amores de verano
Moderadores: Lore, Super_House, ZeTa, Trasgo
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Otro caxo!!!
Mañana sigooooo
-Tú no tienes nada que perder, pase lo que pase seguirás teniéndonos como amigos, pero yo puedo perder su amistad y ¿sabes eso que dicen que de entre dos males debes escoger el menos malo? Pues yo escojo no perder su amistad antes que arriesgarme a encontrar de nuevo el amor correspondido.
En ese momento recuerdo que me vinieron muchas cosas a la cabeza, cosas que podrían haberlo ayudado o podrían haber conseguido que lo viese desde otra perspectiva, pero no dije nada. Simplemente me limité a hacerle saber que estaba allí y él dijo:
-Como siempre, sólo espero que ese cerebro tuyo no empiece a cocinar ninguna idea.
Por supuesto, le aseguré que no haría ni diría nada, al fin y al cabo nunca me ha gustado forzar las situaciones, lo que tenga que venir, que venga y punto. Y así me dediqué a observar sin intervenir… mucho.
Durante las siguientes semanas y meses ocurrieron incontables situaciones muy tiernas, según mi parecer. Jose miraba a María furtivamente supongo que pensando “Ahora que nadie me mira la miro yo”, no era el hecho de que la mirase disimuladamente, era más la manera en que lo hacía, intentando pasar desapercibido, con miradas rápidas, pero intensas, eso si os lo puedo asegurar. En una de esas miradas, en un mínimo instante, se podía ver lo que Jose estaba sintiendo, todo ese torrente se sentimientos que no se atrevía a expresar con palabras se comprimía en esas miradas, por eso os digo que eran muy intensas. Pero no era sólo eso, ahora recuerdo y me sonrío, porque ahora me resulta divertido. Si íbamos a alguna parte a tomar algo, ya bien los tres y la niña o con más gente, Jose hacia lo imposible por sentarse al lado de María y cada vez se volvía más osado. Llegué a pensar que el día menos esperado no podría aguantar más y se lo diría todo del tirón, pero no lo hizo.
Como era de esperar, llegó un momento que María se dio cuenta de algo, yo creo que no sabía muy bien de qué, pero algo le pareció diferente. Estábamos un fin de semana pintando mi casa, imaginaos a dos mujeres, de las de nosotras lo valemos , podemos pintar esto sin necesidad de nadie más. Íbamos, por lo menos yo, de pintura hasta las orejas, y la muy guarrindonga se esperó a que estuviera encima de una escalera para hacerme la pregunta trampa:
-Oye, ¿A ti Jose te ha dicho algo sobre mí?
Menos mal que estaba de espaldas a ella, porque sino creo que en la frente me habría aparecido un cartel de neon con la leyenda “CULPABLE” en color azul , sin girarme por miedo a que se me viese el plumero le contesté:
-No, nada especial, ¿por qué lo preguntas?
-Por nada, es que lo noto un poco extraño.
“¿Un poco? Pensé yo, si está más raro que un perro verde” La verdad es que me esperaba un interrogatorio de tercer grado, así que intenté prepararme no para mentir, porque aparte de que no sé, no me gusta, pero sí podía participar voluntariamente en una campaña de desinformación y, al mismo tiempo, intenté recopilar datos útiles.
-¿Por qué lo dices? – le pregunté ya bajando de la escalera.
-No sé lo noto diferente conmigo ¿no está enfadado verdad?
-No que yo sepa, no le pasa nada fuera de lo normal ¿te preocupa que esté enfadado contigo?
-Pues claro.
-¿Claro? – (si es que puedo ser muy joia!!! ) - ¿Hay algo que quieras contarle a tu amigüita?
Reconozco que lo dije en un tono un poco socarrón y acercándome a ella lentamente con la brocha cargada de pintura en plan amenazante, y eso debe de acojonar, porque cantó como un pajarito.
-Pues… es que creo… que me gusta…
Imaginad por un momento mi sonrisa de triunfo.
-¿Y? Vamos a ver, ¿te gusta o no? Porque “creo que me gusta” no es como decir “creo que mañana lloverá”, puede que llueva o no… - Tenía que asegurarme, comprendedlo y la verdad es que no lo dudó mucho, contestó pronta la tía.
-Si, si me gusta… - me veía venir un “pero” – pero no voy a hacerme ningún tipo de ilusión.
Me esperaba una respuesta así, conozco a María, la conozco muy bien, soy consciente de sus taras mentales y, teniendo en cuenta experiencias pasadas, la verdad es que no me extraña. Lo que me jodía era que ambos aceptaban la derrota enseguida, pero en aquel momento me di cuenta de lo poco que se quería a si misma.
-¿Qué hombre quiere cargar con la hija de otro? ¿A qué hombre puede gustarle una mujer como yo? Gorda, fea, patética y pobre (esas fueron sus palabras exactas), sin nada que ofrecer, con un futuro negro…
La corté porque la conversación se iba por unos derroteros que ya no me hacían ninguna gracia, yo quería a mi amiga feliz, no revolcándose en mierda.
-Tal vez un hombre que te quiera por lo que eres, por cómo eres, por cómo quieres…
Un silencio, una mirada cómplice entre ambas, incredulidad en la suya y supongo que algo de travesura en la mía. Continuamos pintando, ella le daría unas cuantas vueltas al tema y yo empecé a pensar en ideas que pudieran sacar a estos dos del atontamiento adulto que padecían.
-A lo mejor Lore, sólo a lo mejor, deberías aplicar tus consejos a tu propia vida.
-Puede…
-Por cierto, deja de maquinar, que estoy viendo como te giran los engranajes…
Ese fue la última carga de combustible, decidí que aunque había prometido no intervenir, lo haría de manera sutil, con pequeños empujoncitos insulsos y sin importancia. Mientras no me hicieran sacar la artillería, no podía pasar nada malo, ¿verdad?
En ese momento recuerdo que me vinieron muchas cosas a la cabeza, cosas que podrían haberlo ayudado o podrían haber conseguido que lo viese desde otra perspectiva, pero no dije nada. Simplemente me limité a hacerle saber que estaba allí y él dijo:
-Como siempre, sólo espero que ese cerebro tuyo no empiece a cocinar ninguna idea.
Por supuesto, le aseguré que no haría ni diría nada, al fin y al cabo nunca me ha gustado forzar las situaciones, lo que tenga que venir, que venga y punto. Y así me dediqué a observar sin intervenir… mucho.
Durante las siguientes semanas y meses ocurrieron incontables situaciones muy tiernas, según mi parecer. Jose miraba a María furtivamente supongo que pensando “Ahora que nadie me mira la miro yo”, no era el hecho de que la mirase disimuladamente, era más la manera en que lo hacía, intentando pasar desapercibido, con miradas rápidas, pero intensas, eso si os lo puedo asegurar. En una de esas miradas, en un mínimo instante, se podía ver lo que Jose estaba sintiendo, todo ese torrente se sentimientos que no se atrevía a expresar con palabras se comprimía en esas miradas, por eso os digo que eran muy intensas. Pero no era sólo eso, ahora recuerdo y me sonrío, porque ahora me resulta divertido. Si íbamos a alguna parte a tomar algo, ya bien los tres y la niña o con más gente, Jose hacia lo imposible por sentarse al lado de María y cada vez se volvía más osado. Llegué a pensar que el día menos esperado no podría aguantar más y se lo diría todo del tirón, pero no lo hizo.
Como era de esperar, llegó un momento que María se dio cuenta de algo, yo creo que no sabía muy bien de qué, pero algo le pareció diferente. Estábamos un fin de semana pintando mi casa, imaginaos a dos mujeres, de las de nosotras lo valemos , podemos pintar esto sin necesidad de nadie más. Íbamos, por lo menos yo, de pintura hasta las orejas, y la muy guarrindonga se esperó a que estuviera encima de una escalera para hacerme la pregunta trampa:
-Oye, ¿A ti Jose te ha dicho algo sobre mí?
Menos mal que estaba de espaldas a ella, porque sino creo que en la frente me habría aparecido un cartel de neon con la leyenda “CULPABLE” en color azul , sin girarme por miedo a que se me viese el plumero le contesté:
-No, nada especial, ¿por qué lo preguntas?
-Por nada, es que lo noto un poco extraño.
“¿Un poco? Pensé yo, si está más raro que un perro verde” La verdad es que me esperaba un interrogatorio de tercer grado, así que intenté prepararme no para mentir, porque aparte de que no sé, no me gusta, pero sí podía participar voluntariamente en una campaña de desinformación y, al mismo tiempo, intenté recopilar datos útiles.
-¿Por qué lo dices? – le pregunté ya bajando de la escalera.
-No sé lo noto diferente conmigo ¿no está enfadado verdad?
-No que yo sepa, no le pasa nada fuera de lo normal ¿te preocupa que esté enfadado contigo?
-Pues claro.
-¿Claro? – (si es que puedo ser muy joia!!! ) - ¿Hay algo que quieras contarle a tu amigüita?
Reconozco que lo dije en un tono un poco socarrón y acercándome a ella lentamente con la brocha cargada de pintura en plan amenazante, y eso debe de acojonar, porque cantó como un pajarito.
-Pues… es que creo… que me gusta…
Imaginad por un momento mi sonrisa de triunfo.
-¿Y? Vamos a ver, ¿te gusta o no? Porque “creo que me gusta” no es como decir “creo que mañana lloverá”, puede que llueva o no… - Tenía que asegurarme, comprendedlo y la verdad es que no lo dudó mucho, contestó pronta la tía.
-Si, si me gusta… - me veía venir un “pero” – pero no voy a hacerme ningún tipo de ilusión.
Me esperaba una respuesta así, conozco a María, la conozco muy bien, soy consciente de sus taras mentales y, teniendo en cuenta experiencias pasadas, la verdad es que no me extraña. Lo que me jodía era que ambos aceptaban la derrota enseguida, pero en aquel momento me di cuenta de lo poco que se quería a si misma.
-¿Qué hombre quiere cargar con la hija de otro? ¿A qué hombre puede gustarle una mujer como yo? Gorda, fea, patética y pobre (esas fueron sus palabras exactas), sin nada que ofrecer, con un futuro negro…
La corté porque la conversación se iba por unos derroteros que ya no me hacían ninguna gracia, yo quería a mi amiga feliz, no revolcándose en mierda.
-Tal vez un hombre que te quiera por lo que eres, por cómo eres, por cómo quieres…
Un silencio, una mirada cómplice entre ambas, incredulidad en la suya y supongo que algo de travesura en la mía. Continuamos pintando, ella le daría unas cuantas vueltas al tema y yo empecé a pensar en ideas que pudieran sacar a estos dos del atontamiento adulto que padecían.
-A lo mejor Lore, sólo a lo mejor, deberías aplicar tus consejos a tu propia vida.
-Puede…
-Por cierto, deja de maquinar, que estoy viendo como te giran los engranajes…
Ese fue la última carga de combustible, decidí que aunque había prometido no intervenir, lo haría de manera sutil, con pequeños empujoncitos insulsos y sin importancia. Mientras no me hicieran sacar la artillería, no podía pasar nada malo, ¿verdad?
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