8x21 Metrópolis [1]
Casi sin energía el muchacho trató de ponerse en pié, pero las fuerzas no le respondieron y cayó de bruces contra el duro y árido suelo de Kansas. Lo último que recordaba era la oscuridad; una infinita y devastadora sombra que había cubierto por completo el cielo, ocultando el sol tras de sí.
-¿Chloe? –susurró casi sin aliento Clark, deseando que su amiga no estuviera muy lejos. La última vez que la había visto corría hacía él señalando el cielo, tratando de avisarle del cataclismo que se avecinaba.
Ojalá el tiempo se hubiese detenido en los felices y pacíficos días de instituto, pensó, arrastrándose a duras penas por entre los altos tallos de trigo; Ojalá Lex no hubiese entrado nunca en su vida. Si él no hubiera existido todo habría sido diferente, tal vez su relación con Lana hubiese tenido una oportunidad, pero ahora eso ya daba igual.
La rabia se apoderó de Clark, cuando la arrogante e impoluta imagen de Lex cruzó por su mente, dándole las fuerzas necesarias para ponerse en pie. Tambaleándose, cómo un niño pequeño que da sus primeros pasos, recorrió unos metros más en busca de Chloe.
La mera idea de que algo malo le hubiera pasado a su mejor amiga le aterrorizaba hasta el punto de la locura; ya había perdido a demasiadas personas en su vida, si a ella llegara a sucederle alguna cosa…
Un rayo iluminó la atmosfera dándole matices cerúleos a la polvareda acumulada en la estratosfera terrestre. Clark miró al cielo extrañado. En ese preciso momento, pequeños fragmentos de piedras comenzaron a caer del firmamento a modo de lluvia. La velocidad a la que caían era tal que, aunque su tamaño era diminuto, se clavaban en la carne de Clark como proyectiles.
Necesitaba la anaranjada luz solar, sin ella su cuerpo era tan frágil y vulnerable como el de cualquier ser humano. Rezaba para que un pequeño rayo de Claridad atravesara el espeso manto que cubría la tierra para recuperar parte de sus poderes.
Continuará...
Por fortuna no había soltado el bolso durante el desplome. Temblorosa la muchacha abrió el cierre y rebuscó en su interior, segura de que hallaría algo que le sería útil en esa situación. Al momento, sus dedos se toparon con un objeto familiar, algo pequeño y rectangular que Chloe reconoció en seguida; su teléfono móvil. Cuando abrió la tapa un destello de luz inundó la pequeña cavidad en que se encontraba; felizmente no se había estropeado con el golpe.
El resplandor alumbró las paredes de la cueva, resaltando la imagen pintada de una mujer morena sobre la cual había una media luna bordeada en tonos dorados. Debajo del rústico dibujo había un símbolo que no sabía cómo interpretar; ¿parecido a una pulsera quizás?
Cuando consiguió librarse de los escombros que la retenían, se colocó de rodillas y fue gateando por un angosto túnel, segura de que al final encontraría una salida.
-¡Vamos Chloe! –se decía en voz alta tratando de darse ánimos-. Seguro que más adelante el móvil tendrá cobertura suficiente para poder llamar a Clark.
Iluminada por la tenue luz del teléfono, Chloe recorrió el largo pasadizo. Ya estaba llegando al final del túnel cuando un extraño reflejo llamó su atención.
-¿Qué es eso?
Sin poder evitar su naturaleza curiosa, la muchacha se dirigió al lugar de donde provenía el destello. Un hermoso brazalete plateado, muy parecido al pintado en la roca, la esperaba tirado en el suelo.
-Es precioso… -guiada por una fuerza mayor que ella misma, Chloe cogió el objeto y se lo colocó suavemente en la muñeca. Le quedaba a la perfección, al ponérselo sintió como si estuviera hecho para ella. Cómo si aquella pieza exuberante le perteneciera.
La tierra comenzó a moverse bajo sus pies. Aturdida, Chloe, volvió a tomar el camino y salió al exterior, sin ser consciente del terrible espectáculo que le aguardaba. A sus pies todo Smallville ardía en llamas. Columnas negras de humo denso ascendían hasta el cielo fundiéndose con los residuos que había dejado la bomba nuclear que LuthorCorp había hecho estallar.
-¡O dios mio! –Chloe se llevó las manos a la boca incrédula de lo que veían sus ojos. El pueblo que había aprendido a amar estaba prácticamente devastado.
La fina lluvia rocosa que caía del cielo creaba pequeños hoyos al impactar contra el suelo.
-¡Clark! –gritó la muchacha segura de que su mejor amigo la escucharía con la ayuda de su super-oído.
Continuará...
Como una loca de atar, Lana corría por entre la arboleda sin preocuparse de los tirones de pelo o cortes que las ramas de los arboles le producían al pasar. Su siempre inmaculado atuendo, ahora estaba roto y ajado, manchado de lodo y hierva.
-¿Como pude ser tan estúpida de confiar en ti otra vez? – bramó histérica-. Todo lo que ha pasado ha sido por culpa mía. Si no te hubiera desafiado…
Totalmente desquiciada Lana comenzó a reírse a pleno pulmón. El estridente sonido que produjo su risa nerviosa, resonó en el bosque provocando una desbandada de aves. El bullicio de los pájaros revoloteando sobre la cabeza de la muchacha pareció relajarla un poco y devolverle algo de la cordura que había perdido. Más tranquila Lana se apoyo contra la dura y rugosa superficie de un árbol y se dejó caer lentamente hasta el suelo sintiéndose insignificante.
-¿Qué voy a hacer? Si no hubiese planeado mi propia muerte –Lana comenzó a sollozar derrotada- , Lex no habría ido a la cárcel y jamás habría conocido a las mentes criminales más poderosas del mundo. Yo soy la única culpable de todo lo que ha pasado.
Si Lana hubiese jugado sus cartas de otra manera, miles de personas inocentes no habrían muerto en el preciso instante, en que la bomba nuclear que Luthor Corp había creado, impactó sobre el suelo de Kansas destruyendo todo lo que encontró a su paso.
-Lex va a pagar por todo lo que ha hecho –murmuró Lana con los ojos vidriosos, acariciando distraídamente su bolso-. Yo voy a hacer justicia -un brillo de locura asomó en sus dilatadas pupilas, cuando del interior de la bolsa extrajo una pequeña pistola de mano-. Tú me condenaste a la soledad Lex, ahora yo voy a ser tu verdugo.
Continuará...
Una cruel sonrisa se formó en su rostro, dándole un aspecto inhumano a sus atractivas facciones, que por un efímero segundo se asemejaron a las del mismísimo diablo; sí, como había disfrutado al apretar el botón que había anulado de una vez y para siempre a Smallville de la faz de la tierra. Ese maldito pueblo que tan mal lo había tratado, por fin había pagado por todo el daño que le habían hecho. Respiró aliviado sintiendo que con ese acto quedaba cerrado el peor capítulo de su vida.
Sus ojos recorrieron las frías paredes de su oficina, buscando inconscientemente el retrato de la que, hasta hacía unas horas, había sido su esposa.
-Lana, yo te amaba –murmuró melancólico, contemplado la fotografía que descansaba en un estante de su librería-. Si hubieses confiado en mí, tal vez… -suspiró, recordando aquel lejano sueño en el que ambos compartían una vida idílica y sencilla, rodeados por todos sus seres amados. Tenían un hijo y Lana estaba embarazada de una niña-.Sólo fueron las fantasías de un comatoso. Ideas absurdas que en el mundo real jamás sucederán –habló en voz alta, enfadado por su estupidez.
Con semblante contenido tomó el marco entre sus manos y lo estampó contra la repisa de la chimenea. Él no necesitaba a nadie, era Lex Luthor. El dinero y el poder iban a convertirse en sus mejores aliados; nunca se permitiría volver a confiar en nadie. Con pose rígida se acercó al minibar, lo abrió y tomó una de las botellas del güisqui más caras del planeta.
-Esto es sólo el principio – dijo, observando el dorado líquido que guardaba la botella-. Dentro de media hora, cuando las bombas hayan explotado por todo el planeta; yo, Lex Luthor, seré nombrado nuevo presidente. Pobres ignorantes, nunca llegarán a sospechar que mi empresa es el artífice de toda esta destrucción –con tranquilidad vertió el caro licor en un vaso y tomó un trago-. Me voy a alzar como un nuevo mesías, prometiendo seguridad y paz en tiempos de guerra. Nadie podrá detenerme.
Continuará...
8x21 Metrópolis [5]
A su alrededor miles de diminutos fragmentos de Kryptonita se iluminaban a su paso. La bomba había removido la tierra, sacando de sus entrañas aquellas odiosas rocas que con su verdoso resplandor le quitaban a Clark las pocas fuerzas que le quedaban.
El joven levantó la cabeza y observó atentamente, en el cielo, una enorme nube negra que prometía tormenta. El ambiente estaba cargado con un denso olor a azufre que se introducía por las fosas nasales de Clark, impidiéndole respirar con normalidad. Con cada paso que daba sentía su cuerpo más débil, era como si la vida se le escapara entre los dedos. En su mente solo había un pensamiento, tenía que llegar a las cuevas de Naman.
Una Figura se hizo borrosa en el horizonte, Clark agudizó la vista, pero le fue casi imposible distinguir de quien se trataba. Chloe avanzaba con paso vacilante, horrorizada por la monstruosidad de que sus ojos habían sido testigo.
-¡Clark! –gritó, al vislumbrar a su amigo.
-¿Chloe? –preguntó el muchacho, desorientado, a punto del desmayo-. ¿Eres tú? Estas viva-la chica corrió junto a su amigo, le rodeo la cintura y a duras penas lo sostuvo.
-Clark necesito que pongas algo de tu parte, yo sola no puedo con tu peso –apretando los dientes por el esfuerzo, Chloe trató de colocarse en una mejor postura. Se puso a un costado de su amigo, pasó uno de los musculosos brazos de Clark por encima de su cuello y comenzó a caminar- Dios mío espero que no te desmayes o me chafarás con tu corpulencia.
-Desde cuando Chloe Sullivan se asusta por la adversidad –preguntó Clark, tratando de tranquilizar a su amiga.
-Desde que mi mejor amigo, que pesa alrededor de 100 Kilos (220 libras), puede caer como plomo sobre mí y chafarme.
-No te preocupes, ahora que tú estás aquí todo saldrá bien –dijo burlón Clark, satisfecho porque no le hubiese pasado nada a Chloe.
-Creo que eso debería decirlo yo. A fin de cuentas, tú eres el superhombre y yo una simple mujer mortal.
-De que eres una mujer no hay duda, en cuanto a lo de simple… -Chloe elevó lo ojos al cielo resignada. Algunas veces tenía ganas de estrangularlo con sus propias manos; aun que la mayor parte del tiempo deseaba que se diera cuenta de que existía como mujer y no sólo como su mejor amiga.
Casi sin darse cuenta, los dos amigos llegaron a la gruta que aguardaba en su interior el portal, que unía la fortaleza de la Soledad con las cuevas de Naman. La roca rojiza se habría en una brecha de magnitudes gigantescas; Clark, con la ayuda de Chloe, penetró por la estrecha cavidad, justo en el momento en que el cielo rompió a llover.
-¿Qué es eso? –preguntó alarmada Chloe, viendo como el agua que caía disolvía parte de las hojas de los arboles-. Es… Es lluvia ácida.
[/color]
Continuará...
El cadáver de una joven madre apretaba contra sí, fuertemente, el inerte cuerpecito de su hijo, en lo que sin duda, había sido un intento por protegerle del inminente cataclismo, que había tenido lugar hacía escasamente una hora.
El hedor a carne quemada le provocó a Lana unas ganas incontrolables de vomitar. Con los ojos cerrados, rezando para sus adentros por lo que estaba a punto de hacer, abrió la puerta del piloto y empujó a madre e hijo fuera del coche. Armada con el poco valor que le quedaba la joven, tomó asiente frente al volante y giró la llave de contacto esperando que la onda expansiva no hubiese destruido el motor. Un segundo después la máquina rugió y a duras penas, comenzó a moverse camino de Metrópolis.
Continuará...
Clark, nervioso, rebuscó en el raido bolsillo de su pantalón y extrajo la pieza que serviría de llave para abrir el portal. Cuando la sostuvo entre sus dedos, se giró y con una media sonrisa en los labios le dijo a Chloe:
-Menos mal, no la he perdido.
-Sí, no sería la primera vez que te la dejas olvidada por ahí –bromeó la chica, recordando la primera vez que había usado el objeto para salvar a su amigo del profesor Milton Finn.
-Tienes razón, pero tú siempre estás para intervenir en el último momento y salvar la situación –bromeó Clark, acercándose a su amiga con una extraña sensación en el pecho-. ¿Preparada para el viaje?
-¡Preparada!
Sin más dilación, Clark tomó a Cloe por la cintura e introdujo la llave en la ranura. Inmediatamente, una luz cegadora invadió la cueva y trasladó a los dos amigos a algún lejano lugar del polo, donde los rayos solares hacían brillar la blanquecina nieve, como si fuese cristal.
-Realmente, ha-hace fri… frío aquí –balbuceó Chloe, tiritando por el súbito cambio de temperatura-. Si-si lo llego a saber, me hubie…se traído una cazadora.
-Lo siento -se disculpó Clark frotando sus manos contra los brazos de Chloe, intentando calentar a su amiga-. Estoy seguro que dentro hará más calor. Adelantate, yo voy a por un poco de madera para hacer una hoguera.
En una fracción de segundo Clark desapareció a hipervelocidad, dejando a Chloe sola. La muchacha entró en el enorme iglú, de cuatro pisos de altura, con una inquietud palpitante en el estomago. Su intuición de periodista le decía que estaba a punto de presenciar algo que cambiaría la historia para siempre.
-¡Ya estoy aquí! –la voz de Clark sorprendió a Chloe, que dio un grito por el susto-. Tranquilízate, soy yo. Ahora todo va a salir bien.
Clark acompañó a la joven hasta la zona más cálida de la fortaleza, amontonó los troncos que había recogido y agudizando la vista, hasta que su iris se encendió en una llama, que prendió la hoguera.
-Aquí estarás segura. Oigas lo que oigas, no quiero que te muevas de aquí. Recuerda que la última vez que hablé con Jor-El, por poco mueres congelada.
Chloe asintió, extendiendo las manos para calentarse con el fuego; su amigo debía estar loco para pensar, siquiera, que se iba a apartar del calor, solo para fisgonear. Aunque, debía reconocer que algo de curiosidad, sí sentía.
Clark caminó por las heladas galerías, en busca del centro de la fortaleza, donde Jor-El le esperaba para iniciar su entrenamiento.
-Te lo advertí, hijo mío –resonó en la caverna, la voz severa de Jor-El-. Un mal mayor asola la humanidad y tú, Kal-El, no estás preparado para hacerle frente. La rueda del destino ha comenzado a girar y ya es hora de que cada quién tome su lugar.
-¿De qué estás hablando? –gritó Clark, exasperado por tanto misterio-. No entiendo…
-Entenderás, hijo mío –profetizó Jor-El-. Tu camino estaba marcado mucho antes de que tú nacieras, incluso antes de que Krypton fuera destruida.
-¿Pero?
-Toma uno de los cristales de hielo, que guardan las enseñanzas de nuestro pueblo –interrumpió Jor-El-, con ellos aprenderás todo lo necesario para enfrentarte a tu destino.
Clark, haciendo caso de lo que su padre le decía, tomo un cristal y acto seguido quedó atrapado en medio de un campo de fuerza invisible, que contenía toda la sabiduría de su pueblo.
Continuará...
-Que está pasando –chilló acongojada, tratando de despojarse del brazalete-. No puedo quitármelo.
-Tu suerte está echada –auguró Jor-El, impasible-. Ha llegado la hora de que la rueda empiece a girar y tú simple mortal, vas a ser el pilar fundamental para que mi hijo ocupe su lugar.
-NOO… –gritó Chloe, sintiendo como la pulsera le ardía en la muñeca-.¡CLARK, SOCORRO! –chilló al notar su cuerpo paralizado, segura de que su amigo podría escucharla.
-No te resistas a tu destino. Así ha de ser y será.
Continuará...
Ya estaba hecho, pensó Lex, mirando fijamente el interruptor que iba a cambiar el curso de la historia. En menos de media hora, el caos y la devastación se extenderían por toda el planeta y Luthor Corp se alzaría como una de las mayores potencias económicas del mundo.
Miles de personas iban a morir a causa de las explosiones nucleares y los que no lo hicieran, padecerían enfermedades y epidemias a las que Luthor Corp, por un módico precio, haría frente. Era un negocio redondo; un digno plan de la mente criminal más astuta de todos los tiempos.
Con toda la calma del mundo, Lex, alzó los pies, colocándolos sobre la enorme mesa de caoba que dominaba su despacho, y se reclinó en el sillón presidencial satisfecho con su obra. Alargó la mano, tomó el mando a distancia y encendió la enorme pantalla, que estaba frente a él, esperando el avance informativo.
En pocos minutos, un exitoso programa, que se emitía por el canal nacional, fue interrumpido y el presentador le dio paso a una reportera de calle.
-En directo Samantha Guoghed. Las alarmas de metrópolis se han encendida tras una reciente amenaza de origen desconocido. Hace escasos minutos -anunció la voz chillona de la reportera corriendo por la avenida principal de metrópolis-, una bomba ha explosionado contra el registro civil. A mi espalda se puede ver la enorme nube de humo negro, que ha generado la colisión. Aún no se pude prever el numero de víctimas, lo que sí es seguro, es que cientos de partidas de nacimientos, junto con el censo y otros documentos de relevancia, se han perdido para siempre debido a este hecho.
La muchacha se paro en secó, en medio de la callé, se colocó un mecho de pelo tras la oreja y continuó con el avance informativo, sin inmutarse por las miles de personas que huían despavoridas en torno a ella.
-Cómo te decía Brad; más de veinte países han dado la voz de alarme. Defensa ha puesto en marcha el plan de alerta máxima. –La reportera prácticamente chillaba, intentando que su voz sonare nítida en medio de todo el griterío-. Se ruega mantener la calma a la hora de la evacuación. Recuerden que las carreteras principales estarán colapsadas...
En ese preciso instante, el hombre que llevaba la cámara enfocó hacia el cielo. Una enorme cabeza nuclear se aproximaba directamente hacia ellos. La cámara tembló, antes de caer al suelo y enfocar el pavimento.
-¡SAM CORRÉ! –se escuchó la voz potente del cámara, alertando a su compañera de equipo.
-¡Dios mío! –la exclamación horrorizada de Samantha Goughed, fue el último sonido que se retransmitió en abierto por antena, antes de que la bomba impactara contra la ciudad.
Lex sonrió complacido; ¿qué importancia tenía la perdida de unas cuantas vidas, en comparación del poder total?
Continuará...
8x21 Metrópolis [10]
Era un bastardo. ¿Cómo podía estar sentado ahí, tan tranquilo, mientras miles de personas morían por su culpa? ¿Es qué no tenía alma? Con manos trémulas palpó su bolso; la pistola seguía en su sitio.
Continuará...
-¿Dónde estoy? – se pregunto Chloe en voz alta, paralizada por la angustia, sin dar crédito a sus ojos veían.
Comenzó a caminar por inercia sin saber a dónde ir o que hacer. En su cabeza solo veía la imagen de Clark; si él estuviera allí nada de eso abría pasado.
-Chloe –su nombre sonó como un leve gemido; como si la persona que trataba de llamarla, no tuviera fuerza suficiente ni para respirar-. Aquí…
Dubitativa, Chloe siguió el sonido de la voz quebradiza que la llamaba. Varios metros más allá, la muchacha encontró a su prima, mal herida, apresada bajo una montaña de cascotes de un edificio colindante que se había desplomado.
-No te muevas voy a tratar de sacarte de ahí –impotente ante la terrible escena que presenciaba, Chloe tomó un listón metálico e intentó hacer palanca- Seguro que con un poco de suerte…
-No te esfuerce es inútil –con el alma destrozada, Chloe, se arrodilló junto a Lois-. Recuerdas aquellos documentos secretos de Luthor Corp… - murmuró casi sin fuerzas Lois.
-Te refieres al proyecto nuevo mundo –preguntó Chloe, asombrada por el comentario.
-Sí, he robado los diseños de los prototipos de la bomba que industrias Luthor ha hecho estallar -un fino hilillo de sangre resbaló por el borde de los labios de Lois, cuando esta sonrió-. Con un poco de suerte el mundo entero sabrá lo que ha hecho Lex.
-No te preocupes ahora, por eso. Lo importante es sacarte de aquí -dijo medio ahogada Chloe, tratando de ignorar el fuerte olor a gas que desprendía el edificio derrumbado.
-No seas ingenua, por más que trates no voy a salir bien librada de esta. Haznos un favor a las dos y coge mi bolso. Está allí, ¿lo ves? –masculló Lois, haciendo un esfuerzo sobre humano -. Aunque se ha quemado un poco, a causa del fuego, la mayor parte de los documentos están bien conservados y serán una prueba crucial, para incriminar a Lex por sus acciones -Chloe se levantó y cogió el bolso de su prime.
-Ya lo tengo. Ahora tienes que poner un poco de tu parte. Intenta mantenerte consciente, mientras busco algo que me pueda ayudar a hacer palanca.
-No te esfuerces. Únicamente prométeme una cosa Chloe –la muchacha asintió, arrodillándose junto a su prima y tomándole la mano-. Vas a ser la mejor periodista de investigación y publicarás un reportaje sobre nuevo rumbo, inculpando a Luthor Corp por toda lo que ha pasado.
-Sí, te lo prometo -lloró conmocionada Chloe, viendo como a su prima se le acababa el tiempo y su luz se iba apagando poco a poco.
-Además, no descansarás hasta conseguir un pulitzer -Chloe movió la cabeza afirmativamente-. Júramelo…
-Te lo juro.
-¡Ahora corre! –le ordenó Lois a Chloe sin fuerzas-. Esto está a punto de estallar y tienes una promesa que cumplir.
-No-No puedo, no puedo dejarte aquí.
-Me lo has jurado, cabezota. Quiero que corras como el mismísimo diablo. ¡YA!
Con lágrimas en los ojos, Chloe apretó el bolso de su prima fuertemente contra sí, se levantó y comenzó a correr en dirección contraria con todas sus fuerzas. Casi en el acto el edificio estallo por los aires, sepultando el cuerpo de Lois entre sus restos.
Chloe sintió el impacto de la onda expansiva contra su espalda. Por un momento, su cuerpo se elevó por los aires y fue arrojado violentamente contra algo duro y metálico, que golpeo su sien derecha arrebatándole la consciencia. Mientras las tinieblas se adueñaban de su mente, escuchó la voz lejana de Jor-El murmurándole cosas sin sentido.
-Todo comienza con tu olvido. Ya estas preparada para asumir tu nuevo destino. Lo siento pequeña, pero era inevitable que esto sucediera. La elegida ya ocupa su lugar -la oscuridad cubrió por completo a Chloe, que se dejo arrastrar por el sueño de la inconsciencia.
Continuará...
-Esperemos que al menos este, todavía siga con vida –farfulló un hombre mayor y grandote, secándose el sudor de la frente-. Tanto trabajo para que al final estén muertos o agonizantes.
-Venga Perry, no seas tan cascarrabias –dijo un hombre más joven, acercándose hasta el cuerpo inerte de la mujer rubia que estaba inconsciente en el suelo.- Parece que esta aún respira.
El resto de voluntarios, se acercaron con la camilla hasta el lugar, tomaron a la chica con cuidado y la depositaron encima del catre.
-El caso es que la cara de esta chica me suena de algo –murmuró para sí, Perry White, observando a la mujer inconsciente.
-Pues mejor si la conoces, porque desde que estalló el registro civil no hay documentos que acrediten la identidad de ningún civil y con todos esos muertos… las tareas de reconocimiento están siendo un verdadero infierno.
-¿Qué es eso que tiene la muchacha entre las manos? –preguntó Perry, acercándose para ver mejor -. ¿No es un bolso?
-Pues, sí. Al menos a esta, va a ser fácil identificarla –con sumo cuidado el hombre joven, apartó los brazos del bolso y examinó el contenido-. Está lleno de papeles…- -dijo el hombre con cara de fastidio.
-¡Déjame a mí! –farfulló Perry, arrebatándole de un tirón la bolsa y revisando su contenido-. No era tan difícil. Aquí está su cartera, bastante quemada por cierto, pero aún pude servir de algo.
Con tranquilidad los dedos hábiles de Perry revisaron los distintos compartimentos de la deteriorada cartera, hasta que dieron con el documento nacional de identificación.
-La foto está quemada, pero aún se puede leer el nombre. Lo -pronunció, concentrándose en descifrar las letras borrosas, por el plástico deshecho-. Lo-is La…ne. Sí, definitivamente pone Lois Lane.
Continuará...
Tras la hecatombe nuclear, Metrópolis se había convertido en una de las ciudades punteras del planeta. El dinero y el poder de Luthor Corp habían logrado reconstruir en un tiempo record las calles y los edificios dañados. El apellido Luthor, era sinónimo de supremacía; nadie en su sano juicio se atrevería a cuestionar una decisión tomada por un Luthor y menos ahora, que Lex se había hecho con la presidencia de los Estados Unidos.
Desgraciadamente, todo ese esplendor se veía empañado con los altos índices de criminalidad que dominaban la ciudad. Para nadie era un secreto que todos los logros que Lex Luthor había conseguido, se debían a sus constantes negociaciones con la mafia.
Homicidas, rateros y camellos, acampaban a sus anchas en las calles de Metrópolis, sin dar cuenta de sus actos. En esos días la justicia estaba más ciega y sorda que nunca; cosa que provocaba una gran desazón en los ciudadanos, que ya no sabían en que creer.
Una tarde como otra cualquiera, Metrópolis bullía de frenesí. La gente iba y venía sin atreverse a cruzar la mirada, pues preferían ignorar lo que sucedía a su alrededor. Por todos era sabido que si no querías meterte en problemas, la mejor opción era mirar al suelo; incluso quizás, con un poco de suerte, podías encontrar un par de dólares que te alegraran el día.
El anaranjado sol del crepúsculo, bañaba los altos rascacielos de la ciudad, dándoles matices dorados que hacían resaltar su grandiosidad. Raj, un joven hindú, que hacía menos de un mes había comenzado a trabajar como taxista, se quedó absortó mirando el hermoso colorido que se formaba en los edificios perfilados por la luz, mientras conducía. Distraído como estaba, no se percató de la súbita aparición de una niña de cinco años en la calzada. Cuando sus ojos se encontraron con los de la pequeña, su primera reacción fue girar el volante de una forma brusca, provocando que el coche se dirigiera hacía la masa de gente que caminaba despreocupadamente por la acera.
El chico pisó el freno desesperado, consciente de que el remedio había sido peor que la enfermedad. Con fuerza apretó el volante, cerró los ojos y espero el impacto… Un, dos, tres; contó para sus adentros, con la extraña sensación de que lo inevitable tardaba mucho en suceder.
Vacilante, Raj abrió uno de los ojos y miró en derredor. ¿Qué había pasado?, las ruedas seguían girando, pero el coche no se movía. Perplejo sacó la cabeza por la ventanilla y observó el pavimento a varios metros de distancia.
-¡Oooh! ¡Dios mío, estoy flotando! –desconcertado se llevó las manos a la cabeza. En cuanto llegara a casa iba a prepara el altar para rezarle a buda y agradecerle por haberle salvado.
El coche rechinó cuando las ruedas tocaron el asfalto. Raj, guiado por la intuición, se giró y pudo atisbar, brevemente, una mancha azul a través de la luneta trasera. ¿Qué narices era eso?
Con la boca aún abierta por la sorpresa salió del vehiculó, justo en el momento en que la “mancha azul” se elevaba, veloz como una bala, hacia el cielo. La gente todavía aturdida, se arremolinó entorno a Raj.
-¿Habéis visto eso? –preguntó una señora, mirando el cielo embobada.
-Todo ha sucedido tan deprisa que no estoy seguro de lo que he visto –comentó otro señor, con el ceño fruncido sin dar crédito a lo sucedido.
-Mamá, mamá -dijo la niña pequeña que había estado a punto de ser arrollada por el taxista, estirando de la falda de su madre, tratando de que le prestara atención-, ¿a que eso es un pájaro? –con su pequeña mano apuntó al firmamento y señaló la fugaz mancha azul que se difuminó en el horizonte.
-No pequeña –comentó un anciano, que no había sido testigo de la escena-. Eso es un avión. -Con una cálida sonrisa, que hizo aún más profundas las arrugas que surcaban su cara, el anciano prosiguió su camino, distraídamente, satisfecho por su observación.
-No, no… -corrigió Raj-. Eso es… -de repente se quedó sin palabras.
Continuará...
-Era un hombre yo le vi con mis propios ojos –escuchó Chlark a un reportero de mediana edad, discutiendo acaloradamente con otro.
-¿Cómo va a poder un hombre volar? –preguntó el otro, en tono irónico-. Seguro que era un avión.
-No, no lo era.
-Bueno pues entonces, formaste parte de una alucinación colectiva –murmuró socarronamente, el periodista más mayor, zanjando la discusión.
Clark atravesó la sala tratando de no reírse; esos comentarios le hacían mucha gracia, no podía evitarlo. Carraspeó y trató de guardar la compostura. Lo importante era que por fin había acabado su entrenamiento. Ahora conocía todos los secretos de su cultura y estaba resignado a su destino. Aun qué, en el fuero interno de su ser, deseaba ser capaz de hacer retroceder el tiempo y volver a Smallville, para estar de nuevo con sus padres y amigos. Cuanto los echaba en falta.
-Por fin ha llegado –dijo el asistente de Perry White, dirigiéndose a Clark, al verlo entrar por la puerta de la redacción-. Usted debe ser Kent, ¿verdad?
-Sí, así es.
-Perfecto. Acompáñeme hasta el despacho de Perry, por favor.
Chlark se colocó las gafas con el dedo índice y siguió al desgarbado y diminuto asistente, por toda la sala. De camino al despacho de Perry, Clark se tropezó, oportunamente, unas cuantas veces y a punto estuvo de tirar una pila de papeles que descansaban sobre la mesa de una secretaría.
-Espero que en su trabajo sea más meticuloso –inquirió el asistente mirándolo por el rabillo del ojo.
Poco antes de llegar, Clark agudizó el oído y escuchó la conversación que estaba teniendo lugar en el despacho de Perry White.
-O venga, no me puedes hacer esto Perry – dijo una voz de mujer-. Ya casi le tenemos. Si me dejas publicar este articulo, Lex y todo su imperio caerá.
-Tenemos que tener pruebas más contundentes. Piensa lo que sería capaz de hacerle a la redacción, un hombre que no tembló ni un ápice, en mandar a su ex esposa a la cárcel por intento de homicidio.
-Sé que es arriesgado pero… -la mujer dejo de hablar, tan pronto escuchó que llamaban a la puerta.
-Adelante –dijo Perry en tono autoritario.
Clark y el asistente entraron en el despacho. La sensación de anticipación que Clark había tenido durante todo el día se intensificó; había algo tremendamente familiar en aquella escena que presenciaba.
Sus ojos recorrieron impacientes a la mujer, que se hallaba de espaldas, seguro de que la conocía de antes. Todo en ella le resultaba familiar; desde su melena castaña, que brillaba bajo la claridad del día, hasta la forma en que se retorcía las manos nerviosamente, indignada por no poder hacer nada contra Lex. Además aquella postura y aquel aire desgarbado…
-Señor Kent, ya está aquí –dijo Perry frotándose las manos-. Le quiero presentar a la que, desde hoy, será su compañera de investigación.
Antes de que la muchacha se diera la vuelta, Clark supo de quien se trataba. El peculiar latido de su corazón la delató.
- Chlark Kent, esta es Lois Lane -Perry hizo una pauso y prosiguió con la presentación-. El señor Kent pertenece a un pintoresco pueblo de Kansas llamado Smallville.
-¿Lois? –murmuró Clark casi sin habla, parpadeando por el desconcierto; debía tratarse de un mal entendido, la mujer que estaba frente a él no era Lois era Chloe.
-Encantada de conocerlo señor Kent -dijo Chloe, estirando la mano indiferente. En sus ojos no había el menor signo de reconocimiento; era como si fuera la primera vez que lo veía-. ¿Por qué me mira así, Smallville? ¿No sabe que es de mala educación mirar tan fijamente a alguien que acaba de conocer? o ¿es que en su pueblo nunca antes había visto a una de mi especie?
Clark azorado, apartó la vista y con dedos torpes se colocó las gafas, que se le habían escurrido hasta la punta de la nariz.
-Yo… esto, no –tartamudeando de verdad por primera vez en su vida, Clark no supo que contestar. Simplemente, se quedó mirando fijamente la mano que Chloe aún tenía estirada, esperando que se la apretara.
Un destello plateado, centelleó en la muñeca de la chica, atrayendo la atención de Clark; ¿cómo era posible que Chloe tuviera el brazalete que el abuelo de Kyla le había entregado? Ante la mirada estupefacta de su nuevo compañero, Lois bajo la mano, segura de que aquel monigote de casi dos metros de altura, no se la iba a estrechar. Si lo que el señor Kent pretendía era demostrarle que no estaba satisfecho de formar equipo con ella, pues lo había conseguido. No había ninguna cosa que la sacara más de sus casillas, que un hombre la infravalorara por ser mujer.
-Maldita sea –mascullo Lois, mirando el reloj de pared de Perry, intentando desviar la atención del feo que Clark le acababa de hacer-, se me ha olvidado otra vez, tomarme mi zumo de naranja exprimido.
Clark seguía mirándola atónita sin creerse lo que estaba sucediendo.
-No me mires con esa cara, Smallville. Es el mejor remedio para no coger un catarro. Quien toma 1000 miligramos de vitamina C al día se mantiene en perfecta salud.
Continuará...
-Siento interrumpir vuestra conversación parejita –anunció Perry, tras recibir una breve llamada-, pero me acaban de informar que están atracando el banco Central.
Lois miró a Clark y como si de una competición se tratará, agarró el bolso y salió pies para que os quiero hacia el ascensor; le iba a demostrar al señor Kent de que material estaba hecho un buen reportero. Al ver su actitud competitiva, Clark, no pudo evitar sonreír, sintiendo que de nuevo volvía a estar en casa.
Ambos salieron a la calle. Desgraciadamente Clark se quedó atorado entre las puertas giratorias del edificio y precisó de la ayuda de Lois, para liberarse.
-Para ser tan grande eres bastante torpe – murmuró Lois, desenganchándole el abrigo de una de las manillas-. Será mejor que vayamos por separado, así podremos… ¿Clark?
¿Dónde se había metido? , se preguntó Lois buscando a su nuevo compañero entre la multitud de gente que caminaba por la calle; hacía solo un momento, estaba detrás de ella.
- ¡Genial! El muy tramposo. Si piensas que vas a conseguir la noticia antes que yo, lo llevas claro. Tengo una promesa que cumplir y un Pulitzer que ganar –gritó indignada al aire, sintiéndose estúpida por no haberse anticipado a los movimientos de Chlark-. ¡TAXIII! –bramó enfurecida, haciendo el alto a un vehículo-. Al banco Central, sin demora.
Clark oculto dentro de una cabina, observó como Chloe subía al taxi echando humo por la orejas. Seguía siendo la misma; sólo que ahora sus ojos no estaban llenos de amor y devoción por él, más bien todo lo contrarío.
Clark sintió como si el Karma del universo le estuviera dando una lección; durante muchos años no había valorado lo suficiente a Chloe, cegado por su relación imposible con Lana. Ahora, al verla ahí, mirando a través de él como si no existiera, por primera vez se había dado cuenta de cuánto la necesitaba; de lo mucho que deseaba volver a mantener una relación de camaradería y confianza con ella. Resuelto a volver a tener ese tipo de relación con Lois, Clark se desabrochó la camisa mostrando una gran S en su pecho.
-¿Qué es eso? –gritó un policía señalando al cielo.
-¿Un pájaro? –dijo una mujer rubia, cubriéndose los ojos con una mano, a modo de visera, para ver mejor.
-¿Un avión? –dijo un periodista detrás del cordón policial ante el banco Central.
-¡No, es Superman! –gritó Lois excitada, mirando con ojos golosos al superhombre que descendía en ese momento del cielo-. Es tan… tan perfecto –musitó con un sonoro suspiro.
Clark por un momento miró a Chloe desorientado; ¿Se lo parecía a él o su mejor amiga todavía estaba de alguna curiosa y retorcida manera enamorada de él? Con una sonrisa en los labios entro en el banco y en menos de medio segundo, apresó a los maleantes. Aún le quedaban esperanzas. El círculo del destino se había cerrado por fin.
Fin.
Bueno, ¿qué os ha parecido? Sé que es algo extensa, pero este sería el último episodio que yo desearía para Smallville. Naturalmente, luego daría paso a Metrópolis 2009: El hombre del mañana.
P.D: Espero vuestras opiniones sobre la redacción; tanto buenas como malas . Nos vemos por el foro. ¡Un saludo!