Recuerdo cierta día en el instituto en el que el profesor de religión nos repartió un texto. El texto versaba sobre los motivos que esgrimía un "Objetor de conciencia" para librarse de hacer la "mili", que por aquellos tiempos era obligatoria.
Después de leer el texto nos pidió que le dijésemos en voz alta, lo que opinábamos sobre el individuo en cuestión. Hubo opiniones para todos los gustos, claro. El caso es que me pidió mi opinión, y yo, ni corto ni perezoso, me dispuse a poner a parir al objetor. Alegué, a grosso modo, que el tipo era un cobarde y un caradura que lo único que pretendía era no pisar un cuartel. Eso sí, lo dije a mi manera, y provoqué rotundas carcajadas entre mis compañeros de clase.
Cuando acabó la clase, y el profesor había recogido sus cosas y tal, y ya se iba, soltó como el que no quiere la cosa, que el autor del texto había sido él. Eso sí, dedicándome una mirada sospechosa acompañada de una sonrisa maligna

TIERRA TRÁGAME, pensé yo.