amores de verano
Moderadores: Lore, Super_House, ZeTa, Trasgo
lore campeona, toda una narradoraaaa
que siga que siga que siga.
aqui va una minihistoria de amor, de tan solo quince minutos.
Quince minutos
Duraste en mi historia tan solo quince minutos, pero aun puedo recordarte, no me duraste más que un simple beso, pero aun puedo recordar el olor de tus labios. Tan solo duraste una caricia, un sentir de tus manos sobre mi pelo rizado, pero aun puedo sentir tu aliento en mi cuello. Lo nuestro no podía ser, y lo sabes, quizás en otro momento, en otra realidad, en un tiempo paralelo pueda despojarme de estas ganas que tengo de ti, y que tu apagues las ganas que también se que tienes de mi.
Si las cosas no hubieran sido como fueron, ese beso hubiera durado toda una vida, todo un calendario… Si las barreras que habían entre nosotros no hubieran sido tan altas, y mis piernas no se hubieran cansado de saltaras… todo seria distinto.
A pesar de que hayan ya personas en nuestras vidas, que compartimos nuestro tiempo con ellas, sigues apareciendo en mis sueños, y por favor no niegues que yo aparezco en los tuyos, porque solo te harías mas daño a ti mismo. Reconozcámoslo, algo pasa todavía entre nuestras miradas, en el espacio de tu mano y la mía…Algo pasa.
que siga que siga que siga.
aqui va una minihistoria de amor, de tan solo quince minutos.
Quince minutos
Duraste en mi historia tan solo quince minutos, pero aun puedo recordarte, no me duraste más que un simple beso, pero aun puedo recordar el olor de tus labios. Tan solo duraste una caricia, un sentir de tus manos sobre mi pelo rizado, pero aun puedo sentir tu aliento en mi cuello. Lo nuestro no podía ser, y lo sabes, quizás en otro momento, en otra realidad, en un tiempo paralelo pueda despojarme de estas ganas que tengo de ti, y que tu apagues las ganas que también se que tienes de mi.
Si las cosas no hubieran sido como fueron, ese beso hubiera durado toda una vida, todo un calendario… Si las barreras que habían entre nosotros no hubieran sido tan altas, y mis piernas no se hubieran cansado de saltaras… todo seria distinto.
A pesar de que hayan ya personas en nuestras vidas, que compartimos nuestro tiempo con ellas, sigues apareciendo en mis sueños, y por favor no niegues que yo aparezco en los tuyos, porque solo te harías mas daño a ti mismo. Reconozcámoslo, algo pasa todavía entre nuestras miradas, en el espacio de tu mano y la mía…Algo pasa.
SaRita... Besitos
gracias bleach510 eres un sol, bertone gracias ati tmb
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- Metrópolis
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- Ubicación: En Desembarco del Rey...por fin
Ha sido muy bello lo que has escrito SaritaSaRiTa escribió: aqui va una minihistoria de amor, de tan solo quince minutos.
Quince minutos
Duraste en mi historia tan solo quince minutos, pero aun puedo recordarte, no me duraste más que un simple beso, pero aun puedo recordar el olor de tus labios. Tan solo duraste una caricia, un sentir de tus manos sobre mi pelo rizado, pero aun puedo sentir tu aliento en mi cuello. Lo nuestro no podía ser, y lo sabes, quizás en otro momento, en otra realidad, en un tiempo paralelo pueda despojarme de estas ganas que tengo de ti, y que tu apagues las ganas que también se que tienes de mi.
Si las cosas no hubieran sido como fueron, ese beso hubiera durado toda una vida, todo un calendario… Si las barreras que habían entre nosotros no hubieran sido tan altas, y mis piernas no se hubieran cansado de saltaras… todo seria distinto.
A pesar de que hayan ya personas en nuestras vidas, que compartimos nuestro tiempo con ellas, sigues apareciendo en mis sueños, y por favor no niegues que yo aparezco en los tuyos, porque solo te harías mas daño a ti mismo. Reconozcámoslo, algo pasa todavía entre nuestras miradas, en el espacio de tu mano y la mía…Algo pasa.
-”Nunca olvides qué eres porque desde luego el mundo no lo va a olvidar. Conviértelo en tu mejor arma, así nunca será tu punto débil” (Tyrion Lannister).
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Pero que colores ni que narices Sarita, pero si está genial, me ha gustado un webete...
DARTH, deja-vu? cuenta, cuenta
Supongo que con un par de entregas más, esto estará terminado...
DARTH, deja-vu? cuenta, cuenta
Discutiendo posibilidades alcanzamos nuestro objetivo, una abarrotada tienda de ropa que Jose empezaba a mirar con algo de aprensión…
La primera parte de la “Operación renovarse o morir” fue ciertamente sencilla, encontramos la zona de caballeros con relativa facilidad, nuestro más difícil escollo fue sortear a un par de histéricas que no sabían como meterse un tejano de la talla 36 . Una vez en la zona caballeros, que parecía un desierto comparado con la de señoras, ubiqué los probadores convenientemente situados junto a lo zona de ropa interior. No porque fuésemos a encerrarlos dentro, tarea un poco fútil teniendo en cuenta que los probadores se cierran desde dentro y que estos en concreto eran de esos de cortinita.
-¿Qué necesitas? – Le preguntó María.
-¿De todo? – Estos hombres…
-¿Ropa interior también? – ¡Esa es mi niña!
-Ya puestos ¿por qué no? – Esa fui yo.
-Pues yo te escojo los calzoncillos y los calcetines. – Si fuera mi hija no podría estar más orgullosa – He visto que hay unos que tienen una especie de funda para meter la…
-¿La qué?
Su madre y Jose nos observaban, supongo que esperando a ver quién decía la burrada más gorda.
-Ya sabes Lore, la eso…
-¿La qué?
-Eso que rima con olla…
-Hay muchas cosas que riman, por ejemplo… paranoia. (Ya sé que no se escribe igual )
-Ya, pero ninguna es la que se sujetan los hombres cuando van a mear.
El vendedor que pasaba por detrás de nosotras en ese momento no podía abrir más los ojos, Jose no se podía poner más rojo, María no podía cerrar la boca y yo estaba a punto de reventar a reír.
-Pero la podemos llamar de otra forma…
-Si, podemos llamarla la varita mágica. (Harry Potter hace estragos )
María detuvo la charla en ese punto, antes de que yo abriese la bocaza y la dijese aún más gorda. Así pues Jose, con la varita incorporada , y María fueron a seleccionar camisas y jerséis (estábamos en invierno), la niña se fue a la sección de ropa interior y yo a por pantalones mientras escuchaba cómo María convencía a Jose para que cediera en el tema del probador, cosa que al final consiguió, no hay nada que una carita de mujer y un par de pucheros no puedan conseguir de un hombre enamorado.
Ya se sabe que si un hombre deja a una mujer hacer, queda completamente a disposición de la mujer y eso fue lo que ocurrió. La única premisa que nos dio fueron los colores que le gustaban y con eso empezamos las pruebas al sujeto experimental. Ni qué decir tiene que algunos hombres considerarían esto una tortura, Jose, sin embargo, empezó a disfrutarlo ya que María era la que se encargaba de colocarle los cuellos de las camisas, mirarlo y remirarlo dándole la vuelta para ver si todo estaba bien, esas cosillas que os hacían vuestras madres cuando os compraban ropa, detalles que María hacía con el automatismo de una madre pero que Jose estaba guardando en su memoria como momentos dorados. La ternura con que la miraba en esos momentos es comparable con muy pocas cosas y, aún cuando quisiera compararla, estaría dejándola muy por debajo de lo preciosa que era.
Por cierto, que no se me olvide comentar que el diablillo conocido como hija de María estaba disfrutando como un gorrino en una charca, escogiendo los gayumbos más horrorosos sobre la faz de la Tierra, cada vez que se acercaba para enseñarle alguno a Jose, parecía que el hombre iba a salir por patas.
Llegamos a un punto un poco más serio, María le trajo un pantalón y una camisa algo más de vestir. El hombre entró al probador y salió al momento con el nuevo “conjuntito”. Lo primero que dijo María fue:
-Estás muy guapo. – Era cierto.
-¿Tú crees? - ¡Qué cara por favor! ¡Indescriptible! ¡Qué sonrisa, qué alegría incontenible en esos ojos negros!
-Te queda muy bien, con ese cambio de imagen voy a tener que espantar a todas las mosconas que osen acercarse a ti.
Supongo que María lo dijo sin pensar demasiado en las implicaciones que tenía esa frase, ya que al momento se dio la vuelta sin decir más en busca de alguien para que le midiera el largo de los pantalones a Jose, quien con una expresión completamente incrédula me preguntó:
-¿Ha dicho lo que yo he oído o lo he soñado?
-Estás soñando. – No lo pude evitar.
-Lo ha dicho como si, como si…
-¿Cómo si fueras suyo?
-Ojala…
-Si no crees un poco en tus sueños, nunca se harán realidad.
-¿Es una cita?
-Sólo un consejo…
Un momento de silencio, de esos en los que puedes oír cómo el cerebro de otra persona está procesando información. María ya volvía con un vendedor y por el otro lado venía el diablillo que incluso se había agenciado una cesta para ir metiendo toda la ropa interior que le gustaba.
Mientras el vendedor prendía las agujas en los bajos de los pantalones, la cría iba enseñando a Jose todo lo que había seleccionado con comentarios del tipo “Este me gusta por el color”, “Este tiene un dibujo muy mono”, “Este parece muy calentito”… María miraba a su hija con media sonrisa, el vendedor se sonreía, al fin y al cabo ¿qué iba a hacer el hombre?, Jose iba diciendo “Ese si, ese no” y yo, estaba apoyada en uno de esos trastos redondos que tienen ropa colgada, que nunca he sabido si tienen nombre, observando a los tres e imaginándolos ya como una nueva familia. Pero, al finalizar la revisión y aprobación de todos los gayumbos, la enana dijo:
-No he encontrado ninguno con esa funda donde puedes meter la varita mágica, pero seguro que otra tienda los tiene.
A favor del pobre vendedor he de decir que apenas se movió, tan sólo levantó la cabeza y miró a Jose mientras María se reía y yo me descojonaba sujetándome al trasto ese de la ropa.
Al final el pobre hombre terminó su trabajo y nos miró algo extrañado, supongo que la estampa no era para menos, a Jose no se le veía detrás de tanta ropa, María lo guiaba hacía la caja, la niña iba con su cesta de gayumbos tarareando algo y yo todavía me estaba riendo sin control.
Después de pasar por el trámite del pago y embolsamiento, salimos de la tienda repartiéndonos el peso, pero el diablillo se libró y aprovechó para coger una mano de su madre, una de Jose y colocarse entre los dos. Ambos adultos se miraron, comenzaron a caminar y aceptaron el hecho sin más, creo que ese fue el punto de partida, esa tarde de compras.
A partir de entonces las cosas se aceleraron un poco más…
La primera parte de la “Operación renovarse o morir” fue ciertamente sencilla, encontramos la zona de caballeros con relativa facilidad, nuestro más difícil escollo fue sortear a un par de histéricas que no sabían como meterse un tejano de la talla 36 . Una vez en la zona caballeros, que parecía un desierto comparado con la de señoras, ubiqué los probadores convenientemente situados junto a lo zona de ropa interior. No porque fuésemos a encerrarlos dentro, tarea un poco fútil teniendo en cuenta que los probadores se cierran desde dentro y que estos en concreto eran de esos de cortinita.
-¿Qué necesitas? – Le preguntó María.
-¿De todo? – Estos hombres…
-¿Ropa interior también? – ¡Esa es mi niña!
-Ya puestos ¿por qué no? – Esa fui yo.
-Pues yo te escojo los calzoncillos y los calcetines. – Si fuera mi hija no podría estar más orgullosa – He visto que hay unos que tienen una especie de funda para meter la…
-¿La qué?
Su madre y Jose nos observaban, supongo que esperando a ver quién decía la burrada más gorda.
-Ya sabes Lore, la eso…
-¿La qué?
-Eso que rima con olla…
-Hay muchas cosas que riman, por ejemplo… paranoia. (Ya sé que no se escribe igual )
-Ya, pero ninguna es la que se sujetan los hombres cuando van a mear.
El vendedor que pasaba por detrás de nosotras en ese momento no podía abrir más los ojos, Jose no se podía poner más rojo, María no podía cerrar la boca y yo estaba a punto de reventar a reír.
-Pero la podemos llamar de otra forma…
-Si, podemos llamarla la varita mágica. (Harry Potter hace estragos )
María detuvo la charla en ese punto, antes de que yo abriese la bocaza y la dijese aún más gorda. Así pues Jose, con la varita incorporada , y María fueron a seleccionar camisas y jerséis (estábamos en invierno), la niña se fue a la sección de ropa interior y yo a por pantalones mientras escuchaba cómo María convencía a Jose para que cediera en el tema del probador, cosa que al final consiguió, no hay nada que una carita de mujer y un par de pucheros no puedan conseguir de un hombre enamorado.
Ya se sabe que si un hombre deja a una mujer hacer, queda completamente a disposición de la mujer y eso fue lo que ocurrió. La única premisa que nos dio fueron los colores que le gustaban y con eso empezamos las pruebas al sujeto experimental. Ni qué decir tiene que algunos hombres considerarían esto una tortura, Jose, sin embargo, empezó a disfrutarlo ya que María era la que se encargaba de colocarle los cuellos de las camisas, mirarlo y remirarlo dándole la vuelta para ver si todo estaba bien, esas cosillas que os hacían vuestras madres cuando os compraban ropa, detalles que María hacía con el automatismo de una madre pero que Jose estaba guardando en su memoria como momentos dorados. La ternura con que la miraba en esos momentos es comparable con muy pocas cosas y, aún cuando quisiera compararla, estaría dejándola muy por debajo de lo preciosa que era.
Por cierto, que no se me olvide comentar que el diablillo conocido como hija de María estaba disfrutando como un gorrino en una charca, escogiendo los gayumbos más horrorosos sobre la faz de la Tierra, cada vez que se acercaba para enseñarle alguno a Jose, parecía que el hombre iba a salir por patas.
Llegamos a un punto un poco más serio, María le trajo un pantalón y una camisa algo más de vestir. El hombre entró al probador y salió al momento con el nuevo “conjuntito”. Lo primero que dijo María fue:
-Estás muy guapo. – Era cierto.
-¿Tú crees? - ¡Qué cara por favor! ¡Indescriptible! ¡Qué sonrisa, qué alegría incontenible en esos ojos negros!
-Te queda muy bien, con ese cambio de imagen voy a tener que espantar a todas las mosconas que osen acercarse a ti.
Supongo que María lo dijo sin pensar demasiado en las implicaciones que tenía esa frase, ya que al momento se dio la vuelta sin decir más en busca de alguien para que le midiera el largo de los pantalones a Jose, quien con una expresión completamente incrédula me preguntó:
-¿Ha dicho lo que yo he oído o lo he soñado?
-Estás soñando. – No lo pude evitar.
-Lo ha dicho como si, como si…
-¿Cómo si fueras suyo?
-Ojala…
-Si no crees un poco en tus sueños, nunca se harán realidad.
-¿Es una cita?
-Sólo un consejo…
Un momento de silencio, de esos en los que puedes oír cómo el cerebro de otra persona está procesando información. María ya volvía con un vendedor y por el otro lado venía el diablillo que incluso se había agenciado una cesta para ir metiendo toda la ropa interior que le gustaba.
Mientras el vendedor prendía las agujas en los bajos de los pantalones, la cría iba enseñando a Jose todo lo que había seleccionado con comentarios del tipo “Este me gusta por el color”, “Este tiene un dibujo muy mono”, “Este parece muy calentito”… María miraba a su hija con media sonrisa, el vendedor se sonreía, al fin y al cabo ¿qué iba a hacer el hombre?, Jose iba diciendo “Ese si, ese no” y yo, estaba apoyada en uno de esos trastos redondos que tienen ropa colgada, que nunca he sabido si tienen nombre, observando a los tres e imaginándolos ya como una nueva familia. Pero, al finalizar la revisión y aprobación de todos los gayumbos, la enana dijo:
-No he encontrado ninguno con esa funda donde puedes meter la varita mágica, pero seguro que otra tienda los tiene.
A favor del pobre vendedor he de decir que apenas se movió, tan sólo levantó la cabeza y miró a Jose mientras María se reía y yo me descojonaba sujetándome al trasto ese de la ropa.
Al final el pobre hombre terminó su trabajo y nos miró algo extrañado, supongo que la estampa no era para menos, a Jose no se le veía detrás de tanta ropa, María lo guiaba hacía la caja, la niña iba con su cesta de gayumbos tarareando algo y yo todavía me estaba riendo sin control.
Después de pasar por el trámite del pago y embolsamiento, salimos de la tienda repartiéndonos el peso, pero el diablillo se libró y aprovechó para coger una mano de su madre, una de Jose y colocarse entre los dos. Ambos adultos se miraron, comenzaron a caminar y aceptaron el hecho sin más, creo que ese fue el punto de partida, esa tarde de compras.
A partir de entonces las cosas se aceleraron un poco más…