A partir de entonces las cosas se aceleraron un poco más… y las navidades se acercaban peligrosamente.
Desde que nos conocemos tenemos la costumbre de regalarnos algo por navidad, la primera vez nos sorprendimos los tres porque fue algo que no planeamos, que nos salió espontáneo, pero a partir de ese primer año se ha convertido en una constante. Es bastante divertido porque ni siquiera entre nosotros nos decimos qué nos vamos a regalar pero nos tiramos las tres semanas anteriores a navidad dándonos pistas y haciéndonos la puñeta mutuamente.
Pero este año se respiraba diferente, Jose le daba vueltas al tema porque quería encontrar algo especial para María y me preguntaba constantemente qué le podía comprar. Yo no es que le fuese de mucha ayuda, normalmente no planeo qué voy a comprar a quién, simplemente salgo a dar una vuelta y escojo más por instinto que otra cosa, pero acepté ir con él a buscar algo. Por suerte un par de días después encontró el regalo para María y no tuvimos que pasear más (me gusta ir de compras, de pingo como lo llamamos en mi casa, pero llega un momento que también me harto) y no, no os voy a decir qué le compró.
Creo recordar que aún faltaban un par de semanas para navidad y Jose guardó el regalo en el taller. Me hacía gracia todas las mañanas porque cuando abríamos las puertas del negocio todos los días, una de las primeras cosas que el hombre hacía era acercarse donde tenía guardado el regalo, todo empaquetadito y mono, y lo miraba, sólo lo miraba. No sé si pensaba que al paquete le iban a crecer patas súbitamente por la noche y se iba a escapar, el caso es que el primer día me resultó tierno, pero cuando llevaba una semana con la misma rutina ya me cogía la risa cuando lo veía ir directo al cajón donde lo tenía guardado.
Un par de días después, estaba yo cenado en casa de María y su hija, conocida en anteriores entregas como “el diablillo”
, cuando se me hizo otra de las preguntas trampa que tanto me gustan:
-¿Cómo lleváis las compras de navidad?
-¿Llevamos?
-Jose y tú me refiero.
-Estoooo…
yo bien, supongo que Jose también, ¿por qué lo preguntas?
-Porque no tengo ni idea de qué comprarle y esperaba que me ayudases.
Me meto en cada fregao…
-Claro, no hay problema… y ¿a mi que m’has comprao?
- Esa es la pregunta que más nos hacemos durante el mes de Diciembre, siempre intentando sonsacar y chinchar.
La conversación durante la cena giró en torno a cómo quedaríamos al día siguiente, qué podía comprarle María a Jose y cómo haríamos para que Jose no se enterase de nada y fue el diablillo la que nos dio la solución:
-¿Por qué no le decís que tenéis que ir al médico de las mujeres?
-¿Al médico de las mujeres? – Preguntó María.
-Si, al chochologo…
Esta cría nunca deja de sorprenderme.
Después de las risas se decidió que la cría se quedaría con Jose mientras nosotras hacíamos la compra del regalo.
Al día siguiente, con la enana distrayendo a Jose, María y yo empezamos la búsqueda. Por suerte ella tenía algo más claro lo que quería, así que no dimos muchas vueltas y no, tampoco os voy a decir qué le compró.
Cuando no reencontramos con la cría y el engañao, los encontramos a ambos enzarzados en una partida a muerte del Pokemon en la Game Boy, para verlo… un tío cerca de los 40 enganchao a una maquinita de color amarillo aporrendo los botones y con la lengua fuera acompañado por un diablillo, de pie detrás de él que le iba dando ánimos para que ganase la partida. Como podéis imaginar la gente de la cafetería donde estaban tomando algo no les quitaba la vista de encima.
Estamos llegando al punto crítico de la historia…