Gabriel Silverman había conseguido lo imposible. Entrar en el Parc Güell de Barcelona y no encontrarse a nadie. Ni turistas, ni guías, ni hippies hambrientos tocando la guitarra... nadie. Solo las cotorras y las palomas que compartían los pequeños fragmentos de bocatas que se encontraban en el suelo. Los pasos de Silverman no asustaban a los animales, que paseaban con total normalidad. Una paloma aterrizó en el hombro de Gabriel, que caminó hacia las enormes columnas que daban paso al monumento más conocido del parque.
El dragón estirado en medio de las escaleras que daban al patio. Su multitud de colores hizo que Silverman no pudiera evitar tocarlo. Notó que su tacto le hacía venir a la cabeza imágenes de una criatura mitológica nacida del miedo de los hombres. El arrullo de la paloma empezó a ser más molesto. Fue cuando el celular de Gabriel sonó. El animal se asustó y huyó.
—¿Qué pasa, Julian? —dijo Silverman descolgando.
—Vaya, cómo me ha costado localizarte…
—Ya, bueno, estoy un poco lejos…
—Escucha, Kara se ha largado.... creo que a Nueva York... es...es... actuaba de una forma muy extraña. No era ella...
—¿Qué? Vale, tranquilo, Julian. ¿Crees que es por lo que le ha hecho Bartowsky?
—No lo sé, es posible, habló de liberar las inhibiciones emocionales… pudo ser eso. Kara me dijo que iba a ver a Roy Harper y yo...
Al escuchar ese nombre, Gabriel se sobresaltó.
—Vale, donde quiera que esté Kara, voy a encontrarla. No te preocupes —dijo Gabriel colgando.
Acarició por última vez el dragón y se transportó a su universo, lleno de imágenes y símbolos. Pero algo fue mal, no terminó de entrar completamente en el universo. Algo se lo impedía. Alguien estaba agarrando su brazo y se lo llevaba al exterior. Gabriel no pudo hacer nada. Había vuelto al parque. Entonces reconoció al monstruo que terminó con Damned en un abrir y cerrar de ojos. Estaba enfrente de él con una mirada amenazante y de odio.
—Yo te conozco —intentó articular Silverman—. Eres...
—¡Multikill!
Todas las aves del parque alzaron su vuelo. Un vórtice se abrió en medio de la nada, creando un universo muy oscuro, casi completamente negro. Era el universo de Multikill.
Gabriel flotaba en aquel lugar, intentando dominar el sitio, pero sólo Multikill podía hacerlo. Este se acercó al oído de Silverman.
—Multikill 2... Freaks 0.
Entonces una multitud de símbolos aparecieron de la nada, atacando a Gabriel mientras Multikill regresaba lentamente a los laboratorios.
Música:
Good Charlotte - I just wanna live
Kara localizó el edificio de las empresas Queen de Nueva York con la intención de conseguir la dirección del perfecto amante que quería Kara y que podría ser perfectamente su primer amor: Roy Harper.
No logró esperar a que las puertas electromagnéticas se abrieran solas y entró por el largo pasillo donde se encontró con recepción. Nadie la vio, por suerte.
Tocó el timbre hasta que un hombre salió desde el interior. Iba vestido de uniforme y las entradas de su pelo eran notables. Unas enormes gafas hacían contraste con la barba negra que llevaba.
—¿En que puedo ayudarla?
Aquel hombre prestó mucha atención al cuerpo y a la vestimenta de Kara. Se le salían los ojos.
—Busco a un empleado. Su dirección... ¿Puede facilitármela? —dijo Kara acercándose al empleado y jugando con su corbata sensualmente.
El empleado se rió atontado y volvió al interior del despacho. Mientras, unos hombres vestidos de traje salían del edificio. Kara pudo escuchar gracias a su superoído lo que decían.
—Dios mío... ¡Qué buena que está!
—Calla, Jim... es una niña.
—Pues cómo crecen las niñas... ¡Y qué culo! ¿Te... te la imaginas en bikini?
El acompañante se giró.
—Joder...
—¿Ves? Ésas sólo salen en las revistas. No se ven muy a menudo.
—Pero sigo diciendo... que es una niña, Jim.
—Eso lo dices para calmar tu consciencia.
Los dos hombres salieron del edificio. Kara no pudo contener una carcajada, cuando el empleado llegó.
—He encontrado la dirección, vive cerca de Mannhatan, en la calle Adams número 41, sexto tercera.
—Muchas gracias —dijo Kara sensual. Volvió a jugar con la corbata del empleado y se acercó peligrosamente a sus labios. Aquel hombre estaba viviendo su propio cielo cuando cerró los ojos. El beso no llegó. Dejó de sentir la fuerza de la chica en su corbata y una fuerte brisa levantó su cabello. Cuando volvió a abrir los ojos, la chica... ya no estaba.
Multikill regresó a los laboratorios donde vivía. Se encontró con Lionel Luthor y Bruno Mannheim en su propio cuarto.
—¿Qué has estado haciendo, MK? —preguntó Mannheim enfadado.
—Encargarme de otro freak. Gabriel Silverman —dijo Multikill asintiendo.
Lionel Luthor frunció las cejas. Pensó en que quizás siempre había habido más de un Silverman.
—¿Seguía vivo?¿Lo has matado?
—No volverá a molestar. Puede considerarlo muerto, señor Luthor.
—MK —dijo Mannheim—, dedícate a seguir las órdenes que te damos el señor Luthor y yo. No quiero que vuelva a ocurrir un incidente de este tipo, aunque termines con todos los freaks de meteorito del mundo. No te lo voy a consentir.
—¡Tenía mi poder! —Exclamó Multikill desesperado. Últimamente los cambios de humor eran frecuentes en él.
—Aunque seas el mejor... yo te controlaré —dijo Mannheim— . Siempre fue así. Seguiremos así.
—Mannheim, espero que no se repita este incidente. Haz lo posible para controlarlo —dijo Lionel saliendo de la habitación. Multikill miraba como se iba.
—¿Qué voy a hacer contigo? —dijo Mannheim caminando alrededor de Multikill—. Puedo… ¿Electrocutarte? ¿Pegarte? ¿Torturarte? Dime, MK... ¿Qué te puede hacer daño? Algo... emocional, quizás.
Multikill miraba con resignación a su jefe.
—He aprendido la lección.
—Desde luego —dijo Mannheim deteniéndose—. ¿Quién ha dicho que no? Pero... vamos a reforzar la acción para crear... el hábito de seguir las órdenes de tus superiores, aun cuando pase algún tiempo desde la última orden... Cada vez que no nos obedezcas... alguien que te importa va a morir. ¿Quién quieres que muera?
—¡Nadie! —Multikill volvió a gritar. Su voz resonó por toda la habitación.
—Nadie... interesante —Mannheim volvió a emprender sus pasos—. Pero mataste a... Gabriel Silverman, según tú. Multikill, sé quiénes son las personas que te importan, y pueden morir, por accidentes... quizás. O mejor, los matarás tu.
—Yo nunca mataré a...
—¿Ah, no? ¿No sabes que obedecerás a mis órdenes sean las que sea? ¿Sí o no? Lo sabes. ¿Quieres una prueba?
Hubo un silencio. Mannheim repasó en su mente una lista de personas de las cuales quería deshacerse…
—Mata a mi padre, ya sabes quién es —dijo Mannheim.
Multikill desapareció y volvió en pocos segundos. Iba manchado de sangre.
—Ni te has retrasado un segundo en cumplir mi orden. ¿Quieres otra prueba? Si te digo que matas a alguien lo haces. No lo puedes controlar —Mannheim acercó su aliento al oído de Multikill—. Cada orden que te de... tú vas a cumplirla. No importan los modos, lo harás, para eso te hemos hecho así, para obedecernos. Yo soy el amo. Tú eres el esclavo.
Roy Harper se desabrochaba la corbata después de un duro día de trabajo, camuflado, ayudando a Oliver Queen. Al abrir la puerta de su piso notó que alguien había forzado el paño. Alertado, entró en el interior esperando encontrar unos posibles ladrones.
No oía nada. Aparentemente, todo estaba en orden. Sus maletas seguían en la sala de estar, aún por abrir. Entonces ¿Quién forzó el paño? Intento relajarse, se quitó la chaqueta y la tiró al sofá. Buscó el mando para encender la tele, pero no lo encontraba.
—¿Buscas esto? —dijo Kara desde la habitación de Roy.
Roy se giró sobresaltado. Detrás, se encontraba Kara apoyada en la puerta de su dormitorio. Sólo iba vestida por una camisa roja de Roy que casi llegaba hasta sus rodillas. Roy se levantó del sofá.
—¡¿Kara?!
—Hola... Roy —dijo Kara tirándole el mando con una sonrisa.
—¿Qué... haces aquí? ¿Me seguiste?
—Es que no podía vivir sin ti, Roy —Kara se acercó a Harper. Puso sus manos en el pecho del chico—. Te echaba de menos.
Roy no se creía lo que estaba pasando.
—Y... ¿Y Julian?
—¿Julian? —repitió Kara haciendo una mueca—. ¿Quién es ese?
La chica llevó a Roy hasta su cuarto.
—Kara... espera.
—Te quiero, Roy —dijo Kara besándole. Después de alejar sus labios, susurró al oído de Harper—. Hazme el amor.
Roy capturó a Kara con sus brazos mientras la besaba y la llevó dentro de su habitación donde la recostó en la cama. Kara seguía con su sonrisa picarona.
La chica volvió a besar a Roy, le quitó la camisa y se puso debajo de él mientras que Harper repasaba sensualmente los muslos de Kara hasta que ella empezó a desabrocharse la camisa. Fue cuando Roy la ayudó. Rompió la camisa, dejándola completamente desnuda.
Ella se acomodó debajo mientras Roy olía todo el cuerpo de Kara. Al llegar al cuello, se fijo en los ojos antes azules de Kara, ahora rojizos, que parecían irritados. Entonces vio que llevaba unas lentillas de color.
—Bonito color de lentillas —susurró él.
—Me ayudan a ver, pero me hacen un poco de daño.
—Quítatelas.
—No veré nada.
—Pero no sentirás ese dolor mientras…
No acabó la frase. Ella hizo ademán de quitárselas y él le tendió un recipiente donde dejarlas.
Al instante, Kara dejó de actuar y abrió bien los ojos. Ya no veía nada, pero se daba cuenta de lo que estaba pasando. Lo primero que hizo fue taparse con la manta de la cama de Roy.
—Roy... ¿Puedes pasarme mi ropa?
Harper no entendió la actitud de Kara. Sabía que las chicas eran raras, pero no tanto.
—Claro —dijo Roy acercándole su escasa ropa.
—Oh, Dios —susurró Kara, no se había acordado de eso—. ¿Llevaba esto? —dijo Kara tanteando su minifalda y su top.
La chica se ocultó en el interior de la manta con la ropa. Después de unos segundos salió vestida bajo la atenta mirada incrédula de Roy Harper.
—Kara... ¿Te ocurre algo?
—Debo irme —dijo Kara levantándose de la cama de Roy y dirigiéndose a la puerta a ciegas. No veía, pero recordaba perfectamente la disposición de todo.
Harper capturó el brazo de la chica.
—Kara, ¿qué pasa? ¿Hice algo que no te gustó o...?
—No tenía que haber venido. Lo siento, Roy —fue entonces cuando Kara se volvió a fijar con su visión de rayos X. Seguía viendo perfectamente de esa forma, pero era muy extraño ver sólo así.
Kara dio un portazo y salió a supervelocidad hacia Grandville. Roy Harper abrió la puerta detrás de la chica. Pero ya no estaba.
—Kara... me debes… una explicación —dijo Roy mirando el recipiente con las lentillas.