GRANDVILLE - Segunda Temporada [Fan-Fic]
Publicado: Mar Nov 25, 2008 5:01 pm
GRANDVILLE: Segunda Temporada
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"Nuestros corazones guían lo que nuestras mentes dirigen para que nuestras manos escriban"
Equipo Grandville
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"Nuestros corazones guían lo que nuestras mentes dirigen para que nuestras manos escriban"
Equipo Grandville
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Grandville 2x01:El Funeral
Tres meses después...
Kara se despertó sobresaltada. En su cabeza todavía revoloteaban las imágenes de una pesadilla reciente. Dos lágrimas corrían por sus mejillas. No sabía si ya había empezado a llorar en sueños o justo al despertarse mientras recordaba qué día era.
Mientras se incorporaba alguien llamó a su puerta. Kara se limito a mirar la puerta esperando que quien fuese entrase sin siquiera contestar. Willy entró tímidamente en la habitación de su hermana, se sentó al borde de la cama. No se dijeron nada porque sus miradas lo decían todo. A Willy también se le escapaban las lágrimas. Al final los dos bajaron la cabeza mientras lloraban en silencio por Julian.
El silencio entre los hermanos se prolongó hasta que Kara lo rompió.
—Me cambio enseguida —susurró.
—Yo… te espero abajo —a su hermano se le quebró la voz.
Kara asintió lentamente mientras Willy abandonaba el cuarto. Comenzó a vestirse en silencio y despacio sin dejar de llorar. Intentó serenarse sin mucho éxito para enfrentarse a sus padres y su hermano al bajar las escaleras. Al llegar junto a ellos, William le puso un brazo en el hombro. Pero no dijo nada.
Desayunaron sin decirse nada unos a otros, aunque Kara no probó bocado. En cuanto acabaron los demás ella volvió a subir a su cuarto corriendo. Detestaba que la viesen llorar de ese modo.
—Kara... —empezó William. Pero ella ya se había ido. Subió tras ella. Al llegar arriba todavía no sabía qué iba a decir al entrar. Aún así llamó a la puerta y entró. Kara estaba sentada sobre la cama abrazándose las rodillas, levantó la cabeza mientras William se acercaba y se abrazó a su padre sin necesidad de decir nada, pues no había nada que decir ante algo como lo que había ocurrido.
Willy se quedó con su madre, pero ella estaba concentrada en recoger lo que Kara había dejado en la mesa. El chico se acercó al fregadero para ayudarla, pero se distrajo al ver el periódico que contenía la mala noticia por la que estaban tristes. Miró el artículo brevemente:
ENCUENTRAN EL CADÁVER DEL MENOR DESAPARECIDO EN GRANDVILLE, JULIAN STANOPEN
“Hacía tres meses que la policía buscaba al joven de quince años Julian Stanopen, hijo de un empleado de la LuthorCorp, Daniel Stanopen. El cadáver fue encontrado cerca de la carretera Metropolis-Edge City. Un vecino de Edge City encontró el cuerpo sin vida en un descampado. Rápidamente, llamó a la policía, que identificó el cadáver, con claros signos de descomposición. Según los forenses, el joven murió hace tan solo dos semanas, habiendo sido víctima de tratos violentos; la policía no descarta la posibilidad de secuestro. El cuerpo policial de Metropolis sigue buscando al padre, Daniel Stanopen, también desaparecido…”
Willy pensó que era extraño que Daniel desapareciera poco antes de encontrarse el cuerpo de su hijo… Quizás… se enterase de quién era el culpable de la desaparición.
Como él no se había hecho cargo del funeral, ahora lo estaban haciendo los Davidson y otras familias de Grandville.
Media docena de hombres entraron en el despacho de Lionel Luthor.
—¿Y bien? —dijo Lionel desde su silla.
—Hemos hablado con los abogados del Banco General de Metropolis. Ya cerramos el acuerdo.
—Entonces... ¿Todo está resuelto? —dijo Lionel.
—Como usted dijo, al banco tampoco le interesa que se sepa que una sola persona entró a robar allí, al igual que a usted.
—Está claro que no quiero eso. Imagínense los periódicos: Una joven roba en el despacho de Lionel Luthor, la caja fuerte del Banco General y... qué más… —dijo Lionel riéndose.
—Todo solucionado, señor.
—Bien, ya os pasaré los cheques mañana, ahora retírense.
Aquellos hombres se retiraron y entró otro hombre, aproximadamente de la misma edad de Lionel.
—Hombre, Lionel... parece que hoy tienes visitas.
—¿Qué haces tú por aquí? ¿Cómo es que no me avisaron que estabas aquí?
—Yo también me alegro de verte, amigo —la voz del hombre sonó demasiado sarcástica para el gusto de Luthor—.Traigo los últimos informes de Belle Reeve, muy interesantes… tienes que controlar a tus hombres, sino, luego se te escapan. Mira a Trent... o a la señorita Goldsmith...
—Goldsmith iba por libre…. Ya sabes la salida —dijo Lionel tajante.
—Ah... Lionel —dijo aquel hombre tomando asiento—. ¿Cómo llevas tu investigación acerca del gen del envejecimiento?
Lionel contestó después de unos cuantos segundos, cuando los dos hombres cruzaron las miradas.
—Está en proceso, aún no hay resultados.
—Ya... Oye ¿No te parece que te lo pensaste muy poco? Destinar tu dinero para esta investigación…
—¿Por qué lo dices?
—Vamos Lionel... está muy bien que quieras vivir más, pero no eres el tipo de hombre que muere de viejo.
Hubo un silencio.
—Y ya sabes a lo que me refiero —continuó el hombre.
—Tengo las espaldas cubiertas, no te preocupes.
—Pues mantenlas vigiladas, Lionel.
—Esto… Morgan… —dijo Luthor mientras el hombre se iba, el otro se detuvo y lo miró—. No vuelvas por aquí.
El hombre se largó. Lionel se levantó y miró en su caja fuerte. Sonrió fríamente.
Durante el funeral, Kara no dijo nada. Todos los demás intentaban hablar con ella, pero ni siquiera sus padres lograban sacarle una palabra. Al finalizar la ceremonia, Kara se quedó sola allí, mirando a través de la tierra el féretro que contenía el cuerpo de alguien a quien ella había querido tanto en tan poco tiempo...
Sin darse cuenta de cuándo aparecieron, la chica vio dos sombras al lado de la suya. No miró a las personas que acababan de llegar. Pero fueron capaces de hacerla hablar. Aunque con un tono ofensivo.
—¿Qué hacéis aquí? —dijo Kara manteniéndose serena—. Es un insulto que existáis… que estéis aquí es…
No pudo seguir.
—Estamos muy poco contentos —susurró una chica a su oído.
—Stanopen era nuestro —dijo el muchacho que la acompañaba—. ¿Ahora de quién nos vengaremos? Jess, ¿de quién?
—¿De ella? —contestó Jessica Goldsmith.
—No exactamente —La voz de Trent denotaba demasiada confianza.
Kara no dijo nada. Estaba demasiado indignada para hacerlo.
—Es una pena que alguien se haya cargado a Julian antes que nosotros, Trent —El tono de ambos era cada vez más burlón—. Dinos, Kara… no habrás sido tú, ¿no?
Los claros ojos de Kara se iluminaron más y más. Trent se sorprendió. A Jess le trajo malos recuerdos.
—La primera vez fallé, Jess —susurró Kara—. Tengo un poder muy destructor… entonces no lo sabía. Ahora podré apuntar más a la izquierda… hacia el corazón.
Kara retrocedió y se fue a paso lento hacia su casa.
Trent la miró hasta que la perdió de vista. Entonces se dirigió a Jess.
—¿Qué fue eso?
—El ataque del que te hablé… el que me dejó KO la primera vez… es ése, puede quemar con los ojos. Creo que ahora controla la habilidad.
—Ahora eso… no importa. Vamos, tenemos una reunión a la que asistir, Jess.
El sol se ocultaba y había que ordenar el garaje. Su esposa ya le había dicho que en breve tendría preparada la cena. Empezó a recoger las herramientas con las que había estado arreglando el coche. Pero mientras guardaba unas, le daba la impresión de que eran menos que de costumbre. Y, en efecto, cada vez desaparecían más. Pronto las encontró todas dispuestas en sus sitios, bien guardadas. Miró a su alrededor.
—Vale, ¿Quién anda ahí?
Nadie contestó. El hombre cerró la puerta que daba del garaje al interior de la casa y se acercó a la salida. Susurró.
—¿Eres Kryptoniano?
—Sabía que dirías eso —contestó una voz en el interior del garaje—. Tu intuición nunca te falló.
El hombre de quien provenía esa voz era alto, vestía prendas que llamaban un poco la atención y sonreía amablemente.
—Dax-Ur —dijo el extraño acercándose—. Hace tanto tiempo…
—¡Zaltar! —contestó abrazando a su viejo amigo—. ¿Qué haces aquí en la Tierra?
—Es una larga historia. ¿Sabes? Estuve meses buscándote. Sabía que tenías que estar en algún lado… pero claro, no imaginaba que estarías…
—¿Viejo? Bueno, ahora llevo una vida como humano. Gracias a este fragmento azul de Kryptonita.
Zaltar observó la muñeca de su amigo, que tenía una piedrita azul sostenida por una banda de cuero marrón. Parecía un adorno simple, pero escondía un gran secreto.
—Tarda muy poco en hacer efecto, con esto dejo de poseer los poderes de un Kryptoniano expuesto a este sol. Tú mismo ahora debes sentirte menos… fuerte.
—Ya lo veo.
—No sabes cómo me alegra verte. Creí que… Es decir… no pensé que hubieses sobrevivido, Zaltar.
Se sentaron en unas sillas cercanas a la puerta de entrada a la casa.
—Tengo que ir a cenar en un rato, ¿tienes hambre?
—Gracias, Dax-Ur, pero no tengo mucho tiempo. Es cuestión de semanas.
—¿Qué ocurre? —Preguntó percibiendo la preocupación de Zaltar.
—Se trata de… la Ciudad de Argo.
—¿Volvieron? ¿Trent y Jess están en Grandville? —Preguntó Willy—. ¿Te hicieron algo? Tenía que haberme quedado contigo.
—No, Willy —contestó Kara, un poco más consolada que hacía unas horas—. No creo que quieran hacerme nada. Ahora que Julian…
—Kara, no pienses más en esto. Hagamos algo, no sé, salgamos con algunos compañeros de clase. Todo este tema del entierro… ahora Trent y Jessica... Tenemos que distraernos un poco de eso.
—Prefiero…
—Quedarte aquí, lo sé. Pero no vas a hacer eso. Frederic Grey me ha dicho que él y otros amigos… y algunas amigas… van a andar por el centro de Grandville. Nos invitó a ir con ellos y yo acepté. Tienes que salir un poco.
—Willy… yo no.
—Vamos, Kara. Si pasar un rato entre amigos no te ayuda, puedes irte cuando quieras.
Aunque le costó, pudo convencer a su hermana.
Jessica, Trent y dos acompañantes más estaban reunidos con el hombre para el que trabajaban ahora. Morgan Edge, un temido mafioso de Metropolis, los había convocado poco después del conocimiento de la muerte de uno de los Freaks que habían sido probados a la distancia por él: Julian Stanopen.
—Tres de vosotros —empezó Edge—, Trent Macgowen, Jessica Goldsmith y Lorkie Peterson, conocisteis a Julian Stanopen, misteriosamente asesinado hace escasas semanas.
—Es curioso —interrumpió el cuarto individuo para dirigirse a su “jefe”— que el chico haya sido hallado en una carretera que contenía el nombre de su ciudad y parte de su propio nombre. ¿No? Metropolis-Edge City.
—Estas coincidencias son irrelevantes. Trent, Jessica, Lorkie… creo que aún no conocéis a Gabriel Silverman.
—Será porque nadie me conoce —contestó Gabriel.
—Como Lorkie lleva más tiempo trabajando para mí, ella será quien estará en contacto conmigo la mayor parte del tiempo.
—¿Puedo preguntar algo? —Preguntó Silverman—. ¿Por qué estamos aquí? Me dijeron que tenía la opción de aceptar una misión muy interesante. Pero no sé para qué necesito compañeros.
—Trent Macgowen trabaja para el millonario más poderoso de Metropolis. Es necesario para tratar con él. Jessica Goldsmith está en contacto con muchos afectados por los meteoritos en Smallville. Esos contactos pueden ser necesarios. Lorkie está integrada en el grupo que Julian tenía, algunos de sus amigos tienen capacidades extraordinarias.
—¿Los que están “a prueba”? —inquirió Gabriel.
—Sólo una lo está: Kara Davidson. Su poder no tiene límites… excepto por una pequeña debilidad que ahora no nos interesa —miró a Jess—. Lorkie no puede acercarse más a ella sin levantar sospechas. Por eso necesitamos a alguien más. El poder que posees, Gabriel, es perfecto para mantenerla vigilada.
—Nunca uso mi poder para el espionaje. Ayudo a la gente y listo.
—Ayudarás, no te preocupes. Pero también deberás acercarte a Kara. A cambio recibirás una buena cantidad.
La duración de la reunión fue un poco extensa para el gusto de todos. En cuanto se dio término a la misma, el primero en irse fue Gabriel. Al principio, cuando lo vigilaban, los hombres de Edge pensaron que era supervelocidad lo que poseía. Luego se pensó que podía teletransportarse. Pero ahora que estaba con ellos, había logrado enterarse qué hacía realmente. Era un poder realmente extraño entre los freaks de los meteoritos. Era imposible ponerlo a prueba, pero no era imposible tenerlo de su lado.
—¿Argo? —Preguntó sorprendido Dax-Ur. La última vez que había oído ese nombre se trataba de unos planos de construcción recién diseñados.
—La ciudad en que se ha refugiado la mayoría de supervivientes de la explosión de Krypton.
—¿Le ocurre algo malo?
—He cometido un terrible error. No tuve cuidado. ¿Recuerdas el último invento de Jor-El referente a generadores de energía?
—El omegahedron.
—Lo he perdido. Era lo que le daba a Argo la energía para mantener todo en funcionamiento.
—¿Me estás diciendo… que perdiste la única fuente de energía de toda una ciudad espacial?
—El caso es que necesito ayuda para encontrarlo. Sé que cayó en algún lugar de la Tierra.
La expresión preocupada de Dax-Ur cambió por una expresión de culpa.
—No… —intentó decir Zaltar—. No piensas ayudarme, ¿verdad?
—Zaltar, hace muchos años que no uso mis poderes. Es más, me juré, por la estabilidad de mi familia, que nunca volvería a alejar de mí esta kryptonita azul.
—Dax…
—Sé que se trata de toda una ciudad Kryptoniana, Zaltar, y me duele no poder ayudar.
Alguien tocó la puerta desde el interior de la casa. Era su mujer, insistiendo en que fuese a cenar. Zaltar se levantó y se dirigió a la salida del garaje. Parecía un tanto decepcionado, pero volver a ver a su amigo en realidad lo había alegrado.
—Está bien, Dax-Ur, no puedo hacer nada para que cambies de opinión, el problema que tengo requiere demasiada responsabilidad… una que sólo recae en mí.
—Espera, Zaltar. Sé de alguien que puede ayudarte. Es posible que esté desarrollando sus poderes.
—entonces se trata de un joven… ¿Criado en este planeta quizás? —adivinó Zaltar—. Es posible que también intente ser un ser humano, y así no me ayudará.
—¿En Argo hay alguien de la familia de El?
—Zor-El y su esposa… también estaba su hija, pero la perdieron poco después de nacer —Zaltar miró extrañado a su viejo amigo—. ¿Es que hay alguien aquí de esa familia?
—Posiblemente no sepas que Jor-El intentó enviar a su hijo aquí a la Tierra.
—El pequeño Kal-El. ¿Está aquí realmente?
—Debes encontrarlo. Pero claro, ya no es pequeño.
—Conociendo a Jor-El… debe haber construido alguna fortaleza para salvaguardar los conocimientos Kryptonianos para su hijo.
—Si es así, los mejores lugares son los polos. Pero… no quiero que te vayas así, sin nada más. Tomas esto.
Le entregó una tarjeta. Contenía un nombre y una dirección.
—Gracias, Dax-Ur, me alegro de haberte encontrado.
Zaltar desapareció a toda velocidad, saliendo en busca de un sitio que le recordara a su antiguo planeta, los lugares que su amigo le había indicado. Ya los había visitado, pero ahora buscaría exactamente lo que pretendía encontrar, esa fortaleza que Jor-El pudo haber construido en la Tierra. Entonces buscaría al joven Kal-El… Aunque… sabía que estaba la posibilidad de que el niño nunca hubiese logrado llegar.
Kara se despertó sobresaltada. En su cabeza todavía revoloteaban las imágenes de una pesadilla reciente. Dos lágrimas corrían por sus mejillas. No sabía si ya había empezado a llorar en sueños o justo al despertarse mientras recordaba qué día era.
Mientras se incorporaba alguien llamó a su puerta. Kara se limito a mirar la puerta esperando que quien fuese entrase sin siquiera contestar. Willy entró tímidamente en la habitación de su hermana, se sentó al borde de la cama. No se dijeron nada porque sus miradas lo decían todo. A Willy también se le escapaban las lágrimas. Al final los dos bajaron la cabeza mientras lloraban en silencio por Julian.
El silencio entre los hermanos se prolongó hasta que Kara lo rompió.
—Me cambio enseguida —susurró.
—Yo… te espero abajo —a su hermano se le quebró la voz.
Kara asintió lentamente mientras Willy abandonaba el cuarto. Comenzó a vestirse en silencio y despacio sin dejar de llorar. Intentó serenarse sin mucho éxito para enfrentarse a sus padres y su hermano al bajar las escaleras. Al llegar junto a ellos, William le puso un brazo en el hombro. Pero no dijo nada.
Desayunaron sin decirse nada unos a otros, aunque Kara no probó bocado. En cuanto acabaron los demás ella volvió a subir a su cuarto corriendo. Detestaba que la viesen llorar de ese modo.
—Kara... —empezó William. Pero ella ya se había ido. Subió tras ella. Al llegar arriba todavía no sabía qué iba a decir al entrar. Aún así llamó a la puerta y entró. Kara estaba sentada sobre la cama abrazándose las rodillas, levantó la cabeza mientras William se acercaba y se abrazó a su padre sin necesidad de decir nada, pues no había nada que decir ante algo como lo que había ocurrido.
Willy se quedó con su madre, pero ella estaba concentrada en recoger lo que Kara había dejado en la mesa. El chico se acercó al fregadero para ayudarla, pero se distrajo al ver el periódico que contenía la mala noticia por la que estaban tristes. Miró el artículo brevemente:
ENCUENTRAN EL CADÁVER DEL MENOR DESAPARECIDO EN GRANDVILLE, JULIAN STANOPEN
“Hacía tres meses que la policía buscaba al joven de quince años Julian Stanopen, hijo de un empleado de la LuthorCorp, Daniel Stanopen. El cadáver fue encontrado cerca de la carretera Metropolis-Edge City. Un vecino de Edge City encontró el cuerpo sin vida en un descampado. Rápidamente, llamó a la policía, que identificó el cadáver, con claros signos de descomposición. Según los forenses, el joven murió hace tan solo dos semanas, habiendo sido víctima de tratos violentos; la policía no descarta la posibilidad de secuestro. El cuerpo policial de Metropolis sigue buscando al padre, Daniel Stanopen, también desaparecido…”
Willy pensó que era extraño que Daniel desapareciera poco antes de encontrarse el cuerpo de su hijo… Quizás… se enterase de quién era el culpable de la desaparición.
Como él no se había hecho cargo del funeral, ahora lo estaban haciendo los Davidson y otras familias de Grandville.
Media docena de hombres entraron en el despacho de Lionel Luthor.
—¿Y bien? —dijo Lionel desde su silla.
—Hemos hablado con los abogados del Banco General de Metropolis. Ya cerramos el acuerdo.
—Entonces... ¿Todo está resuelto? —dijo Lionel.
—Como usted dijo, al banco tampoco le interesa que se sepa que una sola persona entró a robar allí, al igual que a usted.
—Está claro que no quiero eso. Imagínense los periódicos: Una joven roba en el despacho de Lionel Luthor, la caja fuerte del Banco General y... qué más… —dijo Lionel riéndose.
—Todo solucionado, señor.
—Bien, ya os pasaré los cheques mañana, ahora retírense.
Aquellos hombres se retiraron y entró otro hombre, aproximadamente de la misma edad de Lionel.
—Hombre, Lionel... parece que hoy tienes visitas.
—¿Qué haces tú por aquí? ¿Cómo es que no me avisaron que estabas aquí?
—Yo también me alegro de verte, amigo —la voz del hombre sonó demasiado sarcástica para el gusto de Luthor—.Traigo los últimos informes de Belle Reeve, muy interesantes… tienes que controlar a tus hombres, sino, luego se te escapan. Mira a Trent... o a la señorita Goldsmith...
—Goldsmith iba por libre…. Ya sabes la salida —dijo Lionel tajante.
—Ah... Lionel —dijo aquel hombre tomando asiento—. ¿Cómo llevas tu investigación acerca del gen del envejecimiento?
Lionel contestó después de unos cuantos segundos, cuando los dos hombres cruzaron las miradas.
—Está en proceso, aún no hay resultados.
—Ya... Oye ¿No te parece que te lo pensaste muy poco? Destinar tu dinero para esta investigación…
—¿Por qué lo dices?
—Vamos Lionel... está muy bien que quieras vivir más, pero no eres el tipo de hombre que muere de viejo.
Hubo un silencio.
—Y ya sabes a lo que me refiero —continuó el hombre.
—Tengo las espaldas cubiertas, no te preocupes.
—Pues mantenlas vigiladas, Lionel.
—Esto… Morgan… —dijo Luthor mientras el hombre se iba, el otro se detuvo y lo miró—. No vuelvas por aquí.
El hombre se largó. Lionel se levantó y miró en su caja fuerte. Sonrió fríamente.
Durante el funeral, Kara no dijo nada. Todos los demás intentaban hablar con ella, pero ni siquiera sus padres lograban sacarle una palabra. Al finalizar la ceremonia, Kara se quedó sola allí, mirando a través de la tierra el féretro que contenía el cuerpo de alguien a quien ella había querido tanto en tan poco tiempo...
Sin darse cuenta de cuándo aparecieron, la chica vio dos sombras al lado de la suya. No miró a las personas que acababan de llegar. Pero fueron capaces de hacerla hablar. Aunque con un tono ofensivo.
—¿Qué hacéis aquí? —dijo Kara manteniéndose serena—. Es un insulto que existáis… que estéis aquí es…
No pudo seguir.
—Estamos muy poco contentos —susurró una chica a su oído.
—Stanopen era nuestro —dijo el muchacho que la acompañaba—. ¿Ahora de quién nos vengaremos? Jess, ¿de quién?
—¿De ella? —contestó Jessica Goldsmith.
—No exactamente —La voz de Trent denotaba demasiada confianza.
Kara no dijo nada. Estaba demasiado indignada para hacerlo.
—Es una pena que alguien se haya cargado a Julian antes que nosotros, Trent —El tono de ambos era cada vez más burlón—. Dinos, Kara… no habrás sido tú, ¿no?
Los claros ojos de Kara se iluminaron más y más. Trent se sorprendió. A Jess le trajo malos recuerdos.
—La primera vez fallé, Jess —susurró Kara—. Tengo un poder muy destructor… entonces no lo sabía. Ahora podré apuntar más a la izquierda… hacia el corazón.
Kara retrocedió y se fue a paso lento hacia su casa.
Trent la miró hasta que la perdió de vista. Entonces se dirigió a Jess.
—¿Qué fue eso?
—El ataque del que te hablé… el que me dejó KO la primera vez… es ése, puede quemar con los ojos. Creo que ahora controla la habilidad.
—Ahora eso… no importa. Vamos, tenemos una reunión a la que asistir, Jess.
El sol se ocultaba y había que ordenar el garaje. Su esposa ya le había dicho que en breve tendría preparada la cena. Empezó a recoger las herramientas con las que había estado arreglando el coche. Pero mientras guardaba unas, le daba la impresión de que eran menos que de costumbre. Y, en efecto, cada vez desaparecían más. Pronto las encontró todas dispuestas en sus sitios, bien guardadas. Miró a su alrededor.
—Vale, ¿Quién anda ahí?
Nadie contestó. El hombre cerró la puerta que daba del garaje al interior de la casa y se acercó a la salida. Susurró.
—¿Eres Kryptoniano?
—Sabía que dirías eso —contestó una voz en el interior del garaje—. Tu intuición nunca te falló.
El hombre de quien provenía esa voz era alto, vestía prendas que llamaban un poco la atención y sonreía amablemente.
—Dax-Ur —dijo el extraño acercándose—. Hace tanto tiempo…
—¡Zaltar! —contestó abrazando a su viejo amigo—. ¿Qué haces aquí en la Tierra?
—Es una larga historia. ¿Sabes? Estuve meses buscándote. Sabía que tenías que estar en algún lado… pero claro, no imaginaba que estarías…
—¿Viejo? Bueno, ahora llevo una vida como humano. Gracias a este fragmento azul de Kryptonita.
Zaltar observó la muñeca de su amigo, que tenía una piedrita azul sostenida por una banda de cuero marrón. Parecía un adorno simple, pero escondía un gran secreto.
—Tarda muy poco en hacer efecto, con esto dejo de poseer los poderes de un Kryptoniano expuesto a este sol. Tú mismo ahora debes sentirte menos… fuerte.
—Ya lo veo.
—No sabes cómo me alegra verte. Creí que… Es decir… no pensé que hubieses sobrevivido, Zaltar.
Se sentaron en unas sillas cercanas a la puerta de entrada a la casa.
—Tengo que ir a cenar en un rato, ¿tienes hambre?
—Gracias, Dax-Ur, pero no tengo mucho tiempo. Es cuestión de semanas.
—¿Qué ocurre? —Preguntó percibiendo la preocupación de Zaltar.
—Se trata de… la Ciudad de Argo.
—¿Volvieron? ¿Trent y Jess están en Grandville? —Preguntó Willy—. ¿Te hicieron algo? Tenía que haberme quedado contigo.
—No, Willy —contestó Kara, un poco más consolada que hacía unas horas—. No creo que quieran hacerme nada. Ahora que Julian…
—Kara, no pienses más en esto. Hagamos algo, no sé, salgamos con algunos compañeros de clase. Todo este tema del entierro… ahora Trent y Jessica... Tenemos que distraernos un poco de eso.
—Prefiero…
—Quedarte aquí, lo sé. Pero no vas a hacer eso. Frederic Grey me ha dicho que él y otros amigos… y algunas amigas… van a andar por el centro de Grandville. Nos invitó a ir con ellos y yo acepté. Tienes que salir un poco.
—Willy… yo no.
—Vamos, Kara. Si pasar un rato entre amigos no te ayuda, puedes irte cuando quieras.
Aunque le costó, pudo convencer a su hermana.
Jessica, Trent y dos acompañantes más estaban reunidos con el hombre para el que trabajaban ahora. Morgan Edge, un temido mafioso de Metropolis, los había convocado poco después del conocimiento de la muerte de uno de los Freaks que habían sido probados a la distancia por él: Julian Stanopen.
—Tres de vosotros —empezó Edge—, Trent Macgowen, Jessica Goldsmith y Lorkie Peterson, conocisteis a Julian Stanopen, misteriosamente asesinado hace escasas semanas.
—Es curioso —interrumpió el cuarto individuo para dirigirse a su “jefe”— que el chico haya sido hallado en una carretera que contenía el nombre de su ciudad y parte de su propio nombre. ¿No? Metropolis-Edge City.
—Estas coincidencias son irrelevantes. Trent, Jessica, Lorkie… creo que aún no conocéis a Gabriel Silverman.
—Será porque nadie me conoce —contestó Gabriel.
—Como Lorkie lleva más tiempo trabajando para mí, ella será quien estará en contacto conmigo la mayor parte del tiempo.
—¿Puedo preguntar algo? —Preguntó Silverman—. ¿Por qué estamos aquí? Me dijeron que tenía la opción de aceptar una misión muy interesante. Pero no sé para qué necesito compañeros.
—Trent Macgowen trabaja para el millonario más poderoso de Metropolis. Es necesario para tratar con él. Jessica Goldsmith está en contacto con muchos afectados por los meteoritos en Smallville. Esos contactos pueden ser necesarios. Lorkie está integrada en el grupo que Julian tenía, algunos de sus amigos tienen capacidades extraordinarias.
—¿Los que están “a prueba”? —inquirió Gabriel.
—Sólo una lo está: Kara Davidson. Su poder no tiene límites… excepto por una pequeña debilidad que ahora no nos interesa —miró a Jess—. Lorkie no puede acercarse más a ella sin levantar sospechas. Por eso necesitamos a alguien más. El poder que posees, Gabriel, es perfecto para mantenerla vigilada.
—Nunca uso mi poder para el espionaje. Ayudo a la gente y listo.
—Ayudarás, no te preocupes. Pero también deberás acercarte a Kara. A cambio recibirás una buena cantidad.
La duración de la reunión fue un poco extensa para el gusto de todos. En cuanto se dio término a la misma, el primero en irse fue Gabriel. Al principio, cuando lo vigilaban, los hombres de Edge pensaron que era supervelocidad lo que poseía. Luego se pensó que podía teletransportarse. Pero ahora que estaba con ellos, había logrado enterarse qué hacía realmente. Era un poder realmente extraño entre los freaks de los meteoritos. Era imposible ponerlo a prueba, pero no era imposible tenerlo de su lado.
—¿Argo? —Preguntó sorprendido Dax-Ur. La última vez que había oído ese nombre se trataba de unos planos de construcción recién diseñados.
—La ciudad en que se ha refugiado la mayoría de supervivientes de la explosión de Krypton.
—¿Le ocurre algo malo?
—He cometido un terrible error. No tuve cuidado. ¿Recuerdas el último invento de Jor-El referente a generadores de energía?
—El omegahedron.
—Lo he perdido. Era lo que le daba a Argo la energía para mantener todo en funcionamiento.
—¿Me estás diciendo… que perdiste la única fuente de energía de toda una ciudad espacial?
—El caso es que necesito ayuda para encontrarlo. Sé que cayó en algún lugar de la Tierra.
La expresión preocupada de Dax-Ur cambió por una expresión de culpa.
—No… —intentó decir Zaltar—. No piensas ayudarme, ¿verdad?
—Zaltar, hace muchos años que no uso mis poderes. Es más, me juré, por la estabilidad de mi familia, que nunca volvería a alejar de mí esta kryptonita azul.
—Dax…
—Sé que se trata de toda una ciudad Kryptoniana, Zaltar, y me duele no poder ayudar.
Alguien tocó la puerta desde el interior de la casa. Era su mujer, insistiendo en que fuese a cenar. Zaltar se levantó y se dirigió a la salida del garaje. Parecía un tanto decepcionado, pero volver a ver a su amigo en realidad lo había alegrado.
—Está bien, Dax-Ur, no puedo hacer nada para que cambies de opinión, el problema que tengo requiere demasiada responsabilidad… una que sólo recae en mí.
—Espera, Zaltar. Sé de alguien que puede ayudarte. Es posible que esté desarrollando sus poderes.
—entonces se trata de un joven… ¿Criado en este planeta quizás? —adivinó Zaltar—. Es posible que también intente ser un ser humano, y así no me ayudará.
—¿En Argo hay alguien de la familia de El?
—Zor-El y su esposa… también estaba su hija, pero la perdieron poco después de nacer —Zaltar miró extrañado a su viejo amigo—. ¿Es que hay alguien aquí de esa familia?
—Posiblemente no sepas que Jor-El intentó enviar a su hijo aquí a la Tierra.
—El pequeño Kal-El. ¿Está aquí realmente?
—Debes encontrarlo. Pero claro, ya no es pequeño.
—Conociendo a Jor-El… debe haber construido alguna fortaleza para salvaguardar los conocimientos Kryptonianos para su hijo.
—Si es así, los mejores lugares son los polos. Pero… no quiero que te vayas así, sin nada más. Tomas esto.
Le entregó una tarjeta. Contenía un nombre y una dirección.
—Gracias, Dax-Ur, me alegro de haberte encontrado.
Zaltar desapareció a toda velocidad, saliendo en busca de un sitio que le recordara a su antiguo planeta, los lugares que su amigo le había indicado. Ya los había visitado, pero ahora buscaría exactamente lo que pretendía encontrar, esa fortaleza que Jor-El pudo haber construido en la Tierra. Entonces buscaría al joven Kal-El… Aunque… sabía que estaba la posibilidad de que el niño nunca hubiese logrado llegar.
Kara y su hermano estaban andando por las calles del centro cuando se encontraron con el grupo de Frederic. Había otros jugadores del equipo de Grandville, así como algunas animadoras. Kara no las había abandonado, pero estaba un poco alejada de ellas. Se alegraron de verla.
Fueron a un café-bar y concentraron varias mesas en una esquina para poder sentarse todos. Willy se integró enseguida, pero no fue así en el caso de su hermana. Kara se distraía constantemente de las conversaciones para mirar a la calle. Miraba a través de los edificios, agudizaba su visión para ver de lejos… pero nunca se centraba en nada ni nadie durante más de dos segundos.
El tiempo para ella se ralentizó. Miró hacia todos lados. La gente se movía con tanta lentitud que la desesperaban. Pero no sabía por qué le pasaba eso. Pocas veces había reaccionado, instintivamente, así usando su poder. Entonces miró al cielo. Algo… no, alguien… ¡Alguien pasaba volando! ¡Volando a una velocidad extrema!
Nadie esperaba ver a Kara moviéndose a supervelocidad, por tanto nadie lo percibió. Pero Willy temía que en algún momento pasara algo así. Fue el único que notó un pequeño cambio en la postura de su hermana tras usar esa habilidad.
—Kara… ¿Estás bien? —Le susurró.
—Tengo que irme.
—Kara…
—Willy, me dijiste…
—Está bien, vete si quieres.
—Bueno, chicos —dijo Kara interrumpiéndolos a todos—. Me voy. Tengo cosas que hacer.
En realidad todos creían saber por qué se iba, no estaba cómoda con todo lo que había sucedido. Kara salió y ellos siguieron con sus charlas.
Gabriel llegó a Grandville, pero tuvo la mala suerte de aparecer en medio de una calle muy transitada en el centro de la creciente ciudad. Tuvo que desaparecer para evitar que…
La bocina de un autobús resonó por todo el centro, los frenos detuvieron las ruedas, pero el vehículo siguió en movimiento. Derrapó en la calzada mientras se acercaba a una marquesina. Las personas que estaban allí no pudieron reaccionar a tiempo, se alarmaron.
Kara miraba hacia el cielo cuando escuchó la bocina y el frenazo del autobús. En la marquesina con la que iba a chocar había gente, unas siete personas. Kara no podría sacarlas a tiempo a todas, pero lo intentó. Salió corriendo a supervelocidad… mas se detuvo. Un chico alto, de pelo oscuro y vestido con una sudadera negra y unos pantalones vaqueros, apareció y desapareció repetidas veces sacando a las personas del camino del autobús. Su velocidad era aún mayor que la de Kara… aunque… no parecía en sí velocidad… ¿Qué estaba haciendo? Como no parecía tener intención de parar el autobús, quizás no fuese capaz, Kara se dirigió a toda prisa para detener suavemente el vehículo. Se fue sin ser vista. Nadie vio muy bien lo que había ocurrido, lo cual sumaba confusión. Pero por lo menos no había heridos. Era lo que importaba.
Kara no sabía a dónde había ido el desconocido. Ahora no sabía si buscarlo a él o buscar a ese otro desconocido volador. ¿Qué estaba pasando? Últimamente ocurrían cosas demasiado extrañas.
Willy la encontró, más por suerte que por otra cosa.
—¡Kara! Menos mal que te encuentro. ¿Qué ha pasado allí?
—No estoy segura. Parecía un accidente.
—Por suerte lo evitaste. ¿No? —Willy susurraba mientras sonreía—. Cada vez eres más rápida, detienes un autobús, sacas a un montón de personas de su trayectoria, porque seguro que había muchas en la marquesina… y te largas sin ser vista. Qué fuerte.
—Willy, esta vez yo no tuve nada que ver. Sólo detuve el autobús. Hay alguien más aquí. Alguien que… es mucho más rápido que yo. O no sé… o se transporta… da lo mismo.
—Por lo menos ayudó a esas personas. Si hubiese causado el accidente sería más preocupante.
—Cierto.
—Ahora aquella calle se llenará de gente, los medios de comunicación lo van a fastidiar todo, mejor nos vamos a casa. ¿Eh, Kara?
—Sí, vamos.
Kara estaba pensativa. No le había dicho nada sobre esa persona que había visto volando. Era posible que se tratase del mismo individuo del accidente… pero no era muy probable… cada vez aparecía más gente con habilidades sobrehumanas. Sólo esperaba que algunos ayudaran a la gente como acababan de hacer ella y el extraño de habilidad indefinida.
En los polos no había nada. Zaltar estaba perdiendo un tiempo precioso. Sin saber dónde buscar el Omegahedron, decidió buscar a la persona que indicaba la tarjeta: Al Bartowsky. Un astrónomo de quien se podría fiar.
Dax-Ur no confiaba tan fácilmente en nadie. El tal Bartowsky, sino era Kryptoniano, debía conocerlos, por lo que podría acudir a él. Debía confiar en él. Necesitaba toda la ayuda que pudiera obtener. Argo no podría albergar vida durante mucho tiempo sin una buena fuente de energía.
Cuando se disponía a poner rumbo al centro astronómico donde trabajaba Al, algo lo detuvo. Era su transmisor Kryptoniano, el que lo mantenía en contacto con su nave mientras ésta se mantenía oculta lejos del Sistema Solar. Quizás tuviese que ver con otro asteroide… después de ocultarse en el que había pasado cerca de la Tierra meses atrás, estando lejos del sistema había estado expuesto a muchos peligros celestes, por los cuales siempre mandaba alguna notificación. Para salir de dudas, escuchó el mensaje: “Transmisión completa: El módulo de información ha sido transferido con éxito a la terminal”. No, no era ninguna notificación de peligros…
—¿Transferido? ¿Qué ocurre?
Estaba confundido, pero quizás no era algo tan extraño. Las naves Kryptonianas se mantenían en contacto cuando estaban a menos de un año luz de distancia. Kal-El debía de estar en la Tierra, efectivamente, y su nave estaba en funcionamiento, recibiendo datos de la nave fuera del planeta. Así que…
“Transmisión completa: El módulo de información ha sido transferido con éxito a la segunda terminal”.
Esto dejó perplejo a Zaltar. Dax-Ur había llegado por un portal… no tenía nave. Entonces… ¿De quién era la segunda terminal?
Kara se acostó tranquilamente en su cama. Esperaba sinceramente poder dormir. Ahora que habían hecho el funeral de quien había sido su mejor amigo, estaba más calmada. Cerró los ojos, pero los abrió al instante, había sentido un leve resplandor. Provenía de uno de sus cajones. Lo abrió y vio su brazalete. Estaba brillando. Cuando lo tomó, dejó brillar. Se lo puso en una muñeca y se levantó. Pensó en ir a ver a su nave. Recordó que la última vez no había sido satisfactorio acercarse a ella con el brazalete puesto. Desistió de esa idea. Entonces…
“El omegahedron se encuentra en la Tierra, Kara. Debes encontrarlo. Tu brazalete te ayudará”. Esa voz… había vuelto a susurrarle. ¡Y esta vez la llamaba por su nombre!
Música: Daughtry - It's not Over
No dijo nada a nadie, ni a Willy ni a su familia. En cuanto se despertó por la mañana, sin recordar cómo se había dormido, ni qué había soñado… sólo recordaba una y otra vez la voz. Hacía tanto tiempo que no la oía. ¿Por qué ahora?
Kara caminó por el cementerio donde Julian había sido enterrado el día anterior. Llegó hasta su lápida y se quedó en silencio unos segundos.
—No debí huir sin ti. Julian, fue mi culpa.
Tuvo que guardar silencio porque alguien se acercaba. No lo miró directamente, pero ese individuo se detuvo a su lado, mirando la lápida.
—¿Lo ves? —Le susurró el desconocido.
Kara lo miró y no pudo evitar sorprenderse. Era el chico que había salvado a aquella gente que estaba en la marquesina. Ahora estaba con ella, tan naturalmente como si supiese quién era. Era raro… realmente hablaba como si ya la conociera.
—¿Qué dijiste? —Le preguntó Kara, también susurrando.
—Me han estado vigilando, por eso vengo ahora. Tengo una excusa para hablar contigo sin que sospechen.
—¿De qué estás hablando?
—Lo ves, ¿verdad? El cuerpo de Julian Stanopen, a dos metros bajo esta tierra.
—¿Cómo lo voy a ver?
—No debes echarte la culpa porque no hayas podido usar tus poderes para salvarlo.
Kara estaba boquiabierta.
—Me llamo Gabriel Silverman —dijo el chico mirándola por primera vez—. Trabajo para un mafioso de Metropolis, pero sólo para poder acercarme a ti sin levantar sospechas, como he mencionado.
—¿Qué quieres? —Kara empezó a sentirse incómoda por no saber quién era.
—Un amigo. Y como tal, debo avisarte tres cosas: primero, ten cuidado con Trent y Jess. Te están investigando y probando, trabajando para ese mafioso. Segundo, ten cuidado con Lorkie, trabaja para el mismo hombre.
Guardó silencio durante unos segundos. Kara no podía con la impaciencia.
—¿Y tercero?
—El de ahí abajo es igual, pero no el mismo… Julian está vivo. Y sé dónde lo tienen.
El chico desapareció como por arte de magia, desvaneciéndose como un fantasma. Pero siguió oyendo su voz, proveniente de ninguna parte.
—Te ayudaré, Kara Davidson.
Kara dejó escapar una lágrima. No pudo reaccionar de ninguna otra forma.
Escritores: Bertu, Keidell y Litz
Guionistas: Bertu, Hyun Suk, Keidell, Litz y Elementokr36
Fueron a un café-bar y concentraron varias mesas en una esquina para poder sentarse todos. Willy se integró enseguida, pero no fue así en el caso de su hermana. Kara se distraía constantemente de las conversaciones para mirar a la calle. Miraba a través de los edificios, agudizaba su visión para ver de lejos… pero nunca se centraba en nada ni nadie durante más de dos segundos.
El tiempo para ella se ralentizó. Miró hacia todos lados. La gente se movía con tanta lentitud que la desesperaban. Pero no sabía por qué le pasaba eso. Pocas veces había reaccionado, instintivamente, así usando su poder. Entonces miró al cielo. Algo… no, alguien… ¡Alguien pasaba volando! ¡Volando a una velocidad extrema!
Nadie esperaba ver a Kara moviéndose a supervelocidad, por tanto nadie lo percibió. Pero Willy temía que en algún momento pasara algo así. Fue el único que notó un pequeño cambio en la postura de su hermana tras usar esa habilidad.
—Kara… ¿Estás bien? —Le susurró.
—Tengo que irme.
—Kara…
—Willy, me dijiste…
—Está bien, vete si quieres.
—Bueno, chicos —dijo Kara interrumpiéndolos a todos—. Me voy. Tengo cosas que hacer.
En realidad todos creían saber por qué se iba, no estaba cómoda con todo lo que había sucedido. Kara salió y ellos siguieron con sus charlas.
Gabriel llegó a Grandville, pero tuvo la mala suerte de aparecer en medio de una calle muy transitada en el centro de la creciente ciudad. Tuvo que desaparecer para evitar que…
La bocina de un autobús resonó por todo el centro, los frenos detuvieron las ruedas, pero el vehículo siguió en movimiento. Derrapó en la calzada mientras se acercaba a una marquesina. Las personas que estaban allí no pudieron reaccionar a tiempo, se alarmaron.
Kara miraba hacia el cielo cuando escuchó la bocina y el frenazo del autobús. En la marquesina con la que iba a chocar había gente, unas siete personas. Kara no podría sacarlas a tiempo a todas, pero lo intentó. Salió corriendo a supervelocidad… mas se detuvo. Un chico alto, de pelo oscuro y vestido con una sudadera negra y unos pantalones vaqueros, apareció y desapareció repetidas veces sacando a las personas del camino del autobús. Su velocidad era aún mayor que la de Kara… aunque… no parecía en sí velocidad… ¿Qué estaba haciendo? Como no parecía tener intención de parar el autobús, quizás no fuese capaz, Kara se dirigió a toda prisa para detener suavemente el vehículo. Se fue sin ser vista. Nadie vio muy bien lo que había ocurrido, lo cual sumaba confusión. Pero por lo menos no había heridos. Era lo que importaba.
Kara no sabía a dónde había ido el desconocido. Ahora no sabía si buscarlo a él o buscar a ese otro desconocido volador. ¿Qué estaba pasando? Últimamente ocurrían cosas demasiado extrañas.
Willy la encontró, más por suerte que por otra cosa.
—¡Kara! Menos mal que te encuentro. ¿Qué ha pasado allí?
—No estoy segura. Parecía un accidente.
—Por suerte lo evitaste. ¿No? —Willy susurraba mientras sonreía—. Cada vez eres más rápida, detienes un autobús, sacas a un montón de personas de su trayectoria, porque seguro que había muchas en la marquesina… y te largas sin ser vista. Qué fuerte.
—Willy, esta vez yo no tuve nada que ver. Sólo detuve el autobús. Hay alguien más aquí. Alguien que… es mucho más rápido que yo. O no sé… o se transporta… da lo mismo.
—Por lo menos ayudó a esas personas. Si hubiese causado el accidente sería más preocupante.
—Cierto.
—Ahora aquella calle se llenará de gente, los medios de comunicación lo van a fastidiar todo, mejor nos vamos a casa. ¿Eh, Kara?
—Sí, vamos.
Kara estaba pensativa. No le había dicho nada sobre esa persona que había visto volando. Era posible que se tratase del mismo individuo del accidente… pero no era muy probable… cada vez aparecía más gente con habilidades sobrehumanas. Sólo esperaba que algunos ayudaran a la gente como acababan de hacer ella y el extraño de habilidad indefinida.
En los polos no había nada. Zaltar estaba perdiendo un tiempo precioso. Sin saber dónde buscar el Omegahedron, decidió buscar a la persona que indicaba la tarjeta: Al Bartowsky. Un astrónomo de quien se podría fiar.
Dax-Ur no confiaba tan fácilmente en nadie. El tal Bartowsky, sino era Kryptoniano, debía conocerlos, por lo que podría acudir a él. Debía confiar en él. Necesitaba toda la ayuda que pudiera obtener. Argo no podría albergar vida durante mucho tiempo sin una buena fuente de energía.
Cuando se disponía a poner rumbo al centro astronómico donde trabajaba Al, algo lo detuvo. Era su transmisor Kryptoniano, el que lo mantenía en contacto con su nave mientras ésta se mantenía oculta lejos del Sistema Solar. Quizás tuviese que ver con otro asteroide… después de ocultarse en el que había pasado cerca de la Tierra meses atrás, estando lejos del sistema había estado expuesto a muchos peligros celestes, por los cuales siempre mandaba alguna notificación. Para salir de dudas, escuchó el mensaje: “Transmisión completa: El módulo de información ha sido transferido con éxito a la terminal”. No, no era ninguna notificación de peligros…
—¿Transferido? ¿Qué ocurre?
Estaba confundido, pero quizás no era algo tan extraño. Las naves Kryptonianas se mantenían en contacto cuando estaban a menos de un año luz de distancia. Kal-El debía de estar en la Tierra, efectivamente, y su nave estaba en funcionamiento, recibiendo datos de la nave fuera del planeta. Así que…
“Transmisión completa: El módulo de información ha sido transferido con éxito a la segunda terminal”.
Esto dejó perplejo a Zaltar. Dax-Ur había llegado por un portal… no tenía nave. Entonces… ¿De quién era la segunda terminal?
Kara se acostó tranquilamente en su cama. Esperaba sinceramente poder dormir. Ahora que habían hecho el funeral de quien había sido su mejor amigo, estaba más calmada. Cerró los ojos, pero los abrió al instante, había sentido un leve resplandor. Provenía de uno de sus cajones. Lo abrió y vio su brazalete. Estaba brillando. Cuando lo tomó, dejó brillar. Se lo puso en una muñeca y se levantó. Pensó en ir a ver a su nave. Recordó que la última vez no había sido satisfactorio acercarse a ella con el brazalete puesto. Desistió de esa idea. Entonces…
“El omegahedron se encuentra en la Tierra, Kara. Debes encontrarlo. Tu brazalete te ayudará”. Esa voz… había vuelto a susurrarle. ¡Y esta vez la llamaba por su nombre!
Música: Daughtry - It's not Over
No dijo nada a nadie, ni a Willy ni a su familia. En cuanto se despertó por la mañana, sin recordar cómo se había dormido, ni qué había soñado… sólo recordaba una y otra vez la voz. Hacía tanto tiempo que no la oía. ¿Por qué ahora?
Kara caminó por el cementerio donde Julian había sido enterrado el día anterior. Llegó hasta su lápida y se quedó en silencio unos segundos.
—No debí huir sin ti. Julian, fue mi culpa.
Tuvo que guardar silencio porque alguien se acercaba. No lo miró directamente, pero ese individuo se detuvo a su lado, mirando la lápida.
—¿Lo ves? —Le susurró el desconocido.
Kara lo miró y no pudo evitar sorprenderse. Era el chico que había salvado a aquella gente que estaba en la marquesina. Ahora estaba con ella, tan naturalmente como si supiese quién era. Era raro… realmente hablaba como si ya la conociera.
—¿Qué dijiste? —Le preguntó Kara, también susurrando.
—Me han estado vigilando, por eso vengo ahora. Tengo una excusa para hablar contigo sin que sospechen.
—¿De qué estás hablando?
—Lo ves, ¿verdad? El cuerpo de Julian Stanopen, a dos metros bajo esta tierra.
—¿Cómo lo voy a ver?
—No debes echarte la culpa porque no hayas podido usar tus poderes para salvarlo.
Kara estaba boquiabierta.
—Me llamo Gabriel Silverman —dijo el chico mirándola por primera vez—. Trabajo para un mafioso de Metropolis, pero sólo para poder acercarme a ti sin levantar sospechas, como he mencionado.
—¿Qué quieres? —Kara empezó a sentirse incómoda por no saber quién era.
—Un amigo. Y como tal, debo avisarte tres cosas: primero, ten cuidado con Trent y Jess. Te están investigando y probando, trabajando para ese mafioso. Segundo, ten cuidado con Lorkie, trabaja para el mismo hombre.
Guardó silencio durante unos segundos. Kara no podía con la impaciencia.
—¿Y tercero?
—El de ahí abajo es igual, pero no el mismo… Julian está vivo. Y sé dónde lo tienen.
El chico desapareció como por arte de magia, desvaneciéndose como un fantasma. Pero siguió oyendo su voz, proveniente de ninguna parte.
—Te ayudaré, Kara Davidson.
Kara dejó escapar una lágrima. No pudo reaccionar de ninguna otra forma.
Escritores: Bertu, Keidell y Litz
Guionistas: Bertu, Hyun Suk, Keidell, Litz y Elementokr36
—Todos os habréis preguntado a estas alturas de dónde venimos. Qué somos. Para qué estamos aquí. Qué hemos hecho para estar aquí. Para qué y por qué existimos. El universo se creó. Ésta es la razón por la que hoy estáis aquí escuchándome. Estamos rodeados de gente a la que queremos, gente a la que odiamos y gente totalmente desconocida. Animales... plantas... y los enigmas que se encuentran en el espacio... ¿Estamos solos en el universo?
»Particularmente, creo que somos bastante insignificantes para tener sólo para nosotros el infinito... Ahora me gustaría, queridos alumnos, que dejarais de tomar estos apuntes y empezarais a escucharme. Con el corazón. Quizás nunca sepamos para qué existimos, quizás nunca se descubra el motivo por el que se creó el universo... Pero estamos aquí unos años, nacemos, crecemos y luego desaparecemos...
El sonido de un timbre resonó por toda la clase.
—Perfecto —dijo irónicamente —. Mañana intentaré continuar.
El profesor recogió sus libros y los puso en su cartera.
—Bonita charla, señor Bartowsky.
—Gracias, pero es la misma de todos los años... ¿Le conozco?
—Mi nombre es Zaltar. Dax-Ur me ha llevado hacia usted.
Al Bartowsky se quitó las gafas y miró fijamente hacia aquel hombre misterioso.
—No conozco a ningún Dexter —dijo riéndose levemente.
Kara abrió los ojos. No había podido dormir primero por la voz que se repitió varias veces hasta casi las tres de la mañana. Ella esperaba siempre escuchar otro mensaje, pero no hubo caso, por lo que se quitó el brazalete… Luego, tampoco pudo dormir porque no podía quitarse de la cabeza las palabras que dijo aquel chico que encontró en el cementerio. ¿Y si Julian estaba vivo de verdad?
Se levantó. Cada vez sentía menos cansancio al no dormir. Se vistió. Miró hacia el jardín. Aquel olmo le traía buenos recuerdos. Parecía que hoy hacía mucho viento.
—Kara, deprisa. Tenemos examen y quizás nos dejen empezar diez minutos antes —dijo Willy desde fuera de la habitación.
—Ya casi estoy lista —dijo Kara preparando la mochila a supervelocidad. Abrió la puerta y vio a su hermano.
—¿No te llevas un abrigo? El viento sopla fuerte y frío.
—El viento es mi amigo.
La mirada de los dos hermanos se cruzó por unos instantes y se volvió a separar.
Lionel estaba tomándose tranquilamente un café cuando alguien entró de repente por las puertas de su despacho. Un joven alto con ojos azules entró, pero no era lo que destacaba en él. Una gran calva se apoderaba totalmente de su cabeza.
—Lex, hijo. ¿Qué te trae por esta caverna de hormigón y cristal? —dijo riéndose Lionel.
—Siempre es agradable visitar a un padre —hizo una pausa—. Ah, en este caso no es así. Eres Lionel Luthor.
A Lionel se le borró la sonrisa del rostro.
—¿Entonces qué haces aquí? —dijo Lionel terminándose el café.
—¿Qué hago aquí? Mis... empleados están insoportables. Han llegado voces que dicen que tienes planeado echar a más del 20%.
—Cierto. Pero vamos, Lex... en serio. ¿Por qué has venido? Te conozco.
—Ya veo... Está bien —dijo Lex caminando hacia las preciadas esculturas que Lionel tenía a un costado en su despacho. Las miró mientras abría la boca para sacar la cuestión que le traía intranquilo—. ¿Ahora quieres descubrir cuál es el gen del envejecimiento?
Lex sacó del portafolio unos informes sobre el tema. Se acercó a la mesa de su padre y los dejó ahí.
—A la humanidad le interesaría mucho... mucho esta investigación, Lex. Sería un gran progreso para la ciencia.
—Papá... —dijo Lex tajante—. No eres el tipo de persona que...
—Que muere de viejo, ya lo sé, no eres el primero que me lo dice —interrumpió Lionel, molesto. Se removió en su asiento—. Y ahora si no te importa, tengo que resolver unos asuntos. Ya te llamaré. ¿De acuerdo?
Lex se rió levemente y salió del despacho.
Zaltar y Al Bartowksy entraron en un apartamento situado bastante lejos de la ciudad, donde se podían contemplar las estrellas perfectamente. Bartowsky encendió la luz, dejando ver la multitud de aparatos y de objetos relacionados con la astronomía que tenía en su casa.
—Eres la primera persona que no se sorprende al entrar —comentó riéndose Al Bartowsky.
Zaltar se giró y observó el interior de la casa.
—En mi planeta... vuestra tecnología solo serviría para los juguetes... —dijo Zaltar indiferente.
—Entiendo —dijo Bartowsky algo molesto, que empezó a buscar dentro de los cajones de su escritorio. Después de unos minutos, encontró un mapa que enseñó a Zaltar.
—Esos puntos del mapa deben representar donde cayeron los meteoritos Kryptonianos de los que he oído hablar, ¿verdad? —supuso Zaltar.
—En efecto, lo son. Si te fijas bien, casi todos los puntos están situados en Smallville, pero hay uno que está en Grandville. ¿Casualidad? No lo creo.
Zaltar pensó unos instantes y luego se dirigió hacia la puerta. Al Bartowsky lo siguió. El Kryptoniano se giró y le dio las gracias por la información. Antes de salir, Al le preguntó por Dax-Ur, pues hacía tiempo que no sabía nada de él. Zaltar se limitó a contestar que estaba bien. Acto seguido, se despidió y se fue a supervelocidad.
—¡Bueno! Uno menos... —dijo Jessica abriendo la puerta de su casa.
—Pobrecito —dijo riéndose Trent.
—Sí, le quedaba grande el papel de héroe...
—Y además se lo tenía muy creído... ¿Qué vio Morgan en ese Freak? Estaba claro que no superaría la prueba.
—Cierto... —dijo Jessica quitándose el abrigo —.
Trent abrió la puerta para irse.
—Espera, Trent... ¿No hace mucho frío?
—No importa, tampoco es tanto.
—Ya... pero en mi casa se está mejor —dijo Jessica acercándose a Trent, quedando justo delante de él, insinuante—. Es lo bueno de independizarse pronto, no hay nadie que pueda molestar.
—Eso seguro —dijo Trent dejando escapar una sonrisa—. Pero...
—Tengo una pregunta Macgowen... ¿Qué partes de tu cuerpo puedes convertir en metal? —dijo Jessica mirando hacia los pantalones del muchacho.
—Eh...eh... —dijo tartamudeando Trent.
Ya no era necesario hablar más. Trent cerró la puerta y se acercó más a ella. La besó apasionadamente. La llevó a la habitación, la dejó encima de la cama y se quitó la camisa, mientras Jessica se desabrochaba el cinturón.
Después de esto, Jessica se acomodó encima de Trent.
—Déjame a mí, metalero...
—Disculpad, chicos —dijo alguien que estaba en la puerta de la habitación.
Trent y Jessica se levantaron de golpe. No estaban precisamente contentos.
—Calculé mal, quería aparecer justo detrás de la puerta... —dijo Gabriel Silverman poniéndose las manos en la cara como si estuviera rezando, aunque se le escapaba una sonrisa que lo delataba.
—¿Qué quieres, Silverman? —dijo Jessica, rabiosa, vistiéndose de nuevo.
—Morgan nos quiere reunir otra vez. Me dijo que os avisase personalmente.
—Creo que sí hay alguien que puede molestar, Jess —masculló Trent.
Lex Luthor entró en su mansión de Smallville y se encerró en su despacho. Su padre no le dejaba más remedio que meterse donde nadie le llamaba... otra vez. Consultó su ordenador y miró los últimos envíos de datos. Estaba todo cifrado, así que tuvo que esperar un momento hasta que logró ver lo que le habían enviado sus contactos.
El último informe era sobre un tal Stanopen. No... Dos personas apellidadas así. Uno era Daniel. Lex sabía que trabajaba para Lionel, aunque había desaparecido hacía un tiempo. La otra persona era su hijo, Julian Stanopen. Aparentemente, los medios estaban equivocados... o quizás no. El cuerpo que Lex sabía que había sido hallado no era el de Julian. Según los informes... era un clon perfecto.
Al leer "Clon", Lex pensó en el nombre del chico. Julian. Se apoyó sobre el respaldo de la silla, pasándose la mano por barbilla, y dejó escapar una sonrisa, aunque lo que sentía era disgusto.
—No serías capaz... cabrón —dijo pensando en su padre.
—¿Capaz de qué? —dijo una voz delante de él.
—¡Silverman! ¿Qué haces aquí? Te dije que dejases de presentarte así.
—Lo sé, Luthor, pero he visto la información que me has ordenado obtener. Cada vez me inquieta más.
—¿Ah sí? Has tardado demasiado. Ya me han enviado esa información mis otros contactos.
—Yo soy tus otros contactos —contestó sonriendo Gabriel—. Estoy en todo. Pero no fue fácil obtenerla. He conseguido entrar en unas instalaciones supuestamente del gobierno, pero adivina a quién pertenecen.
—¿A mi padre? —adivinó Lex.
Gabriel se quedó mirándolo. Negó con la cabeza.
—A ti, Lex. A ti. ¿Ahora qué quieres que averigüe, para quién trabajan tus empleadas?
Lex se quedó pensativo. Gabriel sabía que aunque el nombre de Lex estaba en los archivos principales de aquellas instalaciones, mencionándolo como responsable, no era así. Lo estaban entrampando. Pero él tenía que dar a entender que se sorprendía.
—Entonces no son tuyas, ¿eh? Alguien te la está jugando, Luthor. Y creo que es otro Luthor.
—Está bien. Ahora, Gabriel, ¿Qué hay de la otra información?
—¿Qué otra información?
—Sabes bien de lo que te hablo.
—¿Te refieres a la información referente a un joven granjero de las afueras de Smallville que es más soso que Winnie the Pooh? No, no estoy interesado en seguir esa investigación. El chico es más aburrido que tu padre escuchando óperas.
Lex apretó las mandíbulas. Tragó saliva y miró su reloj. Cuando miró de nuevo a Gabriel, éste ya no estaba.
—Lo siento, Lex —se oyó la voz desde todas partes—, lo que me pagaste ya está trabajado. Si quieres más, será sobre las instalaciones supuestamente tuyas...
El despacho quedó en silencio una vez más. Lex siguió mirando su pantalla, mientras olvidaba el trabajo que Gabriel se negaba a hacer, para centrarse en ese chico, Julian. Él era la nueva obsesión de su padre. ¿Por qué fingir su muerte? ¿Por qué retenerlo? ¿Por qué había clones de por medio? ¿Era Julian la persona original? Porque si no era así, Lex tenía en mente a la persona que sí lo era, y no le agradaba nada pensar en ello.
Música: All American Rejects - Can't Take It
Gabriel cruzó la realidad hasta llegar a un universo vacío. Se detuvo en el infinito blanco que le rodeaba, para pensar. Flotaba sobre una vacuidad que sólo podía ser fruto de un pensamiento vacío. Entonces, a su alrededor se formó una cama, una mesilla, un armario, un suelo, cuatro paredes... Pronto, su mente reprodujo en esa realidad una parte del universo real que ya nunca visitaba, su propia habitación. Así podría concentrarse mejor.
Inmerso en un mar de pensamientos, Gabriel reflexionó sobre lo que iba a hacer. Ya se había unido a Morgan y su mafia, por tanto sus hombres habían dejado de vigilar sus apariciones; había llevado la información sobre Lionel Luthor a Lex, haciéndole creer que se sorprendía de que no fuese Lex mismo el propietario de aquellas instalaciones, con eso sólo faltaba que el hijo distrajese al padre de sus planes. Ahora quedaba visitar a Lionel Luthor, quien le había encargado en su momento hacer aparecer el cuerpo sin vida de Julian Stanopen en aquella carretera. Por eso se había metido en el asunto originalmente. Luego, no pudo evitar investigar. Tenía que avisarle de la intromisión de Lex, para que la situación se tensara.
Tenía claro que realmente no era leal a ninguno de estos personajes ricos en dinero y poder.
Sólo quería ayudar a las víctimas. Julian Stanopen estaba encerrado y él no podía liberarlo. Kara. Ella sí podría. Por eso su lealtad sería para ellos dos.
Ahora sólo le invadía una duda: ¿Por qué se sentía en la obligación de ayudarlos?
—Basta de tanto pensar —se dijo a sí mismo. Morgan Edge lo esperaba junto con el resto del grupo. Se concentró en el lugar preciso.
Una vez finalizada la jornada en el instituto, Kara salió junto con Willy, que estaba entretenido contándole a Hyun Suk cómo había sido el examen, para que éste se diera una idea de lo que podía preguntarse en el examen de su clase al día siguiente. Kara no tenía nada que hacer con ellos. Le pidió que su hermano que avisara en casa que iría a comer con una amiga y regresaría por la tarde, posiblemente. Se encontraron con Evans. Kara no se quedó a saludarlo. Seguramente se pondrían a hablar de los ensayos de la banda. Por Julian, habían decidido seguir adelante con el asunto, probando con otra gente para sustituir a Stanopen. Kara no veía bien ese cambio, por eso ella se negó cuando le pidieron que se incorporara.
Dejando esos recuerdos a un lado, Kara se aseguró que nadie la miraba para usar su supervelocidad.
Después de un rato de carrera, llegó a Smallville, lugar donde se ocultaba la amiga que quería ver.
Mely Taylor se disponía a hacer las compras para una amiga, con quien vivía ahora en la periferia de Smallville. Cuando vio a Kara, se sorprendió mucho. Hacía meses que no la veía. Después de enterarse de la muerte de Julian, no esperaba que la joven Davidson estuviese de humor para hacerle una visita.
—¡Kara! —saludó alegremente—. ¡Qué sorpresa verte por aquí!
—¿Qué tal, Mely? ¿Todo bien?
—Claro, de vez en cuando se tienen problemas, pero es lo normal.
—¿Y con los hombres de Luthor?
Mely suspiró.
—Esos son los problemas que se tienen de vez en cuando. A veces siento que están cerca, pero al final no pasa nada. No te preocupes. Pero dime, ¿qué te trae a Smallville?
—Algo que te sorprenderá más que verme aquí.
—Vale, acompáñame a hacer unas compras y hablamos en el piso de mi amiga. Allí podremos hablar tranquilamente.
»Particularmente, creo que somos bastante insignificantes para tener sólo para nosotros el infinito... Ahora me gustaría, queridos alumnos, que dejarais de tomar estos apuntes y empezarais a escucharme. Con el corazón. Quizás nunca sepamos para qué existimos, quizás nunca se descubra el motivo por el que se creó el universo... Pero estamos aquí unos años, nacemos, crecemos y luego desaparecemos...
El sonido de un timbre resonó por toda la clase.
—Perfecto —dijo irónicamente —. Mañana intentaré continuar.
El profesor recogió sus libros y los puso en su cartera.
—Bonita charla, señor Bartowsky.
—Gracias, pero es la misma de todos los años... ¿Le conozco?
—Mi nombre es Zaltar. Dax-Ur me ha llevado hacia usted.
Al Bartowsky se quitó las gafas y miró fijamente hacia aquel hombre misterioso.
—No conozco a ningún Dexter —dijo riéndose levemente.
Kara abrió los ojos. No había podido dormir primero por la voz que se repitió varias veces hasta casi las tres de la mañana. Ella esperaba siempre escuchar otro mensaje, pero no hubo caso, por lo que se quitó el brazalete… Luego, tampoco pudo dormir porque no podía quitarse de la cabeza las palabras que dijo aquel chico que encontró en el cementerio. ¿Y si Julian estaba vivo de verdad?
Se levantó. Cada vez sentía menos cansancio al no dormir. Se vistió. Miró hacia el jardín. Aquel olmo le traía buenos recuerdos. Parecía que hoy hacía mucho viento.
—Kara, deprisa. Tenemos examen y quizás nos dejen empezar diez minutos antes —dijo Willy desde fuera de la habitación.
—Ya casi estoy lista —dijo Kara preparando la mochila a supervelocidad. Abrió la puerta y vio a su hermano.
—¿No te llevas un abrigo? El viento sopla fuerte y frío.
—El viento es mi amigo.
La mirada de los dos hermanos se cruzó por unos instantes y se volvió a separar.
Lionel estaba tomándose tranquilamente un café cuando alguien entró de repente por las puertas de su despacho. Un joven alto con ojos azules entró, pero no era lo que destacaba en él. Una gran calva se apoderaba totalmente de su cabeza.
—Lex, hijo. ¿Qué te trae por esta caverna de hormigón y cristal? —dijo riéndose Lionel.
—Siempre es agradable visitar a un padre —hizo una pausa—. Ah, en este caso no es así. Eres Lionel Luthor.
A Lionel se le borró la sonrisa del rostro.
—¿Entonces qué haces aquí? —dijo Lionel terminándose el café.
—¿Qué hago aquí? Mis... empleados están insoportables. Han llegado voces que dicen que tienes planeado echar a más del 20%.
—Cierto. Pero vamos, Lex... en serio. ¿Por qué has venido? Te conozco.
—Ya veo... Está bien —dijo Lex caminando hacia las preciadas esculturas que Lionel tenía a un costado en su despacho. Las miró mientras abría la boca para sacar la cuestión que le traía intranquilo—. ¿Ahora quieres descubrir cuál es el gen del envejecimiento?
Lex sacó del portafolio unos informes sobre el tema. Se acercó a la mesa de su padre y los dejó ahí.
—A la humanidad le interesaría mucho... mucho esta investigación, Lex. Sería un gran progreso para la ciencia.
—Papá... —dijo Lex tajante—. No eres el tipo de persona que...
—Que muere de viejo, ya lo sé, no eres el primero que me lo dice —interrumpió Lionel, molesto. Se removió en su asiento—. Y ahora si no te importa, tengo que resolver unos asuntos. Ya te llamaré. ¿De acuerdo?
Lex se rió levemente y salió del despacho.
Zaltar y Al Bartowksy entraron en un apartamento situado bastante lejos de la ciudad, donde se podían contemplar las estrellas perfectamente. Bartowsky encendió la luz, dejando ver la multitud de aparatos y de objetos relacionados con la astronomía que tenía en su casa.
—Eres la primera persona que no se sorprende al entrar —comentó riéndose Al Bartowsky.
Zaltar se giró y observó el interior de la casa.
—En mi planeta... vuestra tecnología solo serviría para los juguetes... —dijo Zaltar indiferente.
—Entiendo —dijo Bartowsky algo molesto, que empezó a buscar dentro de los cajones de su escritorio. Después de unos minutos, encontró un mapa que enseñó a Zaltar.
—Esos puntos del mapa deben representar donde cayeron los meteoritos Kryptonianos de los que he oído hablar, ¿verdad? —supuso Zaltar.
—En efecto, lo son. Si te fijas bien, casi todos los puntos están situados en Smallville, pero hay uno que está en Grandville. ¿Casualidad? No lo creo.
Zaltar pensó unos instantes y luego se dirigió hacia la puerta. Al Bartowsky lo siguió. El Kryptoniano se giró y le dio las gracias por la información. Antes de salir, Al le preguntó por Dax-Ur, pues hacía tiempo que no sabía nada de él. Zaltar se limitó a contestar que estaba bien. Acto seguido, se despidió y se fue a supervelocidad.
—¡Bueno! Uno menos... —dijo Jessica abriendo la puerta de su casa.
—Pobrecito —dijo riéndose Trent.
—Sí, le quedaba grande el papel de héroe...
—Y además se lo tenía muy creído... ¿Qué vio Morgan en ese Freak? Estaba claro que no superaría la prueba.
—Cierto... —dijo Jessica quitándose el abrigo —.
Trent abrió la puerta para irse.
—Espera, Trent... ¿No hace mucho frío?
—No importa, tampoco es tanto.
—Ya... pero en mi casa se está mejor —dijo Jessica acercándose a Trent, quedando justo delante de él, insinuante—. Es lo bueno de independizarse pronto, no hay nadie que pueda molestar.
—Eso seguro —dijo Trent dejando escapar una sonrisa—. Pero...
—Tengo una pregunta Macgowen... ¿Qué partes de tu cuerpo puedes convertir en metal? —dijo Jessica mirando hacia los pantalones del muchacho.
—Eh...eh... —dijo tartamudeando Trent.
Ya no era necesario hablar más. Trent cerró la puerta y se acercó más a ella. La besó apasionadamente. La llevó a la habitación, la dejó encima de la cama y se quitó la camisa, mientras Jessica se desabrochaba el cinturón.
Después de esto, Jessica se acomodó encima de Trent.
—Déjame a mí, metalero...
—Disculpad, chicos —dijo alguien que estaba en la puerta de la habitación.
Trent y Jessica se levantaron de golpe. No estaban precisamente contentos.
—Calculé mal, quería aparecer justo detrás de la puerta... —dijo Gabriel Silverman poniéndose las manos en la cara como si estuviera rezando, aunque se le escapaba una sonrisa que lo delataba.
—¿Qué quieres, Silverman? —dijo Jessica, rabiosa, vistiéndose de nuevo.
—Morgan nos quiere reunir otra vez. Me dijo que os avisase personalmente.
—Creo que sí hay alguien que puede molestar, Jess —masculló Trent.
Lex Luthor entró en su mansión de Smallville y se encerró en su despacho. Su padre no le dejaba más remedio que meterse donde nadie le llamaba... otra vez. Consultó su ordenador y miró los últimos envíos de datos. Estaba todo cifrado, así que tuvo que esperar un momento hasta que logró ver lo que le habían enviado sus contactos.
El último informe era sobre un tal Stanopen. No... Dos personas apellidadas así. Uno era Daniel. Lex sabía que trabajaba para Lionel, aunque había desaparecido hacía un tiempo. La otra persona era su hijo, Julian Stanopen. Aparentemente, los medios estaban equivocados... o quizás no. El cuerpo que Lex sabía que había sido hallado no era el de Julian. Según los informes... era un clon perfecto.
Al leer "Clon", Lex pensó en el nombre del chico. Julian. Se apoyó sobre el respaldo de la silla, pasándose la mano por barbilla, y dejó escapar una sonrisa, aunque lo que sentía era disgusto.
—No serías capaz... cabrón —dijo pensando en su padre.
—¿Capaz de qué? —dijo una voz delante de él.
—¡Silverman! ¿Qué haces aquí? Te dije que dejases de presentarte así.
—Lo sé, Luthor, pero he visto la información que me has ordenado obtener. Cada vez me inquieta más.
—¿Ah sí? Has tardado demasiado. Ya me han enviado esa información mis otros contactos.
—Yo soy tus otros contactos —contestó sonriendo Gabriel—. Estoy en todo. Pero no fue fácil obtenerla. He conseguido entrar en unas instalaciones supuestamente del gobierno, pero adivina a quién pertenecen.
—¿A mi padre? —adivinó Lex.
Gabriel se quedó mirándolo. Negó con la cabeza.
—A ti, Lex. A ti. ¿Ahora qué quieres que averigüe, para quién trabajan tus empleadas?
Lex se quedó pensativo. Gabriel sabía que aunque el nombre de Lex estaba en los archivos principales de aquellas instalaciones, mencionándolo como responsable, no era así. Lo estaban entrampando. Pero él tenía que dar a entender que se sorprendía.
—Entonces no son tuyas, ¿eh? Alguien te la está jugando, Luthor. Y creo que es otro Luthor.
—Está bien. Ahora, Gabriel, ¿Qué hay de la otra información?
—¿Qué otra información?
—Sabes bien de lo que te hablo.
—¿Te refieres a la información referente a un joven granjero de las afueras de Smallville que es más soso que Winnie the Pooh? No, no estoy interesado en seguir esa investigación. El chico es más aburrido que tu padre escuchando óperas.
Lex apretó las mandíbulas. Tragó saliva y miró su reloj. Cuando miró de nuevo a Gabriel, éste ya no estaba.
—Lo siento, Lex —se oyó la voz desde todas partes—, lo que me pagaste ya está trabajado. Si quieres más, será sobre las instalaciones supuestamente tuyas...
El despacho quedó en silencio una vez más. Lex siguió mirando su pantalla, mientras olvidaba el trabajo que Gabriel se negaba a hacer, para centrarse en ese chico, Julian. Él era la nueva obsesión de su padre. ¿Por qué fingir su muerte? ¿Por qué retenerlo? ¿Por qué había clones de por medio? ¿Era Julian la persona original? Porque si no era así, Lex tenía en mente a la persona que sí lo era, y no le agradaba nada pensar en ello.
Música: All American Rejects - Can't Take It
Gabriel cruzó la realidad hasta llegar a un universo vacío. Se detuvo en el infinito blanco que le rodeaba, para pensar. Flotaba sobre una vacuidad que sólo podía ser fruto de un pensamiento vacío. Entonces, a su alrededor se formó una cama, una mesilla, un armario, un suelo, cuatro paredes... Pronto, su mente reprodujo en esa realidad una parte del universo real que ya nunca visitaba, su propia habitación. Así podría concentrarse mejor.
Inmerso en un mar de pensamientos, Gabriel reflexionó sobre lo que iba a hacer. Ya se había unido a Morgan y su mafia, por tanto sus hombres habían dejado de vigilar sus apariciones; había llevado la información sobre Lionel Luthor a Lex, haciéndole creer que se sorprendía de que no fuese Lex mismo el propietario de aquellas instalaciones, con eso sólo faltaba que el hijo distrajese al padre de sus planes. Ahora quedaba visitar a Lionel Luthor, quien le había encargado en su momento hacer aparecer el cuerpo sin vida de Julian Stanopen en aquella carretera. Por eso se había metido en el asunto originalmente. Luego, no pudo evitar investigar. Tenía que avisarle de la intromisión de Lex, para que la situación se tensara.
Tenía claro que realmente no era leal a ninguno de estos personajes ricos en dinero y poder.
Sólo quería ayudar a las víctimas. Julian Stanopen estaba encerrado y él no podía liberarlo. Kara. Ella sí podría. Por eso su lealtad sería para ellos dos.
Ahora sólo le invadía una duda: ¿Por qué se sentía en la obligación de ayudarlos?
—Basta de tanto pensar —se dijo a sí mismo. Morgan Edge lo esperaba junto con el resto del grupo. Se concentró en el lugar preciso.
Una vez finalizada la jornada en el instituto, Kara salió junto con Willy, que estaba entretenido contándole a Hyun Suk cómo había sido el examen, para que éste se diera una idea de lo que podía preguntarse en el examen de su clase al día siguiente. Kara no tenía nada que hacer con ellos. Le pidió que su hermano que avisara en casa que iría a comer con una amiga y regresaría por la tarde, posiblemente. Se encontraron con Evans. Kara no se quedó a saludarlo. Seguramente se pondrían a hablar de los ensayos de la banda. Por Julian, habían decidido seguir adelante con el asunto, probando con otra gente para sustituir a Stanopen. Kara no veía bien ese cambio, por eso ella se negó cuando le pidieron que se incorporara.
Dejando esos recuerdos a un lado, Kara se aseguró que nadie la miraba para usar su supervelocidad.
Después de un rato de carrera, llegó a Smallville, lugar donde se ocultaba la amiga que quería ver.
Mely Taylor se disponía a hacer las compras para una amiga, con quien vivía ahora en la periferia de Smallville. Cuando vio a Kara, se sorprendió mucho. Hacía meses que no la veía. Después de enterarse de la muerte de Julian, no esperaba que la joven Davidson estuviese de humor para hacerle una visita.
—¡Kara! —saludó alegremente—. ¡Qué sorpresa verte por aquí!
—¿Qué tal, Mely? ¿Todo bien?
—Claro, de vez en cuando se tienen problemas, pero es lo normal.
—¿Y con los hombres de Luthor?
Mely suspiró.
—Esos son los problemas que se tienen de vez en cuando. A veces siento que están cerca, pero al final no pasa nada. No te preocupes. Pero dime, ¿qué te trae a Smallville?
—Algo que te sorprenderá más que verme aquí.
—Vale, acompáñame a hacer unas compras y hablamos en el piso de mi amiga. Allí podremos hablar tranquilamente.
Morgan Edge se sentó en su sillón preferido, delante de los cuatro que había convocado. En realidad, era la segunda vez que se sentaba, ya había estado hablando con ellos.
—Como veis, parece que cada minuto aparece un nuevo afectado por los meteoritos.
—¿Y qué quiere que hagamos ahora? —Preguntó Trent.
—Eso, porque hasta ahora nos ha mandado a poner a prueba a gente que termina en el hospital —explicó Jess.
—Es cierto —agregó Lorkie—. Que yo sepa, sólo hay una persona que haya superado cada una de las pruebas impuestas.
—Ahora mismo Kara no el tema principal —interrumpió Edge—. Necesitaré que Macgowen y Goldsmith se encarguen de dos freaks. Ambos se encuentran en Metropolis ahora mismo. Silverman… ¡Silverman!
Gabriel se entretenía mirando por la ventana unas nubes con forma de hacha. Cuando Morgan le llamó la atención, apenas de inmutó.
—¿Estás?
—¿No me ve aquí?
—Tú te encargarás de vigilar al último freak que hemos seguido. Su nombre es Will “Damned” Palace. Lo de Damned es el apodo que él mismo se puso, con el que lo identifican sus conocidos.
—“Maldito” —dijo Gabriel—. No suena nada mal. Será interesante vigilarlo. ¿Qué habilidad tiene?
—No lo tenemos claro. Pero es muy dificil encontrarlo.
—Buena base de conocimientos —comentó Silverman con ironía.
—Peterson…
—¿Qué tal si me llama Lorkie, mejor? Peterson a mi padre.
—Justamente de John Peterson trataremos más adelante. Aunque antes de hablar de la policía de Metropolis, necesito que empieces a acercarte más a Kara. Parece que Gabriel no ha tenido mucha suerte.
—No quiso saber nada de “nuevo amigo” —explicó Silverman.
—Si tuvieras mejor trato con las personas —refunfuñó Jess.
—Lo dice la que intentó matarla.
Morgan se levantó de nuevo, amenazante.
—Ya sabéis qué hacer. No os pago para nada.
Gabriel desapareció sin despedirse. Los otros tres salieron de la única forma que podían. Cada uno a su misión.
Morgan tomó su teléfono y marcó. Esperó a que lo atendiesen.
—No estamos teniendo suerte con el nuevo. Volved a vigilarlo —esperó la respuesta—. Me importa muy poco si sus transportes son cada vez más limpios, rastréenlo como sea. Silverman no colabora como es debido, tendremos que seguir sus pasos.
Oculto tras el mafioso, Gabriel esperó a que Edge colgase para volver a desaparecer sin ser visto.
—Entonces… ¿Julian está vivo? —Repasó Mely.
—Eso es lo que me ha dicho el chico que vi en el cementerio.
—¿Lo has visto de nuevo?
—No, pero creo que volverá. Por eso, excepto ahora, me mantengo constantemente en los alrededores de mi casa o el instituto, para que sepa dónde encontrarme.
—¿No es peligroso que te expongas tanto? Los hombres de Luthor también pueden encontrarte fácilmente.
—No volvieron nunca más a por mí. No estoy segura, pero es posible que no sepan nada de mi secreto, no como en tu caso. Y como ya no tenemos pruebas de lo que sabemos sobre sus experimentos con clonaciones y todo eso… no tienen nada que temer de mí. En cambio, tú eres un peligro potencial para Lionel.
—Lo importante ahora es que aunque no tengamos pruebas, suponemos que Julian está vivo. La cuestión es que no sabemos dónde está.
Kara se distrajo. Ya no atendía a lo que decía su amiga. Miraba a través de las paredes. Tuvo la sensación de que algo malo estaba pasando. Miró la entrada del edificio en que estaban. Un hombre había entrado y había depositado algo para luego irse rápidamente.
—Mely… —Taylor percibió su preocupación—. Alguien acaban de dejar uno objeto debajo de este piso. ¡Tenemos que salir!
—¿Qué? ¿De Luthor? ¿Cómo me encontraron ahora?
—¿Quizás es que me vieron a mí? Mely, lo siento, no creí que…
—Calla. Vamos, en mi habitación podemos quedar a oscuras.
—Ve tu sola. Transpórtate a donde sea, yo saldré a supervelocidad. No te preocupes por mí.
Mely se encerró en su habitación a toda prisa. Kara miró el objeto, estaba segura de que era una bomba. Tenía que llevársela de allí.
En ese preciso instante apareció alguien en la entrada al piso.
—¡Tú! —exclamó Kara.
—¿Qué pasa? —Preguntó Silverman—. Me costó mucho encontrarte, pero…
—¡Vete! ¡Ahora! ¡Ahora!
Gabriel, confuso, hizo caso al instante. Desapareció. Kara bajó las escaleras y recogió el explosivo. Pero… fue demasiado tarde.
Gabriel volvió de su universo de pensamiento para aparecer en la azotea de un edificio de baja altura, cercano a donde había encontrado a Kara. Miró hacia un coche que se alejaba de allí. Le llamó mucho la atención ya que era de los coches que los hombres de Morgan Edge utilizaban. Entonces oyó el estruendo de una bomba en el piso donde su amiga se encontraba. Se sobresaltó.
—¡Mierda!
Kara sintió una onda expansiva muy violenta antes de sentir el calor abrasador del fuego ocasionado. El piso empezó a caer sobre ella, con todo lo que había en él. El calor era intenso, insoportable. Casi queda inconsciente ante el enorme peso que tenía ahora encima.
¡Pero estaba viva! Había sufrido una explosión horrible a escasos centímetros de ella y ni la explosión, ni el calor ni el peso del edificio habían conseguido acabar con ella. La confusión en la calle era escandalosa, lo podía ver desde debajo de los escombros.
Reunió todas sus fuerzas y levantó el gran peso que la oprimía. Los escombros empezaban a moverse y a caer hacia los lados, aunque sería difícil llegar hasta la superficie.
Silverman consiguió percibir desde su privilegiada posición cómo se movían los escombros tras la polvareda que impedía a la gente de calle ver nada. Empezaba a oír sirenas de bomberos y policías.
Intuyó que Kara estaba intentando salir de esos escombros, levantándolos. Realmente, era mucho más fuerte de lo que él pensaba. Se transportó al interior de esa polvareda.
Kara vio entre los restos del edificio que Gabriel estaba sobre ella a poco menos de dos metros. Todavía no podía salir, el peso era demasiado. Pero logró levantar más los escombros.
—¡Silverman!
—¡Kara! ¿Hay sitio para alguien más ahí debajo?
—¡¿Qué?! Pero si lo que quiero es salir, ¿para qué iba a querer a nadie más aquí?
—¿Hay sitio?
Con el esfuerzo que estaba haciendo, no había pensado en la habilidad de Gabriel, podía llevarse con él a otras personas. Era algo así como Mely en la oscuridad, solo que a la luz del día.
—Hay sitio. ¡Ahora sí!
En el reducido espacio que había a su alrededor, Kara sintió cómo aparecía Gabriel. Había abandonado su visión, y como no había luz, no podía ver, pero lo sintió cuando éste la tomó de un brazo.
Silverman y Davidson aparecieron en el edificio que Gabriel había elegido antes. Se oyó el estruendo de los escombros volviendo a caer. Kara se dejó sobre el suelo de la azotea mientras Silverman miraba a la muchedumbre intentando ver si había más supervivientes. La chica estaba cubierta por una manta, pero se fijo en que su ropa había sido casi totalmente destruida.
—¿Había alguien más allí?
—No recuerdo haber visto a nadie mientras miraba —Kara se reincorporó—. ¿Por eso nos quedamos? Para ver si hay alguien en peligro.
—Te recuperas muy rápido.
Kara pensó en el sitio brillante que había visto entre el momento en que desaparecía de los escombros y aparecía en el otro edificio.
—¿Qué era ese lugar que vi?
—Luego te lo explico, todavía estoy intentando asimilar lo extraordinaria que eres.
—Y yo… —logró articular Kara.
Gabriel miró a Kara, que sujetaba con fuerza la manta. Ella estaba usando su visión para escudriñar el desastre en busca de alguna persona más. El chico echó un vistazo a la calle. Veía la escena un poco de costado, pero se veía mejor ahora que el polvo disminuía. Entonces lo vio.
—El granjero —susurró.
—¿Qué?
—Nada.
Gabriel vio que el chico a quien Lex Luthor le había encargado vigilar estaba allí mismo, delante del edificio. Agudizó lo mejor que puso su vista para comprobar que el granjero ponía una mirada similar a la de Kara. Gabriel se quedó boquiabierto mientras miraba a Kara y al granjero repetidas veces.
—No había nadie más… —Kara suspiró aliviada.
—El granjero no era tan aburrido como parecía —susurró Gabriel hablando consigo mismo.
—¿Qué dices?
—Nada, te llevaré a tu casa.
La tomó del brazo y se la llevó consigo con destino a Grandville.
—¿Por qué estabas en Smallville? —Le preguntó Silverman a Kara mientras ésta se acomodaba la blusa. En un abrir y cerrar de ojos, estaba vestida de nuevo.
Al parecer, ni su padre ni su madre estaban allí. Seguramente había salido a hacer las compras de la semana.
—Estaba hablando con una amiga, Mely.
—¿Mely Taylor?
—¡Sí! ¿Cómo lo sabes? —Le preguntó extrañada.
—Está en la lista de afectados por los meteoritos, la lista que tiene uno de mis jefes, Morgan Edge.
—¿En serio? ¿Y qué saben de ella?
—Lo suficiente. Pero saben mucho más de ti.
—¿De mi?
—Ya te lo había dicho. Me habían encargado vigilarte, al igual que tus “buenos amigos” Trent y Jess, así como a Lorkie.
—Sí, lo sé. He intentado no cruzarme con ella.
—No la evites, o desconfiará. Por ahora, tienes ventaja porque sabes lo que traman: están probando tus habilidades.
—¿Por eso sabes qué poderes tengo?
—Sí, pero me preguntó por qué te han hecho lo de la explosión.
—¿Fueron ellos?
—Creo que sí. Pero no estaba al tanto de esto. Y yo que creí que estaba en todo —volvió a susurrar.
—¿Por qué me ayudas?
—Porque aquí se está cociendo algo fuerte, Kara. Julian está en unas instalaciones que Lionel Luthor tiene a nombre de su hijo, por supuesto, sin el consentimiento de éste.
—¿Lex Luthor?
—Sí. Morgan Edge tiene trato con Lionel. No sé qué trama, pero creo que está reuniendo a los Freaks más fuertes y capaces por alguna razón.
—¿Y quieren probarme para que me una a ellos?
—Es lo que creo.
—Esto se está complicando… yo sólo quiero recuperar a Julian…
—Julian está allí por culpa de Morgan. Morgan conoce los planes de Lionel, no sé cómo. Pero lo sabe. Usó a Lorkie para avisar a Luthor de cómo reteneros a ti y a Mely. También avisó del lugar al que Julian debía ir. Así que básicamente, todo es culpa de Morgan. Aunque Luthor se habría llevado a tu amigo tarde o temprano. Tu amigo en realidad…
—Es un clon de su hijo, lo sé. Él también lo sabía.
—¿Y aún así se expuso a Luthor? Se nota que te quería bastante —Silverman miró por la ventana para distraerse un poco. Entendía lo que había hecho Julian, pero no comprendía por qué no había buscado ayuda—. Tenía que haber ido a la policía o algo así.
—¿Es que tú lo haces?
—No, pero yo no temo a nadie. Puedo ir y salir de donde quiera cuando quiera.
—¿Cómo?
—Poseo el acceso a un universo de pensamiento, es insólito. Puedo llevar y traer lo que quiera de él. La manta que te puse era mía de pequeño. Llevaba años allí. Antes de la lluvia de meteoritos en Smallville… yo era autista. Ya tenía la edad para que se notara. Y luego…
—¿Autista? Increíble.
—Después de la lluvia, lo único que sé es que desperté en el hospital y había cambiado. No sé cómo sería ahora si no hubiese pasado, pero era pequeño, lo superamos rápido. Pero entonces empecé a manifestar esta habilidad.
—Puedes seguir encerrándote en tu mundo, aunque…
—De una forma distinta, sí. Y Lionel Luthor usó esta habilidad para hacerme llevar un cuerpo sin vida a unas carreteras entre Metropolis y Edge City. Luego me enteré de lo demás, quién era ese chico, que realmente está vivo, quién eres tú, qué relación había entre Luthor y Edge… así acabé metido en todo esto. Y una vez que liberemos a tu amigo, habré cumplido y desapareceré para siempre de este sitio.
—¿Sabes cómo liberarlo?
—Sé donde está. Pero no soy capaz de llegar hasta Julian. Después de todo, mi habilidad tiene una debilidad. Puedo transportarme, aunque a veces sea difícil, a donde esté una persona que yo conozca. Pero aunque haya visto a alguien igual a él, no conozco al Julian que está atrapado allí.
—¿Y por eso me necesitas?
—Exacto. Sin ti no podré entrar.
—Y sin ti no podremos salir…
Bajo metros de profundidad y tras unos espesos muros de aleaciones de plomo, El doctor Connor caminaba a paso rápido por el pasillo principal para ir a visitar a alguien que supuestamente llevaba muertos unas semanas.
Entró en una celda muy particular. Todo estaba dispuesto como si fuera una habitación, una habitación igual a la de Julian en Grandville.
—Buenos días, Julian.
El chico estaba recostado en la cama. No devolvió el saludo.
—Es la hora.
—Como todos los días —hablaba con tal indiferencia, que hasta Lionel había sentido escalofríos alguna vez. El doctor siempre los sentía—. ¿Ahora qué toca? ¿Generación de energía, movimientos del aire, pruebas genéticas…? ¿¡Que!?
—Hoy toca algo nuevo, Julian —dijo tranquilamente mientras dos hombres vestidos como celadores de prisión se acercaban a Julian para llevárselo. Ya no era necesario que ellos hicieran eso, pero tras los repetidos intentos de fuga, nadie se podía fiar del chico. Aunque ya hubiese aprendido que no había forma de salir de allí.
—¿Y qué es? ¿Pruebas de paciencia? Eso sí que no las pasaría —dijo forcejeando un poco con los celadores mientras los sacaban del cuarto.
—Hoy probamos algunas técnicas de borrado de memoria. Espero que te guste el electroshock. No te haremos nada, simplemente comprobaremos tu resistencia.
—¡¿Y si no lo resisto qué?! —Julian empezó a oponerse más.
—Estamos dispuestos… a correr el riesgo… —contestó Connor sonriendo mientras el eco de sus palabras resonaban en los pasillos por los que era conducido Julian.
Escritores: Bertu y Keidell
Guionistas: Bertu, Elementokr36, Hyun Suk, Keidell y Litz
—Como veis, parece que cada minuto aparece un nuevo afectado por los meteoritos.
—¿Y qué quiere que hagamos ahora? —Preguntó Trent.
—Eso, porque hasta ahora nos ha mandado a poner a prueba a gente que termina en el hospital —explicó Jess.
—Es cierto —agregó Lorkie—. Que yo sepa, sólo hay una persona que haya superado cada una de las pruebas impuestas.
—Ahora mismo Kara no el tema principal —interrumpió Edge—. Necesitaré que Macgowen y Goldsmith se encarguen de dos freaks. Ambos se encuentran en Metropolis ahora mismo. Silverman… ¡Silverman!
Gabriel se entretenía mirando por la ventana unas nubes con forma de hacha. Cuando Morgan le llamó la atención, apenas de inmutó.
—¿Estás?
—¿No me ve aquí?
—Tú te encargarás de vigilar al último freak que hemos seguido. Su nombre es Will “Damned” Palace. Lo de Damned es el apodo que él mismo se puso, con el que lo identifican sus conocidos.
—“Maldito” —dijo Gabriel—. No suena nada mal. Será interesante vigilarlo. ¿Qué habilidad tiene?
—No lo tenemos claro. Pero es muy dificil encontrarlo.
—Buena base de conocimientos —comentó Silverman con ironía.
—Peterson…
—¿Qué tal si me llama Lorkie, mejor? Peterson a mi padre.
—Justamente de John Peterson trataremos más adelante. Aunque antes de hablar de la policía de Metropolis, necesito que empieces a acercarte más a Kara. Parece que Gabriel no ha tenido mucha suerte.
—No quiso saber nada de “nuevo amigo” —explicó Silverman.
—Si tuvieras mejor trato con las personas —refunfuñó Jess.
—Lo dice la que intentó matarla.
Morgan se levantó de nuevo, amenazante.
—Ya sabéis qué hacer. No os pago para nada.
Gabriel desapareció sin despedirse. Los otros tres salieron de la única forma que podían. Cada uno a su misión.
Morgan tomó su teléfono y marcó. Esperó a que lo atendiesen.
—No estamos teniendo suerte con el nuevo. Volved a vigilarlo —esperó la respuesta—. Me importa muy poco si sus transportes son cada vez más limpios, rastréenlo como sea. Silverman no colabora como es debido, tendremos que seguir sus pasos.
Oculto tras el mafioso, Gabriel esperó a que Edge colgase para volver a desaparecer sin ser visto.
—Entonces… ¿Julian está vivo? —Repasó Mely.
—Eso es lo que me ha dicho el chico que vi en el cementerio.
—¿Lo has visto de nuevo?
—No, pero creo que volverá. Por eso, excepto ahora, me mantengo constantemente en los alrededores de mi casa o el instituto, para que sepa dónde encontrarme.
—¿No es peligroso que te expongas tanto? Los hombres de Luthor también pueden encontrarte fácilmente.
—No volvieron nunca más a por mí. No estoy segura, pero es posible que no sepan nada de mi secreto, no como en tu caso. Y como ya no tenemos pruebas de lo que sabemos sobre sus experimentos con clonaciones y todo eso… no tienen nada que temer de mí. En cambio, tú eres un peligro potencial para Lionel.
—Lo importante ahora es que aunque no tengamos pruebas, suponemos que Julian está vivo. La cuestión es que no sabemos dónde está.
Kara se distrajo. Ya no atendía a lo que decía su amiga. Miraba a través de las paredes. Tuvo la sensación de que algo malo estaba pasando. Miró la entrada del edificio en que estaban. Un hombre había entrado y había depositado algo para luego irse rápidamente.
—Mely… —Taylor percibió su preocupación—. Alguien acaban de dejar uno objeto debajo de este piso. ¡Tenemos que salir!
—¿Qué? ¿De Luthor? ¿Cómo me encontraron ahora?
—¿Quizás es que me vieron a mí? Mely, lo siento, no creí que…
—Calla. Vamos, en mi habitación podemos quedar a oscuras.
—Ve tu sola. Transpórtate a donde sea, yo saldré a supervelocidad. No te preocupes por mí.
Mely se encerró en su habitación a toda prisa. Kara miró el objeto, estaba segura de que era una bomba. Tenía que llevársela de allí.
En ese preciso instante apareció alguien en la entrada al piso.
—¡Tú! —exclamó Kara.
—¿Qué pasa? —Preguntó Silverman—. Me costó mucho encontrarte, pero…
—¡Vete! ¡Ahora! ¡Ahora!
Gabriel, confuso, hizo caso al instante. Desapareció. Kara bajó las escaleras y recogió el explosivo. Pero… fue demasiado tarde.
Gabriel volvió de su universo de pensamiento para aparecer en la azotea de un edificio de baja altura, cercano a donde había encontrado a Kara. Miró hacia un coche que se alejaba de allí. Le llamó mucho la atención ya que era de los coches que los hombres de Morgan Edge utilizaban. Entonces oyó el estruendo de una bomba en el piso donde su amiga se encontraba. Se sobresaltó.
—¡Mierda!
Kara sintió una onda expansiva muy violenta antes de sentir el calor abrasador del fuego ocasionado. El piso empezó a caer sobre ella, con todo lo que había en él. El calor era intenso, insoportable. Casi queda inconsciente ante el enorme peso que tenía ahora encima.
¡Pero estaba viva! Había sufrido una explosión horrible a escasos centímetros de ella y ni la explosión, ni el calor ni el peso del edificio habían conseguido acabar con ella. La confusión en la calle era escandalosa, lo podía ver desde debajo de los escombros.
Reunió todas sus fuerzas y levantó el gran peso que la oprimía. Los escombros empezaban a moverse y a caer hacia los lados, aunque sería difícil llegar hasta la superficie.
Silverman consiguió percibir desde su privilegiada posición cómo se movían los escombros tras la polvareda que impedía a la gente de calle ver nada. Empezaba a oír sirenas de bomberos y policías.
Intuyó que Kara estaba intentando salir de esos escombros, levantándolos. Realmente, era mucho más fuerte de lo que él pensaba. Se transportó al interior de esa polvareda.
Kara vio entre los restos del edificio que Gabriel estaba sobre ella a poco menos de dos metros. Todavía no podía salir, el peso era demasiado. Pero logró levantar más los escombros.
—¡Silverman!
—¡Kara! ¿Hay sitio para alguien más ahí debajo?
—¡¿Qué?! Pero si lo que quiero es salir, ¿para qué iba a querer a nadie más aquí?
—¿Hay sitio?
Con el esfuerzo que estaba haciendo, no había pensado en la habilidad de Gabriel, podía llevarse con él a otras personas. Era algo así como Mely en la oscuridad, solo que a la luz del día.
—Hay sitio. ¡Ahora sí!
En el reducido espacio que había a su alrededor, Kara sintió cómo aparecía Gabriel. Había abandonado su visión, y como no había luz, no podía ver, pero lo sintió cuando éste la tomó de un brazo.
Silverman y Davidson aparecieron en el edificio que Gabriel había elegido antes. Se oyó el estruendo de los escombros volviendo a caer. Kara se dejó sobre el suelo de la azotea mientras Silverman miraba a la muchedumbre intentando ver si había más supervivientes. La chica estaba cubierta por una manta, pero se fijo en que su ropa había sido casi totalmente destruida.
—¿Había alguien más allí?
—No recuerdo haber visto a nadie mientras miraba —Kara se reincorporó—. ¿Por eso nos quedamos? Para ver si hay alguien en peligro.
—Te recuperas muy rápido.
Kara pensó en el sitio brillante que había visto entre el momento en que desaparecía de los escombros y aparecía en el otro edificio.
—¿Qué era ese lugar que vi?
—Luego te lo explico, todavía estoy intentando asimilar lo extraordinaria que eres.
—Y yo… —logró articular Kara.
Gabriel miró a Kara, que sujetaba con fuerza la manta. Ella estaba usando su visión para escudriñar el desastre en busca de alguna persona más. El chico echó un vistazo a la calle. Veía la escena un poco de costado, pero se veía mejor ahora que el polvo disminuía. Entonces lo vio.
—El granjero —susurró.
—¿Qué?
—Nada.
Gabriel vio que el chico a quien Lex Luthor le había encargado vigilar estaba allí mismo, delante del edificio. Agudizó lo mejor que puso su vista para comprobar que el granjero ponía una mirada similar a la de Kara. Gabriel se quedó boquiabierto mientras miraba a Kara y al granjero repetidas veces.
—No había nadie más… —Kara suspiró aliviada.
—El granjero no era tan aburrido como parecía —susurró Gabriel hablando consigo mismo.
—¿Qué dices?
—Nada, te llevaré a tu casa.
La tomó del brazo y se la llevó consigo con destino a Grandville.
—¿Por qué estabas en Smallville? —Le preguntó Silverman a Kara mientras ésta se acomodaba la blusa. En un abrir y cerrar de ojos, estaba vestida de nuevo.
Al parecer, ni su padre ni su madre estaban allí. Seguramente había salido a hacer las compras de la semana.
—Estaba hablando con una amiga, Mely.
—¿Mely Taylor?
—¡Sí! ¿Cómo lo sabes? —Le preguntó extrañada.
—Está en la lista de afectados por los meteoritos, la lista que tiene uno de mis jefes, Morgan Edge.
—¿En serio? ¿Y qué saben de ella?
—Lo suficiente. Pero saben mucho más de ti.
—¿De mi?
—Ya te lo había dicho. Me habían encargado vigilarte, al igual que tus “buenos amigos” Trent y Jess, así como a Lorkie.
—Sí, lo sé. He intentado no cruzarme con ella.
—No la evites, o desconfiará. Por ahora, tienes ventaja porque sabes lo que traman: están probando tus habilidades.
—¿Por eso sabes qué poderes tengo?
—Sí, pero me preguntó por qué te han hecho lo de la explosión.
—¿Fueron ellos?
—Creo que sí. Pero no estaba al tanto de esto. Y yo que creí que estaba en todo —volvió a susurrar.
—¿Por qué me ayudas?
—Porque aquí se está cociendo algo fuerte, Kara. Julian está en unas instalaciones que Lionel Luthor tiene a nombre de su hijo, por supuesto, sin el consentimiento de éste.
—¿Lex Luthor?
—Sí. Morgan Edge tiene trato con Lionel. No sé qué trama, pero creo que está reuniendo a los Freaks más fuertes y capaces por alguna razón.
—¿Y quieren probarme para que me una a ellos?
—Es lo que creo.
—Esto se está complicando… yo sólo quiero recuperar a Julian…
—Julian está allí por culpa de Morgan. Morgan conoce los planes de Lionel, no sé cómo. Pero lo sabe. Usó a Lorkie para avisar a Luthor de cómo reteneros a ti y a Mely. También avisó del lugar al que Julian debía ir. Así que básicamente, todo es culpa de Morgan. Aunque Luthor se habría llevado a tu amigo tarde o temprano. Tu amigo en realidad…
—Es un clon de su hijo, lo sé. Él también lo sabía.
—¿Y aún así se expuso a Luthor? Se nota que te quería bastante —Silverman miró por la ventana para distraerse un poco. Entendía lo que había hecho Julian, pero no comprendía por qué no había buscado ayuda—. Tenía que haber ido a la policía o algo así.
—¿Es que tú lo haces?
—No, pero yo no temo a nadie. Puedo ir y salir de donde quiera cuando quiera.
—¿Cómo?
—Poseo el acceso a un universo de pensamiento, es insólito. Puedo llevar y traer lo que quiera de él. La manta que te puse era mía de pequeño. Llevaba años allí. Antes de la lluvia de meteoritos en Smallville… yo era autista. Ya tenía la edad para que se notara. Y luego…
—¿Autista? Increíble.
—Después de la lluvia, lo único que sé es que desperté en el hospital y había cambiado. No sé cómo sería ahora si no hubiese pasado, pero era pequeño, lo superamos rápido. Pero entonces empecé a manifestar esta habilidad.
—Puedes seguir encerrándote en tu mundo, aunque…
—De una forma distinta, sí. Y Lionel Luthor usó esta habilidad para hacerme llevar un cuerpo sin vida a unas carreteras entre Metropolis y Edge City. Luego me enteré de lo demás, quién era ese chico, que realmente está vivo, quién eres tú, qué relación había entre Luthor y Edge… así acabé metido en todo esto. Y una vez que liberemos a tu amigo, habré cumplido y desapareceré para siempre de este sitio.
—¿Sabes cómo liberarlo?
—Sé donde está. Pero no soy capaz de llegar hasta Julian. Después de todo, mi habilidad tiene una debilidad. Puedo transportarme, aunque a veces sea difícil, a donde esté una persona que yo conozca. Pero aunque haya visto a alguien igual a él, no conozco al Julian que está atrapado allí.
—¿Y por eso me necesitas?
—Exacto. Sin ti no podré entrar.
—Y sin ti no podremos salir…
Bajo metros de profundidad y tras unos espesos muros de aleaciones de plomo, El doctor Connor caminaba a paso rápido por el pasillo principal para ir a visitar a alguien que supuestamente llevaba muertos unas semanas.
Entró en una celda muy particular. Todo estaba dispuesto como si fuera una habitación, una habitación igual a la de Julian en Grandville.
—Buenos días, Julian.
El chico estaba recostado en la cama. No devolvió el saludo.
—Es la hora.
—Como todos los días —hablaba con tal indiferencia, que hasta Lionel había sentido escalofríos alguna vez. El doctor siempre los sentía—. ¿Ahora qué toca? ¿Generación de energía, movimientos del aire, pruebas genéticas…? ¿¡Que!?
—Hoy toca algo nuevo, Julian —dijo tranquilamente mientras dos hombres vestidos como celadores de prisión se acercaban a Julian para llevárselo. Ya no era necesario que ellos hicieran eso, pero tras los repetidos intentos de fuga, nadie se podía fiar del chico. Aunque ya hubiese aprendido que no había forma de salir de allí.
—¿Y qué es? ¿Pruebas de paciencia? Eso sí que no las pasaría —dijo forcejeando un poco con los celadores mientras los sacaban del cuarto.
—Hoy probamos algunas técnicas de borrado de memoria. Espero que te guste el electroshock. No te haremos nada, simplemente comprobaremos tu resistencia.
—¡¿Y si no lo resisto qué?! —Julian empezó a oponerse más.
—Estamos dispuestos… a correr el riesgo… —contestó Connor sonriendo mientras el eco de sus palabras resonaban en los pasillos por los que era conducido Julian.
Escritores: Bertu y Keidell
Guionistas: Bertu, Elementokr36, Hyun Suk, Keidell y Litz