1x01: Little Davidson
—Will, corre las cortinas, que es tarde —pidió Emily, su mujer, mientras le daba de comer a Willy, su hijo de dos años —. ¿Ves algún vecino que esté mirando por la ventana?
Un pequeño matiz de ironía asomó por esa pregunta. Su marido la miró durante unos segundos antes de volver a mirar. A pesar del mal tiempo, le gustaba ver el paisaje que rodeaba Grandville, cada vez con más casas y nuevas gentes.
—Me parece que ésta va a ser una noche molesta —comentó William mientras agarraba las cortinas por los bordes. Antes de juntarlas para tapar la ventana, se detuvo y miró hacia las oscuras nubes que había sobre su casa. Le llamó la atención los relámpagos sin ruido que empezaron a sucederse desde hacía escasos segundos. Uno tras otro. Entonces, algo tenuemente brillante asomó por el techo de nubes mientras una serie limitada de rayos lo seguían a su alrededor—. ¿Un meteorito? —Pensó en voz alta.
—¿Cómo? ¿Qué meteorito? —Preguntó su esposa.
—Ven rápido. Está cayendo algo del cielo. Parece un meteorito, pero… es extraño. Parece que va más lento.
Los rayos desaparecieron y el supuesto meteorito se aproximó a menos velocidad hacia los bosques cercanos a la casa de los Davidson. Decididamente, cada vez disminuía la rapidez.
—Se dirige a los bosques —afirmó Will mientras cogía su abrigo y caminaba hacia la puerta.
—Will, ¿estás loco? ¿Cómo vas a salir con un temporal así?
—Como sale todo el mundo, Emily. Vuelvo enseguida, no te preocupes.
El sentido aventurero de William pudo con él. Salió a toda prisa, subió al coche y arrancó rápidamente. Condujo por los serpenteantes caminos del bosque. Era uno de los pocos bosques que aún conservaban una gran extensión prácticamente libre de humanidad. Los demás estaban desapareciendo a medida que las afueras de Grandville se iban poblando. Y lo cierto es que lo hacían muy rápido. Will estaba seguro de que aquel supuesto meteorito tenía que haber caído en alguna zona cercana al pequeño lago del bosque, no a muchos kilómetros de su casa.
En medio de la lluvia incesante y los deslumbrantes relámpagos, consiguió llegar hasta un puente de madera que cruzaba la parte más angosta de aquel lago, donde casi parecía un río. Detuvo allí el coche y miró hacia ambos lados del lago. Entonces vio, en una de las orillas cercanas a él, un objeto extraño, con luz en algunas partes. Parecía estar… flotando.
—¿Qué demonios será eso? —Se preguntó Will.
Se acercó con dificultad, debido a la lluvia. Cuando ya estaba a dos pasos, se llevó las manos a la cabeza al ver lo que era. Una especie de nave espacial de pequeñas dimensiones. Pero no era eso lo más espectacular. Dentro había alguien, una niña, abrigada por la luz que la protegía de la lluvia, algo así como un campo protector. Parecía de la misma edad que su Willy.
Sin pensarlo dos veces la levantó de forma suave y la sacó del vehículo flotante, junto con la manta que traía. En ese instante, se sobresaltó al oír un susurro proveniente de la nave. La voz pronunció unas palabras incompresibles para William, pero la última pareció referirse a la pequeña, llamándola Kara.
La niña dormía, y siguió así aun cuando algunas gotas empezaron caer sobre la suave piel de su cara.
—Dios mío… pero ¿de dónde vienes?
William vio que en la nave había un brazalete, el cual tenía un símbolo, una especie de 8, o quizás una S. Lo agarró y se lo guardó. En ese momento, la nave se cerró y cayó al fangoso suelo de la orilla.
William decidió volver al coche lo más rápido posible y regresar a casa. La nave tendría que esperara al día siguiente o quizás más tarde, cuando la tormenta pasase.
Emily se quedó paralizada al ver a su marido volver con una niña en brazos. Cuando él le explicó lo que había sucedido, ni él mismo podía creérselo. Pero allí estaban las pruebas: la pequeña, su manta y aquel brazalete, demasiado grande para ella aún…
—¿Qué vamos a hacer? —Le preguntó Emily.
—No podemos ir a la policía y explicar cómo la encontré —guardó silencio unos segundos y entonces volvió a hablar—. Emily, ¿aún tienes contacto con tu ex-novio, Samuel?
—Creo… creo que sí —Emily pensó en lo que le había preguntado su esposo, comprendiendo el porqué. Samuel trabajaba desde hacía tiempo con los de adopción, en Grandville—. ¿Quieres adoptarla?
—No podemos abandonarla así como así, Emily, ni siquiera por medios legales, para que se encargue otra persona de ella... Llegó en una nave espacial, ¡por Dios! —Se detuvo para tomar aire y pensar un poco—. ¿No querías que tuviésemos otro hijo, sobre todo si resultaba una niña?
—Sí —contestó dudando, con miedo ante la situación—. Pero esto no es lo que yo esperaba…
—Esto no se lo esperaba nadie, seguro… Está bien, pensaremos mejor sobre esto por la mañana. Ahora démosle algo de comer. No sé si tenga hambre o no, es que desde que despertó no hizo más que mirarnos. Pero no llora.
Emily le dio a la pequeña un poco de papilla, igual que a Willy. Comió sin dejar de sonreír. Al mirarla, Emily se puso a pensar en quiénes y cómo serían sus verdaderos padres . ¿Serían realmente personas ajenas al planeta? ¿O era una broma pesada de algún…? No, no podía ser una broma, así no. Fuese cual fuese la verdad, tenían ahora a una niña de dos años sin padres y, al parecer, con mucha hambre. Verla con esos ojitos azules mirándola y con esa sonrisa inocente, a la vez que intentaba decir algo (y quizás lo hacía, aunque en otro idioma), le ablandó el corazón.
—Tienes razón —dijo Emily—, ya pensaremos en esto mañana.
Observó la tranquilidad y la confianza que parecía tener con ellos y supo que la idea de adoptarla era la más acertada, quizás.
No podían abandonarla así como así.
Al despertarse, Kara observó que su madre ya había abierto las cortinas para dejar entrar la luz aquella mañana fresca de primavera. Se levantó, como siempre, teniendo cuidado de no estropear la cama debido a su fuerza. Recién despierta podía causar cualquier tipo de daño sin darse cuenta. Ya le había pasado, y al principio tanto ella como su hermano y sus padres se asustaron, pero pronto se acostumbraron. Y pensando en su familia, justamente, se dio cuenta de la discusión que estaba teniendo lugar en la cocina durante el desayuno.
Se duchó, se vistió y preparó sus cosas para ir al instituto. El día anterior había llegado tarde por culpa del gato de Willy, E.T, que había orinado sobre la ropa limpia de Kara. Como ella era muy selectiva con la ropa, tardó cerca de una hora en encontrar otras prendas.
Bajó a desayunar y se acordó del porqué podrían estar discutiendo. Willy, que estaba en la misma clase que ella, llevaba suspendiendo las matemáticas desde el inicio de curso.
—¿Por qué tengo que aguantar estas charlas todas las semanas? —Se quejó Willy—. Kara suspendió una vez y nadie le dijo nada…
—A mí no me metas en esto —interrumpió su hermana al entrar.
Se dieron los buenos días y Kara tomó su desayuno. Siempre comía abundantemente en todas las comidas del día. Sus padres decían que era por la habilidad que ella tenía, su fuerza. Requería que comiese mucho, pero Kara lo hacía más bien porque le gustaba comer.
Tras la discusión de las notas de Willy, llegó la de la fiesta de cumpleaños. Kara lo había olvidado. Willy llevaba días diciendo que no quería fiesta y su hermana llevándole la contraria. Como tenían la misma edad, y nadie sabía el día exacto en que la chica había nacido, sus padres decidieron celebrar ambos cumpleaños el mismo día. Así no tendrían que preocuparse por otro cumpleaños hasta el siguiente año.
Al final se había llegado a un acuerdo entre Willy y Kara. Esa misma tarde, celebrarían una breve reunión con amigos y vecinos para hacer alguna actividad de entretenimiento, pero nada de fiesta.
—Con lo que me gustan a mí las fiestas —dijo Kara sonriendo y mirando a Willy.
—No quiero hablar de fiestas —soltó él—. Quiero hablar de regalos. Eso sí me gusta.
—Con las notas que tienes deberías quedarte sin regalos —le espetó su padre.
—Papá, otra vez con las notas… Te juro que intentaré subirlas, con tal de no volver a hablar del tema.
—Trato hecho —contestó William padre—. Bueno, ahora vamos, que vais a llegar tarde al instituto y yo, al trabajo.
El hombre agarró las llaves del coche y se dirigió al garaje. Sus hijos lo siguieron. Cuando llegaron a donde el coche, William se llevó las manos a la cabeza, un gesto muy particular en él desde hacía años.
—La rueda… se me olvidó cambiarla. Claro, por algo lo había entrado al garaje.
—¿La camioneta sigue en el taller? —Preguntó Willy.
—Sí —contestó el hombre. Miró a su hija sonriendo levemente—. ¿No te importaría…?
—No, que va.
La chica levantó exageradamente el coche con una mano por la parte más conveniente y esperó a que su padre cambiara la rueda por la nueva.
Por fin pudieron ponerse rumbo al instituto.
Mirad, ahí van el Pringado y la Melliza, pudieron oír Kara y su hermano. Había unos matones en su clase que se metían con él, nada grave, tan sólo palabras. A él lo llamaban el Pringao y a ella la Melliza del Pringao. Claro que todo el mundo sabía que no habían nacido el mismo día y que ni siquiera eran hermanos de sangre, pero la crueldad juvenil de esos matones no hacía caso a estos detalles.
—Ignora todo lo que digan —recordó Willy a su hermana.
—Lo mismo te digo.
Sería peligroso que esos chicos llegaran a pelearse con Willy, porque se meterían con Kara también, por lo que ésta podría descubrir al mundo su fuerza al golpear a alguno de ellos. Ella misma no quería que ocurriese nada como eso, una vez le pegó sin querer a un caballo y el pobre estuvo casi una semana sin ver la luz del día, recuperándose. Para entonces, ella sólo tenía seis años.
Cada uno se fue por su lado cuando vieron a sus respectivos grupos de amigos. Pero al final volvieron a juntarse como precaución ante los bravucones. Sin más problemas, entraron en clase y no tuvieron que preocuparse de Drake McKeith, el cabecilla de los matones, un repetidor asiduo. Durante las dos primeras clases Willy se la pasó hablando con su mejor amiga, Karen, mientras Kara atendía a cada cosa que decían los profesores. Su capacidad de atención superaba con creces la normalidad. He aquí otro problema para ella, que siempre había querido ser tan normal como las demás. Sólo se distraía para decirle a su hermano que intentase hacer algo más que hablar.
Durante la tercera clase, Drake, que se aburría mucho, le tiró una goma de borrar a Willy. Éste se la devolvió de la misma forma, pero no tuvo cuidado y lo vio la profesora de matemáticas.
Justo con ésta se le ocurre hacer esta tontería, pensó Kara.
—William Davidson —llamó ella—. ¿Es que no le basta con pasar de la clase, que también tiene que entrar en el juego de los inútiles de atrás?
Los de atrás se rieron del insulto.
—Drake me lanzó la maldita goma a la cabeza, ¿y me tengo que quedar de brazos cruzados?
—Me está haciendo perder el tiempo Davidson, hágame el favor de salir de clase hasta que se le pasen las ganas de entretener a los del fondo.
—¿Y a ellos no les dice nada? —Se quejó él.
La profesora se limitó a mirarlo fijamente hasta que éste se rindió y salió del aula.
—¡Ahí, tienes, pringao! —le gritó Drake entre risas.
La profesora lo miró y él mismo interpretó lo que había que hacer. Salió detrás Willy.
—De esto no puede resultar nada bueno —susurró Kara.
Willy empezó a preocuparse enserio cuando vio salir también a Drake. Estando los dos solos, sería una ocasión perfecta para llegar a las manos, algo que Drake deseaba.
—Parece que el pringao no hace más que hacer honor a su mote —rió el chulo.
—Déjame en paz. No sé qué le ves de divertido a eso de molestar a todo el mundo.
—Yo molesto a quien me da la gana.
Se acercó desafiante. Willy quería retroceder, pero también quería enfrentarse a él. Entre duda y duda, dio un paso atrás. Hiciera lo que hiciera, el matón no quería irse sin asestar un golpe a alguien.
—Te voy a dar un buen regalo de cumpleaños, Davidson —gruñó.
—Bienvenido sea, McKeith —encaró el otro.
—Profesora —llamó Kara levantándose de su sitio—. ¿Podría salir un momento al baño?
La profesora miró la hora.
—Pero si no faltan más que dos minutos…
Kara se sentó de nuevo mirando el reloj.
Algo no va bien, adivinaba Kara, Drake + Willy = pelea, seguro. Nunca tendrán mejor oportunidad.
Pasó un minuto, dos… en cuanto tocó la campana, Kara salió sin siquiera recoger sus cosas. En el pasillo se estaba reuniendo la gente alrededor de su hermano y el matón. Willy estaba sentado contra una pared, sangraba por la boca. Efectivamente, había intentado enfrentarse al otro.
Kara se abrió paso entre los demás alumnos y se puso entre su hermano y Drake.
—Déjalo en paz de una vez, Drake.
—No, Kara, no hagas tonterías —le pidió su hermano—, es peligroso.
Drake la miró sin desviar la vista ni un momento
—Hazle caso a tu hermanito, tiene razón, es peligroso.
—Peligroso para ti, idiota —le soltó Kara acercándose a menos de veinte centímetros.
El resto del grupo de Drake, en total cuatro chicos más, se acercaron desde las espaldas del cabecilla. Los profesores se aproximaban, pero a ellos no les importaba.
—Enserio, Kara —dijo Willy levantándose—. Déjalo, no pasa nada.
—No, Willy, sí que pasa. Este capullo se ha pasado estos años instigándote y tú sin poder hacer nada. Se acabó.
—¿Es que tiene que defenderte tu hermana, Davidson? —Rió Drake con sus amigos.
—Kara —susurró Willy—, por favor, no me hagas esto, ¿vale?
Kara pensó un poco y decidió que su hermano tenía razón. No valía la pena enfrentarse a semejante estúpido. Algunos profesores empezaron a disipar el montón de jóvenes que había en el pasillo obligándolos a irse a clase.
Kara le dio la espalda a Drake para mirar si Willy estaba bien. Le limpió la sangre que tenía en los labios y entonces sintió algo que no le gustó. Drake acababa de darle una palmada en el trasero.
No pudo evitarlo; la chica se volvió y le dio una bofetada ligera al matón. Cuando se dio cuenta de lo que estaba haciendo, intentó detener el golpe, pero por más que le quitó impulso, fue demasiado para el chico. McKeith se quedó de pie delante de ella con los ojos mirando al infinito.
—Menuda fiera —consiguió articular el cabecilla antes de caer. Sus amigos lo atajaron a tiempo. La gente alrededor quedó boquiabierta. Creían que el chico tenía que estar fingiendo, no había sido una bofetada tan fuerte.
Claro que no era así; había sido una súper bofetada, débil, pero de Kara.
—Kara —susurró willy sonoramente—, Kara… lo has noqueado.
—Lo siento —se disculpó ella como pudo—, no pude… fue un impulso…
La gente alrededor empezó a aplaudir. Pronto empezaron a alabarla con su nombre: ¡¡Kara, Kara!!
—Espero que te guste la popularidad —le dijo Willy inquisitivamente mientras volvían al aula a recoger sus cosas.
No se dirigieron la palabra en ningún momento durante la comida, tampoco al llegar los invitados. No les dijeron nada a sus padres para evitar problemas, pero estaba claro que en cualquier momento se enterarían.
De ahí a dos horas, ya estaba reunida toda la gente en el salón comiendo algunas tapas, sándwiches, etc. Estaban algunos amigos y amigas de los hermanos, como Karen, Brad... Pero Kara y Willy seguían sin decirse ni una palabra. Brad, conocido en clase por ser un desubicado, se dio cuenta de que la pelea con Drake había resultado incómoda para los hermanos, pero no pudo evitar sacar el tema.
—Hey, Kara, menudo golpe le diste a Drake hoy, ¿no?
Estaba claro que lo había dicho por hablar de algo, pues la gente estaba cada vez más callada, pero ese comentario no tuvo buenos efectos. Kara se vio sorprendida, no quería hablar de eso ni esperaba que alguien lo sacase a la luz en esa reunión de cumpleaños. Miró a sus padres, que estaba n más sorprendidos aun. Miró también a su hermano, que estaba del otro lado de la mesa de los sándwiches.
—Esto… sí, bueno, me había tocado el culo, así que…
—En el instituto dicen que le hiciste una llave y lo dejaste K.O. a patadas —dijo otro compañero, al que sólo le habían llegado los rumores.
Quienes no sabían nada de eso, esperaron a escuchar más sobre el tema. William Davidson padre se acercó a Kara y le preguntó lo que ella sabía que le preguntaría.
—Kara, ¿es verdad…?
—Papá, sólo fue una bofetada —susurró. Luego levantó la voz e intentó acallar los rumores repitiéndolo—. Sólo fue una bofetada.
—Sí, pero menuda bofetada —no pudo evitar recordar Willy—. Ese tío no vuelve a meterse contigo en la vida.
—Y seguramente contigo tampoco —le contestó ella dando a entender que debía agradecérselo.
—Chicos —intentó tranquilizarlos Emily—, eso ahora no tiene ningún interés.
—Yo creo que sí, mamá —dijo ella. Lo decía a modo personal, pero la verdad era que los allí presentes realmente estaban deseosos de saber más—. Willy nunca le ha dicho nada a ningún profesor o al director lo de los matones del insti… como sólo habían sido palabras hasta ahora…
—Sí, hasta ahora —repitió Willy subiendo un poco la voz.
—Si te hubieses defendido desde el principio, esto no habría pasado.
—¿Y tengo yo la culpa? Nadie te pidió que me defendieses. Ahora todo el mundo piensa que soy un nenaza. Si fueras como los demás…
—¿Cómo los demás? —Kara estaba ahora realmente ofendida—. ¿A qué te refieres? ¿A que yo me enfrento a las cosas y los demás se acobardan y no hacen nada para defender a otros? ¿O más bien te refieres a que soy anormal?
—Kara… —intentó hablar el padre.
—¿Así me agradeces que haya dado la cara por ti?
De forma más que nada inconsciente, Kara, con la intención de apoyarse en la mesa de los sándwiches, le dio un golpe al hacerlo, rompiéndola en dos. La mesa se astilló, calló al suelo y con ella se fue todo lo que tenía encima.
Kara se quedó boquiabierta intentando asumir el error. La humillación fue demasiado, por lo que dio media vuelta y corrió escaleras arriba hacia su habitación.
Willy y sus padres se quedaron con los ojos casi fuera de las órbitas, al igual que sus invitados. Emily pronto se inventó algo:
—Bueno… la mesa ya estaba rota…
Los invitados acababan de irse. Cuando William cerró la puerta esperó unos segundos para tomarse con tranquilidad la situación.
—Kara, William, a la cocina —ordenó a viva voz.
Una vez que todos estuvieron en el lugar citado, se miraron incómodamente unos a otros hasta que el padre volvió a hablar.
—¿Nos podéis explicar a qué vino la escena de esta tarde? Los matones, la bofetada… la mesa rota…
Kara y Willy se miraron.
Ella tenía aún lágrimas en los ojos, pero intentaba disimularlo. Quien habló fue Willy, asombrosamente recuperado de lo ocurrido.
—Fue culpa mía, no… no debí darle a Drake oportunidad para pelear.
—Ése es un asunto importante. Y otro asunto es el del golpe —dijo el padre—. ¿Le pegaste a ese chico sabiendo que podrías hacerle verdadero daño?
—Como ya os dije, me tocó —contestó Kara lentamente—. Fue un acto reflejo.
—Kara —intervino la madre—, tienes que tener cuidado con tus reflejos, ya vimos lo que pasa a veces cuando actúas por reflejos. Es más, no somos nosotros los únicos que lo vimos. Hoy en la fiesta… la reunión de amigos, aquí vieron todos cómo rompiste una mesa de madera maciza. Espero que se hayan creído que ya estaba delicada.
—Mirad, yo intento ser normal, pero es imposible —Willy y sus padres se miraron—. ¿Por qué me pasa esto a mí? No soy torpe, y rara vez me distraigo de mi poder, pero es imposible que pueda evitar estas cosas, que…
Quiso seguir, pero las palabras no le salían. Su hermano la miró ahora preocupado. La había molestado de verdad esta vez diciendo que no era como los demás.
—Son cosas que pasan —apoyó Willy.
Ella sonrió.
—Oye, Willy, siento mucho que por mi culpa en el instituto digan que eres…
—Da lo mismo, yo lo empecé todo, así que no es culpa tuya. Tengo que ser un poco menos… pringao.
Ambos rieron.
Afuera, la tarde ya había caído y la noche, sobre ella. Ni se habían dado cuenta de la penumbra que había ahora en el ambiente. La luz de la luna se filtraba tenuemente por entre las ventanas de la cocina cada vez más a oscuras. Emily encendió la luz y extinguió la oscuridad a la que sus ojos se habían acostumbrado. Ahora se vieron con otras caras, un poco más contentos.
—Bueno —dijo el padre—, ya vimos lo que pasa cada vez que alguien cumple años en esta casa, estamos todos en peligro —miró a su hija, quien se tomó con buen humor el comentario—. Intenta aprender a controlar tu fuerza, Kara, vas a ver que en poco tiempo ya no será ninguna preocupación ni para ti, ni para nosotros… ni para Drake.
—Sí —siguió Willy—, que ahora sí que debe estar preocupado: lo noqueó una chica…
Al día siguiente, la llegada al instituto fue diferente. Pasear por los pasillos y pasar por delante de los matones sin que estos dijesen ni una sola palabra les sentó bien a los hermanos. De un día a otro, lo ocurrido ya había quedado casi olvidado, a excepción, por supuesto, de McKeith. Aunque Willy temía una venganza, no la hubo, por lo que el resto del día transcurrió sin incidentes.
Por la noche, ya que no podía dormir, William Davidson bajó al sótano tras asegurarse de que Kara dormía como un bebé; siempre dormía profundamente. No se quedó en el sótano. Detrás de unas mesas viejas de madera había una trampilla bien disimulada a pesar de ser de grandes dimensiones. Las mesas tenían unas ruedas en las patas —las cuales a simple vista no se veían—, gracias a las cuales las movió sin problemas y sin hacer ruido. Abrió la trampilla y dejó al descubierto una escalera con barandas que daba a un piso inferior. Lo había construido él mismo para ocultar aquello que fue a buscar a orillas del lago un día después de encontrar a Kara. Allí estaba la nave en que ella había llegado.
Encendió la luz. Se detuvo delante del artefacto durante un instante y luego caminó hacia atrás hasta llegar a unas sillas para sentarse. Había una sola mesa en ese piso secreto. Sobre ella estaban las mantas con que había llegado su hija y el brazalete que nunca le mostró. Ahora, siendo ella adolescente, le tenía que ir como anillo al dedo, pero como no sabía cómo reaccionaría ella al ver un objeto de su temprana infancia…
No sabía de dónde había venido su hija, pero sabía que su sitio de origen debía de estar a años luz de la Tierra. El metal del brazalete, por ejemplo, era verdaderamente indestructible (y es que por curiosidad, quiso averiguar qué tipo de metal era sin hacer mediar a nadie más; no fue un método muy ortodoxo someterlo golpes, altas temperaturas...). Su hija no era del mismo planeta que él, pero…
—¿Cómo te vamos a decir que no eres de por aquí? —Susurró mirando y tocando las mantas.
—Por ahora, no podemos —contestó una voz familiar.
Emily lo había seguido hasta el habitáculo de la nave. Habían discutido muchas veces acerca de cómo debían decirle a su hija que era extraterrestre.
—Eso es cierto —contestó él—. Pero ¿cuándo?
—Cuando esté preparada.
—¿Preparada para qué? —Preguntó el escurridizo Willy desde las escaleras del piso secreto—. ¿Para aceptar que como humana es un desastre?
—No hables así, Willy. Tu padre y yo tenemos que ser muy cuidadosos a la hora de contarle la verdad. Es un tema delicado.
—Yo creo que debería saberlo tarde o temprano —defendió el chico. La madre se sentó en una silla al lado del padre. Antes de seguir hablando, el joven se fue hasta la nave y se apoyó sobre ella—. Y si es más temprano que tarde, mejor.
—Fíjate en lo que paso hoy, Willy —le recordó el padre—. Tu hermana se siente muy mal siendo diferente. Imagínate cómo se sentirá al saber que es más diferente de lo que ella creía.
—Sí, ya…
—Además —siguió la madre—, si se lo toma a mal, va a ser más difícil para todos. Tiene un carácter fuerte cuando quiere, pero esto podría hundirla emocionalmente.
—Qué profundo… Eso es lo de menos, mamá. Ella y yo no tenemos secretos entre nosotros… bueno, excepto por esto. Si tardamos mucho en decírselo, no sólo se lo va a tomar a mal, nos va a culpar por no decírselo antes, sobre todo a mí. Además, cuando yo lo supe, no me lo tomé a mal.
—Cuando tú nos descubriste aquí abajo eras un enano todavía —recordó la madre—. Entonces te pareció algo alucinante.
—Entiendo que esto va a llevar su tiempo —razonó su padre—. Hay que decírselo cuando esté preparada. Quizás ahora no sepamos cuándo, pero algún día lo estará. Aún no ha aceptado su situación, no va a aceptar esto otro.
Se hizo un silencio incómodo que sólo rompió Willy al resbalarse de la nave. Se reincorporó al instante y se rió.
—Bueno, vale, ya me encargaré yo de que acepte quién es. Es fuerte, mucho, no va a tardar demasiado.
—Todos la ayudaremos —añadió Emily—. Esto de hoy nos pone sobre aviso: Kara va a necesitar nuestra ayuda para aceptarse a sí misma y a su secreto. Luego le será más fácil a ella descubrir esto y lo será para nosotros contárselo. Vamos, hay que ir a dormir, y va por los dos Willis.
Haciéndole caso, todos salieron del habitáculo y éste quedó de nuevo a oscuras. La trampilla se cerró y no volvió a oírse ningún ruido en el piso secreto… hasta que la nave empezó a emitir un zumbido casi inaudible y a brillar tenuemente, iluminando las paredes del cuarto. Así, en su estado de misteriosa ingravidez y emitiendo débiles impulsos electromagnéticos, se quedó levitando a diez centímetros del suelo toda la noche.
Director y escritor: Keidell
Guionistas: Keidell, elementokr36, Hyunsuk, DaniraXkY, Bertu
Volvió la paz aparente del instituto. Casi todo había vuelto a la normalidad, aunque Willy se sentía más seguro y Kara más popular. La familia no había vuelto a hablar del incidente. Drake evitaba la mirada de los chicos y chicas y se sentía muy avergonzado por lo sucedido, por eso, pasó por alto unas cuantas semanas más.
La noche se había anunciado hacía unas horas y Will, que prefería que sus hijos se fuesen a dormir pronto, les expresó ese deseo.
—Bueno chicos, es hora de irse a la cama —dijo Will Davidson a sus hijos.
—¡Oh! ¡Venga, papá! ¡Son las diez y media de la noche! —protestó Willy.
—Y mañana tienes examen de matemáticas ¿verdad? —dijo el padre.
—¡Está bien! Pero Kara tambien tiene examen mañana...
El padre miró a su hija, estaba sentada en el sofá, contemplando muy fijamente al televisor. Will le pasó la mano por la cara y ella no se movió. Luego cogió el mando y cambió de canal.
—¡Papá! —rechistó Kara—. Estaba mirando...
—Kara, a la cama, mañana tienes examen.
La hija se enfadó, aunque más bien por capricho que por otra cosa. Le gustaba hacer eso, la hacía sentirse como las demás.
—¡Vigila papá! ¡Que se enfada! -bromeó Willy que subía las escaleras.
—Idiota —susurró Kara.
Los dos hermanos se fueron a dormir.
William bajó al sótano vigilando que Kara no estuviera allí. Encendió las luces y... vió que la nave estaba levitando y emitiendo luces.
—¡Dios!
Emily oyó el casi ahogado grito y corrió hacia el sótano asegurándose de que sus hijos no hubiesen oído nada.
—¿Qué pasa cariño? ¡Ah! ¡Está flotando!
—No grites, Kara podría sentirte...
—No sé que piensas, William, pero eso no debe ser nada bueno...
William no la oía. Se acercó muy lentamente a la nave. Después de mirarla unos segundos la tocó. Un rayo salió de la nave y hizo recular a William unos metros. Se miró la mano. Tenía una quemadura leve.
—Quizás sea una señal —dijo él. No se atrevía a volver a tocar el artefacto levitante, aunque deseaba probar si le pasaba otra vez.
—Mira... mejor no toquemos nada... nunca se movió y de repente...aunque aquella vez... Da igual ¡Es muy peligroso! Podría incluso matarte, cariño.
—Está bien, pero cerraré con llave el sótano.
De repente se despertó, o eso pensó. Miró hacia la ventana ahora abierta, ya era de día. Se miró al espejo y vio que era pequeña. Estaba soñando.
Fue a desayunar. Su padre y su madre le dieron un beso y los buenos días. Su hermano no le dijo nada. Estaba jugando con la Game Boy.
—Willy, a desayunar —dijo su madre —. Deja la maldita máquina.
—Un momento mamá.
Emily le quitó la consola a su hijo.
—Cómete el desayuno, Willy.
El hijo se enfadó pero se sentó junto a Kara y desayunó. En ese instante se empezaron a oir pasas en el exterior de la casa.
El timbre sonó.
—Ya abró yo —dijo el padre.
—¡William! —Saludo efusivamente el extraño— ¡Qué viejo estás!
—¡Dios! ¡George! ¡Hacía años que no te veía el pelo!
—Qué casualidad, yo también hace tiempo que no lo veo jajaja.
George era el hermano mayor de William. Tenía tres años más que él. Era un hombre bajito y algo gordinflón que ya hacía años que había perdido el pelo. Siempre iba vestido con traje, ya que era un abogado de Metrópolis.
—Ahora en serio, hacía mucho desde tu última visita —dijo William —. ¡Pero entra en casa, hombre!
—Sí, creo que poco después de nacer el pequeño Willy. ¡Hola Emily! Tu haces lo contrario que mi hermano. ¡Cada vez más joven!
—Gracias, George, seguro que debe ser por esos dos hijos tan maravillosos que tengo.
—Mamá me llamó y me dijo que adoptastéis a una niña... Kara ¿verdad?
—Sí, entra en la cocina, los dos están allí —dijo Emily.
Kara se asustó cuando vió a aquel hombre.
—Hija, te presento a tu tío George —dijo su padre —. Es mi hermano.
—Hola, Kara — dijo George acercándose a ella.
La niña se levantó de la silla y se fue hacia su habitación, que compartía con su hermano, cuando George intentó besarla.
—Es... algo tímida —dijo Emily.
—No importa, ya se le pasará... ¡Oh! ¡Has crecido mucho Willy! —Dijo George.
Kara escuchaba a su familia en el comedor como hablaban y se reían. Después de unos minutos, su padre subió a la habitación. Ella estaba abrazada a su almohada, pero la soltó cuando su padre se sentó en la cama junto a ella. Su expresión denotaba verdadero temor, algo que para William, como era de esperar, no tenía fundamento.
—Hija, ¿tienes miedo de tu tío? —Le preguntó dejando claro que no se lo quería creer.
—Sí... —dijo Kara con una voz muy baja —. No lo conozco...
—Pero si es un hombre muy bueno, baja, ya verás, te reíras mucho con él ¿vale?
William tomó en brazos a su hija y se la llevo al comedor.
—Tengo miedo... —susurró Kara al oído de su padre.
—¡Déjame aquí a esa niña tan preciosa! —dijo George intentando parecer lo más simpático posible—. ¿Por qué me tienes miedo chiquitita?
—Déjame... —dijo la pequeña.
Kara empezó a ponerse muy nerviosa, las lágrimas corrían por su cara. Pronto se puso a chillar.
—Déjala, George —dijo el padre—, no insistas si no quiere, vas a hacer que empeore.
George intentó tranquilizarla, pero no le fue posible. La soltó cuando un pequeño temblor bajo sus pies le distrajo. De repente, un rayo salió del sótano destrozando una pequeña zona del suelo y travesó el pecho de George, que cayó retorciéndose de dolor. Kara estaba llorando a su lado sin moverse y mirando al sótano.
Kara chilló. Eran las siete de la mañana y sonó el despertador. Fue un sueño... una pesadilla, pero... ¿Por qué había soñado con su tío George? No lo había visto nunca ¿Quizás era un recuerdo? ¿Y si... ?
William estaba en la cocina sentado a la mesa cuando Kara irrumpió ante él dispuesta a intorragarle.
—Papá.
—Dime, hija — William estaba desayunando, por lo que se le hacía un poco difícil pronunciar las cosas.
—¿Tienes un hermano que se llama George?
William se puso nervioso. Se terminó el bocadillo muy rápido y contestó.
—Sí, falleció cuando tu eras pequeña. ¿Te... te acuerdas de él?
—¿De que murió?
—De un accidente... de coche ¿Pero por qué tantas preguntas eh?
William disimuló lo mejor que pudo, pero estaba en sus genes la imposibilidad de hacerlo. Sin embargo, Kara no pareció darle importancia a eso precisamente. La chica se sentó a su lado sin ocurrírsele hacerse el desayuno y bajó la mirada. Le costaba decir lo que quería decir.
—Es que hoy... hoy he soñado con él.
Kara le contó el sueño que había tenido con todos los detalles. Su padre no podía creer que hubiese soñado eso... tal y como él también lo recordaba. Entonces William se levantó de la silla y suspiró. Miró a los ojos a su hija y bajó un poco la voz.
—Tienes que saber algo...
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A William se le hizo un nudo en la garganta, de solo pensar lo que estaba a punto de decir.
—¿Es algo sobre el tío George? — inquirió Kara
— Si…no… no exactamente — respondió dubitativo.
No sabía cómo empezar. Si demoraba un segundo más en hablar, el temor a la reacción de su hija sería más fuerte y no diría nada. Era el momento de decir toda la verdad, aunque todo se fuera al diablo.
—Papá, habla ya— dijo impaciente.
William se levantó y se acercó a una repisa de la cocina. De ella saco un pequeño cofre, el cual abrió con una llave. De su interior, sacó el brazalete con el que Kara llegó. Hacía un tiempo que lo había cambiado de lugar, por el hecho de sentirlo más cerca. Un hecho inexplicable, pero que le daba cierta seguridad.
—Toma, es tuyo. Con esto llegaste a nuestras vidas. Te encontré con él, y una manta, a la orilla del lago del bosque.
Kara lo examinó con cuidado.
—Es hermoso y extraño a la vez, parece de plata, pero no lo es… ¿Por qué nunca antes me lo habías dado? — preguntó sin dejar de tocarlo para finalmente colocárselo.
—Por el miedo a tener que decirte la verdad sobre tu origen, sobre por qué eres más fuerte que los demás. — Hizo una breve pausa. —¿Tú crees en la vida en otros planetas? —William trató de que la pregunta fuera lo más natural y simpática posible.
Kara dejó de prestarle atención al brazalete para concentrar una mirada confundida en su padre. Un cúmulo de ideas cruzaron por su mente, pero todas desembocaban en lo mismo.
En el sótano, la nave se había elevado más alto que en ninguna otra ocasión. Se ilumino, con destellos de muchos colores, algunos de los cuales nunca habían sido observados por la mirada humana.
Alguien observaba la escena. Era Willy. Su curiosidad por esa nave era mayor a las prohibiciones de sus padres de no acercarse. Aunque habían cerrado con llave, se las ingenió para abrir la puerta. Lentamente se acercó a ella. Con cuidado llevó su mano, y se detuvo milímetros antes de tocarla. Lo pensó un instante, apoyó un dedo. Estaba congelada. De pronto la nave comenzó a girar sobre sí misma, cosa que verdaderamente lo asustó. Willy dejó todo como estaba, subió corriendo las escaleras.
—Kara… yo…tu madre… no quisimos ocultártelo. No sabíamos como decírtelo…lo importante no es de dónde vienes, sino…
—¿Qué? ¿Me estás diciendo que vengo de otro planeta?
—Verás hija...
—No me llames hija! — gritó ella sin dejar terminar la frase a su padre. Ahora todo tendría sentido, pero no quería comprenderlo.
Las lágrimas se habían comenzado a amontonar en sus ojos. Varios sentimientos encontrados, cierto rencor hacia esas personas que no podía llamar padres. Cómo volver a mirarlos de la misma manera, sabiendo que pueden mentirle con algo así. ¿Y su hermano? El que creía que no le ocultaba absolutamente nada, ¿Lo sabría? ¿También la había traicionado?
Su padre esperaba alguna reacción, pero Kara estaba inmóvil, mirando a un punto fijo, aparentaba querer llorar, pero no lo hacía. Él no sabía qué hacer, si acercarse, si quedarse donde estaba. Deseaba poder entrar en sus pensamientos.
Willy irrumpió corriendo. Atrajo la atención de todos.
—Papá tienes que ver esto — dijo haciendo señas para que lo acompañen al sótano
William, olvidándose de Kara, lo siguió en silencio para no despertar a Emily. Kara fue tras ellos. Llegando al sótano, William se quedo estupefacto al ver la nave, ahora, llegando casi al techo. Kara se abrió paso entre su padre y su hermano. No podía creer lo que veía.
—¿Esto es lo que creo que es?¿La nave de la extraterrestre que adoptaron como mascota? —. Preguntó exaltada.
—No es así Kara, deja que te explique.
—No quiero oír ninguna excusa, no puedo creer que no me dijerais nada, no quiero oír nada— respondió cortante.
Un ardor hizo que mirara su brazo. El símbolo de su brazalete se iluminó y la nave descendió hasta llegar a su altura. Willy solo observaba a un costado, no se había animado a decir nada. Kara extendió su mano hacia la nave y esta despidió un aire helado. Miró a su hermano a los ojos, luego a su padre, y sintió el deseo de salir corriendo de allí. Fue un segundo entre el pensamiento y la acción. Lo hizo, corrió para alejarse de ese lugar que ya no sentía como su hogar. Todo a su alrededor aparentó detenerse, nada se movía, solo era ella escapando del secreto más grande de su vida.
William no tuvo tiempo de reaccionar. Quedó perplejo al comprender que el viento que acababa de alejarse, era su hija.
Estaba confundida. Deseaba poder tener alguna amiga para contarle, para desahogarse. Una parte de ella aun se mantenía fría. Y resolvió que no era lo mejor. Siempre había sido vista como extraña, y con lo ocurrido con Drake y sus amigos, sería peor. Tenía que pensar, y pensando, llego a la conclusión de que la verdad la tenían sus padres, y nada conseguiría huyendo. Debía volver a su hogar… hogar, que palabra tan extraña le resultaba ahora.
—Cálmate Emily, ya la encontraremos. —Y dirigiéndose a su hijo— ¿Podrías ir tras ella?. No pudo ir muy lejos.
—No sé por dónde empezar a buscar.
—Piensa, una amiga, un lugar…¿A dónde iría?
—Conociéndole, creo que sé por dónde buscar. —Dijo mientras tomaba un abrigo y salía.
Emily se culpaba por no haber estado en ese momento, por haber creído que los gritos provenientes de la cocina era tan solo una discusión más.
—No puedo evitarlo, no debía ser así, aun no era tiempo de decírselo— Pudo decirle a su esposo.
—¿Y cuándo sería tiempo? Cuanto más tarde se lo dijéramos peor sería para ella. Es una buena hija, sabrá perdonarnos y volver.
—Tengo miedo de que no sea así, Will. Y tengo miedo a esa cosa…no ha dejado de girar desde que Kara huyó.
—Todo volverá a ser como antes, lo prometo.
William abrazó a su esposa, esperando tranquilizarla, y tranquilizarse a él mismo.
Willy llegó al bosque. Estaba seguro que su hermana había elegido ese lugar para refugiarse. Comenzó a caminar, no podía estar muy lejos. A unos metros vio unas huellas frescas…eran de Kara, las reconoció enseguida.
—Tiene que estar por aquí— susurró. Y apresuro el paso
Kara caminaba lentamente, deshaciendo el camino que la había traído a ese lugar. Seguía pensando en cómo enfrentaría a sus padres de nuevo. Deseaba ver a la cara a su hermano Willy, preguntarle si lo sabía, porque no hablo. Tantas cosas…no contuvo más los sentimientos que guardaba y comenzó a llorar. Repentinamente tuvo una sensación insoportable. Miró a su alrededor para encontrar el origen de su malestar. Lo único que vio fue tierra, agua y rocas, algunas negras, manchadas de barro, y unas más pequeñas, verdosas. No soportaba esa incomodidad, se retorcía en el piso y no sabía por qué. No aguantó más y cayó irremediablemente sobre la tierra sin poder mantener la consciencia. Quedó tendida en el suelo rodeada de la naturaleza mientras las lágrimas seguían cayendo de sus ojos.
El sótano había sido cerrado nuevamente con llave, por seguridad familiar, al menos hasta el regreso de Kara. Sin embargo, la calma no había llegado por completo, y la nave parecía vibraba tanto parecía que iba a abrirse de un momento a otro… una luz se desprendió y un tenue sonido se produjo.
La nave se abría por primera vez en 13 años…
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Estaba desesperado por encontrarla, tenía la sensación de que algo malo le podría pasar, por que aunque no eran hermanos de sangre, los lazos de amor los unían más que unas moléculas de ADN. Caminó demasiado, y hasta llego a pensar que lo hacía en círculo, lo que lo hacía sentir más desesperado por encontrar pronto a su hermana. Su corazón se agitaba cada vez más, no sabía si era de cansancio o de la preocupación que sentía por Kara.
Mientras tanto, Kara se encontraba cada vez más debilitada, tanto que ya no sentía sus piernas, ni sus brazos; su respiración era más tenue que el color de su piel. Pero una sensación de alivio la envolvió, cuando le pareció escuchar la voz de su hermano pronunciando su nombre.
Fue entonces cuando Willy la vio tirada a lo lejos y corrió hacia ella. Al llegar a donde ella estaba la creyó muerta. Estaba sorprendido porque era la primera vez que veía a su hermana en el suelo, devastada y sin ninguna reacción.
—¡Kara, tienes que despertar…! —le decía con lágrimas en los ojos.
Se sentía tan culpable, creía que debió haber sido mejor decirle antes la verdad, o que simplemente se la ocultaran para así evitar lo que más se temía. Pero de repente, unas pequeñas rocas verdes llamaron su atención por completo.
—¡Que extrañas rocas! ¿Acaso existían estas rocas fosforescentes en el libro de Ciencias Naturales? — pensó, y rápidamente reaccionó. —¡Esto no está bien!— se dijo a si mismo, y se apresuró a levantar a Kara y alejarla de esas rocas.
Aunque ella pesara más que Willy, la necesidad de verla con vida le dio fuerza para levantarla y llevarla a metros de ahí, donde la recargó en las raíces de un gran árbol. Kara reaccionó casi instantáneamente, pero aun se encontraba un poco débil.
—Gracias Willy —dijo Kara a su hermano, con su voz decaída.
—No tienes que agradecer hermana, tú me salvaste del abusivo de Drake ¿Por qué no habría yo de hacer lo mismo por ti?
—¡Willy! ¿Tú lo sabías verdad? —aunque Kara presentía que el ya sabía, pero quiso preguntarle para asegurarse.
—Perdón Kara, quise decírtelo antes, pero no era el indicado —le contestó con un poco de nerviosismo ante su reacción.
—Bueno, ya me siento mejor, creo que debemos irnos —Willy intentó ayudarle a levantarse pero ella no lo dejó.
—¡Yo puedo sola! —aclaró Kara insolentemente. Estaba decepcionada de su hermano, pero intentó disimularlo para no pelear durante el camino a casa.
—Bueno, espera olvidé algo por allá, tu adelántate —le dijo nervioso a Kara.
Aunque Kara notó algo raro en su voz, no le hizo mucho caso, y se adelantó a caminar. Por mientras, Willy fue a recoger una de esas piedras verdes que estaban cerca de donde había encontrado a Kara y se dio cuenta de que ya no brillaban de la misma manera que cuando ella estaba ahí. Aun así, su curiosidad lo hizo tomar una y llevársela consigo.
—¡Apresúrate! —le gritó Kara.
—Si, si, ya voy —contestó Willy.
Al llegar a casa, ya estaba oscureciendo, pero Kara, desde que se enteró de la verdad, ya se sentía sola, vacía y en la oscuridad, y al estar justamente frente a su casa se sintió igual o más enojada que antes. Pero sabía que ahí estaba más segura que en el bosque, sola.
—¡Kara, hija, regresaste! —dijo la madre.
—No me vuelvas a llamar hija —reprochó Kara a su madre, y subió corriendo las escaleras. Sentía un dolor en su estómago, sabía que era coraje hacia sus padres por no haberle dicho antes la verdad.
—¡Kara, baja, tenemos que hablar! —le gritó su padre, pero ella les contestó cerrando fuertemente la puerta, tan fuerte que la casa solamente tembló.
Willy aun estaba afuera, oyendo todo, tenía miedo de entrar a su casa, se sentía mal por lo que estaba sucediendo, pero tenía que consolar a sus padres y decidió entrar.
—Papá, mamá… no os preocupéis, yo hablaré con ella; solo denle espacio, yo mañana hablaré con ella, no os preocupéis.
—Willy, ¿dónde la encontraste? ¿Está bien? —le preguntó su mamá, presentía que Willy le ocultaba algo más, lo veía en sus ojos.
—Estaba bi-bieen —dijo Willy tartamudeando— la encontré en el lago llorando, pero nada más. Después hablamos. Tengo que dormir, estoy algo cansado.
Pero un sentimiento de culpa lo hizo hablarles acerca de la roca, aunque no les dijo que traía una consigo.
—Oíd, mamá, papá... también había algo...—Willy no sabía si seguir o mejor callar.
—¡Habla Willy!, no nos preocupes más —dijo Emily nerviosa por su respuesta.
—Es que unas rocas verdes me llamaron mucho la atención, creo que Kara es alérgica a ellas porque en cuanto la aleje de ellas, Kara comenzó a reaccionar... —se dio cuenta que tal vez no debió haber dicho nada, pero ya era tarde para arrepentirse.
—¿Reaccionar?, dijiste que solo estaba llorando —dijo William alzandole la voz, estaba decepcionado de su hijo.
—Lo siento papá, es que tenía miedo—Willy sabía que le esperaba un buen castigo por haberles mentido a sus padres.
Los padres estaban preocupados por Kara y molestos con Willy, pero una misteriosa llamada los interrumpió y decidieron dejar lo de Willy para después.
—Vete a dormir Willy, mañana hablaremos —le dijo su padre, mientras Emily contestaba el teléfono.
—Buenas noches, habla la Sra. Davidson —contesta Emily.
—Buenas noches, Emily, soy el Oficial Robert Sanders desde Metrópolis. ¿Podría comunicarme con William, por favor? —Al teléfono.
—Por supuesto, Oficial Sanders —dijo Emily un poco desconsertada.
—William, es Robert Sanders, el Oficial Sanders, el encargado de la investigación de la muerte de tu hermano.
—Si, dime Robert ¿Cómo has estado? —contestó William al teléfono.
—Muy bien, algo ocupado con este trabajo, pero me comunico contigo para informarte que se ha reabierto el caso de la muerte de tu hermano, ya que ultimamente han sucedido casos semejantes en Smallville. Así que les pido que vengan mañana a mi oficina para mostrarles lo referente a estos casos.
—Claro, allá estaremos... pasa buenas noches, saludos a los niños.
—Igualmente, nos vemos mañana.
—Emily, tendremos que ir mañana a Metropolis, el caso de mi hermano se ha reabierto —le dijo William a su esposa.
—Pero, no es nada grave. ¿Verdad?
—No, no lo es. Robert dice que se han presentado casos semejantes al de George.
—Está bien, entonces iremos mañana, pero estoy cansada habrá que irnos a dormir.
—Si, cierto, cariño, es algo tarde y yo también estoy cansado—le dijo mientras caminaban hacia las escaleras.
Esa misma noche, Willy no podía dormir. Estaba preocupado por no haberle dicho a sus padres acerca de la roca que había llevado consigo. Y al igual, Kara estaba en su cuarto pensando y pensando acerca de lo que su familia le había ocultado por muchos años. Se sentía tonta, pero lo que más le dolía era que su hermano nunca le había dicho nada.
Willy despertó. Bajo su almohada tenía la roca verde que había tomado del bosque, la escondió de nuevo, pero ahora en un cofre que guardaba bajo su cama y se asomó al cuarto de Kara para hablar con ella. No estaba, y sus padres tampoco. Bajó a la cocina, y encontró una nota de ellos diciéndoles que habían salido a Metrópolis por asuntos familiares.
—Pero, ¿y Kara? —pensó—. Debe estar en el patio —se dijo a si mismo y se impulsó a verla. Más que nada a enfrentarla, sabía que Kara se iba a molestar con el cuando lo viese.
Simultáneamente, Kara se encontraba sentada bajo el viejo roble detrás de su casa, reflexionando sobre sus sentimientos hacia su familia, pero principalmente por lo que la había hecho sentir tan mal en el bosque. Por primera vez había sentido miedo, no había pensado en que existiera algo que la debilitara tanto.
De repente un chillido escalofriante, que le puso los vellos de punta, la despertó del estado en el que se encontraba. Volteó rápidamente hacía el lugar de donde este venía y se percató de que E.T. salía corriendo de lo que parecía ser el sótano. Con temor, se acercó allí a verificar si había algo que podría haber asustado al gatito, recorrió sigilosamente cada centímetro del lugar, pero no encontró nada, hasta que sintió un aire fresco, que provenía del habitáculo donde se encontraba la nave. La curiosidad la invadía, tanto que ya se había decidido a entrar rompiendo la puerta, pero vio que debajo de un mueble viejo, se irradiaban pequeños rayos de luz, los cuales nadie (desde que la nave comenzó a comportarse así) había notado. Entonces, cuidadosamente movió el mueble de lugar y se dio cuenta del orificio que tenía una de las tablas que cubrían el piso, así que la quitó, y de esa manera pudo entrar al habitáculo.
La nave resplandecía más que el sol de mediodía, y Kara apenas podía distinguirla. Ella sentía una gran atracción hacia la nave, como un imán que la hipnotizaba para que ella se acercase. Fue entonces cuando se dio cuenta de que la nave estaba abierta y esta dejó de emitir esa deslumbrante luz, para así cubrir a Kara con una serie de símbolos de luz, que la rodeaban en forma de esfera.
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—Bueno… quizás ahora no somos tan amigos como antes —admitió Wiliams haciendo ademán de despreocupación—, pues ya no nos llamamos apenas y eso.
Tras 10 minutos buscando el lugar lo encontraron, era un gran edificio, el edificio del Cuerpo Policial de Metrópolis. Desde ese lugar se podía ver las entradas del Daily Planet y el de LuthorCorp. Evidentemente era más chico que esos dos edificios, pero aun así no se quedaba corto.
Se decidieron a entrar; allí preguntaron por el detective Sanders y fueron a su despacho, donde aguardaba él:
—¡William! ¡Cuánto tiempo! —Sanders le dio un gran sincero abrazo a William y acto seguido le dio la mano a Emily, con quien no se llevaba tan bien como con su marido, es más, él sabía que a ella no le gustaba mucho—. Emily, hace mucho tiempo que no nos vemos.
—Hola, Sanders, hace mucho tiempo que no veníamos a Metrópolis —dijo William —nos has sorprendido con tu llamada.
—Bueno, es que hacía mucho que no hablábamos. ¿Cómo están vuestros hijos? ¿Qué tal esta Willy?¿Qué tal Kara?
—Sí, Kara y Willy están en la edad de no hacernos mucho caso, pero nosotros no nos rendimos, ya sabes, para que sean algo importante para el mundo.
—Es evidente que Kara lo va a ser… —dijo Sanders casi susurrando.
—¿Cómo dices?
—Nada, no importa…
—Oye, Sanders —dijo William, que lo conocía bien—, me halaga mucho que me hayas llamado para hablar de cómo está mi familia, ¿pero a Emily? Que te conozco Sanders, suéltalo.
—Bueno, me has descubierto —confesó avergonzado Sanders—. Me sabe mal que os diga esto, pero me tenéis que ayudar…
—Si podemos, te ayudaremos en lo que nos sea posible.
—Tengo casos que no puedo resolver, me falta algo, algo de suma importancia, y tienen cosas en comunes… similares a las de tu hermano George…
—¿Similares? —saltó sorprendido William—. ¿Es cierto lo de esos casos?
—Sí, es que hemos tenido casos de muerte similares a los de tu hermano…si no te importa mucho, ¿me podrías decir qué le pasó exactamente?
Al oír esas palabras, William se sintió un nudo en la garganta. Se dio cuenta de que no tenía sentido extender más la conversación. Estaba nervioso, no sabía como encarar a su amigo. Sentía que le temblaba la voz con solo intentar decir una palabra al respecto. Respiró hondo, y comenzó a hablar:
—Mira, Sanders, es mejor que no te metas en esto, te lo digo como amigo, es por tu bien.
—Lo necesito de verdad Will…
—Ya lo has escuchado —añadió Emily oportunamente, al ver a su marido en apuros.
—Bueno, Sanders, si no quieres nada más…nosotros nos vamos, tenemos a una familia que cuidar. Hasta luego, Sanders.
—Está bien, considera que no diga nada como el favor que te debía.
—Adiós Sanders.
El detective, al ver la actuación de su amigo, se sintió un poco traicionado. Le dio la mano rápidamente, pues en el momento estaba enfadado. Se despidieron y los Davidson se fueron del lugar para volve lo antes posible a su casa.
—¡Kara! —soltó Willy al escuchar a Kara emitir un chillido —¿Qué te ha pasad…? Oh, mierda… —dijo al ver a su hermana suspendida mediante un rayo de luz procedente de la nave. Nada más poder reaccionar, Willy empujo a su hermana del rayo, cayendo ella al suelo aturdida.
—¿Qué ha pasado…? —dijo Kara mientras se levantaba ayudada de su hermano. Ambos se alejaron de la nave y subieron al sótano.
—Te oí gritar y te encontré suspendida por la nave ¿Qué te ha pasado? ¿Te has hecho daño?
—Estoy bien, tranquilo —vio que el brazalete que llevaba todavía brillaba. Lo tocó y de repente la luz cesó— ¿Qué habrá sido eso? Bueno... ya lo averiguaré.
—Kara, esto es muy raro. ¿Hiciste algo para que la nave hiciera...?
—Yo no hice absolutamente nada. Seguro que lleva haciendo cosas extrañas desde mucho antes de que yo me enterase que existía —Kara parecía cada vez más molesta, y en realidad ni siqueira sabía por qué.
—Kara —dijo Willy dándose cuenta de que su hermana volvería a enfadarse—, no sé cuánto hace que la nave se mueve... y esas cosas, pero sé que nunca había hecho algo como...
—¿Cómo no me contaste antes lo que sabías? Yo siempre he confiado en ti, pero tú siempre has estado ocultando que no soy de aquí.
Era evidente que Willy se sentía culpable, pero no podía haber hecho otra cosa.
—Oye, Kara, compréndeme, no podía hacer otra cosa, yo lo descubrí de pequeño, y cada vez que quería contártelo tu estabas enfadada por ser tan diferente, no sabía si te ibas a enfadar más de lo que estabas. Perdóname, por favor, lo hice con la mejor intención del mundo...
Kara no podía evitar pensar que la habían traicionado. Aunque Willy intentaba disculparese, ella no era capaz de perdonarlo. Al ver el rumbo de la conversación, simplemente se fue, seguía cabreada. Se marchó de la casa dejando a Willy extasiado. Él todavía no se acostumbraba al nuevo poder de su hermana.
—Will, tu amigo Sanders se está metiendo demasiado en el asunto… puede que termine por descubrir el secreto.
—Eso es poco probable, pero soy consciente de ello.
Se encontraban en el vehiculo familiar. Hacía un rato habían entrado en Grandville y ya estaban llegando a su casa.
—No me gusta nada que después de tanto tiempo salga con la curiosidad que entonces se guardó.
—Mira, sé que es muy arriesgado, pero conozco a Sanders, y sé que si le pedimos que no se meta, no lo hará —William apartó la mirada para mirar a su esposa durante un instante para que supiera que estaba muy seguro de lo que estaba diciendo. De repente, Emily puso cara de espanto, señalando hacia adelante.
—¡La carretera, William!
El balón salió despedido a varios metros, cayendo del otro lado de la carretera. Los dos chicos que estaban jugando con ella suspiraron por el error.
—Tiraste muy lejos la pelota, Charles —dijo el más pequeño a su heramo—. Voy a por ella.
—No vayas solo —dijo el mayor. Al ver a su hermano pequeño irse solo de todas formas, aguardó durante un instante y siguió a su hermano a paso lento. Entonces se percató de un hecho horrible: su hermano estaba en medio de la calle observando atónito un coche que se acercaba a él rápidamente.
—¡Cuidado!
Pero cuando terminaron de frenar y abrieron los ojos vieron que el chico ya no estaba allí. Empezaron a buscar con la mirada a todos los lados; Emily de dio cuenta de que el chico estaba con Kara, ambos tendidos en el suelo al lado del asiento del copiloto. El pequeño no pareció reaccionar al instante.
El hermano mayor empezó a buscar desesperado al niño con la mirada. Había escuchado al vehículo frenar y su hermanito no podía estar lejos. por su cara cayeron las lagrimas, pues él pensaba que lo habían atropellado. Pero al buscarlo, no estaba allí. Estaba extrañado y confuso.
Kara era consciente de lo que estaba pasando, el chico estaba buscando a su hermanito, y si salía así fortuitamente no acabaría bien. Miró al niño, que aunque estaba muy aturdido, se encontraba bien.
Mientras ella pensaba qué hacer, su madre le estaba diciendo por señas que se marchara de ahí sin que le viese. Kara se dio cuenta de que la confusión del niño posiblemente le impidiese recordar el incidente. Así que fue lo que hizo: se fue a supervelocidad. Una ondulación en el aire delató la desaparición de Kara. El niño se reincorporó sin saber muy bien lo que estaba pasando, simplemente se abrazó a su hermano mayor.
—¿Estais bien? —Preguntó preocupada Emily, bajando del coche.
—Podían tener cuidado ¿No? —espetó el mayor, aún llorando.
Kara se dio cuenta de todo el bien que podía hacer con sus poderes. Decidió no volver huir de su casa, una decisión repentina. De regreso, vio a su hermano en la salida. Kara se sintió muy apenada por no haberle perdonado, ella sabía que le había ocultado el secreto por su bien. Ahora comprendía que saber o no aquel secreto no cambiaba el hecho de que era diferente. Volvió con su hermano con cara de arrepentimiento.
—Willy…lo siento mucho...
—¿Qué ha... pasado? —Willy, en realidad, estaba sorprendido por el rápido regreso de su hermana. No quería que se fuese otra vez—. Creí que no volverías... por favor, déjame explicarte...
—Luego te cuento todo, Willy. perdóname por no haber querido comprender tu situación…
Su hermano se tranquilizó al ver el cambio de su hermana. Había sido muy rápido, pero eso no le preocupaba.
—Claro, hermanita, tu eres la persona que más quiero del mundo —respondió emocionado Willy que estaba deseando eso desde que se dio cuenta de lo grave que era saber el secreto de Kara y ella no. Ambos sabían que a partir de entonces iban a llevarse mucho mejor —he deseado contártelo todo desde el principio…
—Lo sé Willy, tranquilo, para mí ya está todo arreglado.
Entraron a casa, Willy con el hombro por encima de Kara, y Kara también. El hermano, ya que estaban de confesiones, vio la ocasión idónea para decirle lo que pasó en el lago.
—Oye, en el lago… te vi muy debilitada ¿Sabes lo que pasó?
—La verdad es que yo tampoco lo sé, pero sentí que perdía todas las fuerzas que tenia.
—Hum… no sé, pero traje estas rocas, brillaban mucho, mira —Willy sacó un cofre muy pesado, de metal, que tenia cerca, y lo abrió delante de Kara. Dejó al descubierto la pequeña piedra verde que escondía. Su hermana empezó a ponerse mal, como en el lago. Parecía muy dolorida, y enseguida cerró el cofre, extrañado—. ¿Qué será esta roca?, pero, ¿por qué no te hace efecto dentro de esta caja?
—¿Qué es esa caja? Recuerdo que te la regalo un amigo tuyo.
—Sí, me la regaló para que guardara cosas dentro. Será que no te hace efecto si está encerrado. Tengamos cuidado con esto. Lo guardaré en mi cuarto, debajo de mi cama. ¿Vale?
—Está bien —respondió Kara asustada.
En ese momento llegaron sus padres y le dijeron a Kara que había hecho un buen trabajo salvando al chico. Ella simplemente les respondió que ya había superado su enfado y que seguiría con las clases, haciendo el mayor bien posible, aprovechando al máximo sus poderes.
Al día siguiente, como casi todos los días, tomaron el bus escolar Willy y Kara juntos. Entraron en el instituto y permanecieron juntos. Aunque para la mayoría de los estudiantes era otro día infernal, a causa de sus “maravillosas” clases, para Kara era un día muy especial, un nuevo día, un nuevo comienzo.
Kara quería comerse el mundo, no quería dejar pasar nada; quería integrarse, quería ser popular... quería saber sabía cómo llegar a eso. Al parecer, sus deseos habían sido concedidos. Ante su vista apareció un cartel donde se mostraba: “Pruebas de animadoras. Interesadas presentaros en el gimnasio en los descansos."
—¡Willy! Me voy a presentar a las pruebas de animadoras, a ver si me aceptan —anunció emocionadísima Kara.
—¿Ah, si? Seguro que te aceptan. Te mueves muy bien, tienes agilidad y además eres guapa.*
—Oye, ¿estás enamorado de mí o qué? —preguntó de broma.
—Em… —soltó Willy avergonzado, sonrojado, pues no se esperaba esa pregunta —no por Dios Kara, soy tu hermano. ¿Cómo voy a estar enamorado de ti?
Asistieron a las clases, como normalmente hacían, Kara con mayor concentración que antes, pues pensaba recuperar las clases perdidas, aunque por cómo era Kara no tendría que recuperar, pues ella ya iba muy adelantada en el temario. Para Willy las clases fueron iguales de aburridas que siempre, pero se le paso más rápido porque estaba pendiente de Kara. Ella parecía mucho más animada, mucho más feliz, dispuesta a pasárselo bien como fuese, y él contento de ver a su hermana así.
Director y escritor: Hyunsuk
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