los perros comenzaron a lamerme las lágrimas de mi cara. Al final me habían cogido afecto después de todo.
Después de un rato en la habitación, me percaté que existía otra puerta en ella. Me encaminé hacia ella sin soltar el portarretrato de Cathy. Entré muy despacio. Era una habitación mucho más pequeña. Mis ojos se agrandaron al ver lo que vi. A un lado de la habitación, en un rincón, había un cuerpo sentado, apoyado junto a la pared. Estaba ensangrentado. Era mi amigo David.
Corrí hacia él. Agarré su rostro con mis manos. Él abrió los ojos. Estaba vivo.
- David, ¿qué ha pasado? – le pregunté angustiado.
- No lo sé – me contestaba lentamente. Apenas tenía fuerzas para hablar. Me contó que se había acercado esa noche a la casa. Le dio por acercarse a mirar y algo le golpeó con violencia a traición. No le había dado tiempo a reaccionar. Eso era lo último que recordaba. Se desvaneció ante mí. Yo pensé que mi amigo se moría en mis brazos. Sentí una presencia detrás mía. Me di la vuelta y allí estaba Ernesto a pesar de hallarnos en pleno día.
- ¡Eres un maldito cabrón! – Le grité y me abalancé contra él. Con un simple manotazo se deshizo de mí. Caí al suelo mareado y lo siguiente que recuerdo es que me hallaba en mi habitación. Junto a mí estaban las fotos de mis niñas.

Me dolía mucho la cabeza. Decidí no moverme de allí. Esperaría acontecimientos. Me imaginaba que mi profesor no tardaría en volver a visitarme. Me equivoqué. La verdad es que había perdido la delicadeza hasta conmigo. Es verdad eso que dicen que del amor al odio solo hay un paso. Creo que él, ya empezaba a detestarme.
Me pasé muchas horas pensando la razón de esas habitaciones cerradas y el porqué de las fotos. También en el pobre David . Creo que fue en esos momentos de tensión cuando me di cuenta al fin, que pasara lo que pasara... esta vez me iba a tocar perder quisiera o no. Todos estamos preparados para ganar, pero estar preparado para perder ... es privilegio de los fuertes.

El día transcurrió sin más, hasta que oscureció por fin. Me quedé sentado en mi cama con las dos fotos hasta que apareció mi anfitrión. Se acercó a mí muy lentamente. Yo tenía la mirada clavada en el suelo. Ernesto observó mi estado de abatimiento. Me había despertado exultante y ahora estaba apesadumbrado. Me puso una mano sobre mi hombro y entonces le hablé:
- ¿Qué significa esto? – le pregunté mientras le señalaba hacia las fotos.
- Sabía que no podrías resistir la tentación de entrar en las habitaciones, Roy.
- ¿Me vas a contestar? – insistí.
- Pues claro Roy. En una habitación están las fotos de Collette y la tuya, y en la otra, las fotos de las chicas que más quieres en esta vida. Creo que está muy claro la similitud, ¿no?
- Si, pero... ¿qué significa?, ¿por qué lo has hecho Ernesto? – pregunté angustiado.
- Verás... anoche después de nuestra partida, me puse a pensar mucho. Recordé las cuatro virtudes de las que hablan los clásicos y creo en mi humilde opinión que entre los dos las poseemos. Yo soy sabio y fuerte y tu posees la virtud de la templanza y la justicia. Sin duda un híbrido de ambos sería un ser muy peculiar. Pero no he sido capaz de convencerte para que te unas a mí. Entonces... he pensado en otra cosa – sonrió después de soltar semejante barbaridad y antes de continuar con su discurso- Pasaron unas horas hasta que se me ocurrió hacer una visita nocturna a tu casa y me traje las fotografías. Tu hermana tiene la malsana costumbre de dormir con la ventana abierta – después de decir esto sonrió nuevamente. Yo no pude contenerme más e intenté darle un puñetazo en el rostro. Sin embargo, me paró el golpe y me hizo mucho daño en el brazo. Lo siguiente que hizo fue empujarme hacia la cama. Me quedé tumbado con el dolor de mi brazo, el cual era insignificante comparado con el dolor de mi corazón.
- ¿Qué les has hecho? – grité desesperado, angustiado. Ya había llegado a mí límite por fin. Me había derrumbado y ya no tenía fuerzas para seguir luchando.
- Aún nada Roy. Cuando regresé de tu casa, me encontré con ese estúpido de David. La verdad es que aún no he decidido qué hacer con él. Por otra parte, no me interesa tu hermana, pero sí las otras. Cumpliré mi promesa y no te convertiré, ya que no quieres, pero si yo no puedo ser feliz, tú tampoco lo serás Roy. Esa será tu maldición eterna. Serás un penitente eterno al igual que Sísifo. Yo quería que fueses mi unigénito pero en vez de eso... bueno, tendrás lo que te has buscado, ni más ni menos.

De nuevo me volví loco y me fui a por él. Esta vez dejó que llegara a mi objetivo que no era otro que su cuello. Lo apreté con fuerza intentando estrangularlo, en vano por supuesto, ya que él no dejaba de sonreír mientras tanto. Así estuvimos... el impertérrito, inalterable, y yo con mis inútiles esfuerzos humanos por matarle. Al cabo de unos minutos, desistí agotado y caí de rodillas. Hundido... vencido.

- Te voy a dejar marchar como te había prometido. Esta misma noche te marcharás de esta casa por fin, Roy. Vivirás como un pésimo mortal todo el resto de tu vida, mientras yo viviré eternamente. Pero... me llevaré a una de ellas conmigo. Esta noche sufrirás doblemente porque no sabrás cual de las dos se viene conmigo. ¿Piensas que alguna de las dos renunciaría a la inmortalidad por ti? Eres un imbécil Roy.
- No puedes hacerme eso... te lo suplico – le rogué a alguien sin alma.
- Si puedo y lo voy a hacer. Sin embargo, te voy a dar una última oportunidad. Te dejaré salir antes que yo para que intentes avisarlas, salvarlas... quien sabe. Hasta ahora no te ha ido mal. Pero claro, podrías ir muy deprisa, llegar a un teléfono y esas cosas, y bueno, yo soy rápido, pero no para tanto.
- ¿Entonces? – pregunté algo esperanzado.
- Entonces te diezmaré un poquito. Quiero ver tu capacidad de resistencia, de sufrimiento. He pensado en...
Nada más terminar de decir eso, me golpeó en mi hombro izquierdo con tal furia que me produjo una enorme luxación. Cuando quise darme cuenta mi brazo colgaba. Mientras tanto y ante mi incredulidad ante lo que me había hecho, Ernesto sacó una moneda de madera de uno de sus bolsillos y prosiguió hablándome mientras yo me retorcía de dolor.
- Esto lo vi en una mala película, pero me gustó mucho esta escena. Lo que voy a hacer es lo siguiente. Voy a lanzar esta moneda al aire y el azar es quien va a determinar quien de las dos se viene conmigo a la eternidad.
Acto seguido la lanzó y salió cruz.
- Bueno, Roy ha salido cruz, pero que pena que tú no sepas cual de las dos es, ¿no?
No quise escuchar más las palabras de ese ser infernal y salí de la habitación, con una enorme fatiga que invadía cada fibra de mi ser, tras su golpe. Bajé las escaleras del segundo piso mientras me cruzaba con Omar y Fayna, a los cuales me pareció observar una mirada de pena hacia mí. Era una mirada de absoluta lástima diría yo. Fayna era consciente de lo que estaba pasando y sufría al verme de esa manera. Me abrazó y metió algo en uno de los bolsillos de mi pantalón. Yo en ese momento no supe lo que era. Mientras bajaba las escaleras Omar me soltó las palabras más dañinas que nunca jamás nadie me haya dicho.
- Mírate Roy. Das pena tío. Ella vendrá con nosotros y tú te quedarás sólo. Morirás sólo y nosotros viviremos para siempre. Eres un p*** gili****.
Aunque sus palabras me retorcieron las entrañas, no tenía tiempo de contestarle. Mi único pensamiento estaba en salir lo antes posible de esa casa e intentar salvar a mis niñas.
Cuando llegué a la puerta de salida a la calle, ésta se abrió repentinamente. Pude salir sin ningún impedimento. Sin embargo mi herida se iba enfriando y el dolor comenzaba a hacerse insoportable. Corrí lo más deprisa que pude. La noche era muy cerrada. Había muy poca luz y yo era incapaz de pisar firme. En mi cabeza solo pasaba la idea de llegar a un teléfono y avisarlas. Corrí y corrí, pero la casa estaba tan retirada de todo... Durante mi tránsito de angustia y dolor, no se me quitaban de la cabeza mis dos niñas. Nunca me perdonaría que les pudiese ocurrir algo. Anduve durante kilómetros, eso sí, cada vez más despacio, sin fuerzas e incapaz de aguantar tanto dolor. Llegué a una carretera por fin, y recordé que debía de haber una gasolinera por allí y consecuentemente un teléfono. Seguí avanzando en la oscuridad. Las gotas de mi sudor chocaban contra el suelo y el frío helaba mi menudo cuerpo. En un esfuerzo sobrehumano y casi arrastrándome ya, llegué al fin a la cabina, tan sólo para reparar en que no llevaba monedas y allí no había un alma. Fue patético. Agarré el teléfono y comencé a golpearlo. Nunca he dejado de pensar como quizás un par de monedas pudieron cambiar mi destino.
Me caí ya sin fuerzas, agarrado al maldito teléfono. Allí estaba yo tirado en medio de la nada mientras ese maldito se llevaba a...

Lo siguiente que recuerdo es que era de día ya, y estaba en un hospital. Me habían colocado el hombro en su sitio e inmovilizado el miembro para que no se me volviese a salir. Al parecer un trabajador de la gasolinera, me había encontrado tirado en el suelo cuando empezaba su turno y había llamado a una ambulancia. Era muy temprano a eso de las seis y media cuando recuperé la conciencia. Le supliqué al doctor que estaba conmigo que me dejara telefonear. El por supuesto no se negó. Llamé a casa de Cathy. Mis dedos temblaban mientras marcaba su número. Comencé a lagrimar, mientras oía los tonos del teléfono. Mi alma se desgarraba suplicándole a Dios escuchar su voz nuevamente. Al fin, su madre cogió el teléfono. Intentando parecer lo más sereno posible le dije que por favor me pasara con su hija que tenía que hablar con ella. Ella me echó una sonora bronca por llamar a esas horas, pero fue a llamarla ante mi insistencia. Pasaban los segundos... una tensa espera... un esperar de desolación. Y entonces... sucedió lo que me aterrorizaba creer. Cathy no estaba en casa y su madre no sabía lo que estaba pasando ni por qué yo, estaba llamándola a esas horas. Me preguntaba y me gritaba que donde estaba su hija. Y yo lo único que pude hacer en esos momentos fue colgarle el teléfono. Permanecí unos minutos inerte. La cabeza me daba vueltas y la respiración comenzaba a fallarme. Me eché mano al bolsillo para ver lo que había puesto en él Fayna. Eran las llaves de la casa de Ernesto. En ese momento decidí lo que iba a hacer. Iba a volver inmediatamente. Ahora era de día y Ernesto debía de estar descansando. Tenía que estar durmiendo. No había dormido el día anterior y debía de estar algo cansado. Al menos, pensar eso me otorgaba alguna esperanza.
Llamé a mi hermana y tras darle una serie de explicaciones incongruentes de lo que me había pasado, la convencí para que viniera a buscarme con el coche de su novio. Aparecieron, y tras preocuparse por mí les pedí que me dejaran en la gasolinera de la noche anterior. Le cogí dos garrafas que tenía Jorge, el novio de mi hermana, en el coche y las llené de gasolina. Después les pedí que me llevaran hasta la casa de Ernesto. Ellos flipaban claro, y discutían conmigo. Pensaban que me había vuelto majara, pero cualquiera me decía que no, a lo que decía, en el estado de crispación absoluto en el que me encontraba. Yo, la verdad... presentaba un aspecto lamentable y casi no podía sostenerme en pie. Supongo que parecía un maldito demente y encima con un hombro dislocado. No podía ser más lamentable. Jorge, medio alucinado accedió a llevarme una de las garrafas hasta la misma puerta de la casa. Le había cogido del coche su mechero. Luego les pedí que se marcharan que ahora vendrían a recogerme. Por supuesto, no me hacían caso y me decían que si había perdido la razón. Yo les grité que se largaran de una p*** vez. La verdad es que no estaba muy diplomático ni paciente en ese momento. Mi hermana se marchó llorando diciendo que iba a llamar a mis padres.
Lo cierto es que ya me daba del todo igual lo que sucediese. Tenía claro lo que iba a pasar en cuanto ellos se marcharan. Abrí la puerta con la llave que Fayna me había dado sin importarme en absoluto que los dos perros me destrozaran. La verdad es que pensaba que iba a morir de un momento a otro, pero sabéis qué... me importaba una mierda.

Sin embargo, no había rastro de los perros. Entré en la casa y estaba totalmente desierta. Volví a por la otra garrafa llena de gasolina. Sólo podía transportarlas de una en una. Mi plan era prenderle fuego a ese maldito demonio mientras dormía. Así de simple. No le iba a dar ninguna posibilidad. Pero, ¿dónde diablos dormían? Mi razonamiento fue muy simple. Tenían que estar bajo tierra ya que no estaban arriba ni en el primer piso. Sólo tenía que encontrar la entrada... sólo. De repente, algún Dios caprichoso, alguna ninfa juguetona, ó mi ángel de la guarda, ¿quién sabe?, hizo que lo supiera. Era tan evidente. Siempre lo fue.
Me encaminé hacia la dichosa estatua del bello demonio. Entendí porqué había observado aquellas marcas en el suelo, aquellas rozaduras. Observé las leves huellas en el suelo de su movimiento. Busqué alrededor de ella alguna clase de resorte. Busqué y rebusqué y cuando casi había perdido la esperanza lo encontré. Una de las uñas del pie izquierdo, concretamente la del dedo gordo era el botón que rodaba la dichosa estatua y me daba paso a la lúgubre cueva donde descansaban los vampiros.
Cogí una de las garrafas, rompí una silla del comedor para fabricarme una antorcha, con una de sus patas y con un trozo de cortina que rompí y até a su alrededor. La impregné de gasolina y con el mechero de Jorge la prendí. Con mi brazo maltrecho sujetaba la antorcha como buenamente podía, mientras que con el otro llevaba una de las garrafas. Entré en la cueva. No era muy grande. Mientras caminaba por el corredor en semipenumbra recordé mi primer sueño. Delante tenía el horror al cual me encaminaba sin remedio y detrás a mi familia, a mis amigos, a María incluso. Por supuesto continué hacia mi destino. Terminó el corredor y se ensanchó la cueva. Avancé hacia la derecha hasta que encontré... el primer ataúd. Me quedé paralizado. Tenía miedo, verdadero terror. Sin embargo me mentalicé que lo peor que podía pasarme ya, era morir y ya no me importaba. El ataúd tenía una ventana, como en mi otro sueño. Comprendí con el tiempo que todos mis sueños habían sido premonitorios. Por supuesto, como imaginareis, en el ataúd dormía Omar. No me lo pensé dos veces y vacié la garrafa de gasolina y le prendí fuego. No esperé ni un segundo y me fui a buscar la otra garrafa de gasolina que había dejado en el salón. Mientras marchaba pude escuchar los gritos de Omar mientras el fuego le consumía. Me di cuenta que no había sido buena idea empezar por él, pero ya era demasiado tarde para arrepentimientos.
Regresé con más gasolina y seguí explorando la cueva. No había ni rastro del cuerpo de Omar. Yo continué como alguien que ha perdido la razón y al cual sólo la muerte podía frenar.
De repente vi a los dos perros tumbados. Me llevé un buen susto. Sin embargo no se movían. Estaban muertos. Alguien les había roto el cuello. Había sido Fayna, claro. Ella se había convertido en mi aliada. Me dieron mucha pena después de todo. Seguí avanzando hasta que encontré mi objetivo. Allí estaba el ataúd de mi profesor. No me cabía la menor duda. Era ese. Mientras me acercaba hacia él, me parecía que me encontraba dentro de mi peor pesadilla. Una pesadilla de la que no podía despertar. Vacié la segunda garrafa y le prendí fuego. Permanecí cerca, rezando con que eso fuera suficiente para acabar con el maldito Ernesto. El fuego comenzó a propagarse peligrosamente. Retrocedí unos pasos y entonces tropecé con alguien... me viré como un resorte. Era Fayna. Estaba angustiada por el infierno en el que nos encontrábamos. Y entonces me lo dijo:
- Roy, ayúdame por favor.- como me sonaban sus palabras, Dios. - Hazlo. Mátame de una vez.
- No puedo Fayna. No puedo hacerlo. – le dije mientras escuchamos una voz que nos dejó a los dos petrificados.
- Yo si puedo.
Era Ernesto el que había hablado. Nos cogió a los dos por el cuello y nos levantó como a dos peluches.
- ¿Queréis morir? Pues voy a complaceros de una vez, pareja de patéticos seres. – nos dijo con toda la rabia de la que fue capaz.
- ¿Dónde está Cathy? – pregunté como pude.
- Pues probablemente ardiendo como Omar. Todo está ardiendo jodido cabrón. Bueno, todo no. Vosotros todavía no, pero eso va a cambiar en un momento – después de decir eso lanzó a Fayna hacia el fuego. Ella gritaba y me pedía ayuda como en mis sueños y al igual que en ellos yo era incapaz de salvarla. Acto seguido Ernesto se viró para llevarme hacia el otro lado en donde pensaba quemarme poco a poco.
- Vas a desear estar muerto antes de ver como tu cuerpo se deshace con el fuego. ¿No es eso lo que querías para mí Roy?
Me aproximó al fuego y cuando ya todo parecía inevitable, de repente Fayna surgió de la nada envuelta en llamas y lo empujó hacia las llamas a él. Cayeron en un agujero de fuego. Lo empujó al infierno, de donde nunca debió de haber salido. Ella me salvó la vida aunque quizás no lo mereciera. Se le cayó su cadena de oro a Ernesto. Me la llevé como trofeo. Todo ardía y yo salí como pude de ese infierno. Llegué hasta el corredor, sin fuerzas y doliéndome mi hombro de una forma bestial. Me dejé caer, me quedé tumbado. Pensaba que todos habían muerto. Incluso Cathy. Permanecí en el corredor, mientras las llamas poco a poco se acercaban a mí. Quería morir de una vez. Pero mi destino no era ese. Escuché una voz familiar que me hablaba y se acercaba a mí. Era David. Me agarró y me sacó fuera del infierno. Me arrastró hacia la vida. Él no había muerto, ni yo tampoco gracias a él. Supongo que de ahí le viene su fijación por ser bombero. Si lo consigue, seguro que será uno de los mejores.
Todo ardió... menos nosotros.

Ese día mis padres volvieron de Lanzarote muy preocupados por su hijo que aparentemente había perdido la cordura y le había prendido fuego a la casa de su profesor. David y yo, nos pasamos el día en comisaría hablando con policías y psicólogos que no podían ayudarme ni comprenderme. Nadie podía. Al final, y gracias a unas amistades de mi padre, no dormimos en la cárcel esa noche. Mis padres nos sacaron de allí. Mi madre estaba destrozada. No comprendía nada de nada. Su hijo Roy, el niño modelo, estaba totalmente desquiciado. Ella le echaba la culpa a que me habían dejado sólo y yo no estaba preparado para ello. Como una buena madre, se sentía culpable. Mis padres estaban enterados de las desapariciones de mis amigos e incluso los oí discutiendo con los padres de Cathy que me echaban la culpa a mí de todo lo que había pasado. Yo... la verdad no hablaba. Era como un vegetal. Era como un zombi, como un muerto viviente. Cuando llegamos a casa cené algo levemente y me fui a acostar. Me fui a derramar mas lágrimas en mis sábanas. Quizás después de todo, en cierto sentido era normal que todo el mundo me echase las culpas a mí de lo que había pasado. Yo mismo me echaba las culpas. ¿Qué no iban a hacer los demás?

Afortunadamente para mí, no se encontró ningún cadáver, salvo el de los perros, claro. Al parecer los vampiros no dejan rastro. Se esfuman, se desintegran... no lo sé. Se me acusó de pirómano y tuve muchos problemas con la justicia. De hecho, me convertí en el principal sospechoso de todo lo acontecido con mis amigos, junto con el desaparecido Ernesto del que nunca más se supo. Afortunadamente los testimonios de mis amigos supervivientes me ayudaron a que la policía poco a poco me fuera desestimando y creyendo que el “secuestrador” de adolescentes era mi profesor. Razonaron que yo en un arrebato de furia y pensando que efectivamente era él, el que tenía a mis amigos y a mi novia, pues le había prendido fuego a su casa. Además el testimonio de David fue fundamental. Él, por supuesto nunca se enteró de toda la verdad tampoco. La policía buscó a Ernesto hasta debajo de las piedras, pero anda que lo iban a encontrar. Sólo se me ocurre un lugar donde pudiesen encontrarle, y es sacando un billete para el infierno.

Tanto mis padres como mis hermanos me mimaban y me agobiaban para que les contase lo que había pasado. Pero quien iba a creerme. Acaso me creéis vosotros. Nadie me cree ni me creerá nunca. No os culpo. Yo tampoco os creería.

En cuanto a los síntomas que me produjo haber ingerido un poco de la sangre de Fayna, los he descubierto con el tiempo. Poco a poco mis colmillos han crecido y se han afilado preocupantemente. Envejezco mucho más lentamente que la mayoría de las personas y mis cambios físicos son tan ínfimos, que son prácticamente nulos, la verdad. Otra de las ventajas que me produjo su sangre es que soy capaz de aguantar el dolor mejor también que la mayoría de la gente. En cuanto al sol, me encanta aunque si he notado que mi piel a medida que pasa el tiempo también se vuelve más blanca.

Pero volviendo a nuestra historia, esa noche me acosté pronto, aunque no pude dormirme. No podía quitarme de la cabeza lo que había hecho. Los había matado a todos, incluido a Cathy. Era horrible. Yo era un ser horrible. Era peor que ninguno. No podía quitarme de la cabeza a mi niña. Sólo pensaba en ella. Ni siquiera pude despedirme. Darle un último beso. Decirle un último “ te quiero”, una última caricia, un último abrazo, una última mirada. Yo que tanto la amaba, la había asesinado. Que culpa tenía ella, después de todo. Me odiaba a mí mismo y no podía perdonarme. Comencé a pensar en quitarme la vida. Total... ya nada tenía sentido para mí. Recordaba las palabras del canalla de Ernesto cuando había dicho que ella y yo éramos una pareja de esas a las que la gente llama perfectas. En el escaso tiempo que pudimos convivir, la tolerancia, el respeto, la comprensión y el amor mutuo que existió entre nosotros no lo he vuelto a encontrar jamás.

Pasé varias horas mirando hacia el techo de mi habitación como un tarado. Durante mi insomnio, de repente, escuché ese sonido sutil en la ventana que había escuchado la noche que Ernesto vino a buscarme. Me levanté como un resorte y fui hacia la ventana de mi habitación y luego hacia el balcón. No vi ni observé nada extraño. Volví a la cama y me acosté de lado. Sólo podía dormir boca arriba y hacia un lado, debido a mi hombro. Cerré los ojos y entonces noté un aliento, una respiración en mi cuello. Viré mi cabeza y acostada junto a mí estaba... Cathy. Casi se me sale el corazón a través del pecho.
Ella sólo me miraba y yo a ella. Estaba tan majestuosa, tan guapa. Sus ojos ya no eran pardos. Eran muy verdes. Su tez muy pálida pero perfecta. Comenzaron a rodarme las últimas lágrimas que he soltado en mi vida. Ya no me queda ni una. Se me han gastado. Ella pasó su mano, sus dedos sobre mis lágrimas no dejando que se perdieran en el espacio, en el tiempo. Las retuvo en su mano y las lamió después. Me acarició el pelo mientras no retiraba su mirada de mis ojos negros. Entonces... por fin me habló:
- Roy... no tienes por qué morir. Puedes venir conmigo. – cómo retumbaron esas palabras en mi cabeza y cómo siguen haciéndolo aún hoy en día. Tardé en contestarle, pero al final salieron palabras de mi boca.
- Si hiciera eso cariño... qué sentido tendrían las muertes que he causado. Habría asesinado a mis amigos por nada. Los habría traicionado y a mí mismo también.
- Roy, ¿acaso ya no me quieres?- su pregunta me apuñalaba.
- Te adoro Cathy. Te quiero más que a mí mismo. Estoy muerto sin ti.
- Entonces... no me dejes sola, no me abandones a esta oscuridad.
- ¿Me estás pidiendo que me convierta en un vampiro y que cada noche asesine a alguien para poder vivir yo por siempre?- pregunté.
- No. Te pido que vengas conmigo, ya que dices que me quieres. ¿Por qué no me contaste lo que pasaba? No has sido justo conmigo.

- Cariño, quería protegerte. Me había amenazado con hacerte daño si te lo contaba. Además, ya has conseguido lo que querías... eres inmortal, ¿no es eso lo que querías?

- De nuevo eres injusto. Yo no he podido elegir. A ti, si te dio esa oportunidad. A los demás no.

- Perdona Cathy. Tienes razón. – encima me cabreaba con ella.

Me abracé a ella, con mi único brazo sano. Estaba helada. Toqué su pelo y le di un beso en sus gélidos labios.
- Roy, cariño, ven conmigo por favor. No seas cabezota. – volvió a hablarme.
- No puedo Cathy. Pienso en Omar, en Fayna. Se lo debo a ellos.
- Roy si no vienes conmigo esta noche, nunca más tendrás otra oportunidad. Desapareceré de tu vida para siempre.
- No puedo hacer lo que me pides. – le contesté con todo el dolor de mi alma. ¿Alguna vez habéis pronunciado palabras que debéis decir, pero que en realidad no queréis decirlas en absoluto? Palabras que querríais que se convirtieran en todo lo contrario... Que un nunca fuese un ojalá, que un imposible sea un por supuesto, que dos corazones sean uno solo...

- Entonces me marcho Roy. – contestó, partiéndome el corazón.
- Antes de que te vayas Cathy... quería decirte que siempre te querré y que nunca seré capaz de volver a querer a nadie como a ti. – nunca en todo el resto de mi vida he pronunciado algo tan sincero como estas palabras que le dije.
Después de oír mis palabras se levantó, pero antes de irse volvió a mirarme y pude ver como sus bonitos ojos estaban aguados.
- Yo nunca te olvidaré Roy. Tú has sido lo mejor que me ha pasado en mi corta vida. Pase el tiempo que pase, jamás te olvidaré.

Dijo eso, me dio un último beso muy lentamente... y se marchó... Se marchó además llevándose el latir de mi corazón, el brillo de mi alma. Han transcurrido muchos años desde esa última noche. Desde entonces estoy vacío. Soy incapaz de sentir amor por otra persona. Al menos, no como lo sentía antes. María, nunca supo lo cerca que estuvo de protagonizar esta historia. La suerte, el azar, el destino, llamémosle como queramos, estuvo de su parte. Nunca volví con ella. Casi inmediatamente a estos trágicos acontecimientos, ella empezó a salir con otro chico y pasé a ser sólo un recuerdo. Mientras tanto, yo me sumí en una enorme depresión. A pesar de todo, sorprendí a propios y extraños, incluido a mí mismo, y terminé el COU ese año. No en vano estudié e indagué mucho en casa de Ernesto. Lo que puede llegar a hacer el aburrimiento. Así estuve durante mucho tiempo. Yo y mi barco a Venus, como dice esa canción de Mecano.

Pasó algún tiempo y comencé a salir con otras chicas, pero siempre esperaba de ellas que se parecieran a Cathy. Así que mis relaciones eran muy efímeras. Terminaban dejándome, o yo a ellas. Lo cierto es que en lo más profundo de mi alma... anhelo que algún día ella vuelva a por mí. Duermo con la ventana abierta con la esperanza de que alguna noche se me vuelva a aparecer. Que me susurre al oído que todavía me quiere, que no puede vivir sin mí y que por eso ha venido a buscarme. La echo tanto de menos...
Con su marcha mis nubes se desvanecieron en el aire, mi cielo se me cayó a trocitos, mis estrellas dejaron de brillar, mis sueños se desparramaron por el suelo. Ella se llevó lo único bueno que me quedaba ya, y era el amor que le procesaba. Un amor tan grande como el mar. Para mí ya nada es igual, ni siquiera el sol brilla como antes. Con su marcha mi vida se acabó. Sólo quedó la tristeza. De hecho, estoy empapado de ella, de nostalgia y añoranza de sus besos de niña que nunca volverán. Me desterraron y condenaron a vivir al Este del Edén. Permanezco vivo, pero es como si estuviera muerto... en vida.


“ No hay tiempo para nosotros
no hay lugar para nosotros
¿qué es esto que construye nuestros sueños
pero que igual se nos escapa?
¿Quién quiere vivir eternamente?
No hay oportunidad para nosotros.
Ya todo está decidido
Y el mundo nos depara
Un solo momento dulce
¿Quién osa amar eternamente?
¿Cuándo debe morir el amor?
Pero toca mis lágrimas con tus labios
Toca mi mundo con la punta de tus dedos
Y tendremos la eternidad
Y podremos amarnos eternamente
La eternidad es nuestro presente.
De todas formas... ¿quién espera eternamente?”


Traducción parcial de la letra de la canción:
Who wants to live forever del grupo Queen


THE END
Última edición por DARTH VADER el Mar Ene 06, 2009 1:34 pm, editado 2 veces en total.


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-”Nunca olvides qué eres porque desde luego el mundo no lo va a olvidar. Conviértelo en tu mejor arma, así nunca será tu punto débil” (Tyrion Lannister).

melymely
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Mensajes: 1993
Registrado: Vie Sep 01, 2006 10:12 pm
Ubicación: Perdida entre un mar de gente.....

Mensaje por melymely »

Weno mis felicitaciones por tu historia, en conjunto está muy bien escrita y de forma que te picas a leer...y decir q me ha encantado!!!!!!
Gracias por ofrecérnosla!!!!!



Bêcky
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Mensajes: 1806
Registrado: Lun Sep 11, 2006 7:56 pm
Ubicación: México

Mensaje por Bêcky »

ay hasta lloré y todo :smt010 :smt010 :smt010
Te felicito, muy buena historia :smt002
Espero leer alguna otra obra tuya Darth!! :smt006


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ancksunamun
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Mensajes: 2307
Registrado: Mar Oct 17, 2006 9:57 pm

Mensaje por ancksunamun »

Es una historia preciosa, pero muy muy triste. Me uno a Bêcky, me has hecho llorar... mucho.

Gracias por compartirla.



DARTH VADER
Metrópolis
Metrópolis
Mensajes: 4265
Registrado: Sab Ago 19, 2006 7:27 pm
Ubicación: En Desembarco del Rey...por fin

Mensaje por DARTH VADER »

Gracias a vosotras por haberla leído :smt002 :smt006


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-”Nunca olvides qué eres porque desde luego el mundo no lo va a olvidar. Conviértelo en tu mejor arma, así nunca será tu punto débil” (Tyrion Lannister).

Bêcky
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Mensajes: 1806
Registrado: Lun Sep 11, 2006 7:56 pm
Ubicación: México

Mensaje por Bêcky »

No tienes por que agradecerlo :smt003 , es un placer y un privilegio :smt003
Bueno basta de hacer la pelota... :smt005 :smt005
Me acabo de acordar de los videos que posteó huesi de "pregunta a Vader" :smt005 :smt005 y yo tengo una pregunta para nuestro Vader particular, el único y original :smt005 :smt005

"Señor Vader, señor Vader, ¿nos dará alguna otra lección sobre el lado oscuro para que los alumnos avancemos en maldad? :smt077 :smt077 "

:smt005 :smt005 :smt005 :smt005


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