A estas alturas ser original se convierte en una tarea harto difícil, y no quería escribir el típico post 3.000 colmado de dedicatorias. En vez de eso, se me ocurrió dedicaros el principio de una historia que escribí hace algún tiempo.
Se trata de una novela que hasta a mí me resulta compleja de catalogar. Digamos que es una historia de suspense con tintes paranormales y muy, muy romántica.
Un relato analizado fríamente sólo es un compendio de palabras, de historias. Si consigo que mis palabras se conviertan en sensaciones y emociones habré conseguido mi objetivo. Me gustaría poder transmitiros en mi historia: amor, amistad, cariño, angustia, tristeza, miedo... Si logro que toméis aliento alguna vez mientras lo estáis leyendo, si consigo que algún suspiro se os escape de vuestro interior, si alcanzo vuestro corazón y os hago reflexionar con algo de lo que cuento... me sentiré satisfecho.
Mi libro se titula “Muerto en Vida” y sin más demora, os dejo con la lectura del primer fragmento del primer capítulo titulado “Nosotros”.
Ocurre a veces que lo triste es hermoso al mismo tiempo, aunque parezca una contradicción. Así recuerdo yo, aquella etapa de mi vida en la que ocurrieron aquellos trágicos acontecimientos... Una total dicotomía entre lo que fue y lo que pudo haber sido...
Mucha gente piensa que el destino ya está escrito. Si es así, conmigo ha sido un niño caprichoso que me ha puesto dulces en la boca para luego arrebatármelos casi inmediatamente. En cualquier caso, yo no estoy de acuerdo del todo con esta teoría. Creo que puede haber ciertas cosas predeterminadas, pero el conjunto de la vida está formado por situaciones y decisiones que tomamos nosotros mismos y que nos encaminan hacia un lado o hacia otro. Eso, al menos, es lo que creo yo...
Por aquel entonces, yo cursaba el COU (curso de orientación universitaria). A decir verdad, era mi segundo COU. A pesar de haber sido siempre un buen estudiante había perdido el Norte y el sentido de mi vida en aquellos momentos. Entré en una dejadez y desidia absoluta, impropia de mí, lo cual se reflejó en mis notas. Tal es así, que me encontré repitiendo curso.
Ese año, mis padres y mi hermano menor se habían trasladado a otra ciudad, por motivos de trabajo, y tanto mi hermana como yo, nos habíamos quedado solos en casa. Esto equivalía a estar prácticamente sólo, ya que mi hermana siempre estaba por ahí con su novio, y el diálogo casi no existía entre nosotros. Qué digo casi,... no existía en absoluto. Apenas si nos veíamos.
Pero lo que de verdad me afligía sobremanera era mi ex novia. Ya había pasado más de un año desde que lo habíamos dejado y no lograba superarlo, no conseguía dejar de quererla. Se llamaba María. Era morena y con unos ojos alargados al estilo oriental. Sus ojos eran marrones, muy normalitos en cuanto a su color pero eran muy hermosos. Su sonrisa era para enmarcarla. Era sin duda lo que más me gustaba de ella. Cuando lo dejamos me quedé destrozado. Me había dejado por otro, que además era amigo mío. Fue el primer gran golpe que me llevé en mi vida. Me di cuenta que son las personas que más quieres las que te pueden hacer más daño en esta vida. Iluso de mí, pensaba por aquel entonces que ella era la chica de mi vida y que nada ni nadie podría separarnos. Nuestro romance sólo duró seis meses, pero meses que fueron muy intensos y hermosos... inolvidables.
Mi estado de ánimo por aquella época, no era precisamente el más idóneo y por eso me había abandonado un poco, a mí mismo.
Creo que todo empezó a principios del mes de Abril de 1991.Yo estudiaba en el nocturno y eso me había convertido en un ser taciturno y amante de la noche, ya que me pasaba el día durmiendo...
Por cierto... me llamo Roy. Yo tendría por aquel entonces unos 19 años. Era bastante introvertido y tímido. Bastante delgado y una cara bonita, supongo. Todo esto aderezado con mis ojos negros que suelen ser lo que más le gusta a la gente de mi físico. Pero no me gusta nada describirme a mí mismo. Una vez hice un experimento: le dije a 5 personas, por separado, que me describieran tal como creían que yo era realmente. Hubo resultados para todos los gustos. Para algunos resultó que era el tío más déspota y chulo del mundo, y para otros la persona más sensible y comprensiva de la tierra. Vamos... como el día y la noche. En fin...
Hay una teoría psicológica – la del triángulo, ó algo así – que dice que las personas nos vemos de una forma, los demás nos ven de otra y que realmente no somos ni de una ni de la otra manera. ¿Quién nos entiende?.
Era un día cualquiera, a eso de las seis de la tarde, cuando yo marchaba al instituto. Tenía clases de siete a once de la noche. Me quedaba cerca de casa e iba caminando. Recuerdo que ese día en concreto, cuando entré en el centro, vi a lo lejos a mi ex, con su nuevo novio. Verlos a los dos juntos era inaguantable. ¡¡Quería morirme!!
El caso es que tenía que pasar por delante de ellos para ir a mi clase, y esos metros se convertían en kilómetros de angustia. María tenía 2 años menos que yo, 17.Era de mi barrio y nos habíamos conocido en la pandilla. Nos gustamos enseguida, pero yo me hice de rogar muchos meses. No por nada en especial, salvo por mi timidez. Hasta tal punto la exasperé que cuando reuní el valor necesario para invitarla a salir... me miró con una de sus preciosas miradas, frunció el ceño, y no dijo ni sí, ni no, solamente exclamó:
-¡Ya era hora!, pensaba que nunca me lo ibas a pedir.
Y no dijo nada más. Me tuvo todo el día detrás de ella hasta que me dio un beso de despedida en los labios. Supuse por tanto, que había aceptado mi invitación.
El caso es que la gente igual que se enamora, se desenamora y eso fue lo que le ocurrió a ella. El pensar que ya no iba a tocar su precioso pelo negro, ni contemplar su sugerente sonrisa, mientras me guiñaba un ojo con picardía, ni escucharía nunca más sus susurros en mi oído, que me erizaban los pelos... era más de lo que podía soportar.
El chico con el que salía ella ahora, se llamaba Mauri. Era de mi edad, e incluso habíamos coincidido en la misma clase en el colegio y el instituto en algunos cursos. Supongo que lo odiaba con todas mis fuerzas en esos momentos. Mauri era bastante guapo. Tenía el pelo rubio y unos ojos verdes preciosos como la esmeralda. Una cosa era segura... María tenía buen gusto para los chicos...
Pasaron unos segundos interminables, mientras pasaba cerca de ellos, sin mirarles ni siquiera, claro, y entré por fin, dejándoles atrás.
Las clases me parecían soporíferas: las matemáticas, filosofía, lenguaje... Tan solo la Historia despertaba mi interés. La verdad es que nunca lo había hecho hasta entonces, y fue debido sin duda al talento de mi profesor: Ernesto.
Ernesto era magnífico. Era como mi alter-ego. Era tal como yo querría ser. Inteligente, culto, guapo, sofisticado... una persona totalmente segura de sí mismo. Con una tranquilidad y frialdad como no he visto nada igual, jamás. Poseía un gran porte: 1,85m,era elegante y atractivo para las chicas. Se les caía la baba con él. Se peinaba hacia atrás y tenía los ojos muy parecidos a los míos, pero más penetrantes. Sí, esa es la palabra justa, penetrantes, hipnotizadores.
Dominaba la Historia total y absolutamente. La materia no tenía secretos para él. A pesar de su corta edad, unos 35 años, era un excelente historiador. Al parecer también había estudiado psicología - cosa que supe más tarde -. Era todo un personaje, vaya.
Su forma de dar las clases era muy amena y a todo el mundo le entretenían sus monólogos. Sabía combinar muy bien lo anecdótico, con lo relevante en sí, del tema que estuviésemos estudiando. De forma, que siempre era dueño de nuestra atención en clase. Al menos la mía, era por eso...
Ese día en concreto, Ernesto me pidió que me quedara después de clase para hablar con él. Me extrañó mucho, pero me tranquilizó con una enorme sonrisa y diciéndome que no pasaba nada malo. Eran las 10:40 p.m. cuando entré en su despacho para hablar con él. Me dijo que por favor me sentara, y tuvimos nuestra primera conversación, que como todas las posteriores no tuvo desperdicio.
- Te he estado observando durante todo el curso y he llegado a la conclusión de que te interesa muchísimo mi asignatura. Sacas buenas notas en mi materia, muy al contrario de en las demás en las que apruebas” llorando...” y eso que repites, Roy – me dijo.
- Ya ves... No doy más de mí- le contesté.
- No lo creo, sinceramente. Yo pienso que lo que pasa es que no te esfuerzas en absoluto en las demás asignaturas, y te limitas a pasar el trámite, ¿ sí ó sí?.- me respondió.
- Puede ser... – le dije yo.
- Es... Pero lo que importa no es lo que es, sino el por qué – continuó diciendo él - . Tienes un gran vacío interior, que te corroe por dentro. No tienes metas, ni ilusiones. Vives el día a día como si no fuera contigo, esperando que pase algo maravilloso para lo que estás predestinado. Siento desilusionarte, Roy, pero el futuro se lo labra uno mismo. No viene dado, ni este mundo te lo pone fácil. Es un camino de espinas y hay que sufrirlo. ¿Te crees que eres el único que sufre? - me dijo, dejándome totalmente sorprendido. ¿Qué clase de charla era ésta?.
-¿A qué viene todo esto?- le pregunté - . Usted es mi profesor de Historia, no mi psicólogo. Ni siquiera es mi amigo. Además, no creo que me conozca tanto, como para poder formarse ni la más vaga idea de mí - (lo cierto, es que me alteré).
- Lamento haberte molestado - me respondió - . No era mi intención. Suelo decir siempre lo que pienso y a veces no soy nada sutil. Lo siento... pero dime una cosa, ¿acaso, he errado en mi diagnóstico?
En absoluto. El muy "capullo" había acertado en todo. ¿Pero, cómo este tío, podía saber cómo me sentía realmente si nunca habíamos intercambiado dos palabras?. Me dejó perplejo. Si de algo había presumido siempre, era de mi intimismo. Siempre he sido muy reservado. Mis cosas eran solamente mías. Mis anhelos y preocupaciones... No cabe duda de que mis amigos sabían que lo había pasado mal con lo de María, pero ya está. Ni siquiera ellos podían saber lo vacío, como decía Ernesto, que me sentía. Yo era como un bolígrafo que se había quedado sin tinta, como un poeta sin inspiración, como un reloj que no hace tictac... Así me sentía yo. Pensaba que no volvería a querer a nadie como la quise a ella...
- No, no se ha equivocado- le repliqué. ¿Tanto se me nota? ¿Cómo has podido saber esas cosas sobre mí? - le pregunté.
- Poseo un don extraordinario, Roy – contestó -. Puedo saber... puedo ver el interior de las personas. La gente sólo puede ver el exterior de los demás... yo en cambio, veo también el interior. Sé que les aflige, las preocupa, las atemoriza...
Después de hacerme esa revelación, se echó a reír, como si hubiera soltado un chiste, ¡el condenado!. Yo me había quedado perplejo, indefenso ante lo que acababa de escuchar. ¿Se está quedando conmigo el tipo éste?, me preguntaba yo en aquel momento.
- En una cosa si tienes razón... - continuó desnudando mi alma, sin que yo pudiera, ni tampoco quisiera que callara-... es difícil encontrar a personas... como las que tu llamas... "especiales". Las hay, no hay una ni dos, pero son escasas y complicadas de encontrar, en cualquier caso. Por eso, precisamente, son especiales, por su belleza, rareza y escasez. Mi consejo, si me permites, es que no te rindas, no te hundas. Mira hacia el frente porque tienes excelentes cualidades y una vida por delante. Tu vida es un regalo que Dios te ha hecho, y sería de desagradecidos desperdiciarla... Piensa en todo lo que te he dicho esta noche, y mañana continuaremos hablando, Roy.
Me dijo todo esto con muchísima tranquilidad y en un tono tan suave y dulce que me dejó totalmente relajado pero, confuso por todo lo que aquel hombre que no me conocía de nada, había sido capaz de decir acerca de mí. Me despedí de él, estrechándole la mano. Estaba nervioso y lleno de curiosidad hacia mi profesor. Esa noche me dormí con una paz que no recordaba hace años, cuando era un niño. No pensé en María y sí en Ernesto. Antes de dormirme me vino a la cabeza, un pensamiento: su don, podía ser también una maldición en determinadas circunstancias. Lo de saber lo que piensan los demás, puede estar bien a veces, pero darte cuenta de lo que hay en la cabeza de todo el mundo en todo momento, debe ser horrible, o al menos eso me pareció a mí.
Tuve una pesadilla esa noche. Suele pasar eso; es decir, que cuando te duermes pensando en una persona, luego sueñas con ella. A mí me pasó, desde luego. Soñé que estaba en una cueva. Yo estaba en un corredor en semipenumbra. Detrás de mí, había luz y divisaba a lo lejos a mis seres queridos. Mis padres, hermanos, amigos... e incluso ella, estaba allí, con ellos. Sin embargo, yo avanzaba hacia la oscuridad. Cada vez la luz era más tenue y divisé al fondo del corredor una figura que me hacía gestos para que me acercara. No podía verle la cara, pero por su contorno y voz, me parecía que era Ernesto que me tendía la mano y me invitaba a seguir. Llegó un momento en que quedé sumido en la oscuridad más absoluta. Yo continué acercándome hasta quedarme frente a él. Me tendió la mano y el verla, supuso un impacto visual tremendo. Tal es así, que me desperté sobresaltado. Su mano era alargada, con uñas grandes y deformes como la de un monstruo.
No supe interpretar lo que significaba mi sueño. Con el tiempo, sin embargo, me he dado cuenta de que no soñamos nada por casualidad. Muy al contrario, hay una causalidad - si se me permite el juego de palabras - muy marcada en ellos, y todos poseen un significado. Los sueños están codificados, por eso no es fácil interpretarlos. Mi pesadilla había sido ni más, ni menos que una advertencia, un aviso. Y desgraciadamente, yo no supe verlo.
Contrariamente a lo que podáis pensar o imaginar, el día siguiente fue el mejor de toda mi vida. El porqué no os lo desvelaré aún.
Supongo que a pesar de mi introversión, siempre tuve muchos amigos en mi adolescencia y juventud. Bueno, amigos es una forma de hablar para entendernos. En realidad, yo considero que amigos realmente son los que llegan hasta el final de tu vida. La mayoría, sólo van cubriendo etapas y son sustituidos por otros, continuamente. Tenemos amigos en el colegio, en el barrio, en el insti... pero, ¿cuántos se quedan contigo hasta el final?, ¿ Se queda alguno?.
El caso es que resistí dos horas sentado en la biblioteca estudiando. Todo un récord “guiness” para mí. Os lo prometo. Cuando me cansé, me fui a buscar a mis 2 mejores amigos en aquellos tiempos: David y Omar. El primero estaba en COU, igual que yo, pero tenía dieciocho años y Omar estudiaba 3ºde BUP y tenía diecisiete. Sin embargo, yo era el que aparentaba menos edad de los tres. Creo que formábamos un trío de lo más pintoresco. Ambos eran muy buenos estudiantes aunque Omar, no lo parecía en absoluto. Era un mujeriego y un pasota de enormes dimensiones. Yo no diría que era guapo, pero tenía gran éxito entre las féminas. Supongo que alguna de las causas era que aparentaba ser mucho más mayor y además tenía una "cara" que se la pisaba. Era más alto que yo, y de constitución fuerte. Era peludo, de estos de barba cargada y pecho. Tenía el pelo castaño y unos dientes perfectos, los cuales le suponían una magnífica sonrisa. Supongo que a ambos, nos gustaban cualidades del otro, aunque yo nunca se lo reconocí. Omar en cambio, me admiraba- no me preguntéis por qué - ya que me percaté de ello, en varias ocasiones. Por ejemplo, recuerdo una vez que estábamos de marcha y él estaba completamente “colocado ” - lo cual era completamente normal, tratándose de él - y me había enfurecido con mi amigo, aunque no recuerdo exactamente a que era debido mi "cabreo "... supongo que sería por una chica. El caso es que le grité cuando nos íbamos en el coche, con los demás colegas, y le dije algunas ”lindezas”. Lejos de "mosquearse ", me miró, con una mirada de tristeza, de decepción, y me contestó:
- Parece mentira que tú, que eres mi mejor amigo, el tío que más aprecio, pienses eso de mí.
Eramos 5 personas dentro del coche y me largó eso. Como siempre me pasa cuando alguien se sincera conmigo, y no me lo espero, no sé reaccionar, y no le dije nada, de lo cual me arrepiento notablemente, ya que tendría que haberle dicho lo mucho que yo lo quería a él también. Los demás, se burlaron de él... ya sabéis... que si maricón, que si se lo tenía callado, bla, bla, bla... De todas formas, a él le "resbalaba", ya que carecía del más mínimo sentido del ridículo, como ya he dicho.
Recuerdo una vez que se había ligado a una chica en el Sur y cuando me la fue a presentar, me dijo que ella le gustaba porque le recordaba a mí en la forma de ser y de expresarse. Me sorprendió mucho. Ignoraba que tenía un admirador secreto. Incluso, cuando me la presentó, le dijo que yo era el chico del que la había hablado.
Lo que sí era cierto es que a ninguna de mis novias les llegó a caer bien Omar. Me comentaban que éramos totalmente antagónicos; y por otra parte, nunca se me hubiese ocurrido ponerme a hablar de él, con ellas.
Por todo esto, y pequeños detalles a lo largo de nuestra amistad, me di cuenta de que en cierta forma, Omar me admiraba...
En cuanto a David... siempre fue un chico de lo más noble. Él también era alto, 1,85 más o menos. Tenía el pelo moreno y rizado. Era un poco pecoso y de constitución gruesa. Nunca tuvo éxito con las chicas en la adolescencia, aunque ahora hay que “echarle comida a parte ”. Me quería incondicionalmente y presumía de ser mi mejor amigo. Eso a pesar de que cuando éramos unos críos, no me porté bien con él. David era el marginado de la pandilla y siempre recurría a mí, porque era el cabecilla, o al menos uno de ellos. Los niños podemos ser realmente crueles. Sin embargo, a pesar de que no me porté bien con él, yo era un angelito de Dios comparado con los demás, y supongo que él apreció eso.
Ya no creo que sirva de mucho, pero me arrepiento de corazón si le hice algún daño psicológico. Esas cosas se quedan en la memoria para siempre, aunque ya seas un adulto. Nos dejan marcados.
A pesar de todo, David siempre me ha tenido en una alta estima y yo nunca he sido capaz de comprender el porqué. Lo que sí sé, es que aún hoy, es mi amigo, y que lo aprecio más de lo que él puede imaginar.
Estos eran mis dos mejores amigos.
Salí de la biblioteca, y me dirigí a la clase de Omar a buscarle. Él en su clase era popular. Eso que todos queremos ser en el instituto. Yo nunca lo fui. Normalmente, prefiero pasar desapercibido y cuando no he querido, también paso... así que...
Ese día era Viernes. Lo recuerdo porque los viernes nos reuníamos varios amigos en casa de Carlos, otro colega. Sus padres siempre salían y nos pasábamos la tarde - noche hablando, con los vídeo juegos, jugando a las cartas, al Risk... lo que terciara. También recuerdo, que siempre conectaban el plus para ver las pelis porno. A esas edades, la testosterona masculina está por las nubes... ¿qué queréis que os diga?.
Cuando di con Omar, le convencí para que se fugara de las últimas clases ya que tenía algo importante que contarle. Lo cierto es que no hacía falta mucho poder de convicción para que Omar accediera a no ir a clase. Mi siguiente paso, y éste si que era complicado, consistía en convencer a David para que hiciera lo propio. Nos encaminamos hacia su clase y era la hora del recreo en el instituto. Yo bajaba las escaleras del segundo piso, cuando me viré de espaldas hablando con Omar, y cuando quise darme cuenta había chocado estrepitosamente contra una chica. Se le cayeron todos los apuntes que llevaba encima. Pensé que me iba a decir: ¡¡pero pedazo de gili**** !! ¿A ver si miras por donde vas?. Pero nada más lejos de la realidad.
Me puse completamente colorado, me disculpé, y me puse a ayudarla a recogerlo todo. Por si fuera poco el ridículo, nos agachamos a la vez y nos dimos un "cocazo" terrible, ¿pudo ser peor?.
Sin embargo, y pese a lo grotesco de la situación, ella echó a reír, y en cuanto la escuché, me quedé ensimismado. La miré a los ojos. Tenía los ojos pardos más bonitos que jamás he podido contemplar. Un pelo castaño que le caía hasta los hombros y una sonrisa que hizo paralizar mi tiempo. Ese instante me pareció eterno, estático, mágico, incomparable. Mi mundo se había detenido... Terminamos de recogerlo todo y con una sonrisa me dijo adiós, mientras sus amigas se desternillaban de risa. Yo la verdad, ni me había percatado de que había más gente alrededor, hasta que Omar me sacó de mi aturdimiento.
- ¡ Oye, despierta! ,- se descojonaba - venga, vamos.
Bajamos la escalera y muerto de risa me dijo:
- No creo que te guste esa niñata, Roy. Está en 2º de BUP, tío. Tiene 16 años. Estuvo saliendo con Rayco, un colega mío que jugaba en mi equipo. Él pasó de ella.
Me dio muchísima rabia como había frivolizado Omar la situación, y lo que había dicho de esa chica. Sin importarme sus despectivos comentarios, le pregunté por su nombre.
- Creo que se llama Candy ó Cathy ó algo así. Candy, Candy – me decía en tono de burla.
Se "partía " el muy capullo. Que le vamos a hacer. No se puede esperar de la nieve, más que agua...
Llegamos por fin a la clase de David. Omar le llamó para que saliese pero no le hizo el menor caso, hasta que me vio a mí. Entonces salió, con su enorme sonrisa a saludarme y le expliqué que tenía algo muy curioso que contarles a ambos. A pesar de mis esfuerzos, ni siquiera yo fui capaz de convencerle para que faltara a clase. Por un momento dudó, pero era demasiado recto. El caso es que no vino, y nos fuimos Omar y yo a la cafetería del instituto. Le conté mi diálogo con Ernesto a mi amigo, y "flipó ". Me propuso investigarle. Mi colega era un curioso de lo paranormal. Le encantaban esas cosas. Leía revistas como el “más allá” y esas cosas. Siempre nos comentaba curiosidades a la peña.
-¡¡Joder!!, y mi profe de historia es un barbudo hediondo que ni se baña. Es tan aburrido que hasta él se duerme en sus clases - blasfemaba Omar.
Me propuso que se lo presentara y que averiguara más cosas sobre Ernesto. Por supuesto le contesté que si se había dado algún golpe en la cabeza. Entonces me salió con Carlos, - el colega de la casa de los viernes - que se había hecho un curso de taquiromancia en Barcelona y que ya se creía Aramis Fuster. Nosotros le llamábamos el "brujo" y el " pequeño “Buda", porque era bajito y regordete. Omar pretendía que me echara las cartas, me leyera la mano, y esas cosas... a ver si podía averiguar algo. Yo alucinaba en colores con mi peña. Estuvimos hablando largo rato sobre el monotema. Tanto es así, que sonó la sirena de la salida del turno matinal y todavía estábamos en la cafetería “dándole al bistec ”. Mi encuentro con Ernesto le había impresionado, y más aún cuando le conté mi pesadilla. Si no estaba convencido de investigarle ese fue el toque de gracia. Yo sonreía al verle tan entusiasmado.
A todo esto, llegó su novia, Nereida. Me saludó muy cariñosamente, como solía hacer con todo aquel que perteneciera al género masculino. ¡No era nadie la niña! Lo cierto, es que eran tal para cual. No he conocido nunca a una pareja que se pongan tantos “cuernos ” mutuamente y sigan juntos como si nada. Si eso no es comprensión... que baje Dios y lo vea. Nereida era muy guapa. Tenía el pelo castaño y bastante largo. Sus ojos eran verdes y mediría 1,70 aproximadamente. Tenía mucho éxito entre los hombres. De complexión delgada, unos 52 kg. muy bien repartidos.
Omar se fue a acompañarla a casa y quedamos en vernos esa noche después de mis “magistrales” clases. La verdad es que los viernes ir a clase era terrorífico. Salir a las once de la noche y ver como el “penco” éste, por ejemplo, ya se iba y no venía hasta el lunes era complicado de asimilar.
En fin, me despedí de ellos y me dirigía a casa, cuando vi a la chica de las escaleras en la parada de guaguas , con una amiga. Me daba mucha vergüenza pasar por delante, así que me dispuse a dar un rodeo, sin que me viese. Sin embargo, pese a mis esfuerzos, sí que me vio, y me habló:
-¡¡Hasta luego!!, ¿Qué... haciéndote el loco?- me gritó y soltó una sonrisa encantadora. De nuevo consiguió ruborizarme. Saqué fuerzas y me fui hacia ella; disimulando (ó intentándolo al menos) mi extrema timidez, le contesté:
- No pensaba que te iba a apetecer ver a un tío tan patoso como yo – y yo también le sonreí.
- Pues ya ves... - me contestó sonriendo, una vez más. ¿Te llamas Roy, no?
- Pues si, ¿cómo lo sabes?
- ¿Ah?, si te lo digo ya sabes lo mismo que yo - me respondió, mientras se echaba unas risas.
- Bueno, ¿y tu, como te llamas?, es que estoy en desventaja - dije yo.
- Me llamo Cathy - contestó.
- ¿De donde eres Cathy?- le había notado un acento peninsular.
- Soy de Murcia, de un pueblo que se llama Totana. Mi padre es arquitecto y está construyendo edificios en Canarias por lo que nos hemos venido a vivir aquí, momentáneamente.
- Espero que no sea tan momentáneo - le contesté. Y los dos sonreímos.
A todo esto, su amiga en vista de que la estábamos ignorando se presentó a mí, y fulminó con la mirada a Cathy. Creo recordar que se llamaba Carolina.
Después de presentárseme su amiga, la murciana me dijo como la que no quiere la cosa, o comenta algo intrascendente:
- Me apetece caminar. ¿Me acompañas a casa?- su intención era abandonar allí a su amiga y quedarse a solas conmigo.
- Si, claro, por supuesto - le contesté. La verdad es que me había cogido totalmente desprevenido su invitación. Me di cuenta enseguida, que ella de tímida tenía lo mismo que yo de pelo en el pecho. O sea... nada.
Cathy tenía efectivamente 16 años y cursaba 2ºde B.U.P. Era Escorpio y había nacido un 14 de noviembre. ¡¡Un dichoso día para la humanidad!!. Mediría 1,70 más o menos y tenía algunas pequillas en su cara que me resultaban muy simpáticas. Sus ojos eran dulces, melosos como no he encontrado nunca. Muchas veces me quedaba mucho rato, mirándola, observándola, hasta que ella me miraba, sonreía y me decía ¿qué haces, Roy?. Solo mirarla constituía un verdadero placer. Y tampoco es que fuera la típica “tía buena”. Sin ir más lejos, María era más guapa, popular y todo eso. Pero Cathy... era Cathy. Ella tenía una magia especial.
De camino a su casa nos hicimos las típicas preguntas de cuando 2 personas se conocen. Omitiré lo irrelevante de nuestra conversación.
- ¿Tienes novia, Roy? - me preguntó, obviando cualquier tipo de sutileza y directa al grano, como era ella.
- ¿Novia?, ¿Qué es eso?- contesté, mientras soltaba una carcajada.
- ¿Qué pasó con María? - continuó, directa al corazón.
- ¡Vaya!, ¿Y tú como sabes tanto de mí? - le dije muy sorprendido.
- Me acuerdo de veros, simplemente. Si no quieres... no me contestes.
- Te contesto. ¿Por qué no?. Me dejó por otro - le dije yo.
- ¿Así, sin más? - insistía, y me ponía el dedo en la llaga.
- Verás... me marché de vacaciones y se enrolló con un amigo íntimo. Cuando volví me quedé destrozado y le dije que se fuera con él, que no quería saber más de ella. Por lo visto me ha hecho caso, porque sigue con él- yo y mi habitual sarcasmo.
- Pero tú, todavía la quieres, ¿no? . Eso se te nota.- continuaba machacándome.
- ¡¡Qué dices!! No quiero saber nada de ella.
- Eso es una cosa, y que todavía la quieras es otra bien distinta, ¿no crees?
Me quedé absolutamente en silencio, como siempre hago cuando alguien me pilla y no me apetece decirle: tienes razón, ¿contenta?. Rápidamente pasé al ataque.
- Bueno, ¿y tú qué?, ¿Qué pasó con Rayco?.
Se echó a reír y me dijo:
- Así que has preguntado sobre mí. - y sonrió.
Vaya con la niña de 16 años,rnes me abstuve de mi pintoresca reunión nocturna con los colegas. En vez de eso, me fui a casa a repasar mentalmente aquel día de Abril que jamás se me olvidará de la memoria.
Aquel fin de semana, lo pasamos juntos como es evidente. Se nos pasó rapidísimo, como todos los buenos momentos. Hablamos tanto en esos tres días, que ya parecía que nos conocíamos de toda la vida. Llegamos al acuerdo de vernos sólo los fines de semana (incluido el viernes) para poder estudiar. Acuerdo que, por supuesto, no cumplimos ninguno de los dos. Yo iba a la biblioteca a estudiar por las mañanas, pero no hacía otra cosa que pensar en ella y cuando aparecía por allí con sus amigas, era como si el mundo se iluminara con su sola presencia. ¡Cómo me encantaban aquellos momentos!.
Yo no solía ir mucho por su clase porque me daba vergüenza como me miraban sus amigas, esas sonrisas cómplices, y sus voces de fondo” cuchicheando ”. Me da mucha vergüenza un grupo de chicas hablando sobre mí. Me ruborizo. Todo esto le encantaba a Cathy. Se reía y mirándome, negaba con la cabeza como diciendo:
- ¡Mira que eres tímido!, ¡Eres la hostia !
Se le notaba orgullosa de mí, y yo me sentía halagado y encantado de que ella sintiera esas cosas por mí.
Después de ese fin de semana, con ella, llegó el lunes – noche, donde volvería a ver y a escuchar al misterioso Ernesto. Me comentó (¡cómo no!) que tenía otra falta sin justificar y que ya iba por ocho o nueve. No me acuerdo, la verdad. Ese día tocaba su clase a última hora. Me quedé pensando unos minutos si ir a su despacho a charlar con él y decidí hacerlo, aunque fuera para no oír a Omar echándome la bronca. Toqué en la puerta y lo primero que oí fue:
- ¿Te pica la curiosidad, Roy? ¿Quieres saber más sobre mí? ,¿Sobre mi secreto?
Este “tío” había cogido la odiosa manía de leer mi mente como si fuera un libro abierto, y ya empezaba a incomodarme.
- Pues sí - le dije -. Pero, ¿me va a dejar hablar, o simplemente me va a leer la mente? - comenté de manera jocosa. - Porque si es así, no gastaré saliva.
Él sé descojonó y me contestó:
- Pregúntame lo que quieras.
- ¿Tienes ese don de nacimiento, Ernesto? – Le pregunté sin más preámbulo.
- No. Hace mucho tiempo, pero no es de nacimiento. Me lo traspasó otra persona que lo poseía y yo tengo la facultad de transmitirlo también. ¿Te gustaría tenerlo?.
Otra vez me dejaba “patinando ” este hombre.
- ¿Cómo? - repliqué. Asombrado con lo que acababa de escuchar.
- Lo que oyes, Roy. Yo había pensado en ti. Por eso te lo conté el otro día, ¿o crees que ando por ahí contándoselo a todo el mundo?
- En primer lugar, Ernesto... te voy a decir que no soy imbécil. Porque hayas deducido un par de cosas obvias sobre mí (no tan obvias en verdad), no significa que seas Nostradamus. Yo creo que está por ver si es cierto lo de tu “Don” y en segundo lugar... (me quedé pensando...tengo la manía de decir eso de en primer lugar y tal, y luego cuando he de seguir... en segundo lugar...no sé qué decir, aunque esta vez si que supe ):
- ¿Por qué yo?.
- Por eso mismo que acabas de decir. Porque sé que eres sensato, coherente y no aceptarías nada fuera de lo normal, sin analizarlo minuciosamente.
Nos quedamos en silencio unos segundos, hasta que él volvió a retomar la palabra.
- Estoy dispuesto a realizar las pruebas que quieras para demostrarte que no miento. Cuando descubras la verdad serás tú el que decida lo que quieres hacer, aceptar mi regalo, o no.
Volví a quedarme callado, pensativo, sin saber que decir. Por la cabeza me rondaban miles de cosas a una velocidad de vértigo. Se me ocurrió proponerle lo siguiente.
- La única forma de convencerme, que se me ocurre, así a bote pronto, es que seas capaz de leerle la mente a más gente delante de mí.
- Trato hecho, Roy - me contestó sobre la marcha, sin darme apenas tiempo a reaccionar, y me tendió su helada mano.
Por un momento, los pelos se me pusieron de punta al recordar mi pesadilla y viendo su mano tendida hacia mí, como en mi sueño. Eso sí, esta mano era mucho más bonita (qué queréis que os diga). Cuando estreché su mano y observé su rostro, me sentí como Fausto cuando firmó su pacto con el diablo. Ignorante de mí, le seguí el juego a mi profesor, sin saber que metafóricamente hablando, iba a abrir todos los males de la caja de Pandora .
- Te propongo que vengas el sábado por la noche a mi casa. Doy una fiesta y he invitado a varias amistades. Por supuesto, podrías pensar si les leo la mente a ellos, que es una farsa, una manipulación... Así que puedes traer a quien quieras. ¿Te parece? - me comentó, como si hubiéramos llegado a la parte que ya había planeado de antemano, que íbamos a llegar.
- Sí. Me parece estupendo - contestó el insensato de mí.
.............CONTINUARÁ
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